El juego del Quijote. Metodología didáctica basada en la teoría de Gonzalo Torrente Ballester
Borja Rodríguez Gutiérrez
El problema básico de la explicación del Quijote, durante la enseñanza secundaria, en nuestros días, es el rechazo que muchos adolescentes sienten hacia la lectura de los clásicos y más cuando esos clásicos tienen las dimensiones de la obra de Cervantes.
Por ello es necesario presentar la obra desde un punto de vista diferente, que permita fomentar actividades de investigación, de análisis, de debate. El Quijote como juego, de Gonzalo Torrente Ballester ofrece una excelente oportunidad para abordar la lectura del Quijote de forma atractiva para los alumnos. No en vano el origen de la obra, como dice el mismo autor, son las clases que el propio Torrente Ballester daba en bachillerato.
Este trabajo pretende dar unas indicaciones someras sobre la forma de utilizar la obra de Torrente en la actualidad. De acuerdo a los actuales programas de Bachillerato, la obra de Cervantes se estudiaría en el curso 1º. El planteamiento didáctico aquí descrito necesita de 10 a 12 sesiones para desarrollarse.
A pesar de que los alumnos no hayan leído el Quijote, sí que podemos contar con que conozcan de manera muy somera el personaje. Por ello es fácil plantear a los alumnos la siguiente hipótesis de trabajo:
En esta primera parte de la explicación vamos a presentar a los alumnos tres episodios de la obra que contradicen esa primera hipótesis. El método de trabajo básico es el debate y debemos intentar, haciendo preguntas a los alumnos sobre los textos comentados, que sean ellos mismos los que adviertan las contradicciones1.
Situación: Don Quijote y Sancho ven de lejos la polvareda que levantan dos rebaños de ovejas en la lejanía. Don Quijote se empeña en que se trata de ejércitos y ante Sancho inventa las identidades de unos y de otros y proclama su intención de auxiliar a uno de los dos bandos. Sancho, mientras tanto, se ha dado cuenta de que se trata de rebaños de ovejas y advierte a Don Quijote de su error. Éste no le hace caso y arremete contra las ovejas dando gritos. Mata más de siete hasta que cae bajo las pedradas de los pastores.
Debate: En primer lugar preparar el debate hablando de la postura de un caballero que ataca, montado a caballo y armado con una lanza, a otros caballeros. Dibujar, si es posible la postura del caballero con la lanza paralela al suelo para embestir contra el pecho del oponente.
Por pequeño que fuera Rocinante sería más alto que cualquier oveja, por lo que es imposible que Don Quijote acierte a alguna. Y sin embargo mata más de siete.
Los alumnos deben debatir esa interpretación:
Si Don Quijote está loco y en vez de ovejas ve a caballeros enemigos atacaría al uso de un torneo. Podría asustar a las ovejas galopando entre ellas, pero nunca herirlas
Si Don Quijote acierta a herir y matar a las ovejas, lleva la lanza de otra manera y hiere hacia abajo para alcanzarlas. Lo hace además corriendo tras ellas, y sin preocuparse de que algún enemigo le ataque por llevar su lanza baja. Es decir: ve perfectamente las ovejas, sabe lo que son y en ningún momento las confunde con ejércitos.
Está Don Quijote en la venta del camino a la que él se refiere como castillo. Las mujeres de la venta le van a pedir ayuda pues unos huéspedes pretendían marcharse sin pagar, el ventero les ha descubierto, y ha estallado una pelea en la que el ventero lleva la peor parte. Don Quijote al principio accede a ayudarle, pero luego se lo piensa mejor y dice que se trata de «gente escuderil» y que por lo tanto tal acción le corresponde a Sancho. Después el narrador nos saca de la acción y cuando vuelve a ella nos encontramos con que Don Quijote ha solucionado el problema convenciendo a los huéspedes de que su obligación es pagar.
Hay que advertir a los alumnos de que al final del capítulo XVII este mismo ventero y sus criados han dado una paliza a Sancho, cuando Don Quijote y él se marchan de la venta.
Debate:
Explicar a los alumnos que el problema se soluciona cuando Don
Quijote convence a los huéspedes que se quieren ir sin
pagar. El narrador no nos presenta la acción sino que nos
dice: Ya a esta sazón estaban en paz
los huéspedes con el ventero, pues, por persuasión y
buenas razones de don Quijote, más que por amenazas, le
habían pagado todo lo que él quiso
.
Aquí es necesario explicar la diferencia entre la acción presentada (ocurre ante el lector) y la resumida (el narrador nos da una versión de esa acción, pero no nos permite verla).
El punto que tiene que salir en el debate es que, forzosamente, para convencer a los huéspedes deudores, Don Quijote ha tenido que adoptar la personalidad de Alonso Quijano. Pues como Don Quijote sigue sin ver una venta, sino un castillo, y un castellano, en vez de un ventero. Don Quijote comprendería que los huéspedes se marcharan sin pagar, pues eso es lo que hace un caballero andante, al que en todas partes se le da alojamiento y comida en pago a sus hazañas. Precisamente es lo que él hizo cuando estuvo por primera vez en esa misma venta: marcharse sin pagar. Por lo tanto es imposible que en su personalidad de Don Quijote convenciera a nadie por persuasión y buenas razones. Y si reconoce la necesidad de pagar al ventero porque ese es su negocio y de él vive, ya no se trata de Don Quijote sino de Alonso Quijano.
Hay que añadir dos elementos más para hacer aparecer en el debate:
- La habilidad con la que el narrador consigue hurtarnos el episodio, quitándonoslo literalmente de nuestras narices: Pero dejémosle aquí, que no faltará quien le socorra... nos dice mientras la narración vuelve a Dorotea.
- La fina ironía de Don Quijote cuando se encuentra al ventero que diera la paliza a Sancho recibiendo a su vez una paliza: llamadme aquí a mi escudero Sancho, que a él toca y atañe esta defensa y venganza. ¿Qué es lo que quieren decir en realidad esas palabras? Recordar a los alumnos que Sancho ha sufrido una paliza por parte del ventero, también por irse sin pagar.
Don Quijote anuncia a Sancho que, siguiendo el modelo de Amadís de Gaula, va a retirarse a las montañas a hacer penitencia, por los desdenes y desprecios que le hace su amada Dulcinea. Para que ésta pueda enterarse y se compadezca de él, Sancho le va a llevar una carta y como pago de ese servicio Don Quijote promete a Sancho darle tres borricos que tiene en sus tierras. Cuando llegan al sitio donde Don Quijote decide que quiere quedarse a hacer penitencia, Sancho se dispone a irse para cumplir los encargos de Don Quijote. Don Quijote escribe la carta a Dulcinea en una hoja de un libro de memorias que lleva con él y ante la exigencia de Sancho de que también escriba la cesión de los asnos lo hace en la misma hoja de papel en la que ha escrito la carta a Dulcinea, al dorso. La carta a Dulcinea la firma con su sobrenombre de El Caballero de la Triste Figura, pero la libranza de los asnos (escrita en una imitación cómica del lenguaje mercantil que juega con el contraste de la carta anterior a Dulcinea) se niega a firmarla, y sólo pone una rúbrica2.
Se propone a los alumnos la siguiente cuestión: ¿Por qué no firma Don Quijote?
El objetivo es hacer ver, durante el debate el conflicto en el que se encuentra el personaje. Está actuando como un caballero andante, haciendo penitencia en las montañas, sufriendo por su amada y, en fin, viviendo una situación que es de Don Quijote. Como tal caballero andante firma la carta: El Caballero de la Triste Figura que es otro nombre de la misma identidad: Don Quijote de la Mancha. Si al dorso de la carta a Dulcinea, en el mismo papel, firma como Alonso Quijano, reconoce que no es Don Quijote y que sabe que no lo es, cosa que echaría al traste todo el juego que está manteniendo. Pero por otra parte, firmar la cesión de los asnos como Don Quijote es inútil y la sobrina de Alonso Quijano no haría caso a un documento firmado por un nombre que no es el de su tío. Y Sancho sabe todo eso muy bien pues en todo ese capítulo y en el anterior lleva exigiendo que la libranza de los pollinos esté debidamente firmada. Es sólo el ardid de la rúbrica que identifica sin nombrarlo que permite a Don Quijote salir del atolladero, ardid que indica que la inteligencia de Don Quijote está muy despierta.
Conclusiones que podemos sacar de estas tres contradicciones:
- Don Quijote no aparece aquí como un loco, o al menos su locura no es la que se supone: no ve visiones ni se imagina cosas inexistentes. Antes bien parece contar con un agudo sentido de la realidad.
- El narrador no es enteramente de fiar.
En este punto es necesaria una explicación a los alumnos. Hay que dejarles claros algunos elementos con los que no están familiarizados y que son imprescindibles para la comprensión del juego, o del doble juego que hay en el Quijote.
El narrador del Quijote, según nos dice él mismo, no es el autor de la novela. Lo que él hace es coger un manuscrito antiguo que ha encontrado y traducirlo y adaptarlo. Evidentemente el sistema del manuscrito hallado es antiguo y ha sido utilizado muchas veces. Y también es cierto que hay una intención burlesca en este recurso que muchas veces es muy perceptible.
Pero también, por otra parte, es muy útil para el juego. Porque el narrador juega al despiste, a ocultar, a engañar al lector, a no contarle cosas o a dar su interpretación de ellas. Y no hay que olvidar que según el mismo narrador dice, no es el autor de la novela, sino otro lector. La única diferencia es que leyó la novela antes que nadie y en lugar de transcribirla tal cual, está haciendo una versión de ella, que es la que leemos nosotros. Pero en tanto que lector, su interpretación de los hechos y su valoración de los personajes es una opinión más, tan válida o tan inválida como la de cada uno de nosotros. Por otra parte ya henos visto que nos escamotea hechos (los deudores del ventero) y más adelante vamos a ver (los pellejos de vino) que hace todo lo posible por engañar al lector, presentando sus opiniones como si fueran hechos.
Para entender a Don Quijote hay que comenzar con entender a Alonso Quijano. Explicar lo que es la vida en un pueblo perdido de La Mancha, en donde no hay nada que hacer y donde la monotonía lo invade todo, hasta la comida de cada día. Ante esa situación un hombre al que su clase social le condena a una cierta soledad (un hidalgo en tierras de labradores, pero no tan rico como para poder disfrutar de esa riqueza), llegado a la frontera de los cincuenta años, busca una solución a esa vida que no le promete nada más que una inacabable serie de repeticiones, sin una familia con la que vivir, sin hijos en los que poner sus esperanzas, sin ningún objetivo que pueda percibirse.
Al principio lee, y lee de todo, como se puede ver en la lista de libros de su biblioteca. Pero en seguida se especializa en los libros de caballerías, y sus inacabables, fantásticas y maravillosas aventuras. ¿Qué le ofrecen? Lo que todos los libros de aventuras han ofrecido siempre; el viaje, la posibilidad de abandonar el mundo rutinario y aborrecido y encontrar otros. Y Alonso Quijano queda seducido por ese viaje y decide emprenderlo. Como ya no hay caballeros andantes eso es imposible. Pero Alonso Quijano decide actuar para conseguir lo imposible, para hacer que lo irreal sea real.
Y lo consigue mediante un truco: va a hacer como si fuera un caballero andante y como si en el mundo hubiera caballeros andantes. El juego está en no aceptar nunca que su visión es fantástica, que el mundo es diferente a cómo él dice que lo ve. Por eso a partir de ahora va a afirmar públicamente que es un caballero, que hay gigantes y castillos, princesas y encantadores. No para buscar aventuras por sí mismas, sino para escapar para huir de ese muerto en vida que es Alonso Quijano.
¿Locura? En
muchas ocasiones se ha dicho que la vida es un juego y que el juego
es la vida. Para Alonso Quijano convertirse en Don Quijote no es
una locura: es una necesidad. No aguanta ya la vida del oscuro y
aburrido hidalgo manchego. Y la mejor prueba de lo racional que es
esa conducta está al final del libro. Cuando Don Quijote,
como leal jugador, cumple la penitencia que le ha impuesto el
Bachiller Sansón Carrasco, vestido de Caballero de la Blanca
Luna; cuando Don Quijote vuelve a ser Alonso Quijano, muere. A
pesar de lo que le dice Sancho: la mayor
locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin
más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le
acaben que las de la melancolía
. Pero es superior a
sus fuerzas. Ser Alonso Quijano es imposible. Le iba la
vida, nunca mejor dicho, en convertirse en Don Quijote. Cuando
le quitan eso, le quitan la vida y Alonso Quijano muere. Como
Alonso Quijano no tiene nada más que la muerte por delante y
como Don Quijote vive y es feliz. ¿Era una locura que Alonso
Quijano quisiera ser Don Quijote?
Lector como es y aficionado a la literatura tiene dos medios básicos de transformación de la realidad: la similitud y la metáfora. Por similitud Quijano se transforma en Quijote, un rocín en Rocinante y Aldonza (ldnz) en Dulcinea (dlzn). La metáfora hace que los molinos se transformen en gigantes por que las aspas recuerdan a los brazos, los rebaños en ejércitos, porque dejan nubes de polvo, la bacía del barbero en yelmo de Mambrino, etc... (Aquí hay que explicar que es una bacía y que es un yelmo).
Por eso alancea a las ovejas: la sangre es el elemento que da relación entre animales y enemigos: la metáfora está completa.
Sancho no aparece en la primera salida de Don Quijote, la salida que acaba en fracaso. Don Quijote comprende pronto que necesita a un compañero de aventuras, alguien que comparta su viaje, una compañía, alguien con quien jugar. Desde el principio Sancho va a presentar una visión alternativa a la de Don Quijote, una visión realista frente a la fantástica del caballero. Pero el cambio constante entre los dos personajes, el intercambio de personalidades y visiones va a ser muy perceptible cuando la novela avance. En muchas ocasiones esa aparente diferencia no va a ser tal y Sancho y Don Quijote van a ver la misma cosa.
Hacia el final de la primera parte de la novela se anudan una serie de acciones diferentes. Se narran entrecruzadas, las historias de Luscinda y Cardenio y de Dorotea y Fernando. Se lee la novela de El curioso impertinente. Mientras todo esto ocurre el cura y el barbero llegan a la venta de Juan Palomeque, dispuestos a conseguir que Don Quijote vuelva a su casa.
Allí encuentran a Dorotea y piden su colaboración: Dorotea se fingirá una princesa guineana: la princesa Micomicona que viene a pedir el auxilio del caballero Don Quijote de la Mancha que libre a su reino del descomunal gigante Pandafilando de la Fosca Vista.
Don Quijote queda atrapado en su juego: como Don Quijote no puede oponerse a la petición de una princesa en apuros. Un caballero andante está obligado a aceptar una petición de auxilio de una princesa así amenazada. Como la misión que debe cumplir para la falsa princesa Micomicona incluye que Don Quijote la acompañe a su reino para allí derrotar al gigante, don Quijote queda desde entonces obligado a seguir a Dorotea allí donde vaya. Porque hasta que no culmine la misión encargada por la princesa Micomicona no puede acometer ninguna otra. Queda así atrapado en una cárcel que él mismo ha forjado con su palabra y sus reglas. Como buen jugador sigue las reglas del juego que él mismo ha creado.
Queda por tanto buscar una solución para evadirse, porque lo que está claro, como ya se dijo antes, es que Don Quijote no quiere volver a su casa a ser un Alonso Quijano.
Y de esa manera busca en el mismo juego la salida a la situación en la que se ha metido. Tiene que derrotar a un enemigo que por primera vez no es producto de su fantasía, sino de una fantasía ajena. ¿Y como lo consigue? Integrando a ese enemigo en su propia creación. Dado que el gigante es fantástico, le derrotará en una batalla fantástica, pero ahora no siguiendo las reglas de otros, sino imponiendo sus propias reglas. De nuevo las metáforas.
Es necesario explicar la situación inicial en la que nos encontramos. Don Quijote y Sancho están ausentes de la escena. Los restantes personajes están disfrutando de la lectura de una novela El Curioso Impertinente. Con esto se consigue un doble efecto de construcción. Conforme a las reglas de la novela de la época hay un entrecruzamiento de historias que sirven para aumentar el interés de lo narrado. Pero también se consigue así sacar a Don Quijote y Sancho de la escena, desviar la atención de sus actividades y así no presentarnos una escena que el narrador no quiere enseñar (es el mismo caso de los deudores del ventero).
Así llegamos a la aventura de los pellejos de vino. En un primer momento la situación parece una clara muestra de la locura de Don Quijote, el loco que ve visiones.
Lo vemos en el texto siguiente.
Texto de referencia
Ahora bien podemos centrarnos en el párrafo sombreado que es el que más directamente describe la situación de Don Quijote.
Hay que pedir a los alumnos que examinen con atención este texto, recordando un elemento que antes se ha explicado: El narrador no es sino otro lector de la historia original, por lo que sus opiniones, son tan buenas, o tan malas, como las nuestras. Un examen atento de este párrafo revela la fuerte presencia del narrador, que hace suposiciones, opina y hace juicios, entremezclándolos con los datos, a veces en la misma oración y sin avisar de su proceder.
Por medio de preguntas hacemos que los alumnos vayan tachando todo aquello que les parezca opinión del narrador, para dejar esta escena reducido a los puros hechos. El resultado debería ser el siguiente:
Texto tachando opiniones y consideraciones del narrador
De manera que si escribimos ahora el texto resultante, eliminando lo tachado
Texto resultante de eliminar lo tachado
Don Quijote estaba combatiendo contra el gigante, eso queda claro en la escena. Indicamos a los alumnos que de momento no tratamos el tema de si está loco o cuerdo. Los lectores, al igual que el cura, el barbero, el ventero y los demás comprenden la situación en la primera mirada. ¿Quiénes eran los enemigos? Los pellejos de vino. ¿Y la sangre que se vierte en la batalla? El vino. La espada, claro está, es real. ¿Qué hace una manta arrollada al brazo? Sin duda representa el escudo con el que el caballero se protege en la batalla. Puestas así las cosas, la camisa representa la armadura y el bonete grasiento del ventero, el casco con el que se protege la cabeza.
¿Pero de dónde ha salido el bonete?
En este momento de la explicación hemos pasado ya varias fases con los alumnos.
- Hemos seleccionado el texto sombreado para trabajar con él ya que es el que describe el estado de Don Quijote cuando aparece en escena.
- Hemos tachado todo lo que es opinión del narrador y conjeturas suyas y hemos dejado el texto reducido a los hechos.
- Hemos definido la situación (Don Quijote luchando con el gigante).
- Pasamos a hacer a los alumnos las preguntas del significado de
los elementos metafóricos.
- Pellejos - Gigantes
- Vino - Sangre
- Espada - Espada
- Camisa - Armadura
- Manta - Escudo
- Bonete - Yelmo
- ¿Por qué tenía Don Quijote todos esos elementos a mano? ¿Los tenía todos? ¿De dónde ha salido el bonete?
La cuestión es crucial, pues si Don Quijote es un loco que en su fantasía se cree en batalla con Pandafilando y sus secuaces, lucha con lo que tiene a mano, sin preocuparse de si tiene yelmo o no. Si ve visiones también puede verse a sí mismo vestido con armadura completa. En cualquier caso cogería lo que tuviera a mano, lo que estuviera en la pieza donde dormía que es donde estaban los pellejos de vino.
Lo que de ninguna manera estaría ahí era el bonete colorado y grasiento del ventero, pues éste estaría en la alcoba del ventero. Para que Don Quijote tenga en la cabeza esa prenda hay que suponer una planificación: que alguien, Don Quijote o Sancho, que más da, hayan salido de la habitación, aprovechando la distracción de los demás con la novela, para buscar algo que pueda servir para completar la metáfora. De esta manera todos los elementos precisos para realizar la batalla contra el gigante están presentes en su forma metafórica, excepto, claro está, la espada, que es necesaria en su versión real, para agujerear los pellejos y hacer salir el vino, referente metafórico de la sangre.
Se puede pensar
que el razonamiento es forzado. Pero nada más entrar los
personajes al recinto donde Don Quijote ha agujereado a los
pellejos, Dorotea lo abandona viendo la escasez de ropa de Don
Quijote. Pero esto no le importa al caballero que bien sabe que
Dorotea no es la princesa Micomicona ni nada que se le parezca.
Rápidamente escoge al cura como princesa y receptora de sus
palabras. ¿Por qué? Porque el cura tiene faldas y en
eso se puede aparecer a una princesa. De nuevo la metáfora.
(Hay que recordar que ésta es la única vez y la
última que Don Quijote confunde al cura con la princesa
Micomicona). ¿Cuáles son las palabras de Don Quijote?
Bien puede la vuestra grandeza, alta y
famosa señora, vivir, de hoy más, segura que le pueda
hacer mal esta mal nacida criatura; y yo también, de hoy
más, soy quito de la palabra que os di, pues, con el ayuda
del alto Dios y con el favor de aquella por quien yo vivo y
respiro, tan bien la he cumplido.
O lo que es lo mismo: He
cumplido la misión y ahora soy de nuevo libre (soy quito de la palabra que os di
).
Pero hay un segundo punto en esta escena: la actitud de Sancho. Desde su aparición en la novela Sancho ha visto la realidad tal cual es. Tozudamente ha sostenido ante Don Quijote que los molinos eran molinos, los rebaños, rebaños y las cosas lo que eran. Pero por primera vez, y única, en toda la novela vemos a Sancho compartir las visiones de Don Quijote. ¿Por qué?
Hay que enfrentar a los alumnos a estas dos preguntas. ¿De dónde sale el bonete? ¿Por qué actúa así Sancho? E invitarlos a dar una explicación coherente que responda a las dos preguntas.
Hay todavía
un detalle en esa escena que conviene tener en cuenta. Ya vimos
antes como Don Quijote se ha vengado irónicamente del
ventero que había apalizado a Sancho. El narrador vuelve a
traernos el recuerdo de esta paliza cuando, refiriéndose a
la manta que Don Quijote usaba como escudo, dice la manta de la cama, con quien tenía ojeriza
Sancho, y él se sabía bien el porqué
.
Es la manta con la que Sancho fue manteado (Capítulo 17). O
sea que de nuevo vemos a Sancho devolviendo la pelota al ventero.
Así también podemos considerar unas palabras de
Sancho dichas ante el ventero para que éste las oiga:
Ya yo sé que todo lo desta casa es
encantamento; que la otra vez, en este mesmo lugar donde ahora me
hallo, me dieron muchos mojicones y porrazos, sin saber
quién me los daba, y nunca pude ver a nadie; y ahora no
parece por aquí esta cabeza que vi cortar por mis
mismísimos ojos, y la sangre corría del cuerpo como
de una fuente.
Recuerda aquí Sancho los golpes que
sufrió en otro momento (Capítulo XVI) mientras
dormía por obra y gracia del ventero y de Maritornes.
¿Quién se ríe de quien?
El texto deja
clara una cosa: la invención de Dulcinea es un acto
consciente. Don Quijote no se imagina a una hermosa mujer a la que
ama y con la que tiene relaciones porque sí. Es una
necesidad del caballero andante: no le
faltaba otra cosa sino buscar una dama de quien enamorarse; porque
el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin
fruto y cuerpo sin alma
.
Así inventa a Dulcinea y de acuerdo con su costumbre una vaga similitud le permite crear una metáfora: no le hace falta más, porque como caballero irreal necesita una amada irreal.
La defensa de esta dama es una defensa de su irrealidad. Dulcinea es una necesidad, una condición para que exista el personaje de Don Quijote. Pero ¿cuál es su reacción cuando se quiere presentar ante él a la auténtica Dulcinea?
Sancho se entera del auténtico nombre de Dulcinea. Nos da entonces una descripción de la mujer que no gusta a Don Quijote, pero que probablemente sea bastante cierta.
Para que los alumnos entiendan bien el contraste de la descripción de Sancho con la visión de Don Quijote podemos proponerles una versión moderna de las palabras de Sancho:
La versión que da Sancho no es, sin duda, del agrado de Don Quijote, pero éste no niega lo que Sancho dice. Aldonza puede muy bien ser así puesto que él mismo reconoce que en doce años apenas la ha visto cuatro veces y que nunca ha hablado con ella. La defensa de Don Quijote va en una línea muy diferente.
Esa es la
respuesta de Don Quijote a Sancho, y para ser mejor entendido,
concluye: Así que, Sancho, por lo
que yo quiero a Dulcinea del Toboso, tanto vale como la más
alta princesa de la tierra
.
La primera pregunta que hay que plantear a los alumnos es qué significa la anécdota que Don Quijote cuenta: ¿Para qué quiere la viuda al mozo? ¿Para qué quiere Don Quijote a Dulcinea? ¿Se engaña alguno de los dos?
La siguiente es: ¿Por qué Don Quijote no niega la versión de Sancho? ¿Por qué no presenta a una Dulcinea bella, delicada, a una dama de la alta sociedad, a un espejo de perfecciones?
La respuesta es, claro está, porque Dulcinea es, muy probablemente, el marimacho que Sancho ha descrito. Pero a Don Quijote no le importa en absoluto. Le basta el recuerdo de que vio una vez a Aldonza, y acaso se enamoró o simplemente conservó el recuerdo de esa visión. Visión que pudiera ser de hace ya años (al fin y al cabo Don Quijote ya tiene cincuenta).
¿Qué
más da como sea? Don Quijote lo dice muy claro: bástame a mí pensar y creer que la
buena de Aldonza Lorenzo es hermosa y honesta
. A Don
Quijote le basta con su pensamiento. No le importa nada la
realidad. Al fin y al cabo en toda la novela no se va a entrevistar
con Dulcinea, que nunca llega a ser un personaje y se queda en un
nombre.
Sancho afirma ante Don Quijote que ha cumplido su encargo y ha visto a Dulcinea. Don Quijote impaciente le pide detalles y Sancho describe a la amada de Don Quijote en términos muy parecidos a los del texto anterior.
Para entender la situación hay que poner en antecedentes a los alumnos.
-En primer lugar: Sancho no ha ido al Toboso, ni al pueblo de cuyo nombre el narrador no se quiere acordar. A poco de salir de Sierra Morena se encuentra al cura, al barbero y a su comitiva y vuelve con ellos. Todo lo que cuenta de su entrevista con Dulcinea es pura invención. Es decir que Sancho entra en el juego de Don Quijote y comienza a crear una fantasía que pueda ser admitida por el caballero. Todavía no perfectamente como veremos, pero sí que hay una invención.
-En segundo lugar Sancho no ha ido tampoco al pueblo a buscar los burros, porque con el juego de las cartas, las firmas y las rúbricas, Don Quijote no le ha dado el libro, con lo cual él no pude reclamar los tres burros que ambicionaba. Dado el temperamento práctico de Sancho, que ya se ha visto claro en lo que va de novela, si hubiera tenido la libranza de los asnos, ni el cura ni el barbero, ni nadie le hubiera hecho quedarse. Aunque el cura y el barbero le cuentan el cuento de la princesa Micomicona, y de los tesoros que ésta puede darle, él siempre ha sido de los de más vale pájaro en mano... En otro momento que Don Quijote le ofrece una recompensa (en la segunda parte, en la aventura del encantamiento de Dulcinea) se entabla el siguiente diálogo:
Sancho siempre va a lo seguro. Por eso es fácil suponer su enfado al ver que la promesa de los asnos se había quedado en nada.
-En tercer lugar si Sancho ha venido ya «mosqueado» con Don Quijote, más lo está ahora, pues antes de la conversación entre ambos, Don Quijote, enfadado por la insolencia de Sancho le ha dado un par de palos con el astil de su lanza, ante las risas del cura, el barbero y los demás.
De manera que un Sancho malhumorado y resentido se enfrenta con Don Quijote y se dispone a mentirle acerca de su encuentro con Dulcinea. Pero como quiere una revancha del engaño de los pollinos y de los palos va a hacer una descripción que choca con la que Don Quijote quiere oír.
Podemos ver en la escena como Don Quijote le da pistas a Sancho, le sugiere lo que tiene que decir, para la versión que entra dentro de su juego, y como el resentido Sancho, va rechazando una a una las sugerencias de Don Quijote, y rebajando las características de Dulcinea.
Se puede comprobar en el siguiente texto, con las sugerencias de Don Quijote y las respuestas de Sancho, subrayadas.
A lo largo de todo el diálogo, Don Quijote no cesa de hacerle indicaciones a Sancho, para encauzarle en su invención, pero Sancho, tozudamente, se niega a seguir la dirección que marca Don Quijote y rebaja todas las cualidades de Dulcinea. Podemos comparar las dos versiones de la historia: la que propone Don Quijote y la que responde Sancho.
Ante las continuas
salidas de pata de banco de Sancho, Don Quijote se impacienta.
¿Sabes de qué estoy
maravillado, Sancho? De que me parece que fuiste y veniste por los
aires, pues poco más de tres días has tardado en ir y
venir desde aquí al Toboso, habiendo de aquí
allá más de treinta leguas
. Es decir que Don
Quijote está advirtiendo a Sancho de que sabe perfectamente
que no ha visto a Dulcinea. En lenguaje moderno: Sancho, ya está bien, que no soy
gilipollas
. Esto es un juego pero Don Quijote quiere dar a
entender a Sancho que comprende como son las cosas. Claro
está que inmediatamente le brinda la solución a
Sancho, por que lo que no quiere, bajo ningún concepto es
que la realidad entre en las explicaciones que su escudero le
está dando: Por lo cual me doy a
entender que aquel sabio nigromante que tiene cuenta con mis cosas
y es mi amigo (porque por fuerza le hay, y le ha de haber, so pena
que yo no sería buen caballero andante); digo que este tal
te debió de ayudar a caminar, sin que tú lo
sintieses; que hay sabio déstos que coge a un caballero
andante durmiendo en su cama, y, sin saber cómo o en
qué manera, amanece otro día más de mil leguas
de donde anocheció. [...] Así que, amigo Sancho, no
se me hace dificultoso creer que en tan breve tiempo hayas ido y
venido desde este lugar al del Toboso, pues, como tengo dicho,
algún sabio amigo te debió de llevar en volandillas,
sin que tú lo sintieses.
Sin salir del juego, Don
Quijote le saca a Sancho una tarjeta amarilla. Y Sancho,
prudentemente la acepta y no niega la explicación de Don
Quijote. -Así sería -dijo
Sancho-; porque a buena fe que andaba Rocinante como si fuera asno
de gitano con azogue en los oídos.
Estamos al principio de la segunda parte. En esta nueva salida Don Quijote le tiene reservada una a Sancho. En el encuentro imaginario que Sancho narró, Dulcinea ha mandado un mensaje a Don Quijote para que vaya a verla. Don Quijote, como buen caballero andante, una vez que se ve en libertad, tiene que cumplir el compromiso. Y al Toboso se van caballero y escudero y Don Quijote pone en un brete a Sancho. El escudero mantuvo en su momento que había visto a Dulcinea, por lo tanto sería el guía del caballero. Sancho desesperado, inventa todas las razones que puede para buscar el palacio de Dulcinea: no se acuerda del camino, no es hora de llamar a su puerta, pues ya es de noche y finalmente reconoce, ya desesperado, que nunca ha visto a Dulcinea, y que todo lo que había contado de su encuentro era un invento. Pero Don Quijote no le deja escapar tan fácilmente. Se niega a creerle y le manda a buscar al pueblo a Dulcinea mientras él espera fuera. Sancho, buscando la manera de salir del lío en el que se ha metido, discurre una salida: llevará a Don Quijote ante la primera mujer del pueblo que encuentre y jurará y perjurará que esa es la bella y sin par Dulcinea del Toboso.
Vamos marcando en el texto, con los alumnos, los elementos principales de esta aventura.
Después de marcar estos párrafos del texto podemos plantear a los alumnos una serie de preguntas:
¿Por qué Don Quijote da orden de esperar a la noche para entrar en el Toboso? ¿Por qué, cuando Sancho reconoce que no ha visto a Dulcinea, se niega a creerle, pero admite salir del pueblo y esperar a Sancho mientras éste va a ver, otra vez, a Dulcinea? ¿Qué es lo que está diciendo a Sancho con las indicaciones que le hace sobre lo que tiene que fijarse en Dulcinea? ¿Cuál es el cambio en Sancho, que evolución ha sufrido, en este episodio? ¿Por qué Don Quijote acepta la visión de Sancho?
La intención es dirigir el debate haciendo que salgan a la luz varias cuestiones.
- Al indicar que no se entre en el Toboso hasta la noche, Don Quijote por un lado hace esperar a Sancho, para que se ponga más nervioso y por otra parte hace casi imposible que encuentren a alguien, por que en un pueblo, en esos años, y por la noche no hay un alma. Don Quijote no quiere ningún encuentro que altere la imagen que mantiene de Dulcinea, pero tiene una cuenta pendiente con la injuriosa descripción que hizo Sancho, en la primera parte y quiere castigarle.
- Acepta salir del pueblo porque el castigo de Sancho ya ha sido bastante cuando reconoce que nunca ha visto a Dulcinea. Don Quijote dice no creerle pero sólo en ese momento le deja a solas para que pueda de nuevo volver al punto en el que Sancho le había fallado en la primera parte. De nuevo Sancho es el encargado de ver a Dulcinea y de transmitir a Don Quijote su visión. Pero esta vez no le va a fallar a Don Quijote.
- Cuando se separan Don Quijote vuelve a utilizar la misma estrategia que en el texto que vimos anteriormente: le da el pie a Sancho para su invención, le indica la dirección que debe seguir.
- Sancho, en esta aventura entra de lleno en el juego del Quijote. Hace una transformación de la realidad, apoyado en una metáfora por similitud (las labradoras en burro se transforman en Dulcinea y dos damas en hacaneas) y la transformación de la realidad se hace en un sentido enaltecedor que encaje con la visión general que Don Quijote presenta de su mundo.
- Don Quijote acepta la visión de Sancho por que Sancho ha hecho lo que él quería: ha admitido como cierta la naturaleza de Dulcinea, la que Don Quijote había imaginado y que Sancho ya había negado por dos veces (cuando se entera de su identidad y cuando la falsa entrevista). En vez de la virago maloliente y sudorosa que ha presentado en la visión anterior ahora Sancho habla de oro, perlas, diamantes, rayos del sol y brocados. Todo a tono con la visión que antes le proponía Don Quijote. Es el triunfo de Don Quijote, la quijotización de Sancho.
Seguimos en la segunda parte. Don Quijote, se adentra solo en una cueva, apenas está media hora dentro y cuando sale cuenta que ha estado en la cueva tres días y narra una complicada historia: la historia de la cueva de Montesinos. Sancho dice abiertamente que no cree lo que dice Don Quijote y lo repite varias veces, aunque muchos testigos allí presentes se espantan de la insolencia del criado.
Más adelante, en el castillo de los duques, es Sancho quien cuenta una complicada historia. Le han subido, junto con Don Quijote, a Clavileño, el caballo de madera, y afirma que ha llegado hasta las estrellas. Todos los asistentes disfrutan con la invención de Sancho y cuando Don Quijote y Sancho se quedan solos, Don Quijote le dice a Sancho una frase que es necesario explicar en cualquier interpretación que se haga del personaje.
En el episodio de la cueva de Montesinos (Texto 9) llama la atención un párrafo en el que el narrador toma la palabra:
Hemos subrayado dos elementos importantes de esta declaración de Cide Hamete: en primer lugar que esta es la primera aventura fantástica que aquí ocurre y eso es cierto en el sentido de que es una pura invención, no una metáfora como las que hasta ahora había usado Don Quijote. Pero más interesante aún es la segunda frase subrayada, pues nos indica de nuevo hasta qué punto no nos podemos fiar del narrador. La retractación de la aventura de la Cueva de Montesinos no figura en la versión de la historia de Don Quijote que el narrador nos presenta: es decir que en el libro que conocemos ese episodio no aparece. Por otra parte esta cita del original de Cide Hamete nos indica que tal cosa pasó. ¿Por qué el narrador nos ha escamoteado esta parte de la historia? Porque si Don Quijote reconoce que ha mentido, que ha encajado una historia inventada porque le venía bien a su personaje, este reconocimiento es una prueba de que no está loco, de que sus actos son conscientes. Inventar una historia, porque viene bien al personaje que se pretende crear es un acto muy cuerdo (a no ser que pensemos que todos los novelistas están locos) y desde luego muy en consonancia con el personaje del jugador que estamos viendo. Y ocultar una parte de la historia también encaja con el proceder del narrador y del juego que se trae para disfrazar la verdad.
Esta declaración que aparece en el libro después de que Don Quijote haya contado la aventura de la cueva de Montesinos (Texto 10). Hay dos elementos fundamentales sobre los que hay que llamar la atención en este asunto: la incredulidad de Sancho y el modo en que Don Quijote le contesta, por una parte, y las notas de ironía con la que Don Quijote presenta su historia. Podemos quedarnos solamente con algunas partes que hemos marcado del relato de Don Quijote, y numerarlas para mayor claridad.
2 ...mano derecha [de Durandarte] (que, a mi parecer, es algo peluda). |
3 eché un poco de sal en vuestro corazón, porque no oliese mal, y fuese, si no fresco, a lo menos amojamado [Montesinos a Durandarte]. |
4 «Y cuando así no sea -respondió el lastimado Durandarte con voz desmayada y baja-, cuando así no sea, ¡oh primo!, digo, paciencia y barajar». |
9 Algunas señoras principales encantadas, que pocos días había que en aquellos prados habían parecido [Montesinos sobre Dulcinea]. |
13 Y, tomando los cuatro reales, en lugar de hacerme una reverencia, hizo una cabriola, que se levantó dos varas de medir en el aire. |
De estos catorce fragmentos se pueden extraer unas conclusiones. Una serie de preguntas a los alumnos sobre los textos deberían ayudar a que llegaran a esas conclusiones
- En primer lugar: la historia fantástica y caballeresca de Durandarte y Belerma (fragmentos 2, 3, 4, 5 y 6), se cuenta mezclada con unos elementos que la ridiculizan y rebajan. A las alturas del curso en las que se explica el Quijote, los alumnos ya han conocido la novela idealista pastoril y caballeresca y por tanto son más conscientes de las anormalidades que aquí aparecen. De la idealización normal que constituye un relato de caballerías pasamos a un detallismo propio de una narración humorística o picaresca: Durandarte tiene la mano peluda, dice refranes (paciencia y barajar) para contrastar con las poesías que acaba de recitar, Montesinos cuenta que tiene que conservar el corazón de Durandarte en sal, para que no se pudra y que por eso llega a su amada seco y retorcido (amojamado), Belerma, en lugar de ser una reina de belleza, tiene los dientes mal colocados las cejas juntas y es demasiado chata. Además de tanto esperar en la cueva ya ha envejecido y se le ha retirado la menstruación...
- En segundo lugar esa visión rebajadora abarca a la misma Dulcinea (fragmentos 8, 9, 12 y 13), que primero aparece, «triscando como una cabra» y luego a través de su doncella, pidiendo dinero a Don Quijote, y ofreciéndole en garantía un faldellín de cotonía (falda corta de tela de cordoncillo). Evidentemente este tipo de relación entre un caballero andante y su dama es imposible en el universo ideal de las novelas caballerescas. La visión rebajadora aumenta cuando la doncella de Dulcinea en lugar de hacer una reverencia se dedica a hacer cabriolas como una acróbata de circo.
- En tercer lugar, la incredulidad de Sancho y las respuestas de Don Quijote (fragmentos 1, 7, 11 y 14). Sancho desde el principio oye la historia con sorna (cuando menciona el puñal de Ramón de Hoces) y Don Quijote aún antes de que Sancho le acuse de mentir ya está proclamando que lo que cuenta es cierto (fragmento 1) aunque en ese mismo fragmento dice también que está disfrutando mucho al contarlo. En los fragmentos posteriores en que Sancho habla asistimos a una situación nueva en la novela: Sancho nunca ha afirmado que Don Quijote mienta y nunca le ha dicho con tanta claridad que está loco. Pero Don Quijote no se encrespa ni enfada, insiste en que lo que cuenta es verdad y en un momento, en el fragmento 11, le dice a Sancho que conoció a Dulcinea en que traía los mismos vestidos que llevaba cuando Sancho la describió en la aventura del encantamiento de Dulcinea (la princesa, nuestra ama, vestida y adornada, en fin, como quien ella es. Sus doncellas y ella todas son una ascua de oro, todas mazorcas de perlas, todas son diamantes, todas rubíes, todas telas de brocado de más de diez altos; los cabellos, sueltos por las espaldas, que son otros tantos rayos del sol que andan jugando con el viento). Sancho apenas describe vestiduras sino adornos, en una descripción que no es en absoluto identificadora y que puede convenir a cualquier dama que pudiera imaginarse Don Quijote, pero el mensaje de Don Quijote es otro: ¿Después de la mentira que has contado tú, ahora vas a quejarte de las que cuento yo?. Y ya veremos en el episodio del Clavileño, como se resuelve esta situación. Don Quijote finaliza este pleito con Sancho, diciendo que le contará otras cosas para que vea que la historia es verdad, pero ahí acaba la narración de la cueva de Montesinos. Hasta, como decimos, la aventura del Clavileño.
- Y en cuarto lugar, una nueva aparición del narrador (fragmento 10). Recordemos que el narrador que nos cuenta la novela es un lector, alguien que ha leído el libro original y lo transcribe, y que no sabe lo que piensa Sancho, sino que da su opinión. Y esta opinión que da, como a lo largo de toda la novela, está marcada por una visión previa (Don Quijote loco; Sancho necio) que muchas veces no encaja con lo que ocurre. Y además esta opinión la da de forma tramposa, insertándola en los hechos como si fueran un hecho más.
Don Quijote espera, a que sea el momento adecuado para decir a Sancho que debe creer lo que ha contado. Y espera 18 capítulos (Texto 11). Mientras tanto ambos personajes han llegado al castillo de los duques. Los duques y su corte son unos típicos bromistas españoles, genuinos antecesores de los aburridos clientes del casino de La Señorita de Trévelez la tragicomedia de Carlos Arniches, de los desalmados jóvenes de Calle mayor la desoladora película de Juan Antonio Bardem, y de tantos y tantos urdidores de novatadas crueles y sádicas. Los duques hacen de todo para divertirse con Don Quijote y Sancho, y estos atrapados en sus papeles se dejan hacer. En un momento dado se montan en un caballo de madera, el Clavileño, diciendo que es un caballo encantado en que van a viajar a las estrellas, y sentados allí, les ciegan con humo, encienden luces, provocan explosiones, etc. Cuando todo termina Don Quijote no reconoce haber viajado hasta el cielo, pero Sancho, sí, aceptando con gracejo su papel de bufón. Los duques y los cortesanos se ríen a gusto con las palabras de Sancho y por fin, en un momento que ambos quedan solos Don Quijote puede deslizar unas palabras al oído de Sancho: Sancho, pues vos queréis que se os crea lo que habéis visto en el cielo, yo quiero que vos me creáis a mí lo que vi en la cueva de Montesinos; y no os digo más.
Los alumnos deben aquí intentar dar una explicación coherente de las paladas de Don Quijote. El papel del profesor es, mediante preguntas, hacerles ver el cálculo, el pensamiento que hay detrás de las palabras de Don Quijote, que no son las de un loco, sino las de una mente lúcida y despierta, muy cuerda. Y no está de más informar a los alumnos de que esas palabras constituyen un auténtico punto final. En el resto de la novela, Sancho no vuelve a mencionar a Montesinos ni da muestras de incredulidad ante nada de lo que le dice Don Quijote. Éste por su parte no vuelve a referirse al Clavileño.
Ni Don Quijote dice más, ni Sancho responde: ambos jugadores se comprenden.