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Cabe recordar que durante la Segunda mitad del siglo XIX los antagonistas clásicos de Las Casas son consagrados por la intelectualidad oficial española y esto tiene, es de suponer, grandes repercusiones internacionales. En contra de Las Casas, Menéndez y Pelayo postula la centralidad del pensamiento de Juan Ginés de Sepúlveda y, por otra parte, la Academia de Historia de España inicia la serie de sus publicaciones oficiales con la Historia... de Fernández de Oviedo. Esto coincide con las tendencias intelectuales hegemónicas que también definen la valoración que respecto a Las Casas desarrolla Sarmiento en cuanto teórico de su clase social y política.
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Es interesante revisar la productividad de nociones como literaturas y culturas de «fronteras», tan propias del corpus del siglo XIX. Esto define centralmente el proyecto y los logros de trabajos como los de Viñas y Rotker, retomados aquí de modo puntual. Porque en definitiva: ¿La literatura y la cultura de los márgenes no es siempre de fronteras? En otras palabras: ¿No se dirime siempre allí esa dialéctica fundamental entre lo parecido y lo diferente, entre lo propio y lo ajeno? Por otra parte, pensar así lleva a contactar las problemáticas más cercanas en el tiempo con las problemáticas cruciales del período Colonial, porque resulta indudable que es en este período cuando la dialéctica de fronteras muestra su dinámica con formidable vigor, crudeza, y fuerza notabilísima de contrastes. De modo evidente, por ejemplo, ubicar la acción y la orientación de la obra de Las Casas en ese tránsito, en esa dialéctica de fronteras donde se juega con inigualable intensidad la relación entre lo parecido y lo diferente, permite comprender todavía más el relieve de sus creencias y proyección. Esta, por supuesto, es una entrada más para abordar una cuestión de por sí muy compleja.
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Curiosamente, la generación de 1837, antecedente ideológico directo de la generación de 1880 cuyo principal exponente llega a ser Roca, había sido notablemente antihispanista -era una de las maneras en que reivindicaba ser heredera directa de la «Revolución de Mayo de 1810»-. Los gentlemen de la burguesía liberal que se consolida en la segunda mitad del siglo XIX continúan ese antihispanismo, vinculados a la Generación de 1837 por el vector ideológico que es Sarmiento. Pero en el segundo lustro de la década de 1870 los gentlemen también asimilan a su perfil el hispanismo arcaizante y neocolonialista (Sarmiento, en primer lugar, evidencia este giro). Como dice Viñas: «Y si la entonación del siglo XV se corresponde con una burguesía comercial incipiente donde el cruzado se imbricaba aún con el condottiero, la arbitrariedad y el riesgo, el informe emitido por Roca y la renovada élite que lo iba rodeando respondía a los rasgos, en gran medida miméticos, del gentleman»
(1982: 53).
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De hecho lo que se consolida estatal y racialmente con decisión desde 1879 se prolonga en el siglo XX, llegando a una de sus manifestaciones cumbres con la Ley de Residencia (1904), dictada por la elite gobernante en notable perjuicio de la populosa población inmigrante de origen europeo.