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ArribaAbajoLa Imprenta en la Puebla de los Ángeles

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Los bibliógrafos que hasta ahora se han ocupado de estudiar lo relativo a la introducción de la imprenta en la Puebla de los Ángeles andan en desacuerdo respecto a la fecha en que tuviera lugar.

En el orden cronológico, el primero que, sin ventilar el punto, dio algún indicio sobre el particular fue el padre jesuita Nicolás Sotwel, al citar un libro impreso en aquella ciudad en 163963.

De aquí se copió sin duda la noticia de ese libro y se insertó al pie de la letra en la segunda edición de la Bibliotheca hispana nova64, de don Nicolás Antonio, y decimos esto porque, contra la práctica seguida siempre por el ilustre bibliógrafo, al mencionar el libro, no le señala impresor, ni advierte que carece de tal indicación, según, asimismo, acostumbró en las obras que se hallan en ese caso.

Y hay todavía un antecedente que concurre a manifestar que, no sólo el cuidadosísimo Antonio, sino el mismo Sotwel no vieran el libro, cual es el de que ni siquiera le señalan tamaño.

Viene en seguida González de Barcia65, que al recordar por su parte el libro de que tratamos, nos da el detalle de que fue impreso en la Puebla de los Ángeles en el año indicado de 1639, en 4.º.

Conviene todavía advertir que este último autor no atribuye ya el, libro al P. Mateo Galindo, sino al P. Mateo Salgado, también jesuita.

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Si hubiera llegado hasta nosotros el manuscrito del Catálogo de los escritores angelopolitanos de D. Diego Bermúdez de Castro, que lo redactó en la misma Puebla de los Ángeles en el primer tercio del siglo XVIII, habríamos podido disponer de un testimonio valioso al respecto; pero, a falta de él, poseemos el de Beristain, que disfrutó de esa obra, quien dice, al citar el impreso de que tratamos, que el año en que salió a luz fue el de 1640, pero omitiendo siempre el interesantísimo dato para el punto que ventilamos de quien fuera el impresor, y, lo que es peor, estableciendo una confusión más, cual es, la de atribuirlo en una parte al P. Galindo y en otra al P. Salcedo66: descuido que no se explica, pero que debió provenir, en parte, de que el libro saldría quizás a luz como anónimo, según aconteció muchas veces con otros de su índole en aquellos años en la tipografía mexicana. Para el caso el nombre del autor es de poca importancia; no así el que se omitiese igualmente el del impresor. ¿Acaso carecía también de él? Y si así era, ¿por qué no lo expresó el bibliógrafo mexicano?67 ¿No es, por todo esto, de dudar que realmente tuviese el libro a la vista?

¿Lo vio, acaso, Ternaux-Compans, cuando lo cita68 bajo el nombre del P. Salcedo, con fecha de 1639, en 4.º, sin indicación del nombre del impresor?

Nos inclinamos decididamente por la negativa.

En todo evento, hasta ahora, como se ve, el año más remoto que, según esos autores, pudiera atribuirse a la introducción de la Imprenta en la Puebla de los Ángeles es el de 163969.

Pero, he aquí que el propio Beristain apunta el dato70 de que D. Ambrosio de Montoya y Cárdenas dio a luz en el año de 1622 en Puebla la Relación histórica de la solemne proclamación de D. Felipe IV. Ese año correspondía, en realidad, a los días en que pudo verificarse el hecho   —93→   en Puebla, y como Beristain no señalaba fecha alguna de la cual pudiera deducirse la época en que hubiera vivido Montoya, se tomó pie del dato que apuntaba para sostener que la fecha de la introducción de la Imprenta en Puebla, no sólo debía corresponder al año de 1639, sino aún anticiparse al de 162271.

El hallazgo del folleto de Montoya viene a echar por tierra semejante hipótesis. En él se trata, en efecto, de la jura de Felipe V, y, por consiguiente, no fue impreso en 1622, sino en 1702.

No hay, pues, que hablar más sobre el caso72.

Esto viene a confirmar cuán deleznables son las deducciones históricas que no se hallan basadas en documentos. Pero, ¿dónde obtenerlos para dilucidar el tema que nos ocupa? Nuestras más prolijas investigaciones en el Archivo de Indias de Sevilla, a pesar del empeño que en ellas gastamos no nos dieron resultado alguno. Con particular interés registramos allí la correspondencia del obispo Palafox, y todo lo que al respecto hallamos, fue una carta suya dirigida a Felipe IV, fechada en México a 15 de enero de 1645, en la que, ofreciéndose a imprimir la Recopilación de las Leyes de Indias trabajada por Antonio de León Pinelo, le dice que «se sirva de dar licencia para que tenga impresión en mi casa, a mi costa, que yo la haré traer de esas provincias, porque aquí hay muy mala letra y está muy olvidado este ejercicio.»73

Pero no existe en ella alusión alguna a lo que al respecto pasase en Puebla.

Existe, sin embargo, un documento emanado del mismo prelado, del cual es posible colegir alguna luz tocante al hecho que tratamos de esclarecer, y es la licencia que firmó en México a 4 de noviembre de 1642, autorizando al doctor Andrés Sáenz de la Peña para que se pudiese imprimir su propio libro Historia real y sagrada «por cualquiera impresor   —94→   de los de esta ciudad o la de los Ángeles».74 Es evidente, por lo tanto, que ya en esa fecha existía, por lo menos, un impresor en la Puebla de los Ángeles. ¿Desde cuándo se hallaba establecido en esa ciudad? ¿Quién era él?

Siendo exacto el hecho de haberse sacado a luz en Puebla el Arco triunfal o sea los Emblemas y jeroglíficos hechos allí al recibimiento del virrey Marqués de Villena, opúsculo que, como queda dicho, los autores que le citan mencionan con variedad en el año de su impresión, y que ninguno de los actuales bibliógrafos ha visto, aquél sería con mucha probabilidad el de 1640, y cuando más temprano el de 1639.

En cuanto al impresor, ninguno de esos bibliógrafos lo menciona, y el hechos es, hoy por hoy, que el nombre del primero que se ve aparecer en la portada de un libro, es el de Francisco Robledo, que lo puso precisamente al pie de aquella Historia real y sagrada de Palafox a que aludíamos hace un momento.

Parece, pues, por esto que a Robledo pudiera considerarse como el primer impresor angelopolitano. El hecho ofrece, sin embargo, sus dificultades, pues acaso pudiera disputarle esa prioridad el bachiller Juan Blanco de Alcázar. Las noticias que de uno y otro damos en seguida servirán para que el lector se penetre como nosotros de esta duda.


Francisco Robledo

Francisco Robledo inicia sus tareas tipográficas en la ciudad de México en los últimos meses de 164075 y firma allí mismo otros trabajos suyos en 164176, en 164277, en cuya fecha le imprime al propio Palafox su Varón de deseos78 y continúa aún en fines de septiembre de 164379; en el año siguiente vuelve a ocuparle el obispo Palafox para la impresión de su Semana Santa, y, en resumen, continúa ejerciendo su arte en México hasta los últimos días de 1647, en que cesa de imprimir, quizás por causa de haber fallecido.

Robledo tenía, a la vez que imprenta, tienda de libros en la calle de San Francisco, y debía ser persona de alguna suposición cuando; vemos que a los dos años de haber comenzado a ejercer su arte (1642) fue nombrado impresor del Secreto del Santo Oficio.

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Las relaciones que entre él y el obispo Palafox habían mediado fueron sin duda las que causaron el que Robledo llevase parte de su material a la Puebla de los Ángeles para imprimir allí, bajo la inmediata inspección del prelado, una obra tan voluminosa como la Historia real y sagrada, y, acaso de ocasión, algún otro folleto de los que en ese año de 1643 salieron a luz en esa ciudad, y con más probabilidad la Carta pastoral, de 20 de abril, del mismo Palafox.

Robledo, en realidad, pues, no estuvo radicado en Puebla y su actuación como impresor no pasó de meramente incidental y limitada a no más del año 1643. Siendo esto así, como parece, no ha podido ser él quien en 1640 imprimía en aquella ciudad el Arco triunfal del P. Salgado; salvo que supongamos que se estableciera primero en la Puebla en dicho año, y que de allí se transladara a México. El hecho es posible, pero también poco probable. Y de aquí por qué decíamos que no era seguro el que Robledo -siempre en la hipótesis de que exista el Arco triunfal de 1640 fuese el primer impresor de Puebla, que, en caso contrario, la duda no es admisible respecto a que él llevara allá la Imprenta, pero no en 1640 sino en 1643, según lo que queda dicho.

El segundo impresor a quien pudiera atribuirse ese honor es, en nuestro concepto, el bachiller Juan Blanco de Alcázar, de quien debemos ocuparnos en este lugar, por más que en el orden cronológico de los impresos fechados, su nombre sólo se vea aparecer después del de otros tipógrafos angelopolitanos.




Juan Blanco de Alcázar

Juan Blanco de Alcázar, que de ordinario se firmaba simplemente Juan de Alcázar, era, sin duda hombre de alguna ilustración, como que cuando se inició en la capital en su carrera de impresor a principios de 1617 estaba graduado de bachiller por la Universidad. A esa circunstancia se debe quizás el que se le confiara la impresión de obras tan importantes como el Manual de fray Martín de León, y el Sitio de México de Diego Cisneros, cuya portada y el retrato del autor, grabados por Estradamus, le constituyen una de las obras tipográficas mexicanas más notables del siglo XVII. Esto sin referirnos a varios otros impresos de importancia, algunos de ellos en latín, como la Monastica theologia de fray Antonio del Pozo, que salió de su taller en 1618. Por de contado que los estudiantes ocurrieron también a él para que en 1623 les imprimiese la Floresta latina.

Blanco de Alcázar tenía su imprenta en la calle de Santo Domingo, pared de por medio con el edificio de la Inquisición.

Usó muchas veces en sus libros poner el día en que los acababa, volviendo a la costumbre clásica de los primeros impresores mexicanos, que   —96→   así lo acostumbraron, siguiendo la práctica de los grandes tipógrafos peninsulares.

A pesar de sus tareas tipográficas, Blanco de Alcázar no descuidó de proseguir sus estudios, de tal modo que cuando en 1624 salió a luz la Primera parte del Sermonario de fray Juan de Mijangos, su obra más notable como extensión, pudo firmarse «El licenciado Juan de Alcázar», si bien en otro folleto impreso por él en el año siguiente volvió a usar su antiguo título de bachiller.

El último trabajo tipográfico que Blanco de Alcázar ejecutó en México, está datado en 25 de diciembre de 1627. Su nombre desaparece desde entonces de la tipografía mexicana, después de haberse ejercitado en ella con brillo nada común durante diez años; ¡y cosa singular!, en 1646 se le ve aparecer de nuevo como impresor en Puebla de los Ángeles, para dar a luz de tarde en tarde cuatro obras de poco alcance, hasta mediados de 1650, en que firmó la última80.

Como se ve, existe en la carrera tipográfica de Blanco de Alcázar algo de anormal que no admite fácil explicación. Favorecido por la confianza de los autores de más prestigio, puede creerse que no le faltaba trabajo en la capital. Cesa en su labor y va a continuarla después de un largo interregno a provincia, para arrastrar una vida lánguida, sin brillo y sin resultados pecuniarios. ¿Qué motivó aquella cesación de sus tareas en México? No es fácil adivinarlo. Y acaso más tarde cuando quiso reasumirlas se encontró con competidores acreditados que le alejaron de la capital.

El que termine sus funciones de impresor en aquella ciudad en 1627; el que se vea aparecer su nombre en la portada de un opúsculo salido a luz en Puebla en abril de 164681, y el que Robledo imprima, o por lo menos firme sus trabajos sólo en 1643, dejan así lugar a suponer que bien pudo ser obra suya el Arco Triunfal del P. Salgado, y, por lo tanto, el introductor de la tipografía en la Puebla de los Ángeles.




Diego Gutiérrez

Diego Gutiérrez era, probablemente, hijo de Pedro Gutiérrez, tipógrafo que ejerció su arte en la capital en los años de 1620-1621, y empieza a figurar, en 1628, como cajista o regente del taller en que había servido su padre y que era entonces de propiedad de la viuda de Diego Garrido, quien, según parece, se lo vendió a su regente en 1632, en cuya fecha la tesis de fray Juan de Ayrolo resulta impresa «ex officina Didaci Gutiérrez». A ese trabajo tipográfico de reducidísimas proporciones debemos agregar el Manual Mexicano de Lorra Baquío que Gutiérrez imprimió en 1634.

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En tal fecha desaparece el nombre de Gutiérrez de las portadas de los libros mexicanos para vérsele figurar de nuevo, en 1643, otra vez y también la última, como cajista y trabajando juntos con Pedro de Quiñones en la imprenta de la viuda de Bernardo Calderón. En aquel año se transladó a Puebla, donde imprimió, en cuanto conocemos, un solo folleto, al menos que lleve su nombre: el Sermón de la Asunción del obispo D. Bartolomé de Benavides.

Es posible que allí se deshiciese de su taller, transpasándolo quizás a Manuel de los Olivos.




Manuel de los Olivos

Manuel de los Olivos ejercita el arte tipográfico en Puebla sólo durante el año de 1645, en cuyos últimos días termina la impresión de la Instrucción de las trojes de Palafox, siendo ésta y las Exequias funerales de doña Isabel de Borbón los dos únicos libros suyos que se conocen. Sin duda por falta de campo propicio para sus tareas emigró de Puebla y fue a parar a Lima, donde comienza a figurar veinte años más tarde, en 1665. Su actuación allí la hemos contado en La Imprenta en Lima.




Francisco de Borja y Gandía

Francisco de Borja y Gandía se establece como impresor y mercader de libros en los Portales de la Catedral a mediados de 1654. Se le ve trabajar hasta marzo del año siguiente y habría muerto ya en septiembre de 1656, fecha en que comienza a figurar a cargo del taller su viuda, cuyo nombre se ignora, si bien debía apellidarse Infante.

Permaneció abierta su imprenta hasta el mes de agosto de 1682. Consta que en 1662 estuvo en ella de regente Lázaro Rodríguez de la Torre82.




Real Colegio de San Luis

Real Colegio de San Luis.- La Oración panegyrica de fray Luis de Cifuentes, impresa en 1657 es el único libro angelopolitano que se conserva con ese pie de imprenta. El Colegio era de los Dominicos y quizás en él se dieron a luz las obras de fray Andrés Ferrer de Valdecebro, que pertenecía a esa Orden, y que se citan como impresas en Puebla, pero que hoy no se sabe que existan en biblioteca alguna.

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Carecemos de antecedentes para determinar la procedencia, el tipógrafo que la rigió y el paradero que tuviera esa Imprenta. Tal vez se trataría en aquel caso de alguna impresión accidentalmente hecha en el Colegio por la misma viuda de Borja y Gandía.




Juan de Borja Infante

Juan de Borja Infante, hijo indudablemente, del impresor de su mismo nombre y de una señora Infante, cuya imprenta debió heredar, trabajó un solo folleto, que salió a luz en 1685.




Diego Fernández de León

Diego Fernández de León abre tienda de libros «debajo de los portales de la plaza», y comienza su carrera de impresor en principios de 1683. Tres años más tarde transladó su tienda y taller a la calle de Cholula, en la esquina de la Plaza. En algunos de sus trabajos hay todavía señas más precisas de su vivienda, diciendo que estaba en aquella calle, en la plaza, junto a la Catedral. En 1688 renovó su material, habiendo recibido de España tipos sin duda de origen holandés, pues desde entonces la llamó Plantiniana83. Probablemente junto con ella le llegara también el escudo que usó después en algunas de sus obras, siendo así el único impresor angelopolitano que gastara ese lujo. Dos años más tarde transladó su librería y taller al Portal de las Flores, dejando aquélla en los bajos, y ésta, «en un cuarto alto que está en el descanso de la escalera.»84 Trabajaba entonces con cinco cajistas y su material constaba de nueve cajas85.

Luego de llegada la primera remesa de su material tipográfico, Fernández de León hizo sacar certificación autorizada del buen pie en que se hallaba su taller y se presentó con ella al Virrey de la Monclova, expresando que en la Puebla imprimía «artes, conclusiones y otras obras de letras», sin salario ni ayuda de costa, con cortísima utilidad, por ser muy pocos los trabajos que se le encomendaban, ni haber en aquella ciudad   —99→   Universidad Real, como en México; añadiendo que algunos comerciantes le defraudaban de los provechos que pudiera obtener con su trabajo, llevando de fuera impresas, para vender «por manos», las esquelas de convites y otros papeles que él pudiera ejecutar en su taller.

«Y siendo conveniente y lustroso, concluía, el tener en aquel obispado la dicha imprenta, es conforme a razón y equidad el que en él, donde se extiende el bien, no se defraude del corto fruto que le puede rendir por medio de tanto costo y trabajo».

Acompañó, asimismo, a su memorial licencia del Ordinario de la ciudad para poder imprimir papeles de convites, de entierros y otras funciones; y habiéndose dado vista de todo al Fiscal, y con su dictamen y previo el entero de cincuenta pesos y el de los derechos de medianata, obtuvo del Virrey, en 11 de julio de 1688, el privilegio para imprimir allí dichos papeles, con prohibición de que nadie pudiese llevarlos a vender de fuera. Y como en el hecho esta prohibición no se cumpliese, obtuvo a fines del mismo año nuevo mandamiento del Virrey para que las justicias de Puebla lo hiciesen publicar por bando.

Todavía, a intento de dar más fuerza a este privilegio, Fernández de León acudió al monarca en solicitud de que se le confirmase, habiéndolo, en efecto, obtenido por la siguiente real cédula:

El Rey.- Por cuanto en nombre de vos Diego Fernández de León, vecino y impresor de libros de la ciudad de la Puebla de los Ángeles, se me ha representado que el Conde de la Monclova siendo mi virrey de las provincias de la Nueva España, os concedió privilegio y facultad para que pidieseis imprimir papeles para convites de entierros y otras cualesquier funciones que se ofreciesen en la dicha ciudad y su obispado, prohibiendo el que otra ninguna persona lo pudiese hacer ni llevarlos a vender a ella de otras partes, habiendo servido por esta gracia con cincuenta pesos, que el dicho mi Virrey aplicó para obras del Palacio, y asimismo enterado lo que debisteis satisfacer al derecho de la media annata, cuyo privilegio aprobó y revalidó el Conde de Galve, mi virrey actual de dichas Provincias, suplicándome fuese servido de aprobar y confirmar el referido privilegio para que se observe y cumpla en la forma que se os concedió por dichos mis Virreyes; y habiéndose visto en mi Consejo de las Indias con los papeles que en su justificación se presentaron por vuestra parte, he venido en concedéroslo aprobando y confirmando (como por la presente lo hago) el referido privilegio en la forma y con las calidades que os le dieron dichos mis Virreyes, pero entendiéndose que la prohibición de que otra persona pueda vender es sólo por lo que mira a papeles de convites de entierros y para otras funciones de este género, respecto de que con ellos sólo habéis de correr vos el dicho Diego Fernández de León. Por tanto, mando al Consejo y demás justicias de dicha ciudad de la Puebla de los Ángeles y su obispado no os pongan ni permitan poner embarazo en el uso de todo lo que por dicho privilegio os está concedido, ni consientan que otra ninguna persona venda los referidos papeles, incurriendo, si lo hicieren, en las penas impuestas en el título que os dio dicho mi Virrey, Conde de la Monclova, el cual mando se cumpla y observe enteramente, que así es mi voluntad.-Fecha en Buen Retiro a siete   —100→   de junio de mil seiscientos y noventa y uno.- Yo EL REY.- Por mandado del Rey, nuestro señor.- Don Juan de la Real- Señalado del Consejo.- (Hay una rúbrica)86.



De aquí, sin duda, por qué desde el año siguiente de 1692, Fernández de León en algunos de sus trabajos se tituló «impresor por Su Majestad»87.

Bien fuera por lo nuevo de los tipos o porque Fernández de León se ofreciera a trabajaren mejores condiciones que otro impresores de la capital, es lo cierto que en mayo hizo trasladar parte de su imprenta a la Casa Profesa de la Compañía de Jesús de México, por virtud de un contrato que celebró con el padre Alonso Ramos, prepósito de aquella Casa, a efecto de que en ella se continuase la impresión de la Vida de la Venerable Catalina de San Juan, que se había iniciado en la Puebla el año precedente, poniendo como administrador de esa parte de su taller a Juan Francisco Fernández; de Orozco, acaso hijo suyo, y como impresor a Juan Manuel de Casteñada, trabajo de largo aliento, que sólo vino a terminarse 169288.

Durante un interregno de cerca de nueve años (1695-1704) el nombre de Fernández desaparece de las portadas de los libros angelopolitanos; continúa luego con un período bastante activo, y, por fin, cesa de figurar en ellas definitivamente en 1709, fecha en que, según parece, traspasó su taller con el privilegio para la impresión de esquelas, a Miguel de Ortega89.

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A continuación insertamos los documentos relativos a la concesión del privilegio de que disfrutó Fernández de León y al incidente de la translación de parte de su taller a la Casa Profesa de México.

Don José de Meneses, escribano del Rey, nuestro señor, vecino de esta ciudad de los Ángeles de la Nueva España, certifico y doy testimonio de verdad cómo hoy día de la data de éste, a hora de las nueve de la mañana, poco más o menos, estando en la casa de la morada de Diego Fernández de León, maestro impresor de libros, que es en esta dicha ciudad, en la plaza pública debajo del portal que llaman de las Flores, en un cuarto alto que está en el descanso de la escalera de ella, veo estarse imprimiendo en una imprenta en que están trabajando cinco oficiales, y nueve cajones de diferentes moldes de letras de plomo, al parecer. Y para que conste de pedimiento de dicho Diego Fernández, dí el presente en la ciudad de Los Ángeles de la Nueva España a diez y ocho días del mes de mayo de mil y seiscientos y noventa años, siendo testigos Diego Sánchez Conchoso, Domingo de Herrera y Diego de Neira, vecinos de esta ciudad.- Diego Fernández de León.- Una rúbrica.- Hago mi signo (hay un signo) en testimonio de verdad.- Joseph de Meneses, escribano de S. M. (una rúbrica).

Don Gaspar de Sandoval Cerda Silva y Mendoza, Conde de Galve, del Consejo de S. M., su Virrey, gobernador y Capitán General de esta Nueva España y Presidente de la Real Audiencia de ella, etc., etc.

Por cuanto gobernando esta Nueva España el Excmo. señor Conde de la Monclova despachó un mandamiento del tenor siguiente:

Don Melchor Portocarrero Lazo de la Vega, Conde de la Monclova, etc., Virrey, Gobernador y Capitán General de esta Nueva España y Presidente de la Real Audiencia de ella.

Por cuanto ante mí se presentó un memorial del tenor siguiente:

Excmo. señor: Diego Fernández de León, vecino y mercader de libros de la ciudad de la Puebla de los Ángeles, como más haya lugar y a en derecho convenga, ocurre a la grandeza de vuestra excelencia y dice que con ocasión de haberse avecindado en dicha ciudad y tener en ella hoy una imprenta de toda perfección y limpieza, que nuevamente trajo de España, y que le está con todos costos en más de dos mil pesos, y ha introducido en dicha ciudad por su lustre y conveniencia de sus habitadores, como en algunos lugares comarcanos, e imprimir, papeles de convites para entierros, honras y otras funciones, haciendo, como ha hecho, memoria de las personas de república para este efeto, siendo de la utilidad que se deja entender, por la pública ocupación de dicho ministerio en que se ejercita, imprimiendo también actos, conclusiones y otras obras de letras, sin tener salario o ayuda de costa, sino sólo los pocos provechos que puede adquirir por medio de este trabajo, por no ser tanta la copia de obras, ni haber en aquella ciudad Real Universidad como en ésta; y es así que, sin embargo, algunas personas que conducen mercaderías e hacen trato y comercio de esta materia llevando papeles impresos que vender por manos en dicha ciudad y en los demás lugares del obispado, quitando por este medio al suplicante la corta utilidad que le rinde la pública que resulta a dicha ciudad y su comarca, y respecto de que no teniendo salarios públicos y siendo conveniente y 1ustroso el tener en aquel obispado la dicha imprenta, es conforme   —102→   a razón y equidad el que en él donde se extiende el bien no se defraude del corto fruto que le puede rendir por medio de tanto costo y trabajo, y; en atención a todo.

A. V. E. pide y suplica se sirva de concederle previlegio particular para que sólo el suplicante pueda imprimir y imprima en dicha ciudad y su obispado los dichos papeles que se estilan para convidar en las funciones y para que ninguna otra persona los pueda llevar impresos para venderlos de los que tratan y comercian, con penas graves pecuniarias para los que contraviniesen y a las justicias de todas partes para que así lo hagan cumplir y ejecutar inviolablemente, que en ello recibirá la merced que espera de la grandeza de vuestra excelencia, y en lo necesario, etc. -Diego Fernández de León.- De que mandé dar vista al señor Fiscal de Su Majestad, que dio esta respuesta:

Excelentísimo señor: El Fiscal de Su Majestad ha visto este memorial y licencia adjunta del juez eclesiástico del obispado de la Puebla que presenta el suplicante, para poder imprimir en aquella ciudad, donde es impresor, papeles de convitesde entierros y otras funciones y dice: que respecto de ser útil en la república que haya este ministerio para no necesitarse con mayores costos a ir a otras partes sus vecinos en busca de la imprenta cuando se les ofrece, y que en la referida de la Puebla no tendrá continuamente qué hacer el suplicante, y así no podrá mantenerse, sino valiéndose de estas menudencias, podrá vuestra excelencia siendo servido, concederle esta gracia y previlegio de que el susodicho sólo pueda imprimir dichos papeles de entierro y otros de cualquier género de convites, sin que otra persona lo pueda hacer, ni llevarlos a vender de esta ciudad a otras partes, pena de cincuenta pesos por cada vez que lo hicieren y de doscientos a las justicias que lo consintiesen y por esta gracia podrá servir el suplicante con cincuenta pesos para Su Majestad y pagar la media annata que se le regulare. Vuestra excelecia mandará lo que sea lo mejor. México y julio diez de mil seiscientos y ochenta y ocho años.- Doctor don Benito de Navas Salgado.

Y por mí visto, conformándome con dicha respuesta y atento a que tiene enterados los cincuenta pesos de esta gracia, que apliqué para las obras de este real palacio, con más lo que se le reguló al derecho de la media annata; por el presente le concedo previlegio y facultad para que el dicho Diego Fernández de León pueda imprimir dichos papeles de entierros y otros cualesquier que se ofrezcan en la dicha ciudad de los Ángeles y su obispado; sin que otra ninguna persona lo pueda hacer, ni llevarlos de esta ciudad ni de otras partes a vender a ella, pena de cincuenta pesos aplicados en la misma forma, se lo consientan ni le pongan impedimento ni embarazo en el uso de este previlegio y licencia al dicho Diego Fernández de León, en consideración de las razones propuestas por dicho señor Fiscal. Fecho en México, a once de julio de mil seiscientos ochenta y ocho años.- El Conde de la Monclova.- Por mandado de su excelencia. -D. Joseph de la Zerda Morán.

Y ahora, don Joán Bermúdez de Castro, en nombre del dicho Diego Fernández de León, por memorial que ante mí presentó, me hizo relación, diciendo habérsele despachado a su parte el dicho mandamiento para el efecto referido, y que aunque el susodicho lo había presentado ante un juez ordinario de dicha ciudad y obedecídolo, sin embargo se estaba contraviniendo a lo dicho y mandado, por causa de que muchas personas comerciantes hacían empleos de dichos papeles impresos en esta ciudad y   —103→   los llevaban a vender a la dicha de los Ángeles, en grave perjuicio de su parte, y que esto no se podía remediar, porque, como la dicha ciudad es grande y de mucho concurso, no era fácil averiguar las personas que a ello contravenían, pues de practicarse se le causarían crecidas costas y gastos en la averiguación, y a veces fuera infructuosa por no poderse con certeza averiguar los trasgresores, además de la dificultad en andar ocurriendo a la justicia en tiempos y horas que suelen ser incómodas; y porque ninguno de los que contravinieren alegasen ignorancia y todos fuesen sabidores del dicho previlegio concedido a su parte y se le pudiese imputar mejor la culpa y ejecutar la pena impuesta en dicho mandamiento en los trangresores, me pidió y suplicó me sirviese de haberlo por demostrado con los recaudos a él adjuntos y mandar se guardase y cumpliese, añadiendo mayor pena de la impuesta, y que se pregonase públicamente en la dicha ciudad de los Ángeles y demás lugares de su obispado que conviniesen para que por este medio fuesen todos sabidores por lo notorio, y que para ello se le despachase recaudo, en que recibirá merced.

Y por mí visto, por el presente mando se guarde, cumpla y ejecute el mandamiento despachado por el excelentísimo señor Conde de la Monclova, Virrey, Gobernador y Capitán General de esta Nueva España, y Presidente de su Real Audiencia, aquí inserto, según y en la forma que en él se contiene y declara; y en su conformidad mando a los jueces y justicias de Su Majestad de la ciudad de la Puebla de los Ángeles hagan se publique en ella el referido despacho en las partes acostumbradas, para que llegue a noticia de todos y no se pretenda ignorancia en contravención de lo en él dispuesto. Fecho en México, a diez y seis de diciembre de mil seiscientos ochenta y ocho años. -El Conde de Galve. -Por mandado de su excelencia. -D. Joseph de la Zerda Morán.

Concuerda con el mandamiento original que para efecto de sacar este traslado exhibió ante mí el dicho Diego Fernández de León, vecino de esta ciudad de los Ángeles, a quien lo volví con el obedecimiento pregones en su virtud dados en ella y firmó aquí su recibo, y va cierto y verdadero, y refiriéndome a él, de su pedimiento, doy el presente en dicha ciudad de los Ángeles, a nueve días del mes de mayo de mil y seiscientos y noventa años, siendo testigos de lo ver sacar y corregirlo Joán García de Pereda y Jorge Antonio, presentes. -Diego Fernández de León (rúbrica).- En testimonio de verdad (hay un signo). -Joán Bautista de Barrios, escribano público, etc., (rúbrica).

Sigue la legalización del tal escribano.

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En la ciudad de México a veinte y nueve días del mes de mayo de mil y seiscientos y noventa años, ante el capitán don Francisco de la Peña, caballero del Orden de Calatrava, alcalde ordinario de esta ciudad por Su Majestad, se leyó esta petición.

Petición.- Juan Francisco Fernández de Orozco, vecino de esta ciudad, en nombre de Diego Fernández de León, impresor y mercader de libros   —104→   en la de los Ángeles, y en virtud de su poder, que con la solemnidad necesaria demuestra para que se me vuelva original, parezco ante vuestra merced, como mejor proceda en derecho, y digo: que al de mi parte conviene se le reciba información de cómo por su cuenta se está trabajando en la Casa Profesa de la Compañía de Jesús de esta ciudad en la impresión de la Vida de la Venerable Sierva de Dios Cathalina de San Juan, y para que en todo tiempo conste la solicitud de dicho trabajo, y ser la imprenta del dicho Diego Fernández de León, y estarla administrando yo; y los testigos que presentare se examinen al tenor de este scripto, por ante el presente escribano, y fecho se me den los treslados que pidiese autorizados en pública forma y manera que haga fe, que los quiero para remitírselos al dicho mi parte que le conste de lo referido y ocurra con ellos donde le convenga. A vuestra merced suplico mande se me reciba dicha información en la forma que llevo pedido con justicia, y juro en ánima de mi parte este escrito ser cierto, y en lo necesario, etc. -Bachiller D. Buena-Ventura del Guijo.- Juan Francisco Fernández Orozco.

Auto.- Y por su merced visto, hubo por demostrado el poder, y mandó se le reciba a esta parte, en nombre de la suya, la información que ofrece, y los testigos que presentare se examinen al tenor del pedimiento, por ante el presente escribano, y fecha, se le den los traslados que pidiere, autorizados en pública forma y manera que haga fe y obren lo que hubiere lugar en derecho, y se le vuelva el dicho poder; y así lo proveyó y firmó.- D. Francisco de la Peña.- Francisco de Valdés, escribano real y público.

Información.- En la ciudad de México, a veintinueve días del mes de mayo de mil seiscientos y noventa años, Juan Francisco Fernández de Orozco, en nombre de Diego Fernández de León, impresor de libros en la ciudad de los Ángeles, para la información que tiene pedida, y le está mandada recibir presentó por testigo a un hombre español que dijo llamarse Juan Manuel de Castañeda, vecino de esta ciudad, impresor, de libros, de quien por mí el escribano fue recibido juramento, que lo hizo por Dios Nuestro Señor y la señal de la cruz y prometió de decir verdad, y siendo preguntado por el tenor del pedimiento, dijo que conoce al que le presenta, de cinco años a esta parte, y asimismo conoce a Diego Fernández de León, impresor y mercader de libros, y que lo que sabe es que el dicho Juan Francisco Fernández de Orozco está administrando en esta ciudad, en la Casa Profesa de la Compañía de Jesús, la dicha imprenta de los libros de la Vida de la Madre Cathalina de San Juan, por cuenta del dicho Diego Fernández de León, cuya es; y este testigo está actualmente como oficial trabajando en dicha imprenta, y el dicho Juan Francisco Fernández corre con todo lo necesario para ello y paga los oficiales, y lo demás, como tal administrador del dicho Diego Fernández de León; y que esto es lo que sabe y la verdad, so cargo del juramento, en que se afirmó y ratificó; declaró ser de edad de veintisiete años, y que las generales de la ley no le tocan, y lo firmó.- Juan Manuel de Castañeda Ruiz.- Ante mí.- Francisco de Valdés, escribano real y público.

Testigo. En la ciudad de México, a veintinueve días del mes de mayo de mil seiscientos y noventa años, el dicho Juan Francisco Fernández de Orozco para la dicha información que tiene ofrecida en nombre de Diego Fernández de León, impresor y mercader de libros en la ciudad de los Ángeles, presentó por testigo al sargento mayor Joseph de Mesa, vecino de esta ciudad, de quien por mí el escribano fue recibido juramento, que lo hizo por Dios Nuestro Señor y la señal de la cruz, so cargo del cual prometió   —105→   decir verdad; y siendo preguntado por el tenor del pedimiento, dijo: que conoce al que lo presenta y asimismo conoce al dicho Diego Fernández de León de más de cuatro años a esta parte y que le trató y comunicó en la dicha ciudad de los Ángeles, por cuya causa sabe que la imprenta en que actualmente se está trabajando en la Casa Profesa de la Compañía de Jesús de esta ciudad en la impresión de la Vida de la venerable sierva de Dios Cathalina de S. Juan es del dicho Diego Fernández de León, y la trujo a esta ciudad a pedimiento del Padre Alonso Ramos, prepósito de dicha Casa Profesa, para el efecto de dicha impresión de dicha Vida y con ella y su administración por cuenta de dicho Diego Fernández está corriendo el dicho Juan Francisco Fernández Orozco, y paga los oficiales que en ella se ocupan; y que esto es lo que sabe por las razones referidas, que es la verdad, so cargo del juramento, en que se afirmó y ratificó, y que es de edad de cincuenta años, y que las generales de la ley no le tocan, y lo firmó.- Joseph de Mesa.- Ante mí. -Francisco de Valdés, escribano real y público.

Testigo. En la ciudad de México, a veinte y nueve días del mes de mayo de mil seiscientos y noventa años, el dicho Juan Francisco Fernández de Orozco, para la dicha información que tiene ofrecida en nombre de Diego Fernández de León, vecino de esta ciudad de los Ángeles, impresor y mercader de libros, presentó por testigos a Juan Joseph Guillena Carrascoso, mercader de libros y vecinos de esta ciudad, de quien por mí el escribano fue recibido juramento, que lo hizo por Dios, Nuestro Señor, y la señal de la cruz, so cargo del cual prometió de decir verdad, y preguntado por el tenor del pedimiento dijo: que conoce al que le presenta, y al dicho Diego Fernández de León de siete años a esta parte, y que lo que sabe es que la imprenta que está en la Casa Profesa de la Compañía de Jesús pertenece al dicho Diego Fernández de León, que la trujo a esta ciudad a pedimiento del Padre Alonso Ramos, prepósito de dicha Casa, para la impresión de la Vida de la venerable Cathalina de San Juan, en que se está trabajando, y que corre con dicha administración el dicho Juan Francisco Fernández de Orozco, quien paga los oficiales; y que esto es lo que sabe, y la verdad, so cargo del juramento, en que se afirmó y ratificó, y declaró ser de edad de treinta y dos años, y que las generales de la ley no le tocan, y lo firmó.- Juan Joseph Guillena Carrascoso.- Ante mí.- Francisco de Valdés, escribano real y público.

Testigo. En la ciudad de México, a veinte y nueve días del mes de mayo de mil seiscientos y noventa años, el dicho Juan Francisco Fernández de Orozco, para la dicha información que tiene ofrecida en nombre de dicho Diego Fernández de León, presentó por testigo a un hombre español, que dice llamarse Antonio de Orozco, vecino de esta ciudad, oficial de impresor de libros, de quien por mí el escribano fue recibido juramento, que lo hizo por Dios, Nuestro Señor, y la señal de la cruz, prometió de decir verdad, y preguntado por el tenor del pedimiento, dijo: que conoce al que le presenta, y a Diego Fernández de León de cinco años a esta parte, y que lo que sabe y pasa es que en la Casa Profesa de la Compañía de Jesús de esta ciudad se está trabajando en la imprenta de los libros de la Vida de la venerable sierva de Dios Cathalina de San Juan, que murió con opinión ejemplar en la ciudad de los Ángeles; y que la dicha imprenta es del dicho Diego Fernández de León, y sirve para la dicha Vida de dicha madre Cathalina, quien la remitió para dicho efecto a pedimiento del padre Alonso Ramos, prepósito de dicha Casa Profesa, donde actualmente está trabajando este testigo en dicha impresión; y que esta es la verdad,   —106→   so cargo de su juramento, en que se afirmó y ratificó; declaró ser de edad de veinte y ocho años, y que las generales de la ley no le tocan, y lo firmó.- Antonio de Orozco.- Ante mí.- Francisco de Valdés, escribano real y público.

Concuerda con la dicha información, que original queda en el oficio de Francisco de Quiñones, escribano público, que al presente despacho como su teniente, a queme refiero. Y para que conste doy el presente en la ciudad de México a treinta días del mes de mayo de mil seiscientos y noventa años, siendo testigos, Miguel González, Diego de Marchena y Antonio Ramírez de Segura, vecinos de México.- Hago mi signo, en testimonio de verdad.- (Hay un signo).- Francisco de Valdés, escribano público. (Rúbrica).- Archivo de Indias, 59-3-12.

Facsímil

Facsímil del escudo usado por Diego Fernández de León

Fernández de León volvió a establecerse como impresor en México, en 1710.




Juan de Villarreal

Juan de Villarreal, que tenía el grado de capitán, comienza a imprimir a mediados de 1695, y trabaja sólo durante dos años, habiendo por causa de su fallecimiento pasado su imprenta a poder de sus herederos, que la tuvieron algún tiempo, (1698) parte de ella por lo menos, instalada en el Colegio del Espíritu Santo de la Compañía de Jesús, habiendo estado de ordinario en el Portal de las Flores. El último libro que imprimieron fue precisamente el Diseño festivo de Montoya a que hemos aludido más atrás, que no lleva fecha en la portada, pero que indudablemente corresponde al año de 1702; año que marca el apogeo del arte de imprimir en la Puebla, como que en él había en movimiento desde pocos meses antes no menos de cuatro establecimientos tipográficos: el de Fernández de León, el de los herederos de Villarreal, y los dos de que vamos a ocuparnos en seguida.

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Perteneciente también a la milicia y poseedor del mismo grado que Villarreal, era el capitán Sebastián de Guevara y Ríos, que inicia sus tareas tipográficas en los albores del siglo XVIII, a más tardar a mediados del año de 1701. Establecido, como su colega, en el Portal de las Flores, sus trabajos no abarcan un período mayor de tres años.




José Pérez

A diferencia de Guevara y de Villarreal, que posiblemente serían meros propietarios, Pérez era impresor de oficio. Tuvo su establecimiento en la calle de Cholula y dio principio a sus tareas en 1701, tomando como base para ellas, según se deduce de la siguiente real cédula, el privilegio para la impresión de las esquelas de convite de que disfrutaba hasta entonces Fernández de León y que había caducado por haber expirado el tiempo por el cual le había sido concedido y hecho traspaso de su imprenta.

El Rey.- Por cuanto en nombre de vos Joseph Pérez se me ha representado sois impresor de libros en la Puebla de los Ángeles y que Diego Fernández, asimismo maestro impresor, había obtenido licencia y previlegio para poder imprimir papeles de convites y entierros en la dicha ciudad de la Puebla, y su tierra, con prohibición a otro cualquiera impresor, suplicándome que por habérsele cumplido el tiempo y hecho traspaso de su Imprenta, fuese servido concederle licencia y privilegio para dicho efecto en la misma conformidad que a Diego Fernández; vista en mi Consejo Real de las Indias vuestra instancia, he condescendido a ella; por tanto, por la presente doy y concedo previlegio y facultad a vos el dicho Joseph Pérez para que podáis imprimir papeles para convites de entierros y otras cualesquier funciones que se ofrecieren en la ciudad de la Puebla de los Ángeles y su obispado, prohibiendo, como prohíbo, el que otra ninguna persona lo pueda hacer, ni llevarlos a vender a ellas de otras partes, entendiéndose que esta prohibición es sólo por lo que mira a los papeles referidos, respecto de que con ellos sólo habéis de correr vos el dicho Joseph Pérez, y así mando al Consejo y demás justicias de la ciudad de la Puebla de los Ángeles y su obispado no os pongan ni permitan poner embarazo en el uso de todo lo que por razón de este privilegio os concedo y se concedió al dicho Diego Fernández de León, ni consientan que otra ninguna persona venda los referidos pepeles, incurriendo, si lo hicieren, en las penas impuestas en el previlegio concedido a vuestro antecesor, que así es mi voluntad, y declaro que por razón de esta facultad no debéis el derecho de la media annata. Fecha en Barcelona a 9 de noviembre de mil setecientos y uno.- Yo el Rey.- Por mandado del Rey, nuestro señor.- Don Manuel de Aperregui.- Señalado del Consejo.- Archivo, de Indias, 60-5-23.



Pérez trabajó durante diez años y cesa de imprimir en 1711, muy poco antes que iniciara sus tareas, al menos a firme90 uno de los talleres que alcanzó más larga vida, de que hablamos a continuación.



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Miguel de Ortega y Bonilla

Miguel de Ortega y Bonilla adquirió ese taller por cesión que de él le hizo, no sabemos en que términos, como hemos dicho, Diego Fernández de León. Ortega y Bonilla fue el solo impresor que hubo en Puebla durante los años 1712 y 1713, únicos en que parece trabajó91.




Manuela Cerezo

Manuela Cerezo92 llamábase la viuda de Miguel de Ortega, quien comenzó a trabajar con la Imprenta que había sido de su marido en 1715, en el Portal de las Flores, donde es de creer que hubiese estado antes ubicada, quizás en el propio local que había ocupado desde que se transladara allí Diego Fernández de León, su primitivo propietario, y continuó como única impresora que hubiera en la ciudad hasta el año de 1723.

A fin de renovar su material tipográfico, la Cerezo, en 10 de septiembre del año anterior, extendió poder al bachiller don Gabriel de Rivera Calderón para que le buscase dinero a crédito a efecto de adquirir una imprenta, la que en efecto compró aquél en México a los herederos de Juan Guillena Carrascoso, sin que conste ni la cuantía del préstamo, ni la suma que se pagó por aquélla93.

Luego de muerto su marido, la Cerezo entabló gestiones cerca del Virrey Marqués de Valero en solicitud de que el privilegio para la impresión de las esquelas que le competía por la cesión que Fernández había hecho de él a su favor se extendiese también a sus hijos y herederos, sin lograrlo; mas, en vista de haber oblado cien pesos, le fue concedido lo que solicitaba, a condición de que obtuviese confirmación real dentro del término de cinco años. No cumplió con esta formalidad la interesada y con tal motivo hubo de ocurrir nuevamente al Virrey en demanda de que se le prorrogase aquel término, en atención, decía, a no tener otra cosa con qué mantener a su numerosa familia «y a no haber otra imprenta en la expresada ciudad de la Puebla»; enteró, a la vez, setenta y cinco pesos a la real caja y consiguió lo que solicitaba, señalándosele un nuevo plazo de cinco años, que debía comenzar a correr desde el 5 de septiembre de 1722; y aleccionada por la experiencia, no descuidó esta vez el que se hiciesen las diligencias necesarias para el caso en España, mereciendo al fin la satisfacción de que por real cédula de 9 de septiembre de 1725 le confirmase el monarca la concesión de que se trataba.

La Cerezo continuó trabajando hasta 1758, fecha en que parece ocurrió su muerte.

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Entre los libros impresos por la Cerezo merece notarse la Margarita seráfica de fray José de los Reyes, tanto porque es el solo en que se ve aparecer su nombre, como porque fue editado por ella a impulsos de su devoción94.

Decíamos que la Viuda de Ortega había sido la única impresora que hubiera en Puebla durante los ocho años que precedieron al de 1723. En éste, en efecto, entra a competir con ella el siguiente tipógrafo.




Francisco Javier de Morales

Francisco Javier de Morales era, a la vez que impresor, librero, y tenía su casa, tienda y taller en el portal de Borja. Llegó a obtener el título de ministro impresor de la Catedral y continuó en funciones, aunque trabajando poco, hasta el año de 1736. Su obra más notable es el Arte de la Lengua Mexicana de Vázquez Gaztelu, que salió de su prensa en 172695.




Cristóbal Tadeo de Ortega y Bonilla

Cristóbal Tadeo de Ortega y Bonilla era, indudablemente, hijo de Miguel de Ortega y de la Cerezo. Se estableció en 1746 en el mismo Portal de las Flores, probablemente sin separar su taller del que tenía su madre, y comenzó a trabajar dedicándose especialmente a la impresión de las esquelas y tesis de los que se oponían a las prebendas de la Catedral, por efecto quizás de haber celebrado con la Cerezo algún contrato en que ésta se desprendió del privilegio que para el caso tenía, en condiciones que desconocemos. El hecho es que Ortega firma sus trabajos con la indicación de proceder cum privilegio regali.

A la fecha de la muerte de su madre resulta que da más extensión a sus labores, y a su taller la designación de imprenta96, continuando con ella hasta el año de 1769.



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Colegio Real de San Ignacio

El año 1758 marca un período notable en la historia tipográfica de Puebla, porque a la vez que fallece la Cerezo, abre sus puertas la imprenta que los jesuitas habían hecho venir de París y que montaron en aquel Colegio97.

Con la expulsión de la Orden se cerró naturalmente el taller, pero no de manera tan absoluta que no saliese de él a luz en 1768 la Breve descripción de los festivos sucesos con que se celebraron allí los decretos pontificios de la fama de santidad y virtudes del Obispo Palafox, tan combatido por los jesuitas. Con razón pudo, pues, estamparse al fin de ese folleto la siguiente estrofa:


   ¡Quién pensara, quien creyera
(oh! juicios altos de Dios)
que hoy esta Imprenta aplaudiera
al invicto Palafós!






Reales Pontificios Colegios de San Pedro y San Juan

La imprenta que habían tenido los jesuitas pasó después de la expulsión a los indicados colegios, donde estuvo en funciones durante los años de 1769, y, adquirida98 en ese último por el ilustrado obispo don Francisco Fabián y Fuero, la instaló en el




Real Seminario Palafoxiano

Real Seminario Palafoxiano, donde comenzó ya a ser movida a fines de 1770. Probablemente a causa de contar con muy pocos elementos, hubo necesidad de encargar letra a España, la cual debe haber llegado a Puebla a más tardar en 1777, según se desprende de una de las portadas de ese año, a cuyo pie se lee: «En la Oficina Matritense del Real Pontificio Seminario» y en otra, también de esa fecha: «Oficina nueva del Real y Pontificio Seminario», etc.

Estuvo corriente hasta 1795, siendo entonces conocida con la nueva designación de «Oficina Palafoxiana». No hemos podido descubrir el nombre del tipógrafo que la regentara, que bien pudo ser alguno de la familia de Ortega y Bonilla.



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Herederos de la viuda de Miguel de Ortega

Con este nombre siguió la imprenta que había sido de doña Manuela Zerezo y funcionó durante los años de 1773-1777.




Don Pedro de la Rosa

Don Pedro de la Rosa entra precisamente a figurar en 1777, es decir, en el mismo año en que cesaba de trabajar la imprenta de los herederos de la Zerezo.

Rosa tomó como base del negocio el privilegio para la impresión de las esquelas de que había disfrutado aquélla, a cuyo intento se mandó reiterar en Puebla el cumplimiento de la real cédula de 9 de septiembre de 1725, el 9 de mayo de 1776, estando presentes en la imprenta de la Zerezo el administrador que era de ella don José Antonio de Zepeda y el mismo Rosa. Previa dicha diligencia, éste reclamó el privilegio para sí, en representación de doña María Manuela de la Rosa y Ortega, su hija, nieta de la Cerezo, solicitando, además, que se entendiese que el privilegio debía extenderse a todo el virreinato para que los papeles que tocasen a la Puebla no se imprimiesen fuera de la ciudad. Llevada esta petición al Consejo de Indias, en 29 de Julio de 1777 se pidió sobre el caso que informase el Virrey, sin que aparezca en los autos de que tomamos estas noticias si ese funcionario emitió al fin su opinión. Consta sí que con fecha 7 de Agosto se dictó una real disposición dirigida al mismo Virrey, «ordenándole que entre tanto no se resuelva otra cosa, disponga que a don Pedro de la Rosa no se le impida que use del privilegio que tiene para que en su imprenta, y no en otra, se puedan imprimir los actos, conclusiones y papeles que se ofrezcan en la ciudad de la Puebla»99.

No fue este el único privilegio que alcanzó Rosa, pues con motivo de otro expediente que siguió en 1783 obtuvo el de que no sólo para Puebla sino para todo el virreinato fuese él sólo que pudiese imprimir el Catecismo de la Doctrina Cristiana y los libros de estudios menores100.

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De ahí por qué, como lo había acostumbrado Cristóbal Tadeo de Ortega, tenía cuidado de estampar en sus pies de imprenta, cuando llegaba el caso, el cum privilegio regali.

Debe haber iniciado sus trabajos con letra nueva llevada de Madrid, por el título que puso desde el mismo año 1777 a su taller: «Oficina nueva matritense». Estuvo situada ésta en el Portal de las Flores, sin duda en el mismo local de la familia Ortega, si bien de algunas referencias que se hallan en sus trabajos tipográficos puede deducirse que en 1814 transladó el taller a su casa habitación.

El nombre de don Pedro de la Rosa merece especial recuerdo en la tipografía angelopolitana, tanto por el largo espacio de tiempo ¡medio siglo!, que ejerció allí su arte, cuando porque en 1787 fundió él mismo los tipos de que usaba, en realidad sin desmedro de la perfección y hermosura a que entonces se había llegado en ese arte101.

Consta que D. Pedro de la Rosa tenía en 1812 el grado de teniente coronel retirado de dragones provinciales102 .




Oficina del oratorio de San Felipe Neri

Empieza a aparecer este pie de imprenta en mayo de 1819, y no lo vemos ya figurar sino en el año siguiente.

He aquí la explicación del hecho:

«Carecía Iturbide de una imprenta para publicar su Plan, y en consecuencia, había enviado a la capital a su amigo don Miguel Cavalieri, subdelegado de Cuernavaca, con instrucciones de obtener los útiles necesarios al objeto. No pudiendo Cavalieri cumplir su encargo en México, no obstante sus diligentes esfuerzos, despachó a Puebla al capitán Magán, dándole firma en blanco para comprar letra y prensas en aquella ciudad, y a cualquier precio. Este último comisionado se dirigió desde luego al impresor don Pedro de la Rosa, quien se negó a vender aquellos útiles; acudió en auxilio de Magán don Ignacio Alconedo, hermano del platero del mismo apellido que fue pasado por las armas en Apam el 19 de octubre de 1814, y aquel celoso patriota lo puso en relación con el presbítero don Joaquín Furlong, prepósito de la Concordia y dueño de una pequeña imprenta. Comunicado el secreto al cajista don Mariano Monroy, entre éste,   —113→   el padre Furlong y el capitán Magán imprimieron el Plan que se llamó de Iguala y la proclama con que se publicó. Monroy y Magán, después de dejar prevenidas la letra y prensas que habían de enviar a Iturbide, marcharon a Iguala llevando los ejemplares que acababan de tirar; a su paso por Cholula comunicaron el objeto de su viaje al presbítero don José Manuel de Herrera... Uniose Herrera a los dos comisionados y poco tiempo después empezó a publicar... El Mexicano Independiente, impreso con los útiles que fueron enviados de Puebla y que llegó a ser el órgano de la revolución acaudillada por Iturbie»...103






Imprenta del gobierno

Imprenta del Gobierno, o sea de la Gobernación, situada en la calle de Herreros, entra en funciones a principios de 1820.




Imprenta liberal

Era de propiedad de Moreno Hermanos y comienza sus trabajos en octubre de aquel mismo año.



Tales son la lista y noticias de los impresores y talleres tipográficos que hubo en Puebla dentro del período que abraza la presente bibliografía. En cuanto a los grabadores que ilustraron las obras allí impresas, debemos limitarnos a citar los nombres de Miguel Amat (1695), de quien no podríamos asegurar si ejerció su arte en Puebla, ni aún en la capital, pues probablemente figuré en la Península; Villegas (1725-1766), autor del retrato en cobre del padre Carnero y de varias estampas de santos; Pérez, que firma el escudo de armas del Obispo Crespo, inserto en un libro de 1734, que tal vez no vivió en Puebla; Perea (1746), autor de una lámina de la Virgen del Refugio; José Morales, de otra de la Madre Santísima de la Luz (1763); Villavicencio (1765-1791) asimismo abridor de láminas de santos; José de Nava, que inicia sus tareas en la misma fecha que el anterior y que sólo cesa de trabajar en 1807; Troncoso, cuya firma aparece en 1789 al pie de una estampa de Santa Rosa; y, finalmente, Galicia, que en 1819 suscribe en Puebla una estampa alegórica en cobre. Sin disputa que el más notable de todos ellos fue José de Nava, no sólo por la calidad de sus trabajos, sino especialmente por su número. Hizo del arte del grabado su profesión y a él puede decirse que le consagró toda su vida. Su obra más notable es la colección de treinta y tres láminas con que ilustró la   —114→   Vida de Santa Rosa de Viterbo, y de la cual, a título de muestra, insertamos aquí la que lleva el número 15104.

En cuanto a los bibliógrafos que nos han precedido, merece el primer lugar, tanto por su prioridad, corno por la especialidad del tema, don Diego Antonio Bermúdez de Castro. Era natural de la Puebla de los Ángeles; estudió las humanidades con los jesuitas y fue escribano real y notario de la Curia Eclesiástica de aquel obispado. En 1731 dio a luz allí, hallándose en lozana juventud, la Parentación funeral de su tío el arzobispo de Manila don Carlos Bermúdez González de Castro105.

Con su talento y aplicación nada vulgares, al decir de Beristain, se dedicó al estudio de las letras humanas y al conocimiento e ilustración de la historia de su patria, y murió dejando listos para la prensa el Teatro, Angelopolitano o Historia de la Ciudad de la Puebla de los Ángeles, la Noticia histórica del Oratorio de San Felipe Neri de la misma ciudad, y el Catálogo de los escritores angelopolitanos, de que Eguiara se aprovechó para su Bibliotheca Mexicana106, y más tarde Beristain, quien confiesa que si como llegó ese manuscrito a sus manos en 1815, lo hubiese adquirido diez años antes, le ahorrara mucho trabajo107. Es lástima que esa obra ande hasta hoy perdida, si bien no puede dudarse, por lo que acabamos de ver, que Beristain la utilizó en más de una de sus biografías o datos bibliográficos.

Pero, en realidad, es el mismo Beristain el verdadero fundador de la bibliografía angelopolitana, con sus defectos inherentes al sistema que siguió y con los vacíos propios de un trabajo propiamente biográfico y no descriptivo. Por muy vagas que en ocasiones resulten sus noticias, y no pocas veces equivocadas, todavía son útiles al investigador y es justo reconocerlo así. Su biografía no cabe aquí por cuanto ya la hemos bosquejado108 y nos proponemos aún ampliarla en nuestra Imprenta en México, actualmente en prensa.

Corresponde el tercer lugar entre los bibliógrafos de Puebla de los Ángeles al canónigo de la Colegiata de Guadalupe de México don Vicente padre Andrade por el epítome de las obras impresas ahí en el siglo XVII que   —116→   insertó al fin de su Ensayo bibliográfico mexicano109, ilustrándolo con los facsímiles de tres portadas de libros muy raros110; y el cuarto, por fin, al doctor don Nicolás León, que en su Bibliografía mexicana del siglo XVIII111 nos ha dado las descripciones de sesenta y nueve libros impresos en Puebla.

De todo punto inútil hubiera sido llevar a cabo la publicación de nuestra obra si no estuviéramos en la convicción de que por lo menos viene a echar las bases de un tratado ordenado y metódico en el tema de que trata.

Para redactarla hemos puesto cuanto empeño ha estado a nuestro alcance, hasta haber emprendido y realizado el viaje a aquella ciudad, y a pesar de todo, después de haber agotado así nuestros medios de investigación, resulta más incompleta de lo que parece. No es porque ignoremos que lo sea. Sabemos, por ejemplo, que se publicaron en la Puebla catecismos, cartillas, catones, censorinos y christianos112 . ¿Pero dónde hallar hoy tales opúsculos?113