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En la época de que se trata no faltaba realmente el trigo, sino que el cultivador se resistía a venderle por papel-moneda; pero había trigo muy barato en cambio de un valor real y aun cuando cien mil cultivadores hubieran transformado sus prados en tierras labrantías, no por eso habrían dado más granos por un papel-moneda que no les inspiraba confianza alguna. (N. del A.)



 

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Es muy obvio que en el caso de una ciudad sitiada, de una país bloqueado, y en todas las circunstancias extraordinarias, no se deben adoptar las reglas generales. A las violencias que perturban el orden natural de las cosas se deben oponer algunas veces medios violentos, aunque por otra parte sea muy sensible esta necesidad, así como la medicina emplea con buen éxito los venenos como remedios; pero en uno y otro caso se necesita mucha habilidad y prudencia. (N. del A.)



 

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Mr. de Humboldt ha observado que basta un terreno de siete leguas cuadradas, en las regiones equinocciales, para suministrar todo el azúcar que ha necesitado la Francia en los tiempos de su mayor consumo. (N. del A.)



 

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También se verá más adelante, en este mismo capítulo, que los valores enviados afuera, dan a la industria interior precisamente el mismo estímulo que si se consumiesen dentro del país. Sin dejar el ejemplo que se acaba de alegar de remolachas y añil de pastel; por este medio se habría promovido en el mismo grado la industria agrícola e interior; pero, como se hubiera deseado un producto más análogo al clima, resulta que con la cantidad de vino producida se habría obtenido por medio del comercio, y aun del comercio de los enemigos, más azúcar y añil de las islas que lo que produce nuestro terreno. El último resultado sería que el azúcar y el añil de las islas, cambiados por nuestros vinos, habrían sido producidos bajo la forma de vino en nuestras tierras; sólo que la misma cantidad de tierra los hubiera dado mejores y más abundantes. Por lo demás, el fomento de la industria interior habría sido el mismo, y aun más ventajoso, porque un producto superior en valor paga más ampliamente el servicio de las tierras, de los capitales y de la industria que se emplean en la repoducción. (N. del A.)



 

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Es necesario detenerse a cada paso para combatir objeciones que no se harían si estuviesen más generalmente difundidos los principios de la Economía política. Se dirá en esta ocasión, por ejemplo: Con venimos en que el sacrificio que hace un negociante para adquirir la primera materia de una manufactura de lino es para él un sacrificio tan real como el que hace para adquirir la primera materia de una manufactura de algodón; pero en el primer caso, el importe de su sacrificio, gastado y consumido en el país, cede en beneficio del país mismo, al paso que, en la última suposición, cede en beneficio de extranjero. En ambos casos, el sacrificio del negociante cede en beneficio del país; porque no puede comprar del extranjero la primera materia exótica (el algodón) sino con un valor producido en el país, y que habrá de comprar de mano de sus compatriotas para servirse de él en la compra del algodón; y esta mercancía, désele él nombre que se quiera, es un producto indígena, como el lino que hubiera comprado. ¿Pero y si envía dinero (se me dirá) para pagar el algodón? No habrá podido adquirir este dinero, es decir, comprar la moneda, sino por medio de un producto, u de una mercancía que habrá debido adquirir antes, y habrá fomentado la industria indígena, como lo hubiera hecho la compra del lino. De todos modos, siempre es necesario venir a parar en esto. No hay ganancia sino por medio de valores producidos, ni pérdida sino por medio de valores consumidos; y siempre (excepto el caso de un despojo violento), siempre saca una nación de sus propios fondos, esto es, de sus tierras, de sus capitales y de su industria todo lo que consume, con inclusión de lo que trae de países extranjeros. (N. del A.)



 

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Como se ignora, en general, quienes son los que pagan estas ganancias del monopolio, sucede frecuentemente que no hay quien reclame. Los consumidores, que son los perjudicados, sienten el mal sin poder atinar con la causa, y son algunas veces los primeros que ultrajan a las personas ilustradas que declaman en favor de ellos. (N. del A.)



 

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Cuando Henrique IV protegió el establecimiento de las fábricas de León y Turs, se le dirigían contra las telas de seda las mismas reclamaciones que hicieran después Turs y León contra las indianas. Véanse las memorias de Sully. (N. del A.)



 

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Lo que suponemos acerca de un negociante se puede suponer acerca de dos, de tres, o de todos los de una nación, porque todas sus operaciones con respecto a la balanza del comercio, se reducen a lo que acabo de decir.

Si algunos ajustes hechos con poca inteligencia o de mala fe: Si algunas bancarrotas causan pérdidas a ciertos negociantes de ambos países, es de presumir que la suma de ellas no sea considerable, comparada con la masa de los negocios que se hacen; además de que las pérdidas que experimenta de este modo uno de los dos países se compensan con las del otro.

Poco importa para nuestro objeto el saber quiénes son los que pagan los gastos de transporte. Por lo común el negociante inglés que hace compras en Francia, paga los pastos de transporte de sus mercancías; y el negociante francés hace lo mismo con las mercancías que compra en Inglaterra: pero ambos se indemnizan de esta anticipación con el valor que adquieren aquellas mediante el transporte. (N. del A.)



 

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Conviene desterrar aquí un error grosero en que caen algunos partidarios del sistema exclusivo, los cuales no miran como ganancia de una nación sino el pago que recibe en especie de dinero, que es lo mismo que si dijesen que un sombrerero que vende un sombrero por 24 francos, gana 24 francos en esta venta, porque se le paga en numerario. Pero está muy lejos de ser así; porque el dinero es una mercancía como cualquiera otra. El negociante francés que envía aguardientes a Inglaterra por la suma de veinte mil francos envía una mercancía que representaba en Francia la misma suma: si la vende en Inglaterra por mil libras esterlinas, y trayéndolas a Francia en plata o en oro, valen allí veinte y cuatro mil francos; la ganancia es solamente de cuatro mil francos, aunque en Francia haya recibido veinte y cuatro mil en metales preciosos. En caso de que el negociante francés hiciese comprar quincalla con las mil libras esterlinas de que puede disponer, y trayéndola a Francia la vendiese en veinte y ocho mil francos, entonces habría para el negociante y para su nación una ganancia de ocho mil francos, aunque no hubiese entrado ningún numerario en Francia. En una palabra, la ganancia no es más que el exceso del valor recibido sobre el valor enviado, de cualquier modo que se hayan transportado estos dos valores.

Lo que merece particular observación es que cuanto más lucrativo fuere el comercio que se haga con el extranjero, tanto más deberá exceder la suma de las importaciones a la de las exportaciones, y que se debe desear precisamente lo que miran como una calamidad los partidarios del sistema exclusivo. Me explicaré. Cuando se exporta por la suma de diez millones, y se importa por la de once, hay en la nación un valor de un millón más que antes. A pesar de todos los estados de la balanza del comercio, sucede siempre así, o no habrían de ganar nada los negociantes que comercian con el extranjero. En efecto, se estima el valor de las mercancías exportadas según el que tienen al salir; pero este valor se aumenta cuando han llegado a su destino: con este valor aumentado se compra una mercancía extranjera, cuyo valor recibe nuevo aumento cuando llega a nuestro poder; y se valúa a su entrala según el valor que adquirió últimamente. Tenemos pues un valor exportado que ha traído un valor importado con el aumento de toda la ganancia lograda en ida y vuelta: de donde se infiere claramente que en un país que prospera, debe exceder la suma de todas las mercancías importadas a la de todas las exportadas. ¿Qué deberemos pensar, en vista de esto, de un informe del Ministro del Interior de Francia, presentado en 1813 según el cual asciende la suma de las exportaciones a 383 millones de francos, y la de las importaciones, incluso el numerario a 350, ofreciéndose este resultado como el más ventajoso que se había obtenido hasta entonces? Al contrario, lo que prueba este informe es lo que ya se sabía por otra parte, esto es, las pérdidas considerables que experimentaba el comercio francés en aquella época, por una consecuencia de los yerros del gobierno, y de su ignorancia absoluta en las primeras nociones de la Economía política.

Se lee en una memoria sobre la provincia de Navarra en España138.1, que comparado, el valor de las importaciones y exportaciones de esta provincia, está contra ella la balanza en cerca de seis cientos mil francos al año. Y alude el autor: «Si hay alguna VERDAD INCONTESTABLE, es la de que ningún país que se enriquece puede importar más de lo que exporta, porque de otro modo su CAPITAL SE DISMINUIRÍA visiblemente. Como la Navarra se halla en un estado de prosperidad que va siempre en aumento, lo que está demostrado por los progresos de la población y de las comodidades de la vida, es claro que...». El autor debía haber substituido esta consecuencia: Es claro que ya no entiendo nada de esto, pues cito un hecho demostrado que desmiente un principio incontestable. Todos los días estamos viendo cosas escritas con igual seso. (N. del A.)



 

138.1

Anales de los Viajes, tomo II, pág. 312. (N. del A.)



 

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Resulta de la que precede que se enriquece una nación exportando numerario, porque el valor del que le queda es igual a lo que era, y además recibe la nación los retornos del numerario que exporta. ¿De dónde procede este fenómeno? De la propiedad particular que tiene la moneda de servirnos, no por sus cualidades físicas, sino solamente por su valor. Si tengo menos trigo, tengo menos que comer; si tengo menos numerario, me sirve del mismo modo porque se aumenta su valor, y este es suficiente para los usos que necesito hacer de él.

De esta verdad, que nadie ha observado, resultaría que los gobiernos deberían hacer precisamente lo contrario de lo que hacen, esto es, promover la salida del numerario, como lo harán sin duda alguna cuando sean más ilustrados; o por mejor decir nada harán entonces, porque es imposible que salga una cantidad algo importante de numerario sin que suba su valor. Cuando su valor sube, circula menos en los cambios, están las mercancías a bajo precio, y entonces tiene interés el comercio en importar numerario y exportar mercancías: lo que conserva en cada país, a pesar de todos los reglamentos, la cantidad de metales preciosos que exigen sus necesidades, o es muy corta la diferencia. (N. del A.)



 
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