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Es bien sabido que entre otras consecuencias peligrosas que los Economistas han deducido de su sistema, se encuentra también la de reemplazar todos los impuestos por una contribución única sobre las tierras, porque no dudaban que todos los valores producidos quedarían inevitablemente sujetos a ella. Por un motivo contrario, y en su consecuencia de esta parte sistemática de Smith, se podría con la misma injusticia, descargar de toda contribución los provechos netos de los terrazgos y de los capitales, por la persuasión de que no presentan ninguna cosa gratuita. (N. del A.)



 

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Aunque conoció Smith el poder productivo de los predios rústicos o terrazgos, se le ocultó el de los valores capitales, sin embargo de que tienen la más perfecta analogía. Una máquina, por ejemplo, como un molino de aceite, en que se ha empleado un valor capital de veinte mil francos, y que da un producto neto de mil francos al año, deducidos gastos, da un producto precisamente tan real como el de una tierra de veinte mil francos, y que da un producto neto u de arrendamiento, deducidos gastos. Pretende Smith que un molino de veinte mil francos representa un trabajo de igual suma de dinero, empleada en diversas épocas en las piezas de que se compone el molino, y que por consiguiente el producto anual de éste es el producto de aquel trabajo anterior: en lo cual padece equivocación, pues aunque el producto de aquel trabajo anterior sea, sise quiere, el valor del molino mismo, pero el valor diario producido por éste no es otro valor enteramente nuevo, así como el arrendamiento de una tierra es un valor distinto del de la tierra misma, un valor que se puede consumir sin alterar el de la finca. Si un capital tuviese en sí mismo una facultad productiva independiente de la del trabajo que le creó, ¿cómo pudría ser que un capital diese una renta perpetua independientemente del provecho de la industria que le emplea? El trabajo, de que resultó la creación del capital, recibiría en tal caso un salario después de haber cesado, y vendríamos a para en el absurdo de que tendría un valor infinito. Más adelante se echará de ver que todas estas ideas no son de simple especulación. (N. del A.)



 

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No sólo son necesarias las luces para el progreso de la industria, por razón de los auxilios directos que le prestan, sino que le son también favorables, en cuanto disminuyen el imperio de las preocupaciones, enseñando al hombre a que cuente más con sus propios esfuerzos que con los socorros de un poder sobrehumano. La ignorancia es inseparables de la rutina, enemiga de toda perfección: atribuye a una causa sobrenatural a una epidemia, un azote que sería fácil precaver o alejar, y se entrega a prácticas supersticiosas, cuando sería necesario tomar precauciones o aplicar remedios. En general, todas las ciencias y todas las verdades están enlazadas, y se prestan un auxilio recíproco. (N. del A.)



 

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Veánse las obras de Poivre, pág. 77 y 78. (N. del A.)



 

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En el siglo XVII no se fabricaban cotonadas en Inglaterra. Por los registros de las aduanas inglesas se ve que en 1705 no pasaba de 1.170,880 libras la cantidad de algodón importado en rama. En 1785 fue de 6.706,000; pero en 1790 llegó a 25.941,000, y en 1817 a 131.951,200 libras, tanto para el uso de las fábricas, como para la reexportación. (N. del A.)



 

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Véase el Viaje comercial y político a las Indias orientales, por MR. Félix Rencuard de Sainte-Croix. (N. del A.)



 

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Gracias a la imprenta, se perpetuarán en lo sucesivo los nombres de los bienhechores de la humanidad, y, si no me engaño, con más honor que los que sólo recuerdan las deplorables hazañas de la guerra. Entre estos hombres, se conservará el de Oliver y Serres, padre de la agricultura francesa, y el primero que tuvo una hacienda experimental; los de Duhamel y Malesherbes que han dado a la Francia tantos vegetales útiles, naturalizados ya entre nosotros; el de Lavoiser, que ha hecho en la química una revolución de que han resultado otras muchas bien importantes en las artes, y en fin, los de muchos hábiles viajeros modernos; porque se pueden considerar los viajes como experiencias industriales. (N. del A.)



 

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Generalizando más, se puede representar una tierra, si se quiere, como una gran máquina por cuyo medio fabricamos trigo, y que arrasamos de nuevo; cultivándola. También se puede representar un rebaño como una máquina a propósito para hacer carne o lana. (N. del A.)



 

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Sin reducir a ciertos tiempos, o lugares el uso de las nuevas operaciones y de las nuevas máquinas, lo cual sería una violación de la propiedad adquirida con la invención y la ejecución de ellas, un gobierno benéfico puede preparar de antemano ocupación a los brazos ociosos, ya sea formando a sus expensas empresas de utilidad pública como un canal, un camino, un edificio grandioso, o ya promoviendo el establecimiento de una colonia, una traslación de población de un lugar a otro, &c. Estando por lo común acostumbrados al trabajo los brazos que quedan ociosos con motivo del uso de una máquina, sería muy fácil darles ocupación. (N. del A.)



 

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Aunque parezca una paradoja, es muy cierto que la clase trabajadora el la más interesada de todas en el buen éxito de las operaciones. (N. del A.)



 
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