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Sigo mi edición de La Florida publicada en Madrid, Alianza Universidad, 1988: 220. Todas las páginas citadas corresponden a este texto. También recojo en este artículo algunas de las ideas presentadas en dicha edición y aporto otras nuevas.

 

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Para una información detallada sobre las teorías más representativas que han tratado el tema desde la Edad Media hasta la actualidad, ver «Texto histórico versus texto de ficción», Lozano: 1987.

 

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El subrayado es mío.

 

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Claro que aquí debe entenderse autor en el sentido de relator, no de escritor.

 

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El análisis del tejido narrativo revela con creces este hecho. En él se verifica cómo las distintas acciones se agrupan en torno a la unidad temática del descubrimiento-conquista, en la que concurren varias razones: de expansión espacial, religiosas, la ambición del oro y el deseo de gloria. Todas tienen en común la búsqueda: de tierras, de almas, de riquezas y de fama. Todas se materializan en un motivo que funciona como principio integrador: los trabajos, penalidades y pruebas que deberán sufrir los actores de la aventura. Estos trabajos remiten al esquema del mito cristiano de la caída y de la redención: peligro/salvación; y en torno a él se agrupan múltiples episodios que representan otras tantas variantes de la dicotomía central: transgresión/castigo (Gonzalo de Salazar, Juan Gaytán y Esteban Añez protagonizan los casos más notables de transgresión); traición/venganza (la más señalada es la doble traición que hizo Hernán Ponce al gobernador, Lib. I); cautiverio/liberación (comprende el episodio más importante del libro, si no el más novelesco, que llega a constituir casi una historia independiente: la aventura del sevillano Juan Ortiz, Lib. 11,1); separación/encuentro (el reencuentro más espectacular es el de Juan Añasco con Pedro Calderón Lib. 11,2); exploración/regreso y saqueo/restitución (el saqueo más impresionante es el de los indios casquines contra su enemigo el cacique Capaba, Lib. IV). Inclusive cabe concebir la expedición de de Soto como una aventura mítica y a la Florida como la tierra de las pruebas. Llama la atención, en este sentido, la estructura circular de la obra, pues al comienzo una nave que se adelanta indebidamente pone en peligro la vida de los demás y, al final, en un círculo perfecto, una nave que retrocede, también por desobediencia, acarrea un desastre en el que perecieron 48 hombres. Este pequeño detalle es un revelador indicio de hasta qué punto cuidaba el autor la composición del libro. Sobre las relaciones entre historia y ficción, además de los autores citados a lo largo de este estudio, véase Puccini 1979.

 

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Esto es lo que Jorge Lozano denomina «modalizaciones», es decir, «enunciados marcados por una actitud del sujeto que la enuncia» (1987: 192).

 

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Alberto Escobar señala la estrecha conexión entre la comunidad y el lenguaje que muestran sus escritos, pues «percibe Garcilaso que la pérdida de conciencia en el uso de éste, desmedra, no sólo su propagación en el dominio geográfico y la riqueza del fondo vocabular, sino que diluye los rasgos de identidad nacional y atenta contra la fuerza cohesiva de la sociedad, sometiendo a grave riesgo su presencia en la historia» (1971: 26).

 

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Idea muy en la línea del pensamiento renacentista que veía la naturaleza «como un conjunto de fuerzas misteriosas, ciegamente actuantes, ajenas a toda ley y cuyo conocimiento sólo es posible por vía de oculta iniciación» (Maravall 1951: 471).

 

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La cita está tomada de Santiago Montero Díaz 1941.

 

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Por otra parte, a propósito de esta descripción, observa Raquel Chang-Rodríguez: «que Garcilaso compare a los floridos con griegos y romanos y a la vez subraye su predisposición para aceptar el cristianismo, apunta hacia su adaptación de la praeparatio evangélica comenzada en esta obra primeriza» (1982: 37).

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