21
Pero Fidalgo de
Elvas y Oviedo-Ranjel abordan el asunto de muy distinta manera. He
aquí la versión del primero: «Al tiempo de su partida, el de Pacaba le dio
dos hermanas, diciendo que en señal de amor, para que de
él se acordase, las llevase por mujeres; una se llamaba
Macanoche y la otra Mochila. Y eran muy bien dispuestas, altas de
cuerpo y envueltas en carnes»
(Expedición, p.
109). Este es el texto del segundo, con su lacerante crítica
sobre la promiscuidad de Hernando de Soto: «Casqui había traído una hija,
muchacha bonica, al gobernador. Pacaha le dio una mujer suya,
fresca e muy honesta, y le dio una hermana y otra india principal
[...]. Pero quisiera yo que, juntamente con las excelencias de la
cruz y de la fe que este gobernador les dijo a esos caciques, les
dijera que él era casado e que los cristianos no han de
tener más de una mujer ni haber exceso a otra, ni adulterar
[...], ni que les quedara concepto que los cristianos, como los
indios, pueden tener cuantas mujeres e concubinas
quisieren»
(Historia general, p. 180).
22
En este momento
concreto, Hernández de Biedma insiste en la importancia que
tuvieron las mujeres: «Llegamos un
día a mediodía a un pueblo que se llama Quizquiz, tan
de sobresalto que ninguna noticia tenían de nosotros. Los
indios eran idos a hacer sus labores a sus maizales; tomamos
más de trecientas mujeres que estaban en el pueblo [...].
Como supieron que les habíamos tomado aquellas mujeres,
vinieron de paz a nosotros y pidieron al gobernador que se las
diese. El gobernador se las dio»
(Relación, fol.
232r). Así explica el suceso
Oviedo-Ranjel: «Domingo ocho de mayo
llegaron al primero pueblo de Quizqui; e tomáronle de
sobresalto, e cativaron mucha gente e ropa; pero el gobernador los
puso luego en libertad e se lo hizo todo restituir, por temor de
guerra»
(Historia general, p. 178).
23
Oviedo-Ranjel
añade algún apunte más: «Llegaron a Agile, subjeto a Apalache, e
tomáronle algunas mujeres; e son tales, que una india
tomó a un bachiller, llamado Herrera, que quedaba solo con
ella e atrás de otros compañeros, e asióle de
los genitales e túvolo muy fatigado e rendido, e si acaso no
pasaran otros cristianos que le socorrieran, la india le
matara»
; «Las mujeres y aun
muchachos de cuatro años reñían con los
cristianos»
(Historia general, pp. 161 y 175).
24
He aquí el
texto: «El general y sus capitanes
llegaron al pueblo de Chicaza a los primeros de diciembre del
año mil y quinientos y cuarenta, y lo hallaron desamparado
[...]. Prendían algunos indios, de los cuales enviaba el
gobernador los más de ellos con dádivas y recaudos al
curaca, convidándole con la paz y la amistad. El cual
respondía prometiendo largas esperanzas de su venida,
fingiendo achaques de su tardanza, duplicando los mensajes de
día en día por entretener al gobernador, al cual en
recambio de sus dádivas le enviaba alguna fruta, pescado y
carne de venado»
.
25
Hay muchos otros
testimonios, de los que selecciono algunos: «Del río fueron al pueblo llamado
Osachile, al cual desampararon sus moradores como lo habían
hecho todos los demás que atrás quedaron»
(IIb, 19); «Entró en el primer
pueblo de la provincia Altapaha y halló que los indios se
habían retirado a los montes y llevado consigo sus mujeres,
hijos y hacienda»
(III, 2); «Llegaron a unos pueblos pequeños cuyos
moradores no habían osado esperar en sus casas al gobernador
y se habían ido a los montes. Solamente habían
quedado los viejos y viejas, y casi todos ciegos»
(III,
18); «Llegaron al pueblo de Naguatex y
lo hallaron desamparado de sus moradores, y se alojaron en
él»
(Va, 1); «Descubrieron tierras pobladas, de que
recibieron el contento que se puede imaginar, aunque llegando a
ellas hallaron que los indios se habían ido al
monte»
(Vb, 3); «Los indios
del pueblo, viendo que los españoles iban a él, lo
desampararon, y tocando arma y pidiendo socorro con mucha grita y
alarido, huyeron por los campos»
(VI, 5).
26
Remito al estudio de Sáinz Sastre 1992: 123-128: «La guerra como forma de vida».
27
Sobre este tema resulta de imprescindible manejo el estudio de Salas 1958.
28
En 1955 el Círculo Militar del Perú celebró un Symposium sobre la vida y obra de Garcilaso de la Vega, correspondiendo una de las conferencias al general José del Carmen Marín, que disertó sobre «El arte militar en la obra del Inca: armas y caballos». Ver datos en la bibliografía.
29
Se llega incluso a nombrar alguno de ellos, como Aceituno, propiedad de Hernando de Soto (IIa, 24).
30
Y todavía
más abajo se insiste en lo mismo: «El primer día de su navegación
hallaron cuatro caballos de los ahogados atravesados en un gran
árbol caído, y llorándolos de nuevo siguieron
su viaje»
(III, 13). Al final de la expedición no
sobrevivió ningún equino, por lo que el Inca hace
este planto: «Así acabaron de
perecer este día los caballos que para este descubrimiento y
conquista de La Florida habían entrado en ella [...]. Los
castellanos, de ver flechar sus caballos y de no poderlos socorrer,
sintieron grandísimo dolor, y como si fueran hijos los
lloraron»
(VI, 5).