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1

En castellano ese lenguaje se llama jerga, equiparando su significación a la de la tela gruesa y rústica y a la del paño grosero, que también se llaman de ese modo.

 

2

«Por si eso no fuera bastante, ahí están las sociedades de vida airada, constituidas para empresas de fuerza contra el derecho, las cuadrillas de malhechores y bandidos, y aquellas otras que son su consecuencia, las brigadas de presidiarios en el sistema de prisiones en común. ¡Quién dijera que también allí se produce un derecho consuetudinario, y que ese derecho goza de autoridad como pudiera en una república bien organizada, con una policía celosa y experta y con numerosa Guardia civil y ejército sobre las armas! Puede estudiarse como notable ejemplo la antigua cárcel de Sevilla, en la viva pintura que de ella nos dejó Cristóbal de Chaves. Es todo un estado de derecho: como tiene su propia lengua y una literatura peculiar, posee un sistema de funciones y de autoridades, libremente constituidas entre los penados mismos, y con todo el prestigio debido a una larga tradición; todo un sistema tributario de patentes, gabelas y emolumentos; todo un código de costumbres, unas abusivas y criminales, otras legítimas o indiferentes, pero todas igualmente irresistibles, en cuanto que no puede sustraerse a ellas ninguno que se halle sometido a su acción con no estar apoyados en ningún género de fuerza material: ni la administración de justicia es poderosa a desarmar ese vicioso estado de derecho, sino mudando las condiciones en que tales sociedades viven, o más bien disolviéndolas, dejando a cada delincuente solo consigo mismo y envolviéndolo en una atmósfera de virtud y de purificación que restaure en su alma la perdida noción de la justicia.» (Joaquín Costa. Teoría del hecho jurídico individual y social, pág. 28.)

 

3

E. Laurent. Les habitués des prisons de Paris, pág. 410.

 

4

Lombroso. L'Uomo delinquente, 4.ª edic., t. I, pág. 479.

 

5

Tarde. La criminalidad comparada.

 

6

Loc. cit., pág. 475.

 

7

También considera Lombroso como curioso resto arcaico el llamar petun al tabaco, diciendo que procede del antiguo español. No hay tal cosa. Nunca se ha llamado petun al tabaco en España. Donde se le llamó peto fue en el Brasil, y este nombre puede considerarse tan arcaico como tabaco, pues es de la misma época próximamente, con la diferencia de que el uno sobrevivió y el otro desapareció, quedando aquél superviviente en parte, por haberle mantenido jergalmente su expresión metafórica, porque peto quiere decir pecho.

En la Fisiología y chistes del cigarro, dice D. Serafín Estébanez (Escenas andaluzas, pág. 365): «En la Española la llamaron cohuva, en Nueva España pisciel, en el Perú sayre y en el Brasil peto: en Europa, unos la llamaron nicosiana, de cierto quidam llamado Nicot, que en la embajada que de Francia trajo a Portugal en tiempo del rey D. Sebastián tuvo conocimiento de esta hierba, y tomándola consigo la connaturalizó en Francia: otros la llamaron hierba regina o de la cruz; aquellos vulneraria; estotros piperina; pero los españoles hablamos y la llamamos tabaco y efetá: con tal nombre quedó bautizada para in eternum, porque los nombres que han de vivir los ha de dar la gente de más autoridad.»

 

8

Lombroso. Loc. cit., pág. 477.

 

9

En La Pícara Justina se dice (pág. 163, col. 1.ª). «Ahora que cosi, cosi, solía yo con este hombre hablar de la oseta y meter más ruido y armonía que gorrión en sarmentera; mas luego que le quise bien nunca tuve palabras.»

 

10

Loc. cit., pág. 487.