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Para el obispo de Tuy, que estaua preso en Portogal, en respuesta de otra

Reuerendo señor: encomendaros a la Virgen María no era mal consejo, si ese vuestro cuñado os lo consejara antes que os prendieran, mas consejándolo después de preso, deuierades decir: ja no poide, segund todo buen gallego deuía responder. Bien es, señor, que tengais deuoción en los miraglos de alguna casa de oración, segund lo aconseja el cuñado; pero junto con ella no dexeis de encomendaros a la casa de la moneda de la Curuña, o a otra semejante, porque entiendo que allí se facen los miraglos por que vos haueis de ser libre. Por ende, señor, prometed algo a una casa destas, e luego vereis por esperiencia el miraglo que vos esperais, y vuestro cuñado os conseja, y abreuiad cuanto podiéredes, porque segund acá anda vuestra facienda, poco tenés agora para ofrecer a la casa, y ternés menos o nada si mucho os tardais.

Decis, señor, que nós fallaron otro crimen sino hauer reprehendido en sermones la entrada del señor rey de Portogal en Castilla. En verdad, señor, algunos predicadores la aprouaron en sus sermones; pero libres los veo andar entre nosotros, aunque creo que tienen tanta pena por ser inciertos predicadores cuanta gloria vos deués tener por ser cierto, aunque preso. Ya sabés que Micheas, profeta, preso estouo, y aun buena bofetada le dieron porque profetaua verdad contra todos los otros que persuadían al rey Acab que entrase en Ramoch Galat; y bien sabés cuantos golpes reciben los ministros de la verdad, la cual se aposenta de buena voluntad en los constantes, porque allí reluce ella mejor con los martirios. Herculem duri celebrant labores. ¿Pensades vos, señor, que ese vuestro ingenio tan sotil, esa vuestra ánima tan abta e dedicada por su habilidad para gozar de la verdadera claridad, hauía de quedar en esta vida sin prueuas de trabajos que la linpiasen, porque linpia torne al logar limpio donde vino? No lo creais. Aquellas que van a logar sucio es de creer que vayan sin lauatorio de tentación en esta vida. Gregorio in Pastorali dice: De spe aeternae haereditates gaudium sumant, quos aduersitas vitae temporalis humiliat. Más os diría desto, sino que pienso que querríades más cuatro remedios de idiotas que cinco consuelos de filósofos, por filósofos que fuesen. Pero con todo eso tengo creído que por algún bien vuestro houistes este trabajo. Saepe maiori fortunae, dice Séneca, locum fecit iniuria, segund hauemos visto e leído en muchas partes. Así me vala Dios, senor, cuando no nos cataremos os espero cargado de tratos para poner paz en la tierra.

Aquí nos dixeron que el señor rey de Portogal se quería meter en religión; agora nos dicen que se quiere meter en guerra. ¿Lo uno o lo otro es de creer? Amas cosas, seyendo tanto contrarias, lexanas son de un juicio tan excelente como el suyo. Algunos castellanos afectionados a Portogal han andado por aquí cargados de profecías; dellas salen inciertas, otras hay en la verdad que no valen nada. Y pues andamos a profetizar, yo profetizo que si el señor rey de Portogal deliberare entrar otra vez en estos reinos [a] ponellos en guerra y trabajos, muertes e robos, y a Portogal a bueltas, no lo dudo, y menos dudo que faga los fechos de los descontentos. Pero facer el suyo como lo desea, no lo creais en vida de los biuos.

Plega a nuestro Señor e a nuestra Señora que presto seais libre e a vuestra honra.

Para el doctor de Talauera

Señor: del nacimiento del príncipe, con salud de la reina, ouimos acá muy grand placer. Claramente veemos sernos dado por especial don de Dios, pues al fin de tal larga esperança le plogo dárnosle. Pagado ha la reina a este reino la debda de subcesión viril que era obligada de le dar. Cuanto yo, por fe tengo que ha de ser el más bienauenturado príncipe del mundo; porque todos estos que nacen deseados, son amigos de Dios, como fué Ysaque, Samuel, y Sant Juan, y todos aquellos de quien la Sacra Escritura face mención que houieron nacimientos como éste, muy deseados. E no sin causa, pues son concebidos y nascidos en virtud de muchas plegarias y sacrificios. Ved el euangelio que se reza el día de Sant Juan; cosa es tan trasladada que no paresce sino molde el un nascimiento del otro: la otra Ysabel, esta otra Ysabel; el otro en estos días, éste en estos mismos; y tanbién que se gozaron los vecinos e parientes, y que fué terror a los de las montañas.

Nós escriuo más, señor, sobre esto, porque se me entiende que otros aurán allá caído en esto mismo y lo dirán e escreuirán mejor que yo. Basta que podemos decir: Quia repullit Deus tabernaculum Enrici, et tribum Alfonsi non elegit; sed elegit tribum Elizabet quam dilexit. Fallarlo heis en el salmo de attendite popule meus. No queda hora, pues, sino que alçadas las manos al cielo digamos todos el nunc dimittis, que el otro dixo, pues veen nuestros ojos la salud deste reino. Plega Aquel que oyó las oraciones para su nascimiento, que las oiga para le dar larga vida.

Para don Enrique, tío del rey

¡Muy noble e magnífico señor: usando vuestra merced de su oficio e yo del mío, no es marauilla que mi mano esté de tinta e vuestro pie sangriento. Bien creo, señor, que esa vuestra ferida tal y en tal logar os daría dolor y pornía en temor. Pero ¿querés que os diga, muy noble señor? La profesión que fecistes en la orden de cauallería que tomastes os obliga a reciber tanto mayores peligros que los otros, cuanto mayor honra tenés que los otros. Porque si no touiésedes ánimo más que otros para semejantes afrentas, todos seríamos iguales. Ciertamente, señor, fatiga me dió algunos días la fama de esa vuestra ferida, porque todos decían ser peligrosa; pero deuemos ser alegres, pues seruistes a Dios con deuoción, al rey con lealtad, e a la patria con amor, y, al fin, quedastes libre. Loado sea Dios por ello e la Virgen gloriosa su madre.

Para la reina

Muy alta e excelente e poderosa reina e señora: Pasados tantos trabajos y peligros como el rey nuestro señor e vuestra alteza haueis hauido, no se deue tener en poca estima la escriptura dellos, pues ninguna se lee do mayores hayan acaescido: y aun algunas historias hay que las magnificaron con palabras los escritores mucho más que fueron las obras de los actores. Y vuestras cosas, muy excelente reina e señora, no sé yo quién tanto las pueda sublimar, que no haya mucho más trabajado el obrador que puede decir el escritor. Yo iré a vuestra alteza segund me lo enbía a mandar e leuaré lo escrito fasta aquí para que lo mande examinar; porque escreuir tiempos de tanta iniusticia conuertidos por la gracia de Dios en tanta iusticia, tanta inobediencia en tanta obediencia, tanta corrubción en tanta orden, yo confieso, señora, que ha menester mejor cabeça que la mía para las poner en memoria perpetua, pues son dellas dignas. Y si vuestra alteza manda poner diligencia en los edificios que se caen por tienpo y no hablan, cuánto más la deue mandar poner en vuestra historia que ni cae ni calla. Muchos tenplos y edificios hicieron algunos reyes y enperadores pasados, de los cuales no queda piedra que veamos, pero queda escriptura que leemos.

Acá auemos oído las nueuas de la guerra que mandais mouer contra los moros. Ciertamente, muy excelente reina y señora, quien bien mirare las cosas del rey y vuestras, claro verá cómo Dios os adereça la paz con quien la deueis tener y os despierta a la guerra que sois obligados. Una de las cosas que los reyes comarcanos vos han enbidia es tener en vuestros confines gentes con quien no solo podeis tener guerra justa, mas guerra santa en que entendais y hagais exercer la cauallería de vuestros reinos, que no piense vuestra alteza ser pequeño proueimiento. Tulio Ostilio, el tercero rey que fué en Roma, mouió guerra sin causa con los albanos sus amigos y aún parientes, por no dexar en ocio su cauallería, del cual escriue Titus Liuius: Segnescere ciuitatem ratus bellum extra undique quaerebat. Pues cuánto mejor lo hará quien la tiene tan justa buscada y començada.

Mucho deseo saber cómo va a vuestra alteza con el latín que aprendeis: dígolo, señora, porque hay algún latín tan zahareño que no se dexa tomar de los que tienen muchos negocios; aunque yo confío tanto en el ingenio de vuestra alteza, que si lo tomais entre manos, por soberuio que sea, lo amansareis como haueis hecho otros lenguajes.

Para Pedro de Toledo, canónigo de Seuilla

Señor: muy acepto decis que os paresco a mi señor el Cardenal. Grande vista deue ser por cierto la vuestra, pues tan lexos vedes lo que yo no veo tan cerca. Si a la comunicación llamais acepción, alguna tengo como los otros; pero do no hay merced no creais que haya acepción, por grande que sea la comunicación; maxíme que sabreis, señor, que ni me comunica mucho su señoría ni me da nada su magnificencia; y si alguna acepción quereis que confiese, sabed que es como la de los reposteros de la plata, que tienen so la llaue doscientos marcos y no tienen un marauedí para afeitarse. Creed, señor, que no hay otro acepto sino el que acepta o el que acierta, quier por dicha, quier por gracia y suficiencia, y yo soy ageno destos casos.

Al presente ningunas nueuas hay que os escriua, porque en tienpo de buenos reyes adminístrase la iusticia, y la iusticia engendra miedo, y el miedo escusa excesos, y do no hay excesos hay sosiego y do hay sosiego no hay escándalos que crían la guerra, que hace los casos do vienen las nueuas que el buen vino aporta. Aunque la mala condición española, inquieta de su natura, en el aire querría, si pudiese, congelar los mouimientos y sufrir guerra de dentro cuando no la tienen de fuera. A osadas quien escribió a los españoles en la guerra perezosos y en la paz escandalosos, que supo lo que dixo. Demos gracias a Dios que tenemos un rey y una reina que no querais saber dellos sino que ambos ni cada uno por sí no tiene priuado, que es la cosa y aun la causa de la desobediencia y escándalos en los reinos. El priuado del rey sabed que es la reina, y el priuado de la reina sabed que es el rey, y éstos oyen y juzgan y quieren derecho, que son cosas que estoruan escándalos y los matan.

Cerca de lo que os place saber de mí, creed, señor, que en corte ni en Castilla no biue hombre mejor vida. Pero así la fenezca yo siruendo a Dios, que si della fuese ya salido no la tornase a tomar aunque me la diesen con el Ducado de Borgoña, por las angustias y tristezas que con ella están entretexidas y ençarçadas. Y pues quereis saber cómo me aueis de llamar, sabed, señor, que me llaman Fernando y me llamauan y llamarán Fernando, y si me dan el maestrazgo de Santiago tanbién Fernando; porque de aquel título y honra me quiero arrear que ninguno me pueda quitar, y tanbién porque tengo creído que ningún título pone virtud a quien no la tiene de suyo. Valete.

Para el condestable

Ilustre señor: Rescibí la letra de vuestra señoría, en que mostrais sentimiento por los trabajos que pasais, y peligros que esperais en ese cerco que teneis sobre Montanches. Cosa por cierto nueua veemos en vuestra condición, porque en las otras cosas que por vos han pasado, prósperas o aduersas, ni os vimos mouimiento en la cara, ni sentimiento en la palabra. Verdad es que los males presentes son los que más duelen, en especial si se preluengan; y porque ese es duro y dura tanto, no es marauilla que lo sintais. La muerte, que es el último de los temores terribles, dice Séneca que no es de temer, porque dura poco. Pero, ilustre señor, yo creo bien que por duros e largos que sean los trabajos que agora tenés, vuestra señoría los sufrirá con igual ánimo, pues son por ensalçamiento de la corona real e por el honor y la paz de vuestra propia tierra: lo cual ninguno bueno deue con mayor deseo cobdiciar, ni con mayor alegría oír, ni con tan [grande] y feruiente afectión del ánima y trabajo del cuerpo procurar: porque el fin de todos los mortales es tener paz, la cual así como los malos turban escandalizando, así los buenos procuran guerreando, y con guerra veemos que se quita la guerra e se alcança la paz, así como con fuego se quita el venino y se alcança salud.

Yo, señor, dudo que el rey de Portogal venga a socorrer esa fortaleza de Montanches que tenés cercada; porque cierta cosa es que este su socorro con gente se ha de facer, y su inperio no es de Darío para que haya menester grandes tienpos en le iuntar. En verdad, señor, desque se dice este su socorro, sería quemada Escalona; pero dado que la socorriese, creo, ilustre señor, que deliberastes bien antes que esa enpresa acebtastes para no rescebir en ella mengua, como facen los varones fuertes, que no se ofrecen a toda cosa, mas eligen con maduro pensamiento aquella donde por cualquier caso que acaesca, próspero o aduerso, resplandesca su loable memoria. E porque así como el miedo face caer a los flacos, así el peligro face proueer a los fuertes, tengo segura confiança que en el esfuerço interior e en la prouisión esterior, no ternés agora menor ánimo que touistes al principio cuando acebtastes esa enpresa, para le dar el fin que vos quereis, e todos deseamos: porque, como vuestra señoría conosce, la salida se mira en las cosas que se comiençan, y no la causa porque se començaron.

No dudo, señor, que hayais muchos trabajos, considerando el logar y el tienpo e las otras circunstancias; pero, señor, si el ladron Caco no fuera famado de recio, Ercoles, que le mató, no fuera loado de fuerte, porque do hay mayor peligro se muestra mayor grado de fortaleza, la cual no se loa conbatiendo lo flaco, mas resplandesce resistiendo lo fuerte, y tiene mayor grado de virtud esperando al que comete, que cometiendo al que espera; especialmente aquel que resiste presto los peligros que súpitamente vienen, porque en aquella presta resistencia paresce tener fecho hábito de fortaleza, de la cual se ha de fornecer de tal manera cualquier que face profesión en la orden de cauallería, que ni el amor de la vida ni el temor de la muerte le corronpe para facer cosa que no deua. Verdad es, señor, que el temor de la muerte turba todo omme; pero el cauallero que está obligado rescibir la muerte loable y huír de vida torpe, deue seguir la dotrina del mote que traés en vuestra deuisa, que dice: Un bel morir toda la vida honra, al cual me refiero.

Si en esta materia fablo más que deuo, en pena de mi atreuimiento quiero sofrir que me diga vuestra señoría lo que dixo Anibal, el cual como andouiese huyendo de los romanos e oyese a uno parlar de re militari, e ordenar cómo hauían de ir las huestes, e cómo las batallas deuían ser ordenadas, respondió: Buenas cosas d[ice] este necio, sino que un caso que se suele atrauesar en la facienda destruye todo y face ser vencidos a los que piensan ser vencedores. Y por cierto, señor, creo que dixo verdad, porque leemos en el Titus Liuius, que el graznido de un ansar que se atrauesó escusó de ser tomado el capitolio de Roma por los franceses, que tenían ya entrada la cibdad, e después fueron vencidos y desbaratados de los romanos.

Para un su amigo de Toledo

Señor conpadre: vuestra letra rescebí, y porque veais si la entiendo, diré claro lo que vos decís entre dientes.

En esa noble cibdad no se puede buenamente sofrir que algunos que iuzgais no ser de linaje tengan honras e oficios de gouernación, porque en tendeis que el defecto de la sangre les quita la habilidad del gouernar. Asimismo se sufre grauemente ver riquezas en ommes que se cree no las merecer, en especial aquellos que nueuamente las ganaron. Destas cosas, que se sienten ser graues e inconportables, se engendra un mordimiento de enbidia tal que atormenta e mueue ligeramente a tomar armas e facer insultos. ¡Oh tristes de los nueuamente ricos, que tienen guerra con los mayores porque los alcançan, y con los menores porque no pueden alcançar! Deuerían considerar los mayores que houo comienço su mayoría, e los menores que la pueden hauer. Y ciertamente, señor conpadre, no sé yo qué otra cosa se puede colegir del propósito de semejantes ommes, saluo que querrían emendar el mundo e repartir los bienes y honras dél a su arbitrio, porque les paresco que va muy errado, e las cosas dél no bien repartidas.

Pleito muy viejo toman por cierto, e querella muy antigua usada, e no aún en el mundo fenescida cuyas raíces son hondas, nascidas con los primeros ommes, e sus ramas de confusión que ciegan los entendimientos, o las flores secas e amarillas que afligen el pensamiento, e su fruto tan dañado e tan mortal que crió e cría toda la mayor parte de las muertes e crímines que en el mundo pasan e han pasado, los que haueis oído e los que haués de oír. Mirad agora, señor, yo vos [ruego] cuanto yerra el apasionado deste error: porque dexando hora de decir cómo yerra contra la ley de natura, pues todos somos nascidos de una masa e houimos un principio noble; e asimismo contra ley diuina, que manda ser [to]dos en un corral e baxo de un pastor; e especialmente contra la clara virtud de la caridad, que nos alunbra el camino de la felicidad verdadera. Haués de saber que se lee en la Sacra Escritura que [houo] una nación de gigantes que fué por Dios destruída, porque segund se dice presumieron pelear con el cielo. ¿Qué, pues, otra cosa podemos entender de los que mordidos de enbidia facen escándalos e diuisiones en los pueblos, sino que, remidando a la soberanía de aquellos gigantes, quieren pelear con el cielo e quitar la fuerça a las estrellas, e repugnar las gracias que Dios reparte a cada uno como le place, en virtud de las cuales alcançan estas honras e bienes que ellos piensan emendar e contradecir? Veemos por esperiencia algunos ommes dest[o]s que iudgamos nacidos de baxa sangre forçarlos su natural inclinación a dexar los oficios baxos de los padres, e aprender ciencia, e ser grandes letrados. Veemos asimismo otros que tienen inclinación natural a las armas e a la agricultura; otros en bien e conpuestamente fablar; otros en ministrar e regir, e a otras artes diuersas, e tener en ellas habilidad grande que le fuerça su inclinación natural. Otrosí veemos diversidad grande de condiciones, no solamente entre la multitud de los ommes, mas aún entre los hermanos nascidos de un padre e de una madre: el uno veemos sabio, el otro inorante; uno couarde, otro esforçado; liberal el un hermano, el otro auariento; uno dado a algunas artes, el otro a ninguna.

En esa cibdad pocos días ha vimos un omme peraile, el cual era sabio en el arte de la astrología, e en el mouimiento de las estrellas. Mirad agora, ruégovos, cuán grand diferencia hay entre el oficio de adobar paños e la ciencia del mouimiento de los cielos; pero la fuerça de su costelación lo lleuó aquello por do houo en la cibdad honra e reputación. ¿Podremos por ventura quitar a éstos la inclinación natural que tienen, do les procede esta honra que poseen? No por cierto, sino peleando con el cielo, como ficieron aquellos gigantes que fueron destruídos. Tanbién vemos los fijos y decendientes de muchos reyes e notables ommes obscuros e oluidados, por ser inábiles e de baxa condición. Fagamos agora que sean esforçados todos los que vienen de linaje del rey Pirrus, porque su padre fué esforçado: o fagamos sabios a todos los decendientes del rey Salamon, porque su padre fué el más sabio: o dad riquezas e estados grandes a los del linaje del rey don Pedro de Castilla, e del rey Donís de Portogal, pues no los tienen e paresce que los deuen tener por ser de linaje. E si el mundo quieren emendar, quiten las grandes dignidades, vasallos e rentas e oficios que el rey don Enrique de treinta años a esta parte dió a ommes de baxo linaje. Vano trabajo, por cierto, e fatiga grande de espíritu da la inorancia deste triste pecado: el cual ningund fruto de delectación tiene como algunos otros pecados; porque en el acto e en el fin del acto engendra tristeza e pasión con que llora su mal propio e el bien ageno.

Así que no se deue hauer molesto tener riquezas e honras aquellos que paresce que no las deuen tener, y carescer dellas los que por linaje paresce que las merescen; porque esto procede de una ordinación diuina que no se puede repugnar en la tierra, sino con destruición de la tierra. E hauemos de creer que Dios fizo ommes e no fizo linajes en que escogiesen, e todos fizo nobles en su nacimiento: la vileza de la sangre e oscuridad del linaje con sus manos la toma aquel que dexado el camino de la clara virtud se incline a los vicios e máculas del camino errado. E pues a ninguno dieron eleción de linaje cuando nasció, e todos tienen eleción de costunbres cuando biuen, inposible sería segund razón ser el bueno priuado de honra ni el malo tenerla, aunque sus primeros la hayan tenido. Muchos de los que opinamos de noble sangre veemos pobres e rahezes, a quien ni la nobleza de sus primeros pudo quitar pobreza ni dar autoridad: donde podemos claramente veer que esta nobleza que opinamos ninguna fuerça natural tiene que la faga permanecer de unos en otros, sino permanesciendo la virtud, que da la verdadera nobleza.

Hauemos eso mismo de mirar, que así como el cielo un momento no está quedo, así las cosas de la tierra no pueden estar en un estado: todas las muda el que nunca se muda: solo el amor de Dios y la caridad del próximo es la que permanesce, la cual engendra en el cristiano buenos pensamientos, o le da gracia para las buenas obras, que facen la verdadera fidalguía e para acabar bien en esta vida e ser de linaje de los santos en la otra.

No entendais, señor conpadre, que yo condepne a la mayor parte, ni a la menor; mas algunos pocos e bien pocos que pecan y facen pecar a muchos alterándolos e turbando la paz común por su bien particular, e faciéndose principales guiadores, el camino desta vida yerran, e el de la otra cierran: porque sus principios destos que se facen principales son soberuia e anbición, e sus medios enbidia e malicia, e sus fines muerte e destruición: los cuales no deuerían por cierto tener autoridad de principales, mas como ommes de escándalo deurían ser apartados, no solamente del pueblo, mas del mundo, pues tienen las intinciones tan dañadas, que ni el temor de Dios los retrae, ni el del rey los enfrena, ni la conciencia los acusa, ni la vergüença los inpide, ni la razón los manda, ni la ley los judga; e con sed rauiosa de alcançar en los pueblos honras e riquezas, caresciendo del buen saber por do se alcançan las de buena parte, despiertan escándalos para las adquerir, poniendo venino de diuisión en el pueblo: el cual no puede tener quieto ni próspero estado cuando lo que estos tales piensan dicen y lo que dicen pueden, y lo que pueden osan y ponen en obra, e ninguno ge lo resiste; lo cual los buenos e principales deurían por cierto con grand diligencia reprehender e castigar por fuir la indignación de Dios, al cual vos encomiendo.

Para el cardenal

Ilustre e reuerendísimo señor: Diego García me apremió que escriuiese consolaciones a vuestra señoría, sobre la muerte del duque vuestro hermano, que Dios haya, no conosciendo en cuánta sinpleza incurría yo si presumiese consolar a vuestra señoría, a quien todas las consolaciones que se pueden decir son presentes. No so yo de aquellos que presumen quitar con palabras la tristeza no aun madura, furtando su oficio al tienpo, que la suele quitar madurando. Yo, reuerendísimo señor, no sé decir otra consolación, sino que muy ligeramente se consolará por muerte agena aquel que toda hora pensare en la suya.

Razonamiento fecho a la reina cuando fizo perdón general en Seuilla

Muy alta e excelente reina e señora: estos caualleros e pueblos desta vuestra cibdad vienen aquí ante vuestra real magestad, e vos notifican que cuanto gozo houieron los días pasados con vuestra venida a esta tierra, tanto terror e espanto ha puesto en ella el rigor grande que vuestros ministros muestran en la execución de vuestra iusticia, el cual les ha conuertido todo su placer en tristeza, toda su alegría en miedo, y todo su gozo en angustia y trabajo.

Muy excelente reina o señora: todos los ommes generalmente dice la Sacra Escritura que somos inclinados a mal; e para refrenar esta mala inclinación nuestra son puestas e establecidas leyes e penas, e fueron por Dios constituídos reyes en las tierras, e ministros para las executar, porque todos biuamos en paz e seguridad, para que alcancemos aquel fin bienaventurado que todos deseamos. Pero cuando reyes e ministros no hauemos, o si los hauemos son tales de quien no se haya temor, ni se cate obediencia, no nos marauillemos que la natura humana, siguiendo su mala inclinación, se desenfrene e cometa delitos e excesos en las tierras, e especialmente en esta vuestra España, donde veemos que los ommes por la mayor parte pecan en un error común, anteponiendo el seruicio de sus señores inferiores a la obediencia que son obligados a los reyes sus soberanos señores. E por cierto ni a Dios deuemos ofender, aunque el rey nos lo mande; ni al rey aunque nuestro señor le quiera: E porque peruertimos esta orden de obediencia vienen en los reinos muchas veces las guerras que leemos pasadas, e los males que veemos presentes.

Notorio es, muy poderosa reina o señora, los delitos e crímines cometidos generalmente en todos vuestros reinos en tienpo del rey don Enrique vuestro hermano, cuya ánima Dios haya, por la nigligencia grande de su iusticia, e poca obediencia de sus súbditos: la cual dió causa que así como houo disensiones e escándalos en todas las más de las cibdades de vuestros reinos, así en ésta estos dos caualleros duque de Medina e marqués de Cádiz se discordasen, e con el poco temor de la iusticia real se posiesen en armas uno contra otro: en fuerça de los cuales cada uno procuró de seguir su propósito en detrimento general de toda esta tierra. E en esta discordia cibdadana pocos o ninguno de los moradores della se pueden buenamente escusar de hauer pecado, desobedesciendo al cetro real, siguiendo la parcialidad del uno o del otro destos dos caualleros. E dexando de decir las batallas que entro ellos houo en la cibdad e fuera della, e tornando a los males particulares que por causa dellas se siguieron en toda la tierra, no podemos por cierto negar que en aquel tienpo tan disoluto no fueron cometidas algunas fuerças, muertes e robos e otros excesos por muchos vecinos desta cibdad e su tierra, los cuales causó la malicia del tienpo, e no escusó la iusticia del rey: e estos son en tanto número, que pensamos hauer pocas casas en Sevilla que carescan de pecado, quier cometiéndolo o fauoresciéndolo, quier encubriéndolo o seyendo en él partícipes o por otras vías e circunstancias. E porque de los males de las guerras veemos caídas e destruiciones de pueblos e cibdaes, creemos verdaderamente que si esta guerra más durara, e Dios por su misericordia no la remediara asentando a vuestra real magestad en la silla real del rey vuestro padre, esta cibdad de todo punto peresciera e se asolara. E si entonces, muy excelente reina e señora, estaua en punto de se perder por la poca iusticia, agora está perdida e muy caída por la mucha e muy rigorosa que vuestros jueces e ministros en ella executan: de la cual todo este pueblo ha apelado, e agora apela para ante la clemencia e piedad de vuestra real magestad, e con las lágrimas e gemidos que agora vedes e oís se humilian ante vos, y os suplican que hayais aquella piedad de vuestros súbditos que nuestro Señor ha de todos los biuientes, e que vuestras entrañas reales se conpadesean de sus dolores, de sus destierros, de sus pobrezas, e de sus angustias y trabajos que continuamente padescen, andando fuera de sus casas por miedo de vuestra iusticia. La cual, muy excelente reina e señora, como quier que se deua executar en los errados, pero no con tan grand rigor que se cierre aquella loable puerta de la clemencia que face a los reyes amados, e si amados, de necesario temidos, porque ninguno ama a su rey que no tema de le enojar. Verdad es, muy excelente reina o señora, que nuestro Señor tanbién usa de iusticia como de piedad; pero de la iusticia algunas veces, e de la piedad todas veces, e no solamente todas veces mas todos los momentos de la vida: porque si sienpre usase de la iusticia, segund sienpre usa de piedad, como todos los mortales seamos dignos de pena, el mundo en un instante perescería; e asimismo, porque como vuestra real prudencia sabe, el rigor de la iusticia engendra miedo, y el miedo turbación, y la turbación algunas veces desesperación e pecado: e de la piedad procede amor, e del amor caridad, e de la caridad sienpre se sigue mérito y gloria. E por esta razón fallará vuestra excelencia que la Sacra Escritura está llena de loores ensalçando la piedad, la mansedunbre, la misericordia e clemencia, que son títulos y nonbres de nuestro Redentor, el cual nos dice que aprendamos dél, no a ser rigurosos en la iusticia, mas aprended de mí, dice él, que soy manso e humilde de coraçón. La santa iglesia católica continuamente canta: Llena está, Señor, la tierra de tu misericordia, e por el continuo uso de su clemencia le llamamos miserator, misericors, paciens, multae misericordiae.

Mire bien vuestra alteza cuántas veces refiere este su nonbre de misericordioso; lo que no fallamos veces tan repetidas del nonbre de iusticiero, e mucho menos de rigoroso en la iusticia, por[que] el rigor de la iusticia uecino es de la crueldad, e aquel príncipe se llama cruel que aunque tiene causa no tiene tenplança en el punir. E la piadad oficio es continuo de nuestro Redentor, del cual tomando enxenplo los reyes e enperadores, cuya fama resplandece entre los biuos, perdonaron los humildes, e persiguieron los soberuios, por remidar a aquel que les dió poder en las tierras, entre los cuales aquel sabio rey Salamon no demandó a Dios que se menbrase de los trabajos, no de las limosnas, no de los otros méritos del rey Dauid su padre, ni menos de la iusticia que fizo, e penas que executó, mas miénbrate, dixo, Señor, de Dauid e de toda su mansedunbre: por los méritos de la cual entendía aquel rey ganar la mansedunbre e la piadad de Dios para remisión de sus pecados e perpetuidad de su silla real.

E vos, reina muy excelente, tomando aquella dotrina mansa de nuestro Saluador e de los reyes santos e buenos, tenplad vuestra iusticia y derramad vuestra misericordia e mansedunbre en vuestra tierra; porque tanto serés junta con su diuinidad cuanto le remidardes en las obras, e tan[to] le remidardes en las obras cuanto fuerdes piadosa; e tanto serés piadosa, cuanto os conpadeciéredes e perdonáredes los miserables que llaman e esperan con grand angustia vuestra clemencia e mansedunbre; la cual, muy excelente reina, deue estar arraigada en vuestra memoria, e en los concebtos de vuestra ánima, porque se mienbre Dios de vos e de vuestra mansedunbre e os perdone como vos perdonardes, e os dé vida como vos la diéredes, e perpetue vuestra silla real en vuestros descendientes para sienpre, especialmente con los desta cibdad, aunque hayan errado, considerando que entre tanta multitud de errores difícile era beuir por sola inocencia. El rey don Juan vuestro padre, no sólo en una cibdad ni en una prouincia, mas en todos sus reinos fizo perdón general, cuando las disensiones e escándalos en ellos acaescidos con los infantes de Aragón sus primos.

Veemos asimismo que vuestra clemencia manda poner en libertad a los portugueses que entraron en vuestros reinos a os deseruir, e cometieron en ellos grandes delictos e maleficios: y no solamente los mandais poner en libertad, mas mandaislos proueer de vuestras limosnas, e reducirlos a sus tierras. Reducid, pues, reina muy excelente, a los vuestros, e la piadad que haués con los estraños hauedla con los vuestros naturales, los cuales así como el ánima enferma de cobdicia, aunque enbuelta en el deseo de los bienes tenporales, pero sienpre sospira a un Dios que la repare con su misericordia.

Así bien estos vuestros súbditos, aunque enbueltos en las guerras e males pasados, todavía pero touieron un feruiente deseo de vuestra vitoria e prosperidad, porque en virtud de vuestro cetro real gozasen de paz e seguridad: la cual humilmente os suplican que derramés en esta vuestra cibdad e tierra, porque así como damos gracias a Dios por los males que refrenó vuestra iusticia, bien asi ge las demos por la vida que nos otorga vuestra clemencia.

Para el señor don Enrique

Muy noble y magnífico señor: manda vuestra merced que os escriua, y que no escriua consolaciones. Pláceme, señor, de lo facer; porque ni yo, mal pecado, las sé enbiar, ni vos, gracias a Dios, las haués menester. Dexemos su oficio a Dios, que es el verdadero consolador, el cual después de la pena da refrigerio, y después de las lágrimas derrama misericordia.

Yo, muy noble señor, no mandé a mi carta que os dixiese consolaciones ningunas; y si la he a las manos, yo le haré que otro día no diga lo que no le mandan. Lo que yo le mandé que dixiese a vuestra merced es, que si buenas heridas teníades, buenas os las touiesedes; porque son insineas de la profesión que fecistes en la orden de cauallería que tomastes. E no sé yo qué locura tomó a mi carta en parlar consolaciones que no le mandaron; porque si bien consideramos vuestra persona, vuestra sangre, vuestra orden, vuestra ferida, e el logar do la houistes, más es para dar alegría que para poner tristura, ni escreuir sobre ello consolación. Y dado que fuese tan necio Fernando de Pulgar que presumiese enbiar consolaciones al señor don Enrique, tanta tierra hay de aquí allá, que ya cuando las recibiésedes seríades sano e llegarían dañadas, aunque fuesen en escaueche. Ciertamente, señor, la consolación que no va enbuelta en algún remedio no vale un cornado; y por eso cuando no puedo remediar no curo de consolar. Entiendo yo, señor, que más descansa omme contando sus males propios, que oyendo consolaciones agenas, cuando no dan remedio de presente o lo prometen de futuro. Dice vuestra merced que ese vuestro enojo conoscés ser poco, segund lo que merecés a Dios. Creed, señor, que nunca esa tal palabra salió sino por boca de buen ánima; porque fallarés que el dolor, así como pone desesperación a los malos, así trae contrición a los buenos: y de esa tal palabra os deués más arrear teniéndola en el coraçón, que de la ferida que teneis en el pie.

Para el prior del Paso

Reuerendo señor: si soñastes que os hauía de escreuir una o dos veces e que vuestra reuerencia no me responda a ninguna, no creais en sueños, porque los más son inciertos. Verdaderamente jurado hauía in sancto meo de no escreuiros, saluo porque la ira que me puso vuestra nigligencia me quitó vuestra bondad; y aun porque vuestro amor me costriñe e vuestro temor me manda que os escriua muchas letras, por hauer sola una que me dé tanta consolación ogaño en este destierro, como me dió vuestra visitación antaño en la dolencia.

Escreuidme, reuerendo señor, si de la salud corporal estais bien; que de la espiritual sé cierto que no estais mal.

Vuestro fray Diego de Çamora vino aquí; si tan bien libró los negocios que traía como despachó unas calenturas que le vinieron, sé que va bien librado. Valete.

Para el conde de Cifuentes que estaua preso en Granada

Muy noble señor: agora que se va entibiando el sentimiento que houe de vuestra prisión, y arde el deseo que tengo de vuestra libertad, querría escreuir a vuestra merced algo que aprouechase: pero fallo que la libertad que vos haués menester yo no la puedo dar, y la consolación que podría darvos no la haués menester; porque entiendo que vuestro seso os la dará, sin ayuda del ageno; y aun déxolo porque tengo creído que estas consolatorias que se usan consuelan poco cuando no remedian algo.

Muy noble señor, si considerais quién sois, y el oficio que tomastes, y el por qué e el cómo y dónde os prendieron, creo haurés alguna paciencia en ese trabajo do estaes; y si no la houieredes, no sabría por agora deciros otra consolación, sino que preso con paciencia o preso sin paciencia, más vale preso con paciencia.

Las nueuas de lo que la reina face y quiere facer, tan bien os la dirán los moros de allá como los cristianos de acá, y por eso no os las escriuo.

Plega al muy alto Dios que presto os vea más libre.

El traslado de una letra que houe enbiado a un cauallero desterrado del reino os enbío: léala vuestra merced, y obre la vuestra deuoción.

Para don Inigo de Mendoça, conde de Tendilla

Muy noble señor: como a amigo no me podés comunicar vuestras cosas, porque la desproporción de las personas niega entre vuestra señoría e mí el grado de la amistad; ni menos las rescibo como coronista, pero como el mayor seruidor de los que tenés, os tengo en merced hauérmelas escrito por estenso. Crea vuestra señoría que lo que sentís, deseais y querés en ellas, quiero, siento y deseo.

El trabajo que houistes in reducendo comilitones ad viam paresce bien obra de vuestras manos: y si de otra guisa se ficiera, touiérades guerra, no sólo con los enemigos, mas con los vuestros. Porque ubi est corruptio moris, ibi est destructio mortis. Y lo que peor y más graue fuera, touiéradesla con Dios. Porque sin duda la diuinidad está airada contra la humanidad que está dañada. Una de las cosas porque se perdió Roma dice Salustio en el Catilinario: Quia Lucius Silla exercitum, quem in Asia ductauerat, quo sibi fidum faceret, contra morem maiorum luxuriose, nimisque liberaliter habuerat; loca amena, voluptaria facile in otio feroces militum animos molliuerant; ibi primum insueuit exercitus populi romani amare, potare, etc. Alegar yo a vuestra señoría el Salustio bien veo que es necedad: pero sofridla, pues sufro yo a estos labradores que me cuenten a mí las cosas que vos hacés en Alhama.

Ciertamente, señor, como el enfermo que hauida la salud estima mucho la medicina que primero le amargaua, bien así creo que esos vuestros comilitones amen mucho vuestra noble persona, cuando conoscieren la salud que les acarreó vuestra dotrina. El socorro que fecistes a vuestra gente verdad es que es de notar apud alios más que apud me, que conosco bien, segund quien sois y el linaje donde venís, que ni haueis de huír los enemigos ni desamparar los amigos.

Para un amigo encubierto

Señor conpadre: vi una carta que fué echada de noche y tomada entre puertas. La carta se dirigía a mi señor el cardenal, e la materia della eran iniurias dirigidas a mí; y porque sope que vino antes a vuestras manos que a las mías, y que la andáuades publicando por esa cibdad, acordé después de leída enbiarla a su señoría, pues vos no ge la enbiastes. Pidos de merced, si en algún tienpo sopiéredes quien es aquel encubierto que la fizo, le dedes esta respuesta que le fago:

Encubierto amigo: vi la carta que enbiaste a mi señor el cardenal, por la cual iniuraiais a mí, y auisais a él de los yerros que os parescieron en una mi letra que enbié a su señoría sobre la materia de los herejes de Seuilla: y cuanto toca a mis iniurias, si decís verdad, yo me enmendaré; si no la decís, emendaos vos. Pero como quier que ello sea, si a vos no plogo guardar la dotrina euangélica en el iniuriar, a mi place de la guardar en el perdonar: e para aquí e para adelante Aquel que mandó perdonar las iniurias os perdono, y en tal manera perdonado, que ni me queda scrúpulo ni rencor contra vos; porque entiendo que aquel que busca vengança, primero se atormenta que se venga, y rescibe tal alteración que pena el cuerpo y no gana el ánima. E por esto aquel Redentor y verdadero físico nuestro tanbién nos dió dotrina saludable a los cuerpos como a las ánimas cuando nos mandó perdonar a nuestros abofeteadores, segund yo perdono a vos por la presente las bofetadas que me dais. Allá os lo haued con Dios, que reseruó para si la jurisdición de la vindicta.

Señor encubierto, o vos fablais bien en vuestra letra, o mal: si mal, ¿por qué lo escreuís? Y si bien, ¿por qué os encobrís, como sea verdad que todo católico cristiano, segund que os mostrais, no deue encobrir su dotrina, y mucho menos su persona? E vos me paresce que facés lo contrario: encobrís vuestra persona y publicais vuestras iniurias, las cuales deuieran ser reprehensión secreta, como dice Crisóstomo sobre Mateo, y no iniuria pública como prohibe Cristo en el euangelio.

Reprehendésme de las cosas contenidas en la letra que enbié a mi señor el cardenal: y si ella o yo fuéramos dignos de reprehensión ¿quién más ni mejor la pudiera, y aun deuiera recusar que el mismo cardenal a quien mi carta se dirigía, por ser uno de los quiciales sobre que se rodea la iglesia de Dios? Pero sin duda, ni en presencia, ni por letra la reprehendió él ni otros letrados que la vieron; porque son palabras de Sant Agostín, epístola ciento e cuarenta e nueue, sobre el relaxo de los hereges donatistas. Si aquellas palabras fallais ser reprehensibles, hauedlo allá con Sant Agostín, que las dixo, e dexad a mí que las alego.

Otrosí paresce que en el principio de vuestra letra me acusais de pecado de vanagloria, porque dixe que esperaua su señoría mi letra: y deste pecado por cierto entiendo que no me podés emendar; porque su señoría e otros señores e doctos ommes me han escrito, y de continuo escriuen mandándome que les escriua, y es por fuerça facer lo que me mandan: faced vos cesar su mando, e haurés castigado mi vanagloria.

Reprehendésme asimismo de aluardan porque escriuo algunas veces cosas jocosas; y ciertamente, señor encubierto, vos decís verdad; pero yo vi aquellos nobles y magníficos varones, marqués de Santillana don Iñigo Lopes de Mendoça, e don Diego Hurtado de Mendoça, su fijo, duque del Infantadgo, e a Fernand Peres de Guzmán, señor de Batres, y a otros notables varones escreuir mensajeras de mucha dotrina, interponiendo en ellas algunas cosas de burlas que dauan sal a las veras. Leed, si os place, las epístolas familiares de Tulio que enbiaua a Marco Marcello, y a Lelio Lucio, y a Ticio, y a Lelio Valerio, e a Curión, e a otros muchos, y fallarés interpuestas asaz burlas en las veras: y aun Plauto y Terencio no me paresce que son reprehendidos porque interpusieron cosas jocosas en su escritura. No creais que traigo yo este enxemplo porque presuma conpar[ar]me a ninguno destos; pero ellos para quien eran, e yo para quien so ¿porqué no me dexarés vos, acusador amigo, aluardanear lo que sopiere sin iniuria de ninguno, pues dello me fallo bien, e vos no mal? Con todo eso os digo que si vos, señor encubierto, fallardes que jamás escriuiese un renglón de burlas do no ouiese catorce de veras, quiero yo quedar por el aluardan que vos me juzgais.

Asimismo decís que mi carta dice que yerran los inquisidores de Seuilla en lo que facen, y que se siguiría que la reina nuestra señora hauría errado en ge lo cometer. Yo por cierto no escriuí carta que tal cosa dixiese, y si paresce conosco tanto della que no dirá lo que no le mandé: porque ni yo digo que ellos yerran en su oficio, ni la reina en su comisión, aunque posible sería su alteza hauer errado en ge lo cometer, y aun ellos en el proceder, e lo uno ni lo otro no por malas intinciones suyas, mas por dañadas informaciones agenas. Bueno era por cierto y discreto el rey don Juan, de gloriosa memoria; pero pensando que facía bien cometió esa cibdad de Toledo a Pero Sarmiento que ge la guardase, el cual, peruertido de malos ommes della rebelló contra él y le tiró el título real, y aun tiró piedras a su tienda. La reina nuestra señora bien pensó que facía cuando confió la fortaleza de Nodar a Martín de Sepúlueda, pero alçóse con ella y vendióla al rey de Portogal. Así que, señor emendador, no es marauilla que su alteza haya errado en la comisión que fizo, pensando que cometía bien, y ellos en los procesos, pensando que no se informan mal; aunque ni yo dixe, ni agora afirmo cosa ninguna destas.

A las otras cosas que tocais de la Sacra Escritura no os respondo, porque no sé quien sois: aclaraos y satisfaceros he cuanto pudiere, y aun daros he a entender claro cómo pecais en el pecado de la mentira por me macular del pecado de la heregía.

Para don Grauiel de Mendoça

Noble señor: si yo sopiera el fruto tan grande que [de] vuestra absencia desta tierra en ese estudio haués conseguido, mayor precio os demandara del que os demandé por ganaros la licencia que os houe de mi señor el cardenal vuestro tío. Pero, señor, mejor proporcionastes vos, por cierto, vuestra manda con vuestra nobleza que yo mi demanda con mi cobdicia; porque si os menbraes, yo os demandé un melón, y vos, señor, me ofrescistes una mula: do se demostró en la demanda mi poca cobdicia, y en la manda vuestra grand nobleza.

Agora, señor, quiero faceros más barato aquella demanda: porque de todo mi trabajo no quiero otra cosa de vuestra merced saluo que fagais lo que escriuio Tulio en una epístola familiar a Curión, scilicet: Ut sic ad nos conformatus reuertare: ut quam expectationem tui concitasti, hamc sustinere ac tueri possis, etc. Hoc enim, nobilissime domine, facile consequi posses etiam et augere. Si lo que el mismo Tulio ficiéredes que escriue a su fijo en el prólogo de los Oficios, lo cual os pido de merced que leais, si no hes leido, e fagais si no hes fecho: aunque no creo, yo, señor, que para ésto hayais menester persuasión mía ni de otro, pues aquella vuestra natural inclinación, que con tan feruiente deseo allá os lleuó, es de creer que faga su oficio de tal manera, que dedes vos a otros mejor enxenplo de dotrina, que ninguno lo puede dar a vos para la ciencia. Et de hoc satis. Valete.