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En el mismo año en que se dio a luz la obra de Smith, y muy poco antes de su publicación, Browue Dignan publicó en Londres un Ensayo sobre los principios de la Economía política, escrito en lengua francesa, en el cual se encuentra este pasaje notable: «La clase de reproductores comprehende aquellos hombres que asociando su trabajo al de la vegetación de la tierra, o modificando las producciones de la naturaleza con el ejercicio de las artes y oficios, crean en cierto modo un nuevo valor, cuya totalidad forma lo que llamamos reproducción anual».

Este pasaje, en que se caracteriza la reproducción más claramente que en ningún lugar de la obra de Smith, no facilitó progreso alguno a su autor, el cual no presenta más que ideas sueltas. La falta de enlace en los pensamientos y de precisión en los términos da a su obra un no sé qué de vago y obscuro, de donde no puede resultar ninguna instrucción. (N. del A.)



 

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Quizá no trató Smith con suficiente orden y claridad este asunto delicado. Así es que su paisano Milord Lauderdale, sujeto dotado de talento, ha escrito un libro para probar que nada había entendido de esta parte de la obra de Smith. (N. del A.)



 

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Quesnay había dicho en la Enciclopedia, artículo Granos, que «los géneros que pueden venderse deben considerarse siempre indiferentemente como riquezas pecuniarias y como riquezas reales de que pueden usar los particulares del modo que les convenga». He aquí el valor permutable de Smith. Verri había dicho (cap. 3.) que la reproducción no era más que una reproducción de valores, y que el valor de las cosas era la riqueza. Galiani había dicho, como hemos visto, que el trabajo era el origen de todo valor pero Smith se hizo dueño de estas ideas, enlazándolas con todos los demás fenómenos, y probándolas por sus consecuencias mismas. (N. del A.)



 

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Autor de un Tratado inglés de Economía política. (N. del A.)



 

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Véase el cap. III. Del Lib. II. De esta obra. (N. del E.)



 

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Smith establece bien la diferencia que se encuentra entre el precio real y el precio nominal de las cosas, entre la cantidad de valores reales que se entregan para adquirir una cosa, y el nombre que se da a esta suma de valores, la diferencia de que aquí se trata estriba en un análisis más rigurosa, en la cual se descompone el mismo precio real. (N. del A.)



 

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Hasta que se sabe bien, por ejemplo, de qué modo se ejecuta la producción, no se puede decir en qué grado contribuye a ella la circulación del dinero y de los mercancías, y por consiguiente cuál circulación es útil, y cuál no lo es: de lo contrario es imposible dejar de decir absurdos, como se hace diariamente, hablando de la utilidad de una circulación activa. Si he creído necesario escribir un capítulo sobre este punto (Lib, I. cap. XVI) atribúyase al atraso de nuestros conocimientos en la Economía política, y a la necesidad de enseñar el camino de las aplicaciones más sencillas. Otro tanto pudiera decir acerca del capítulo XX del mismo Libro, en que se trata de los Viajes y de la expatriación con respecto a la riqueza nacional. Todo el que esté bien enterado de los principios, podrá hacer de nuevo estos capítulos con la mayor facilidad.

Muy en breve llegará el tiempo en que nadie pueda escribir, no digo de rentas, pero ni aun de historia y geografía, sin poseer a lo menos los fundamentos de la Economía política. En un Tratado moderno de Geografía universal (tomo II, página 602), obra que por otra parte supone en su autor muchas investigaciones y conocimientos, se lee «que el número de los habitantes de un país es la base de todo buen sistema de rentas; que cuantos más individuos hay, tanto más incremento pueden tomar las fábricas y el comercio, y que por el número de habitantes se mide el de las tropas». Por desgracia todas estas observaciones son otros tantos errores. Componíendose necesariamente las rentas de un gobierno de lo que rinden las tierras o posesiones públicas, y de los impuestos que se exigen de la renta de los particulares, no dependen del número de estos, sino de sus riquezas, y principalmente de sus rentas, y es cierto que una muchedumbre pobre podrá suministrar tantas menos contribuciones cuantas más bocas tenga que mantener. El número de individuos no es lo que más contribuye a promover el comercio, sino los capitales y el talento de los habitantes: estos son los que favorecen a la población mucho más que la población a ellos. En fin, el número de tropas que puede mantener un gobierno, no depende tanto de la población del país como de sus rentas, y acabamos de ver que las rentas no dependen de la población. (N. del A.)



 

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Sirvan de prueba las Reflexiones de Turgot sobre la formación y distribución de las riquezas, donde presenta muchas ideas falsas acerca de una y otra, y dónde las que no son falsas, son por lo menos incompletas. (N. del A.)



 

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Hay otros muchos puntos de doctrina que no conocía Adan Smith, además de los que se indican en este Discurso preliminar, o que dejó imperfectamente analizados en su obra; como se verá leyendo con atención el Epítome que acompaña a este Tratado, y sobre todo en las palabras: Salidas, Fondos y Rentas, Gastos de producción, Moneda, Producto en bruto, Riqueza. (N. del A.)



 

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Desde el tiempo en que escribió Smith, se han publicado en Inglaterra y en Francia muchos folletos acerca de la Economía política, algunos de ellos compuestos de muchos tomos, sin que por eso dejen de ser folletos, supuesto que no deben conservarse como depósitos de una instrucción durable. La mayor parte son escritos polémicos, en que sólo se establecen principios para que sirvan de apoyo a tesis dadas, sin embargo de que pueden recogerse algunos hechos preciosos y aun principios sanos, cuando son favorables al objeto principal de sus autores. Tales son el Ensayo sobre las rentas de la Gran Bretaña, por Gentz, que es una apología del sistema de hacienda de Pitt: las Investigaciones sobre la naturaleza y efectos del crédito, &c. por Thornton, cuyo objeto es justificar la suspensión de los pagos en dinero de las cédulas del banco de Inglaterra; y un gran número de otros escritos sobre las mismas materias y sobre la legislación de granos. (N. del A.)



 
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