Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
IndiceSiguiente


Siguiente

Letras1

Fernando del Pulgar

Letra de Fernando del Pulgar contra los males de la vejez

Señor dotor Francisco Nuñes, físico: yo, Fernando de Pulgar, escriuano, paresco ante vos y digo: que padeciendo grand dolor de la ijada y otros malos que asoman con la vejez, quise leer a Tulio de senectute, por auer dél para ellos algún remedio; y no le dé Dios más salud al alma de lo que yo fallé en él para mi ijada. Verdad es que da muchas consolaciones, y cuenta muchos loores de la vejez, pero no prouee de remedio para sus males. Quisiera yo fallar un remedio solo más por cierto, señor físico, que todas sus consolaciones: porque el conorte cuando no quita dolor, no pone consolación; y así quedé con mi dolor, y sin su consolación.

Quise ver esomismo el segundo libro que fizo de las Quistiones Tosculanas, dio quiere prouar que el sabio no deue hauer dolor, y si lo houiere, lo puede desechar con virtud. Yo, señor dotor, como no soy sabio, sentí el dolor, y como no soy virtuoso, no le pude desechar, ni lo desechara el mismo Tulio, por virtuoso que fuera, si sintiera el mal que yo siento: así que para las enfermedades que vienen con la vejez fallo que es mejor ir al físico remediador, que al filósofo consolador.

Por los Cipiones, por los Metellos y Fabios, y por los Trasos, y por otros algunos romanos que biuieron y murieron en honra, quiere prouar Tulio que la vejez es buena; y por algunos que houieron mala postrimería prouaré yo que es mala, y daré mayor número de testigos para prueua de mi intinción que el señor Tulio pudo dar para en prueua de la suya. Uno de los cuales presento al mismo Tulio, el cual sea preguntado de mi parte: cuando Marco Antonio, su enemigo, le cortó la mano y la cabeça ¿cuál quisiera más: morir de calenturas algunos años antes, o morir como murió viejo y de fierro algunos años después?

Bien creo yo que aquellos romanos que alega houieron honrada vejez; pero también creo que el señor Tulio escriuió las prosperidades que houieron, y dexó de decir las angustias y dolores que sintieron y sienten todos cuantos mucho biuen. Sabio y honrado fué Adán; pero sus dos fijos vido homecida el uno del otro. Justo fué Noé; pero vido perecer el mundo, y él andouo en la tormenta de las aguas, y vídose descubierto y escarnecido de su fijo. Abrahán, amigo fué de Dios; pero desterrado andouo de su tierra, sufriendo angustias por moradas agenas. Ysaque, la vejez le fizo ciego, y biuió vida atribulada por la discordia de sus dos fijos. Rico fué Jacob y honrado; pero sus fijos le vendieron al fijo que más amaua, y ciento y treinta años confesó que hauía pocos y malos. Dauid persecuciones houo muchas y graues, y disensión dentro de su casa, que es doblado tormento. El viejo Elí, sacerdote, sus dos fijos sopo ser muertos en la batalla, y el arca del testamento tomada de los enemigos. Estos de quien estas cosas se leen, patriarchas fueron y amigos de Dios, mucho más por cierto que los Metellos ni los Fabios de Roma; pero ¿quién quita que en los muchos años que biuieron houieron logar todas estas persecuciones que sintieron? No acabaríamos de contar, porque son muchos, y aún diría que todos, los que por beuir mucho houieron en sus postrimeros días grandes tormentos, allende de los dolores corporales que les acarrea la vejez.

Ni por eso quiero conparar a nuestra vida y trabajos la vida y tentaciones destos patriarcas, ni de los santos y mártires que alunbrados del Espíritu Santo sufrieron virtuosos martirios y persecuciones; porque aquello fué por otros misterios de Dios, obrados en aquellos que fueron sus amigos, por esperimentar en ellos la virtud de la fe, de la paciencia y de la constancia para enxenplo de nuestra vida. Pero digo que cuando aquellos sintieron los trabajos de la vejez, cuánto más lo sentirían los que no podieron alcançar la gracia que ellos alcançaron.

Job nos condena a pena de beuir pocos días y sofrir muchas lacerias, la cual sentencia se executa cada día en cada uno de nosotros, especialmente en los viejos; porque veo que continuamente padescemos dolores, dolencias, muertes de propincos, necesidades que tomamos, otras que se nos vienen sin llamar, segund y en la manera que Job lo pronunció por su sentencia: ítem más, pobreza, amiga y mucho conpañera de la vejez.

E porque loa esomismo Tulio la vejez de tenplada, porque se aparta de luxuria y de los otros ecesos de la mocedad, sea preguntado si usan los viejos desta tenplança porque no pueden o porque no quieren. Dígolo, señor físico, porque a vos y a otros ommes honrados vicios he oydo loar esta tenplança, y loar y deleitarse tanto en la destenplança de su mocedad pasada, que paresce faltar la obra porque falta el poder, que está ya tan seco cuanto está verde el deseo para la obra si podiese; así que no sé yo cómo loemos de tenplado al que no puede ser destenplado. Y si el viejo quiero tornar a usar de las luxurias que dexó con la mocedad, ya vedes, señor dotor, cuant hermoso le está andar enbuelto en las cosas que su apetito lo tienta, y su fuerça le niega.

Loa tanbién la vejez porque está llena de autoridad y de consejo; y por cierto dice verdad, como quiera que yo he visto muchos viejos llenos de días y vacíos de seso, a los cuales ni los años dieron autoridad, ni la esperiencia pudo dar dotrina, y ser corrigidos de algunos mancebos. Y si algunos viejos hay que sepan, aun éstos dicen: si sopiera cuando moço lo que agora sé cuando viejo, otramente houiera biuido: de manera que si el moço no face lo que deue porque no sabe, menos lo face el viejo porque no puede.

Loa tanbién el señor Tulio la vejez porque está cerca de ir a uisitar los buenos en la otra vida; y desta visitación veo yo que todos huymos, y huyera el mismo Tulio si no le tomaran a manos, y le enbiaran su camino a facer esta visitación que mucho loó y poco deseó. Porque fablando con su reuerencia, uno de los mayores males que padece el viejo es el pensamiento de tener cercana la muerte, el cual le face no gozar de todos los otros bienes de la vida; porque todos naturalmente querríamos conseruar este seer, y ésto acá no puede ser, porque cuanto más esta vida cresce, tanto más decresce; y cuanto más anda, tanto más va a no andar.

Y lo más graue que yo veo, señor dotor, es que si el viejo quiere usar como viejo, huyen dél; si como moço, burlan dél. No es para seruir, porque no puede; no para seruido, porque riñe; no para en conpañía de moços, porque el tienpo les apartó la conuersación; menos [le] pueden conuenir los viejos, porque la vejez desacuerda sus propósitos. Comen con pena, purgan con trabajo; enojosos a los que los menean; aborrescibles a los propincos, si son pobres, porque tardan en morir; aborrescibles, si son ricos y biuen mucho, porque tarda su herencia. Disfórmansele los ojos, la boca y las otras faciones y mienbros; enflaquécenseles los sentidos, y algunos se les priuan; gastan, no ganan; fablan mucho, facen poco; y sobre todo la auaricia, que les cresce iuntamente con los días, la cual do quier que asienta ¿qué mayor corrubción puede ser en la vida?

Así que, señor físico, no sé yo qué pudo hallar Tulio que loar en la vejez, heces y horrura de toda la vida pasada, la cual le face hábile para recebir cualquier dolencia de ijada, con sus aderencias. Y si alguna edad de la vida halló digna de loor, lo que niego, deuiera, a mi parescer, loar la mocedad, antes que la vejez: porque la una es hermosa, la otra fea; la una sana, la otra enferma; la una alegre, la otra triste; la una enhiesta, la otra caída; la una recia, la otra flaca; la una dispuesta para todo exercicio, la otra para ninguno, sino para gemir los males que cada hora de dentro y de fuera les nacen. Y por tanto, señor físico, sintiéndome agrauiado de las consolaciones y pocos remedios de Tulio de senectute, como de ningunas y de ningún valor, apelo para ante vos, señor Francisco de medicis, y pido los enplastos necesarios saepe et instantive: y requieros que me remediéis y no me consoléis. Valete.

Para un cauallero que fué desterrado del reyno

Señor: los que bien os desean querrían fablar luego en vuestro negocio. Yo, señor, pienso ser de calidad, que procurándolo agora se fará tarde lo que dexándole un poco se puede facer tenprano; y por tanto creed que se face mucho porque se dexa agora de facer algo. Y nos marauillés, que dolencias hay que sana el tienpo sin medicina, y no el físico con ella: vos, señor, tenés acá tales físicos, que no faltará diligencia cuando vieren oportunidad.

Digos, señor, mi parescer, porque con cuatro cosas somos obligados de ayudar a los señores y amigos: con la persona, con la facienda, con la consolación y con el consejo, o con la que destas touieremos, y el amigo houiere menester. Vos, señor, no haués necesario de mí ninguna destas, ni aun se fallan en todos ommes, especialmente las tres dellas; porque muchos tienen personas para ayudar, pero no tienen ánimo para las disponer; otros tienen facienda para dar, pero fallósceles coraçón para la auenturar; algunos querrían consolar, pero no saben.

El consejar es muy ligero de facer, porque cualquiera, por necio que sea, presume dar consejo; y aun muchos se conbidan con él, porque cuesta poco, y tanbién porque nuestra humanidad nos trae naturalmente a ello, condoliéndose de lo que al próximo veemos padecer. Y no pudiendo, por agora, faceros otra ayuda sino la del consejo, que es más barato que las otras, me paresce lo que arriba digo.

Entre tanto, porque la obra de los físicos de acá aproueche con vuestro buen regimiento de allá, os pido por merced, que considerés que en todos los tienpos houo destierros de personas mayores, iguales, e menores que vos, en los cuales houo algunas que la causa de su destierro fué comienço de su prosperidad. En su destierro vido Moysen a Dios; en su destierro saluó a Roma Marco Camilio; el destierro de Tulio fué causa de su prosperidad; y otros muchos en diuersas maneras rodeadas por la prouidencia diuina; e así placerá a Dios que deste vuestro surtirá cosa tan próspera, que no queráis no hauer seido desterrado; porque Dios es aquel que después de la aduersidad da prosperidad, y después de muchas lágrimas y tristeza acostumbra derramar su misericordia.

Dirés vos, señor, que éste no es consejo, sino consuelo, y aun no de los mejores, y podríades me llamar consolador de espera. Vamos, pues, al remedio, que a mí paresce ser el verdadero. Pensad, señor, dentro de vos mismo en vuestras culpas y ofensas fechas a Dios, y si fuéredes buen juez, fallarés que os suelta más de la mitad de lo que le deués. Y si iunto con este pensamiento os meteis poco a poco por aquella contrición adelante, y la dexais derramar por todas las venas y arterias fasta que llegue al corçon que os lo pase de parte a parte, y os apretais con ella fasta que os faga bien sudar, daos por sano y alegre; porque jamás fué ninguno puramente contrito, que no fuese piadosamente oído. Sant Mateo en su euangelio dice de una mujer que entre grand multitud do estaua nuestro Señor pudo tocarle en la halda para que le sanase del fluxo de sangre que padescía, y dice que sintió nuestro Señor salir de sí virtud con que sanó aquella muger, y no le llegando los pies a tierra, tan apretado iua de gente, preguntó: ¿Quién me tocó? Yo creo, señor, que dado que la iglesia esté llena de gente, y aun que muchos estemos de rodillas, pero pocos tocamos con la verdadera contrición en la halda de nuestro Señor, para que salga dél la virtud de su piedad que nos sane de la sangre, que son los pecados, como fizo aquella buena dueña: ca si lo ficiésemos como ella lo fizo, tan sanos quedaríamos como ella quedó. Así que, señor, toquemos a nuestro Señor en la halda con la contrición, y acorrernos ha en el alma con la piedad. Toquémosle con el afection, y remediará nuestra aflición. Toquémosle con las lágrimas, y no dudés que responda con la misericordia, con el remedio, con el alegría, y generalmente con todo lo que hovieremos necesario.

Gemía Dauid y regaua con lágrimas su cama y su estrado en sus destierros e aduersidades, y confiando en aquella su verdadera contrición decía: Tú, Señor, eres aquel que me restituirás mi heredad. Y así ge la restituyó, e restituirá a todo contrito.

Sin duda creed, señor, que el más cierto conbate para tomar la piedad de Dios es la humildad e contrición nuestra. Sentencia y muy terrible fué dada contra Acab; pero su contrición la fizo reuocar. Sentencia de muerte fué dada contra Ezechías, pero su contrición la fizo prorrogar. Y así creed que se reuocará la vuestra, si haueis la contrición que los otros houieron; y si no se reuocare, creed que no sudastes bien. Tornad otra vez a la verdadera contrición pura, sin otro pensamiento ni esperança de ommes, sino en solo Dios, y luego haureis el reparo que esperáis; porque ni él quiere otro sacrificio para ser aplacado, ni a vos queda otro consejo para ser remediado.

Y nos enpachéis aunque váis a él tarde. Dígolo porque muchos son los que despedidos ya de todo remedio de los ommes, se tornan a Dios en sus necesidades, y en las tales suele él mostrar su fuerça diuina, cuando se esperimentó nuestra fiaqueza humana, no mirando la poca cuenta que dél en el principio de nuestras cosas fecimos y deuiéramos hauer fecho. El rey Vncislao de Ungría, echado de su tierra, desanparado ya de todos los que le seruían, dixo así: La fiucia que tenía en estos ommes me ocupaua aquella pura esperança que deuía tener en Dios: agora que toda entera la pongo en él, por fé tengo que me remediará. Y así lo remedió, porque en poco espacio fué restituído en su tierra, y en su honra.

Si cuerdo sois, desta vez creerés tener parte en Dios, pues os tienta: de la cual tentación, allende de lo conoscer más y mejor de aquí adelante, creo quedaréis tan buen maestro que jamás seréis contra él, aunque el Rey os lo mande; ni contra el Rey aunque vuestro señor lo quiera. Verdad es que la costunbre mala y peruersa de nuestra tierra es en contrario, y desto vienen en ella las turbaciones que veemos.

Porque tenéis espacio para leer os enbío ésta: leedla, aunque os prolixa. Valete.

Para el arçobispo de Toledo

Llama, no ceses, dice Isaías, muy reuerendo señor; y pues no veemos cesar este reino de llorar sus males, no es de cesar de reclamar a vos, que dicen ser causa dellos. ¿Poca cosa os paresce, dice Moisen a Core y sus secaces, haueros Dios elegido entre toda la multitud del pueblo para que le siruais en el sacerdocio, sino que en pago de su beneficio le seais aduerso escandalizando el pueblo?

Contad, muy reuerendo señor, vuestros días antiguos, y los años de vuestra vida considerad. Considerad esomismo los pensamientos de vuestra ánima, y fallarés que en tienpo del rey don Enrique vuestra casa recebtáculo fué de caualleros airados y descontentos, inuentora de ligas y coniuraciones contra el cetro real, fauorescedora de desobedientes y de escándalos del reino; y siempre vos hauemos visto gozar en armas y ayuntamientos de gentes muy agenos de vuestra profesión, enemigos de la quietud del pueblo. E dexando de recontar los escándalos pasados que con el pan de los diezmos haués sostenido, el año de sesenta y cuatro contra el rey don Enrique se fizo aquel ayuntamiento de gente, que todos vimos ser el primero acto de inobediencia clara que, vuestra señoría seyendo cabeça y guiador, sus naturales le osaron mostrar. Aquel casi amansado por la sentencia que en Medina se ordenaua, vuestra muy reuerenda señoría se tornó a ayuntar con el rey, y luego a pocos días acordó mudar el propósito e se iuntar con el príncipe don Alfonso, faciendo diuisión en el reino alçandole por rey.

Estas mudanças, tantas e en tan poco espacio de tienpo por señor de tan grand dignidad fechas, no en pequeña iniuria de la persona e de la dignidad se pudieron facer. Durante esta diuisión si se despertó la maldad de los malos, la cobdicia de los cobdiciosos, la crueldad de los crueles, e la rebelión de los inobedientes, vuestra muy reuerenda señoría lo considere bien, e verá cuant medecinal es la Sacra Escritura, que nos manda, por sant Pedro, obedescer los reyes, aunque disolutos, antes que facer diuisión en los reinos; porque la corrubción e males de la diuisión son muchos, e mas graues sin conparación que aquellos que del mal rey se pueden sofrir.

Con grand vigiliança veemos a vuestra señoría procurar que vuestros inferiores os obedezcan e sean subiectos. Dexad, pues, por Dios, señor, a los subiectos de los príncipes, no los alborotés, no los leuantés, no los mostrés sacudir de sí el yugo de la obediencia, la cual es más aceptable a Dios que el sacrificio. Dexad ya, señor, de ser causa de escándalos e sangres: ca si a Dauid por ser varón de sangres no permitió Dios facerle casa de oración ¿cómo puede vuestra señoría en guerras do tantas sangres se han seguido enbolueros con sana conciencia en las cosas diuinas que vuestro oficio sacerdotal requiere?

Contagioso y muy irregular enxenplo toman ya los otros perlades desta nuestra España, veyendo a vos el principal ser el principal de todas las armas e diuisiones. No pequés, por Dios, señor, e fagáis pecar: ca la sangre de Geroboan de la tierra fué desarraigada por este pecado. Dexad ya, señor, de rebellar e fauorescer rebeldes a sus reyes e señores: que el mayor denuesto que dió Nabal a Dauid fué irado e desobediente a su señor. Iherusalem. y todas aquellas tierras, segund cuenta el hestoriador Josepho, en caída tal vinieron cuando los sacerdotes, dexado su oficio diuino, se mezclaron en guerras y cosas profanas. Y pues vuestra dignidad vos fizo padre, vuestra condición no vos faga parte, y no profanés ya más vuestra persona, religión y renta, que es consagrada, e para cosas pías dedicada. Grand inquisición fizo Achimelec, sacerdote, antes que diese el pan consagrado a Dauid, por saber primero si la gente que le hauía de comer eran linpios. Pues considere agora bien vuesta señoría, de consideración espiritual, si son linpios aquellos a quien vos lo repartís, e cómo y a quién, o por qué lo dais e a quién se deuía dar, e cómo sois transgresor de aquel santo decreto, que dice: virum catholicum praecipue Domini sacerdotem.

Cansad ya, por Dios, señor, cansad, o a lo menos haued conpasión desta atribulada tierra, que piensa tener perlado e tiene enemigo. Gime y reclama porque touiste poderío en ella, del cual vos place usar, no para su instrucción como deués, mas para su destruición como faceis; no para su reformación, como sois obligado, mas para su deformación; no para dotrina e enxenplo de paz e mansedumbre, mas para corrubción e escándalo y turbación.

¿Para qué vos armais, sacerdote, sino para peruertir vuestro hábito e religión? ¿Para qué os armais, padre de consolación, sino para desconsolar e facer llorar los pobres e miserables, e para que se gocen los tiranos e robadores e ommes de escándalos y sangres con la diuisión continua que vuestra señoría cría e fauoresce?

Decidnos, por Dios, señor, si podrán en vuestros días hauer fin nuestros males, o si podremos tener la tierra en vuestro tienpo, sin diuisión. Catad, señor, que todos los que en los reinos e prouincias procuraron diuisiones, vida e fines huieron atribuladas. Temed, pues, por Dios, la caída de aquellos cuya dotrina querés remidar, e no trabajés ya más este reino, ca no hay so el cielo reino más deshonrado que el diuiso. Lea vuestra señoría Sant Pedro, cuya orden recebistes e ábito vestís, e aued alguna caridad de la que os encomiendó que ayáis, y basteos el tienpo pasado a voluntad de las gentes. Sea el porvenir a voluntad de Dios, que hora es ya, señor, de mirar do vais, e no atrás do venís. No querais más tentar a Dios con tantas mudanças; no querais despertar sus juicios, que son terribles e espantosos: y pues vos eligió Dios entre tanta multitud para que le sirvais en el sacerdocio, en retribución de su beneficio no lo escandalicés el pueblo, segund fueron las primeras palabras desta epístola.

Para un caballero, su amigo, de Toledo

Señor: dixéronme que vuestras enfermedades os han mucho enflaquescido, y no me marauillo; porque si la edad que abaxa nunca arriba sin dolencia, cuánto más fará con ella. E veemos que las enfermedades hauidas derredor de los sesenta, cuando ya tanta gracia nos ficieren que no nos lleuen, otórgannos la vida con condición que parescamos de setenta, y que biuamos en ay continuo. La reina Isis en la tierra de los indos que conquistó falló una isla llamada Barac, do matauan los viejos començando a dolecer, porque no biuiesen con pena. No aprueuo esta costumbre, porque ni la fe, ni la natura la consienten; pero conosco viejos que querrían beuir en aquella isla, por no esperar la hora de la muerte penando todas las horas de la vida. A mí paresce que así como facemos prouisión en verano para sofrir las fortunas del inuierno, bien así en las fuerças de la mocedad deuemos trabajar para sostener la flaqueza de la vejez: y vos deueis dar gracias a Dios porque en vuestra mocedad os dió casa e facienda para sofrir e remediar las dolencias que trae la edad.

Miénbraseme entre las otras cosas que oí decir a Fernand Peres de Guzmán que el obispo don Pablo escriuió al condestable viejo, que estaua enfermo ahí, en Toledo: Pláceme que estais en cibdad de notables físicos, e sustanciosas medecinas. No sé si lo dixiera agora; porque veemos que los famosos odreros han echado dende los notables físicos, y así creo que estais agora ende fornecidos de muchos mejores odreros alborotadores que de buenos físicos naturales.

E dexando ora esta materia, de mí os digo, señor, que esta mi enemiga y conpañera no le bastó la ruín y engañosa conpañía que fasta aquí me ha fecho, sino aun agora, que me quiere dexar, me la face mucho peor. Cuando moço, me atormentó con sus tentaciones; agora me atribula con sus dolencias. ¡Oh, digo, mala carne desagradescida! ¿Quisiste nunca de mí cosa que te negase? Si luxuria, luxuria; si gula, gula; si vanagloria, si anbición, si otros cualesquier deleites de los que tú sueles demandar te pluguieron, nunca te resistí ninguno. ¿Por qué agora te place con tus enfermedades darme tanto pesar en pago de tanto placer? ¿Por qué? dice ella: Porque soy enferma de mi natura, y lo enfermo no puedo facer sano. E ese complimiento de apetitos que me feciste pasados, eran principio de las dolencias que vees presentes. Si touieras, dice ella, seso estonces para resistir mis tentaciones, touieras agora fuerça para sofrir mis enfermedades; pero ni sopiste repugnar las tentaciones que se vencen peleando, ni la luxuria que se vence huyendo.

Esto considerado, parésceme, señor, que será bueno que comencemos ya a enfardelar para partir; y porque no vayamos penados con la carga mal cargada, verés, si os paresce, que vaya fecha en dos fardelejos, uno de la satisfación, e otro de la contrición: porque esta mercadería es muy buena para aquella feria do vamos, y tanto demandada allá cuanto poco usada acá. Más diría desto, si no por no parescer parlero. Dios os dé salud.

Para el obispo de Osma

Muy reuerendo señor: una letra de Vuestra Reverenda Paternidad, enbiada a vuestro hermano, e tomada por las guardas, se vido aquí en Burgos, la cual inter coetera contenía, que por todos, grandes y pequeños, en esa corte romana se da cargo grande a la reina nuestra señora, porque al principio destas cosas no se houo segund se deuía hauer. E parésceme, muy reuerendo señor, que los que tal sentencia dan, sin preceder otro conoscimiento, se deuerían bien informar antes que juzgar, o callar si no se pueden informar; o si lo uno ni lo otro ficieren, deurían hauer consideración, o siquiera alguna compasión de veinte e tres años, edad tan tierna que gouernación tan dura tomaron en administración, oyendo en cada hora tantos consejos, tantas informaciones, unas contrarias de otras; tantas palabras afeitadas, y muchas dellas engañosas, que turban y fatigan las simplicísimas orejas de los príncipes. Asimismo deurían pensar que son humanos, aunque reyes, e cargados de mucho mayores curas e trabajos que todos los otros; e si cualquier persona, por perfecta que sea, rescibe alteración si tres negocios arduos iuntamente le ocurren, loaremos pues, y aun adoraremos estos veinte e tres años, a quien todos los negocios deste reino e los suyos propios en tan poco despacio, a manera de tormenta arrebatada concurrieron, e los sufrió con igual cara, y gouernó con firme esperança de dar en estos sus reinos la paz que con tanto trabajo procura e con tan grand deseo espera. Y si por ventura vuestra reuerenda paternidad lo escribió porque no quiso confirmar a Aréualo al señor duque, en verdad, muy reuerendo señor, mirándolo sin pasión, aun no se fallará que pecó mucho su alteza si como reina quiso administrar iusticia, o como fija quiso ayudar a su madre, o como persona virtuosa quiso fauorescer a una biuda despojada de lo que dice pertenecerle: a la cual obligación no sólo ella, mas de razón todo bueno, mediante iusticia, es obligado.

Vistes, muy reverendo señor, acá e oiste allá como esta tierra estaua en total perdición por falta de iusticia. Agora, pues, razón es que sepáis que porque el rey e la reina la executaron en algunos malfechores luego que reinaron, e porque tentaron desagrauiar algunos agrauiados, o quisieron facer otros actos de iusticia deuidos a su oficio real, la mala naturaleza nuestra, junto con la dañada posesión en que el rey don Enrique, que Dios haya, nos dexó, despreció el beneficio tan saludable que Dios nos enbiaua, e porque no repartieron lo que queda por dar del reino, e no confirmaron lo que está dado, e, en conclusión, porque no se despojaron de todo el patrimonio real, sino de sólo el nombre de rey, que querríamos que les quedase para lo poder dar, se ha fecho esto que allá haureis oído; lo cual si dura, certifico a V. R. P. que hayáis tarde la posesión del obispado de Osma, e cuando ya lo houiesedes, cobrés dél más enojos que renta. Ansí que, señor, si a esos que le oyen allá paresce eso que dicen, a estos que están acá paresce esto que veen.

Para un cauallero criado del arçobispo de Toledo, en respuesta de otra suya

Señor: vuestra carta recebí, por la cual quereis releuar de culpa al señor arçobispo vuestro amo por este escándalo nueuo que se sigue en el reino de la gente que agora tiene iunta en Alcalá, y quereis darme a entender que lo face por seguridad de su persona, e por dar paz en el reino: y tanbién decís que ha miedo de yeruas. Para este temor de la yeruas, entiendo yo que sería mejor atriaca que gente, y aun que costaría menos. E cuanto a la seguridad de su persona e paz del reino, faced vos con el señor arçobispo que sosiegue su espíritu, y luego holgará él y el reino. E por tanto, señor, escudada es la ida vuestra a Cordoua a tratar paz con la reina; porque si paz quereis ahí la haueis de tratar en Alcalá con el arçobispo, y aun dentro del arçobispo. Acabad vos con su señoría que tenga paz consigo, y que esté aconpañado de gente de letras, como su orden lo requiere, y no rodeado de armas, como su oficio lo defiende, e luego haureis tratado la paz que él quiere procurar, y vos quereis tratar.

Con todo eso, aquí me han dicho que el dotor Calderon es buelto a corte: plega a Dios que este Calderon saque paz. Justo es Dios, e iusto es su iuicio. En verdad, señor, yo soy uno de los Calderones con que el rey don Enrique muchas veces enbió a sacar paz del arçobispo, y nunca pudo sacarla. Agora veo que el arçobispo enbía su Calderon a sacarla de la reina: plega a Dios que la concluya con su alteza mejor que yo la acabó con el arçobispo.

Pero dexando hora esto aparte: ciertamente, señor, grand cargo haueis tomado si pensais quitar de cargo a ese señor por este nueuo escándalo que agora face; saluo si alegais que el Beato y Alarcon le mandaron de parte de Dios que lo ficiese, y no lo dudo que ge lo dixiesen. Porque cierto es que el arçobispo siruió tanto al rey e a la reina en los principios, y tan bien, que si en el seruicio perseuerara, todo el mundo dixiera que el comienço, medio e fin de su reinar hauía seido el arçobispo, y toda la gloria se inputara al arçobispo. Dixo Dios: gloriam meam al arçobispo non dabo; y para guardar para mí esta gloria, que no me la tome ningún arçobispo, permitiré que aquellos Alarcones le digan que sea contrario al rey e a la reina, e que ayude al rey de Portogal para les quitar este reino; e contra toda su voluntad e fuerças lo daré a esta reina, que lo deue hauer de derecho, porque vean las gentes que cuantos arçobispos hay de mar a mundo no son bastantes para quitar ni poner reyes en la tierra, sino solo yo, que tengo reseruada la semejante prouisión a mi tribunal. Así que, señor, esta vía me paresce para escusar a su señoría, pues que lo podeis autorizar con tal Moisen y Aron como el Beato y Alarcon.

Con todo eso, vi esta semana una carta que enbió a su cabildo, en que reprende mucho al rey e a la reina por que tomaron la plata de las iglesias, la cual sin duda estouiera queda en su sacrario, si él estouiera quedo en su casa. Tanbién dice que fatigan mucho el reino con hermandades, y no vee que la que da él a ellos causa la que dan ellos al reino. Quéxase asimismo porque fauorescen la toma de Talauera, que es de su iglesia de Toledo, y no se mienbra que fauoresció la toma de Cantalapiedra, que es de la iglesia de Salamanca. Siente mucho el enbargo de sus rentas, e no se mienbra cuántas ha tomado y toma del rey, y aun nunca ha presentado el preuillejo que tiene para tomar lo del rey, e que el rey no pueda tomar lo suyo. Otras cosas dice la carta, que yo no consejara a su señoría escreuir si fuera su escriuano, por que la Sacra Escritura manda que no fable ninguno con su rey papo a papo, ni ande con él a dime y dirte he.

Dexando ora esto aparte, mucho querría yo que tal señor como ese considerase que las cosas que Dios en su presencia tiene ordenadas para que hayan fines prósperos y durables, muchas veces veemos que han principios y fundamentos trabajosos; porque cuando vinieren al culmen de la dignidad hayan pasado por el crisol de los trabajos y por grandes misterios innotos de presente a nos, e notos de futuro a él. La Sacra Escritura y otras hestorias están llenas de estos enxenplos. Persecuciones grandes houo Dauid en su principio, pero Ihesu filium Dauid decimos. Grandes trabajos pasó Eneas, do vinieron los enperadores que señorearon el mundo. Jupiter, Ercoles, Rómulo, Ceres reina de Secilia, e otros e otras muchas, a unos criaron cieruos e a otros lobos, echados por los canpos; pero leemos que al fin fueron adorados, e se sentaron en sillas reales, cuya memoria dura fasta hoy. E no sin causa la ordenación diuina quiere que aquello que luengamente ha de durar tenga los fundamentos fuertes y tales sobre que se pueda facer obra que dure.

Veniendo, hora pues, al propósito, casó el rey de Aragón con la reina, madre del rey nuestro señor, y luego fué desheredado y desterrado de Castilla. Houo este su fijo que desde su niñez fué guerreado, corrido, cercado, conbatido de sus súbditos y de los estraños, e su madre con él en los braços huyendo de peligro en peligro. La reina nuestra señora, desde niña, se le murió el padre, y aun podemos decir la madre, que a los niños no es pequeño infortunio. Uinole el entender, y junto con él los trabajos y cuidados; e lo que más graue se siente en los reales, mengua estrema de las cosas necesarias. Sufría amenazas, estaua con temor, biuía en peligro. Murieron los príncipes don Alfonso y don Carlos sus hermanos. Cesaron éstas. Ellos a la puerta de su reinar y el aduersario a la puerta de su reino. Padecían guerra de los estraños, rebelión de los suyos, ninguna renta, mucha costa, grandes necesidades, ningún dinero, muchas demandas, poca obediencia. Todo esto así pasado con estos principios que vimos, y otros que no sabemos, si ese señor vuestro amo les piensa tomar este reino como un bonete, y darlo a quien se pagare, dígoos, señor, que no lo quiero creer, aunque me lo digan Alarcon y el Beato. Más quiero creer a estos misterios diuinos que a esos pensamientos humanos. Y ¿cómo para ésto murió el rey don Enrique sin generación, y para ésto murieron el príncipe don Carlos, y don Alfonso, y para ésto murieron otros grandes estoruadores, y para ésto fizo Dios todos estos fundamentos e misterios que hauemos visto, para que disponga el arçobispo vuestro amo de tan grandes reinos a la medida de su enojo? De espacio se estaua Dios en buena fe si hauía de consentir que el arçobispo de Toledo venga sus manos lauadas, y disponga así ligeramente de todo lo que él ha ordenado, y cimentado de tanto tienpo acá, y con tantos y tan diuinos misterios.

Facedme agora tanto placer, si deseais seruir ese señor, que le consejeis que no lo piense así, y que no mire tan somero cosa tan honda. En especial le consejad que huiga cuanto pudiere de ser causa de diuisiones en los reinos como de fuego infernal, e tome enxenplo en los fines que han hauido los que diuisiones han causado. Vimos que el rey don Juan de Aragón, padre del rey nuestro señor, fauoresció algunas parcialidades y alteraciones en Castilla; y vimos que permitió Dios a su fijo el príncipe don Carlos que le pusiese escándalos y diuisiones en su reino; y tanbién vimos que el fijo que las puso, y los que le subcedieron en aquellas diuisiones, murieron en el medio de sus días sin conseguir el fruto de sus deseos. Vimos que el rey don Enrique crió y fauoresció aquella diuisión en Aragón; y vimos que el príncipe don Alfonso su hermano le puso diuisión en Castilla; e vimos que plogo a Dios de le lleuar desta vida en su mocedad como a instrumento de aquella diuisión. Vimos que el rey de Francia procuró asimismo diuisión en Inglaterra; y vimos que el duque de Guiana, su hermano, procuró diuisión en Francia; e vimos que el hermano perdió la vida sin conseguir lo que deseaua. Vimos que el duque de Borgoña, e el conde de Baruique, e otros muchos procuraron en los reinos de Inglaterra e Francia diuisiones y escándalos; y vimos que murieron en batallas despedaçados e no enterrados. Y si quierés enxenplo de la Sacra Escritura, Achitofel y Absalon procuraron diuisión en el reino de Dauid, e murieron ahorcados. Así que, visto todo esto que vimos, no sé quien puede estar bien y estar quedo, y quiere estar mal e estar bullendo.

Para el rey de Portogal

Muy poderoso rey e señor: sabido he la inclinación que vuestra alteza tiene de acebtar esta enpresa de Castilla, que algunos caualleros della os ofrecen: e después de hauer bien pensado esta materia, acordé escriuir a vuestra alteza mi parecer.

Bien es, muy excelente rey e señor, que sobre cosa tan alta e ardua haya en vuestro consejo alguna plática de contradición disputable, porque en ella se aclare lo que a seruicio de Dios, honor de vuestra corona real, bien e acrecentamiento de vuestros reinos más conuiene seguir. E para ésto, muy poderoso señor, segund en las otras guerras santas, do haueis seido vitorioso, haueis fecho, porque en ésta con ánimo linpio de pasión lo cierto mejor se pueda discerner, mi parecer es que antes todas cosas aquel Redentor se consulte que vuestras cosas conseja, Aquel se mire que siempre os guía, Aquel se adore e suplique que vuestras cosas y estado segura y prospera. Porque como quier que vuestro fin es ganar honra en esta vida, vuestro principio sea ganar vida en la otra.

E cuanto toca a la justicia que la señora vuestra sobrina dice tener a los reinos del rey don Enrique, que es el fundamento que estos caualleros de Castilla facen, e aun lo primero que vuestra alteza deue mirar, yo por cierto, señor, no determino agora su iusticia; pero veo que estos que os llaman por executor della, son el arçobispo de Toledo, y el duque de Aréualo, los fijos del Maestre de Santiago, e del Maestre de Calatraua, su hermano, que fueron aquellos que afirmaron por toda España, e aun fuera della publicaron, esta señora ni tener derecho a los reinos del rey don Enrique, ni poder ser su fija por la inpotencia esperimentada que dél en todo el mundo por sus cartas e mensajeros diuulgaron: e allende desto le quitaron el título real, e ficieron diuisión en su reino. Deuríamos, pues, saber cómo fallaron estonces esta señora no ser heredera de Castilla, e posieron sobre ello sus estados en condición, e cómo fallaron agora ser su legítima subcesora, e quieren poner a ello el vuestro. Estas variedades, muy poderoso señor, dan causa justa de sospecha que estos caualleros no vienen a vuestra señoría con celo de vuestro seruicio, ni menos con deseo desta iusticia que publican, mas con deseo de sus propios intereses, que el rey e la reina no quisieron, o por ventura, no podieron complír segund la medida de su cobdicia; ca si con ellos conplieran, vuestra sobrina por cierto no toviera derecho ninguno al reyno de Castilla en sus bocas.

Pues si yntereses propios es fundamento que a esto les trae, ¿qué firmeza, qué seguridad, tomaremos dellos que baste para que, cesando vuestra señoría de les dar, o dándoles más la parte contraria, ellos no cesen de vos servir? ¿Dó las villas, dó las fortalezas que vos entregan, dó los rehenes e prendas que dan para la seguridad de lo que prometen? ¿Segurarnos hemos por ventura en su palabra, porque nunca la faltaron, o porque son ya tan esperimentados en la virtud de la constancia que ynterese jamás ni temor los corrompió? ¿No son éstos los que olvidan la lealtad que debían a su rey, e mostrándose crueles enemigos de su propia tierra, la pusieron en robos y en tiranía, haciendo división en ella quando alçaron rey al príncipe don Alonso? ¿Así se conocen los caualleros de Castilla, así su cobdicia e inconstancia, por que por sólo su papel se mueva Vuestra Alteza con todo su poder, en fiuza dellos, a tan gran enpresa; o pensais por ventura que os sean fieles aquellos que con dádivas ovierdes de sostener? No lo crea vuestra señoría, antes crea que aquellas cesantes, os sean deseruidores, porque ninguno de los semejantes viene a vos como deue venir, mas como piensa alcançar. E cuando vencido ya de la instancia dellos vuestra real señoría acordase todavía acebtar esta enpresa, yo por cierto dudaría mucho entrar en aquel reino, teniendo en él por ayudadores, y menos por seruidores, los que el pecado de la diuisión pasada ficieron, e quieren agora de nueuo facer otra, reputándolo a pecado venial, como sea uno de los mayores crímines que en la tierra se puede cometer, e señal cierta de espíritu disoluto e inobediente: por el cual pecado los de Samaria, que fueron causa de la diuisión del reino de Dauid, fueron tan escomulgados, que nuestro Redentor mandó a sus discípulos: En la prouincia de Samaria no entrés, numerándolos en el gremio de las idolatrías; y aun por tales mandó el omme de Dios al rey Amasias que no iuntase su gente con ellos para la guerra que entraua a facer en la tierra de Seyr; e en caso que este rey hauía traído cient mill dellos, y pagándoles el sueldo, los dexó por ser varones de diuisión, e escándalo, e no osó enboluerse con ellos, ni gozar de su ayuda en aquella guerra, por no tener airada la diuinidad: la cual en todas las cosas, e en la guerra mayormente, deuemos tener placada, porque sin ella ninguna cosa está, ningún saber vale, ningún trabajo aprouecha. E por tanto mirad por Dios, señor, que vuestras cosas, fasta hoy florescientes, no las enboluais con aquellos que el derecho de los reinos, que es diuino, miran no segund su realidad, mas segund sus pasiones y propios intereses. E antes que entreis, mirad bien cómo entrais por reino do la cobdicia está así arraigada que los caualleros dél no han enpachado ninguno, estando en un partido, esforçar e dar esperanças de su ayuda al otro, ni aun por mal recebir gajes e mercedes de un rey e ir con ellas luego a servir su contrario. E cuanto a la promesa tan grande y dulce como estos caualleros os facen de los reinos de Castilla, con poco trabajo y mucha gloria, ocúrreme un dicho de Sant Anselmo, que dice: Conpuesta e muy afeitada la puerta que conbida al peligro. E por cierto, señor, no puede ser mayor afeitamiento ni conpostura de la que estos vos presentan; pero yo fago más cierto el peligro desta enpresa que cierto el efecto desta promesa. Lo primero, porque no veemos aquí otros caualleros sino estos solos, y estos no dan seguridad ninguna de su lealtad; e caso que haya otros secretos que afirman aclararse, los tales no piensan tener firme como deuen, mas tenporizar como suelen, para declinar a la parte que la fortuna se mostrare más fauorable. Lo segundo, porque dado que todos los más de los grandes y de las cibdades e villas de Castilla, como éstos prometen, vengan luego a vuestra obediencia, no es duda, segund la parentella que el rey tiene, que muchos caualleros y grandes señores e cibdades y villas se tengan por él e por la reina su mujer; en especial estan de su parte el cardenal de España, que por la actoridad e dignidad, junto con su hermano el marqués de Santillana, e el conde de Haro, e sus parentelas, es grande parte en aquel reino. Destos no vos dan esperança ninguna. Tiene asimismo, segund se dice, el aficion de los pueblos, porque saben ella ser fija cierta del rey don Juan, y su marido fijo natural de la casa real de Castilla; e la señora vuestra sobrina fija incierta del rey don Enrique, y que vos la tomais por muger: de lo cual no pequeña estima se deue facer, porque la voz del pueblo es voz diuina e repugnar lo diuino es querer con flaca vista vencer los fuertes rayos del sol. Esomismo porque vuestros súbditos nunca bien se conpadecieron con los castellanos, y entrando vuestra alteza en Castilla con título de rey, podría ser que las enemistades y discordias que entre ellos tienen, e de que estos facen fundamento a vuestro reinar, todos se saneasen y conuirtiesen contra vuestra gente por el odio que antiguamente entre ellos es. Lo otro, porque en tienpo de diuisión ansí a vos de vuestra parte como al rey e a la reina de la suya conuerná dar e prometer e rogar, e sofrir a todos porque no muden el partido que touieren para se iuntar con la parte que más largamente con ellos se houiere. Así que, señor, pasaríades vuestra vida sufriendo, dando y rogando, que es oficio de subjecto, e no reinando e mandando, que es el fin que vos deseais e estos caualleros prometen.

Tornando hora, pues, a fablar en la iusticia de la señora vuestra sobrina, yo, muy alto rey e señor, desta iusticia dos partes hago: Una es ésta que vosotros los reyes e príncipes y vuestros oficiales, por cosas prouadas, mandais executar en vuestras tierras, e a ésta conuiene preceder prueua e declaración ante que la execución. Otra iusticia es la que por iuicio diuino, por pecados a nosotros ocultos, veemos executar, veces en las personas propias de los delincuentes, e en sus bienes, veces en los bienes de sus fijos e subcesores: así como fizo al rey Roboan, fijo del rey Salamon, cuando de doce partes de su reino luego reinando perdió las diez. No se lee, pues, Roboan hauer cometido público pecado fasta estonces por dó los deuiese perder: e como iuntase gente de su reino para recobrar lo que perdía, Semey, profeta de Dios, le dixo de su parte: Está quedo, no pelees, no es la voluntad diuina que cobres ésto que pierdes. E como quiera que Dios ni face ni permite facer cosa sin causa, pero el profeta no gela declaró; porque tan onesto es y comedido nuestro Señor, que aun después de muerto el rey Salamon no le quiso deshonrar, ni a su fijo envergonçar declarando los pecados ocultos del padre, porque le plugo que el sucesor perdiese estos bienes temporales que perdía.

En la Sacra Escriptura y aun en otras historias auténticas hay desto asaz exemplos, mas porque no vamos a cosas muy antiguas y peregrinas, este vuestro reino de Portogal a la reina doña Beatriz, hija heredera del rey don Femando e mujer del rey don Juan de Castilla, pertenescía de derecho público, pero plugo al otro juicio de Dios oculto darlo al rey vuestro abuelo, aunque bastardo y profeso de la Orden del Cistel. Y porque a este oculto juicio este rey don Juan quiso repugnar, cayeron aquella multitud de castellanos que en la de Aljubarrota sabemos y es notorio ser muertos. De derecho claro pertenescían los reinos de Castilla a los hijos del rey don Pedro, pero veemos que por virtud del juicio de Dios oculto lo poseen hoy los descendientes del rey don Enrique su hermano, aunque bastardo. Y si quiere vuestra alteza exemplos modernos, ayer vimos el reino de Inglaterra que pertenescía al príncipe hijo del rey don Enrique y vémoslo hoy poseer pacífico al rey Eduarte, que mató al padre y al hijo. Y como quier que vemos claros de cada día estos e semejantes efectos, ni somos ni podemos ser acá jueces de sus causas, en especial de los reyes, cuyo juez solo es Dios que los castiga, veces en sus personas y bienes, veces en la sucesión de sus hijos, según la medida de sus yerros.

Sant Agustin, en el libro de la Ciudad de Dios, dice: El juicio de Dios oculto ¿puede ser inicuo? No. ¿Qué sabemos, pues, muy excelente rey e señor, si el rey don Enrique cometió en su vida algunos graues pecados por do tenga Dios deliberado en su juicio secreto disponer de sus reinos en otra manera de lo que la señora vuestra sobrina espera y estos caualleros procuran, según hizo a Roboam y a los otros que declarado he a vuestra señoría? De los pecados públicos se dice dél que en la administración de la justicia (que es aquella por do los reyes reinan) fué tan negligente, que sus reinos vinieron en total corrupción e tiranía, de manera que antes de muchos días que fallesciese todo cuasi el poderío y auctoridad real le era euanescido.

Todo esto considerado, querría saber quién es aquel de sano entendimiento que no vea cuán difícile sea esto que a vuestra alteza hacen fácile, y esta guerra que dicen pequeña cuánto sea grande e la materia della peligrosa. En la cual si algún juicio de Dios oculto hay por do vuestra alteza repugnandolo ouiese algún siniestro, considerad bien, señor, cuán grande es el auentura en que poneis vuestro estado real y en cuánta obscuridad vuestra fama que, por la gracia de Dios, por todo el mundo relumbra.

Allende desto, de necesario ha de hauer quemas, robos, muertes, adulterios, rapinas, destruiciones de pueblos e de casas de oración, sacrilegios, el culto diuino profanado, la religión apostatada, y otros muchos estragos e roturas que de la guerra surten. Tanbién vos conuerná sufrir y sostener robos y robadores y hombres criminosos sin castigo ninguno, e agrauiar los ciudadanos e ommes pacíficos, que es oficio de tirano y no de rey, y vuestro reino entre tanto será libre destos infortunios, porque en caso que los enemigos no le guerreasen, vos era forçado con tributos continuos y seruidumbres premiosas, para la guerra necesarias, los fatigásedes, de manera que procurando una justicia cometiérades muchas injusticias. Allende desto vuestra real persona, que por la gracia de Dios está agora quieta, es necesario que se altere; vuestra consciencia sana, es por fuerça que se corrunpa; el temor que tienen vuestros súbditos a vuestro mandado, es necesario que se afloxe. Estais quito de molestias: es cierto que haureis muchas. Estais libre de necesidades: meteis vuestra persona en tantas y tales, que por fuerça os harán subjeto de aquellos que la libertad que agora teneis os hace rey e señor.

Y porque conosco cuánto cela vuestra alta señoría la linpieza de vuestra excelente fama, quiero traer a vuestra memoria cómo houistes enbiado vuestra enbaxada a demandar por muger a la reina. Tanbién es notorio cuántas veces en vida del rey don Enrique vos fué ofrecida por muger la señora vuestra sobrina y no os plugo de lo aceptar, porque se decía vuestra consciencia real no se sanear bien del derecho de su sucesión. Pues considerada agora esta mudança sin preceder causa pública porque lo deuais hacer ¿quién no haurá razón de pensar que fallais agora derecha subcesora a vuestra sobrina, no porque lo sea de derecho, mas porque la reina que demandastes por muger contraxo antes el matrimonio con el rey su marido que con vos que la demandastes? E hauría logar la sospecha de cosas indeuidas, contrarias mucho a las virtudes insignes que de vuestra persona real por todo el mundo están diuulgadas. E soy maravillado de los que facen fundamento deste reino que vos dan en la discordia de los caualleros e gentes dél, como si fuese inposible la reconciliación entre ellos, e conformarse contra vuestras gentes. Podemos decir por cierto, muy alto señor, que el que esto no vee es ciego del entendimiento, y el que lo vee y no lo dice, desleal. Guardad, señor, no sean estos consejeros los que aconsejan no segund la recta razón, mas segund la voluntad del príncipe ven inclinada. E por tanto, muy alto e muy poderoso rey e señor, antes que esta guerra comience se deue mucho mirar la entrada, porque principiar guerra quienquiera lo puede facer: salir della no, sino como los casos de la fortuna lo ofrecieren, los cuales son tan varios y peligrosos, que los estados reales e grandes no se les deuen cometer sin grande y madura deliberación e a cosas muy iustas e ciertas.

Mi parecer sería, muy eçelente señor, que esta demanda se debe primero tentar con estas amonestaciones e requerimientos, faciendo vuestro proceso justo delante Dios e delante el Sumo Pontifice. E en el caso que desto ningund fruto se oviere, estonçes vuestra real señoría terná a Dios de su parte, e puede con su ayuda començar la guerra que sin preceder esto veemos que estais inclinado a hacer.

IndiceSiguiente