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No entiendo por tratado popular el que se destinase al uso del populacho que ni sabe leer ni tiene necesidad de semejantes obras, sino un tratado que no siendo peculiar de los que cultivan por razón de su profesión o por gusto este género de conocimientos, se destina a todos los que con un espíritu ilustrado desempeñan las diversas profesiones de la sociedad. (N. del A.)



 

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Los Señores David Ricardo, Sismondi y otros. El bello sexo ha creído que se humillaría considerándose incapaz de un género de estudios destinado a ejercer un influjo tan favorable sobre la prosperidad de las familias. La Señora Marcet ha publicado en Inglés unas conversaciones sobre la Economía Política, que se han traducido al francés, y contienen muy buenos principios presentados de un modo agradable. (N. del A.)



 

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Todos nuestros conocimientos, aun los más importantes, son de una época muy moderna. El célebre agrónomo Artur Young, después de haber procurado recoger con el mayor esmero todas las observaciones que se habían hecho sobre la alternativa de las semillas que se dan a la tierra, esto es, sobre la parte más importante de la agricultura, que es la que enseña con qué sucesión de cosechas se puede ocupar constantemente el terreno y con mayores ventajas, dice que no pudo recoger sobre este punto ninguna noción anterior al año 1768. Artes hay no menos esenciales a la felicidad del hombre, sobre las cuales no tenemos todavía ninguna idea exacta. (N. del A.)



 

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El consulado de Málaga ha seguido este loable ejemplo. Pero lo que más debe lisonjearnos, y lo que seguramente hará que florezca esta ciencia en nuestra España más que en ninguna otra nación, es que en el plan de instrucción pública, formado por el Congreso Nacional se previene que en todas las universidades del reino ha de haber una Cátedra destinada a la enseñanza de la Economía política. ¡Nuevo título de gloria para nuestros sabios legisladores! (N. del E.)



 

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Supongo aquí que hay en los grandes un verdadero amor del bien público. Cuando no existe esta pasión, y el gobierno es perverso y de mala fe, entonces es aun mucho más útil que conozca la nación la verdadera naturaleza de las cosas y entienda sus verdaderos intereses: de lo contrario padece sin saber a qué causas debe atribuirlo, o atribuyéndolo a otras muy distintas, vienen a ser divergentes las miras del público, son aislados los esfuerzos, las personas particulares no tienen la firmeza necesaria, porque no están sostenidas, y el despotismo se aprovecha de estas disposiciones; o en fin, si la nación gobernada con demasiado desacuerdo, da muestras de descontento, se deja llevar de consejos perniciosos, y cambia un mal sistema de administración por otro peor. (N. del A.)



 

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¡Cuántas veces se ha trabajado mucho, y se han gastado grandes sumas de dinero para aumentar una desgracia que se quería evitar! ¡Cuántos reglamentos se han ejecutado con la puntualidad necesaria para producir todo el mal que puede causar la manía reglamentaria, y se han violado lo bastante para conservar, al mismo tiempo todos los inconvenientes de la licencia! (N. del A.)



 

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Los principales inconvenientes resaltan de que no se puede variar, sin experimentar grandes pérdidas, el uso de los capitales y talentos que por efecto de un mal sistema habían recibido una dirección viciosa. (N. del A.)



 

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«Se querría, por decirlo así, que probase yo que mis pruebas son buenas, y que no se ha hecho mal en rendirse a ellas... La fuerza de mis razones ha cautivado el asenso momentáneo, que ha sido obra de la reflexión; pero luego se advierte que renacen invenciblemente los juicios habituales, aunque sin motivos legítimos, como el de la magnitud de la luna en el horizonte... Se querría que diese yo un medio para librarse de estas reincidencias incómodas cuya falsedad se conoce, pero que no deja de importunar. Se quiere que mis razones hagan lo que debe hacer el tiempo, y esto es imposible. Cada causa tiene su efecto propio: las razones convencen; el sentimiento arrastra; los prestigios aturden: sólo el tiempo y la frecuente repetición de unos mismos actos producen el estado de sosiego y comodidad que se llama hábito... Por eso todas las opiniones nuevas se difunden con lentitud; y si tal vez algún novador ha tenido la felicidad de propagar las suyas rápidamente debe atribuirse a que no hizo más que declarar y poner de manifiesto las que ya fermentaban en todas las cabezas». DESTUTT-TRACY, Lógica, cap.VIII. (N. del A.)



 

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Las muchas y delicadas cuestiones a que dan ocasión el valor absoluto y el valor relativo de las cosas, se tratan en algunos lugares de esta obra, y especialmente, en los primeros capítulos del libro II. Con el fin de no molestar la atención del lector, me limito a decir aquí lo que es indispensable para comprehender el fenómeno de la producción de las riquezas. (N. del A.)



 

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No es este lugar donde debe examinarse si el valor que atribuyen los hombres a una cosa es proporcionado o no a su utilidad real. La justa apreciación de las cosas depende del juicio, de las luces, de los hábitos, y de las preocupaciones de aquellos que las aprecian. La sana moral, las nociones exactas sobre sus verdaderos intereses, son las que sirven de guía a los hombres para una justa apreciación de los verdaderos bienes. La Economía política considera esta apreciación, y deja a la ciencia del hombre moral y del hombre reunido en sociedad el cuidado de ilustrarlos y dirigirlos en este punto como en los demás actos de la vida. (N. del A.)



 
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