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Pero Fidalgo de Elvas y Oviedo-Ranjel abordan el asunto de muy distinta manera. He aquí la versión del primero: «Al tiempo de su partida, el de Pacaba le dio dos hermanas, diciendo que en señal de amor, para que de él se acordase, las llevase por mujeres; una se llamaba Macanoche y la otra Mochila. Y eran muy bien dispuestas, altas de cuerpo y envueltas en carnes» (Expedición, p. 109). Este es el texto del segundo, con su lacerante crítica sobre la promiscuidad de Hernando de Soto: «Casqui había traído una hija, muchacha bonica, al gobernador. Pacaha le dio una mujer suya, fresca e muy honesta, y le dio una hermana y otra india principal [...]. Pero quisiera yo que, juntamente con las excelencias de la cruz y de la fe que este gobernador les dijo a esos caciques, les dijera que él era casado e que los cristianos no han de tener más de una mujer ni haber exceso a otra, ni adulterar [...], ni que les quedara concepto que los cristianos, como los indios, pueden tener cuantas mujeres e concubinas quisieren» (Historia general, p. 180).

 

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En este momento concreto, Hernández de Biedma insiste en la importancia que tuvieron las mujeres: «Llegamos un día a mediodía a un pueblo que se llama Quizquiz, tan de sobresalto que ninguna noticia tenían de nosotros. Los indios eran idos a hacer sus labores a sus maizales; tomamos más de trecientas mujeres que estaban en el pueblo [...]. Como supieron que les habíamos tomado aquellas mujeres, vinieron de paz a nosotros y pidieron al gobernador que se las diese. El gobernador se las dio» (Relación, fol. 232r). Así explica el suceso Oviedo-Ranjel: «Domingo ocho de mayo llegaron al primero pueblo de Quizqui; e tomáronle de sobresalto, e cativaron mucha gente e ropa; pero el gobernador los puso luego en libertad e se lo hizo todo restituir, por temor de guerra» (Historia general, p. 178).

 

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Oviedo-Ranjel añade algún apunte más: «Llegaron a Agile, subjeto a Apalache, e tomáronle algunas mujeres; e son tales, que una india tomó a un bachiller, llamado Herrera, que quedaba solo con ella e atrás de otros compañeros, e asióle de los genitales e túvolo muy fatigado e rendido, e si acaso no pasaran otros cristianos que le socorrieran, la india le matara»; «Las mujeres y aun muchachos de cuatro años reñían con los cristianos» (Historia general, pp. 161 y 175).

 

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He aquí el texto: «El general y sus capitanes llegaron al pueblo de Chicaza a los primeros de diciembre del año mil y quinientos y cuarenta, y lo hallaron desamparado [...]. Prendían algunos indios, de los cuales enviaba el gobernador los más de ellos con dádivas y recaudos al curaca, convidándole con la paz y la amistad. El cual respondía prometiendo largas esperanzas de su venida, fingiendo achaques de su tardanza, duplicando los mensajes de día en día por entretener al gobernador, al cual en recambio de sus dádivas le enviaba alguna fruta, pescado y carne de venado».

 

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Hay muchos otros testimonios, de los que selecciono algunos: «Del río fueron al pueblo llamado Osachile, al cual desampararon sus moradores como lo habían hecho todos los demás que atrás quedaron» (IIb, 19); «Entró en el primer pueblo de la provincia Altapaha y halló que los indios se habían retirado a los montes y llevado consigo sus mujeres, hijos y hacienda» (III, 2); «Llegaron a unos pueblos pequeños cuyos moradores no habían osado esperar en sus casas al gobernador y se habían ido a los montes. Solamente habían quedado los viejos y viejas, y casi todos ciegos» (III, 18); «Llegaron al pueblo de Naguatex y lo hallaron desamparado de sus moradores, y se alojaron en él» (Va, 1); «Descubrieron tierras pobladas, de que recibieron el contento que se puede imaginar, aunque llegando a ellas hallaron que los indios se habían ido al monte» (Vb, 3); «Los indios del pueblo, viendo que los españoles iban a él, lo desampararon, y tocando arma y pidiendo socorro con mucha grita y alarido, huyeron por los campos» (VI, 5).

 

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Remito al estudio de Sáinz Sastre 1992: 123-128: «La guerra como forma de vida».

 

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Sobre este tema resulta de imprescindible manejo el estudio de Salas 1958.

 

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En 1955 el Círculo Militar del Perú celebró un Symposium sobre la vida y obra de Garcilaso de la Vega, correspondiendo una de las conferencias al general José del Carmen Marín, que disertó sobre «El arte militar en la obra del Inca: armas y caballos». Ver datos en la bibliografía.

 

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Se llega incluso a nombrar alguno de ellos, como Aceituno, propiedad de Hernando de Soto (IIa, 24).

 

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Y todavía más abajo se insiste en lo mismo: «El primer día de su navegación hallaron cuatro caballos de los ahogados atravesados en un gran árbol caído, y llorándolos de nuevo siguieron su viaje» (III, 13). Al final de la expedición no sobrevivió ningún equino, por lo que el Inca hace este planto: «Así acabaron de perecer este día los caballos que para este descubrimiento y conquista de La Florida habían entrado en ella [...]. Los castellanos, de ver flechar sus caballos y de no poderlos socorrer, sintieron grandísimo dolor, y como si fueran hijos los lloraron» (VI, 5).

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