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Cuando se divide una nación en productores y en consumidores, se hace la distinción más necia que puede darse. Todos consumen, sin excepción alguna; y todos, con muy pocas excepciones, producen más o menos, unos con su trabajo personal, otros con el de sus capitales o el de sus tierras; pero sería de desear que se produjese más generalmente y con mayor actividad; porque entonces se gastaría con menos frecuencia el fruto del trabajo de los demás, los cuales podrían disponer para su consumo de los valores de que no se les despojase. (N. del A.)



 

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Todo grande establecimiento productivo vivifica cuanto se halla en sus inmediaciones. En Méjico, los campos mejor cultivados, los que traen a la memoria del viajero en las más hermosas campiñas de Francia, son las llanuras que se extienden desde Salamanca por Silao, Guanajuato y villa de León, y ciñen las minas más ricas del mundo conocido. Don de quiera que se han descubierto vetas metálicas, en los parajes más incultos de las cordilleras, en mesetas de montañas aisladas y desiertas, lejos de haber servido de obstáculo el beneficio de las minas al cultivo de la tierra, le ha favorecido singularmente. La fundación de una ciudad se sigue inmediatamente al descubrimiento de una mina considerable... se establecen cortijos alrededor, y una mina que al principio parecía estar aislada en medio de montañas desiertas y salvajes, viene a reunirse en poco tiempo con las tierras que se labraban antes. (HUMBOLDT. Ensayo político sobre Nueva España.) (N. del A.)



 

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Antes de los progresos que ha hecho últimamente la Economía política, eran desconocidas estas verdades importantes, no sólo del vulgo, sino también de las personas más sensatas e ilustradas. Leemos en Voltaire el pasaje siguiente: «Tal es la condición humana que desear la grandeza de su país es querer mal a sus vecinos, pues no hay duda en que un país no puede ganar sin que otro pierda». (Diccionario filosófico, artículo PATRIA.) Añade, por una consecuencia del mismo error que el que ha de ser ciudadano del universo no debe querer que su patria sea más grande ni más pequeña, más rica ni más pobre. El verdadero cosmopolita no desea que su patria extienda su dominación, porque así compromete su propia felicidad; pero desea que llegue a ser más rica, porque la prosperidad de su país es favorable a todos los demás. (N. del A.)



 

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Este efecto ha sido muy visible en el Brasil en estos últimos años. La gran cantidad de mercancías de Europa importadas en aquel país por efecto de la libertad de los mares, ha sido tan favorable a los productos de su suelo y de su comercio que se han vendido estos mejor que en ninguna otra época. He aquí pues una grande importación que proporciona ganancias muy considerables a un país. Sólo observaré de paso que tal vez hubiera sido mejor que los precios de las mercancías del Brasil y los provechos de sus productores hubiesen sido más lentos y más moderados; porque ningún comercio durable se establece con precios excesivos, y vale más ganar multiplicando los productos que subiendo demasiado los precios. (N. del A.)



 

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Si es un mal para la reproducción, si es cerrar una salida el consumir un producto ¿qué nombre se podrá dar a un grado de demencia (la quema de las mercancías extranjeras, que le destruyese de caso pensado, y arrebatase así al consumo improductivo la única indemnización que presenta, que es la de satisfacer una necesidad? (N. del A.)



 

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Semejante consumo no es un fomento de la producción, pues que recae sobre productos ya existentes. No se hacen nuevos pedidos sino cuando hay nuevos productos creados. Los demás se pueden comprar unos con otros. Por eso vemos que cuando padece un ramo de industria, alcanza este mal a otros varios. (N. del A.)



 

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Esta palabra, como la mayor parte de los términos de la Economía política se usa todos los días a bulto, aun por personas que se precian de hablar con precisión: «Cuanto mayor es la igualdad con que está repartida la circulación, dice un académico, tanto menor es la indigencia que hay en un Estado». Perdóneme Laharpe, si digo que en esta frase sacada de una obra suya, la palabra circulación no significa, ni puede significar nada. (N. del A.)



 

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Por ejemplo, la compra de las formas dadas por los diversos obreros (porque el pago de un salario es la compra de una forma) la de las materias que sirvieron en los diferentes periodos de la fabricación, como la compra de los colores que el fabricante de indianas estampa en las telas, y cuya reventa va comprehendida en la venta que se hace del producto &c. &c. (N. del A.)



 

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El comercio de especulación es útil algunas veces, porque saca de la circulación una mercancía, cuando su precio demasiado bajo desalienta al productos, para hacer que circule de nuevo, cuando por su escasez llegase a adquirir un precio demasiado subido con perjuicio del consumidor. (N. del A.)



 

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Las personas que más se empreñan en persuadir que sólo siguen nociones prácticas, empiezan estableciendo principios generales, y dicen, por ejemplo: Es necesario convenir en que un particular no puede ganar sino lo que pierde otro particular, y que un país no se aprovecha sino de lo que otro a perdido. Pero esto mismo es un sistema; y si a pesar de su falsedad hay todavía quien le sostenga, es porque sus defensores, lejos de tener más conocimientos prácticos que otros, ignoran completamente muchos hechos que deberían tenerse presentes para formar una opinión racional. En este ejemplo, no establecería jamás como principio un absurdo semejante la persona que supiese qué cosa es producción, y que pueden crearse y se crean diariamente nuevas riquezas. (N. del A.)



 
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