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Compendio de historia de América central

Cesáreo Fernández Duro





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Para que sirva de texto en las escuelas é institutos de las cinco repúblicas hermanas que se dividen el territorio central de América, ha condensado su historia el Sr. D. Agustín Gómez Carrillo,   —110→   nuestro Correspondiente, en obra especial, premiada por la Academia de Honduras1.

Da á entender el lauro, el juicio favorable que la doctrina, la imparcialidad, la crítica del trabajo destinado a ilustrar la mente de los niños, ha merecido al los examinadores, juicio confirmada con el apoyo de la administración de la República, por eco de la opinión de los hombres de letras.

El Compendio ofrece idea general de los antiguos pueblos indígenas, de su problemático origen, razas, cultura, lenguas y costumbres; de la llegada de los españoles a la costa; de las expediciones y conflictos con que fué adelantando el reconocimiento y dominación del país, sin atenuar, pero sin exagerar tampoco, los efectos de la lucha entre los invasores de superior espíritu y los indios que por natural instinto defendían con el hogar, la independencia del suelo y la conservación de ideales en que se nutrieron.

Sometida la región, fundadas las ciudades y villas en que los conquistadores reposaron, implantando el sistema municipal castellano, noticia el autor la instalación de la Audiencia, extendiéndose con acertado criterio, mucho más en la explicación del régimen del gobierno, comprendida la administración de justicia y la instrucción pública, que en las guazábaras y empresas militares, accidentes que atraen de ordinario la atención de los historiadores.

No pocas opiniones apasionadas ó erróneas corrige acudiendo á la prueba de los documentos que en los archivos coloniales quedaron, de los cuales exhuma noticias de interés permanente como las que voy a transcribir, con propósito de que luzca al mismo tiempo el estilo castizo del Sr. Gómez Carrillo.

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«Digan cuanto quieran los adversarios de la verdad histórica, hay que hacer constar que no faltaron en estos países planteles de educación de instrucción para blancos é indios, por limitado que fuese, como en efecto lo era, el programa que en las escuelas dominó. Dispuso el monarca en 1686 aumentar esos centros y conferir las preceptorías á los sacristanes, en las poblaciones en que se careciese de individuos aptos para servirlas; sistema que hoy nos parece, con justicia, absurdo, pero que en aquella época, dado el criterio entonces admitido, era el que se consideraba más útil y conveniente, no sólo en España, sino en otros pueblos europeos...

»El latín era muy cultivado en este país entre los que seguían una carrera literaria, como lengua sabia que aún hoy se estudia. La primera cátedra de latinidad que aquí existió fué, establecida por el Sr. Marroquín en 1538, en la ciudad capital. El colegio de Santo Tomás, fundado después en la de Guatemala, y en el que se enseñaba la filosofía según el sistema escolástico, convirtióse en universidad pontificia en 1681. Un año después comenzó á funcionar en León de Nicaragua el colegio tridentino, y en 1737 en Comayagua, una cátedra para los estudiantes de filosofía. La universidad nicaragüense que en León hubo, y que no poca fama adquirió en estos países, data solamente de 1812; antes de ese año era el colegio de San Ramón el que allí había. En lo que á la provincia de Chiapa se refiere, hay que hacer notar que en real cédula expedida en Madrid el 13 de Noviembre de 1717, se dice que en ese tiempo llevaba más de treinta años de establecido en Ciudad Real, con permiso del monarca, un colegio que dirigían los padres jesuítas, y en el que se educaban muchos jóvenes. También en la capital del reino de Guatemala funcionaba un colegio suyo. Ese plantel y el de Chiapa dejaron de ser dirigidos por los citados religiosos cuando en 1767 se expulsó á estos de los dominios españoles.

»Las profesiones de abogado, médico y eclesiástico, eran las comunmente abrazadas, aunque no faltó uno ú otro ingeniero formado en el país. Para la primera de esas carreras establecióse en Junio de 1810 el ilustre Colegio de abogados, por iniciativa del oidor Sr. Serrano Polo, y los que á los estudios jurídicos se consagraban,   —112→   tenían que cursar el Derecho romano antes de versarse en los códigos patrios, por ser aquel la fuente de que estos proceden. Las Partidas, el Fuero Juzgo, el Fuero Real, la Nueva Recopilación, la Novísima, y muchas leyes españolas además, ofrecían ancho campo á las tareas de los que querían obtener el honroso título de letrado. No contaban la Medicina y la Cirugía con grandes elementos; pero no carecían de protección oficial, y en antiguos papeles se ve que en 1766 ya había un protomédico, que lo era el licenciado D. Cristóbal Hincapié Meléndez, que en ese año solicitó el sueldo de 500 pesos anuales que estaba asignado al profesor que escribía la Historia Natural. El Sr. Hincapié llevaba en 1766 más de cuarenta años de servicios como protomédico. En 1793 se dió la real cédula para organizar en Guatemala el tribunal del protomedicato, á semejanza del mandado crear algún tiempo antes en la ciudad de Caracas.»



En otro capítulo2 consigna el Sr. Gómez Carrillo:

«Nunca fué considerable el número de los individuos de raza africana sujetos á la esclavitud en estos países; y los pocos que había eran generalmente bien tratados por los dueños. No pasaban de 200 los esclavos en los últimos días del gobierno español, según lo dice el Dr. D. José Mariano Méndez en un documento escrito por él en 1821, pues desde 1812 habían sido ya declarados libres por las Cortes de Cádiz los que, en propiedad de la Real Hacienda, residían en el puerto de Omoa y en otros puntos de nuestras costas del Norte. Para favorecer á los aborígenes, que tanto sufrían en la ruda labor de los minerales y del beneficio del añil, discurrióse en el siglo XVI traer gente africana que resistiera mejor tales trabajos, y así fueron introduciéndose en el país negros esclavos; pero la importación de estos no alcanzó grandes proporciones, porque la Audiencia se opuso sin cesar á las solicitudes de los que intentaban hacerlos venir al país. No fué, pues, entre nosotros la esclavitud un lunar que afeara la existencia social con el grave carácter que en otras de las colonias españolas de América llegó á revestir; y así, cuando pocos años después de la Independencia,   —113→   se discutió y decretó la absoluta emancipación de aquellos infelices, no se pulsaron grandes dificultades para conseguirla.»



Bosquejando el estado intelectual, después de la exposición de beneficios que produjo la institución, en 1795, de la Sociedad de Amigos del País, apunta noticias no menos dignas de general conocimiento.

«Cultiváronse siempre (escribe) las bellas artes sobre todo en la ciudad capital, y existen aún obras que hacen ver la aptitud de los que á su ejercicio se consagraban, no obstante la escasez de buenos maestros para el más acertado aprovechamiento de las felices disposiciones de los alumnos. En 1604 había varios escultores notables, es á saber: Bernardo de Cañas, Antón de Rodas, Pedro de Brizuela y Quirino Castaño; y en materia de pintura, figuraba por aquel tiempo Juan de Aliende. Á mediados del mismo siglo XVII floreció el escultor Pedro de Mendoza, después el afamado Zúñiga, y sucesivamente Alonso de la Paz, Juan Chavez, Cuéllar, Bolaños y Guzmán. El capitán D. Antonio de Montufar se distinguió en la pintura en el referido siglo XVII; hizo un viaje á España para perfeccionarse en ella, y al volver ocupóse en ejecutar trabajos para los templos. Fueron también hábiles pintores Álvarez, Merlo y Baltasar España; vivió este último en el siglo XVIII, y señalóse además como grabador notable, lo mismo que Garci Aguina y José Casildo en posteriores tiempos. Tampoco faltaron arquitectos de alguna nombradía, si bien no fué eso ramo el más cultivado en el país.

»En lo que hace á la música, se puede afirmar que hubo muchos y buenos profesores, ya organistas, ya violinistas; pero el verdadero progreso no se inició sino ya en los últimos años del siglo XVIII, merced al interés tomado sobre el particular por el Sr. García Conde, que fué Gobernador de Honduras, y residió después en la ciudad de Guatemala. Los jurisconsultos Villa Urrutia, Campuzano y González Bravo, aficionados á la música, prestaron todo su apoyo al arte en la capital del país.

»No puede hacerse caso omiso de los poetas en un libro de historia, porque buenos ó malos, dignos ó indignos de tal nombre, siempre dan á conocer en cierto modo el estado social de los pueblos.   —114→   Como todos saben, fué en los claustros donde en aquel tiempo se cultivaron principalmente las ciencias y las bellas letras, y así no debe extrañarse el sabor de ascetismo que en lo general prevalece en las composiciones en verso, las que, por otra parte, estaban contaminadas de culteranismo, vicio propio de la época, y que consiste en apartarse de la naturalidad y sencillez en la expresión de los conceptos, para caer en un estilo obscuro y afectado.

»D. Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, guatemalteco, que en el siglo XVII escribió la llamada Recordación florida ó historia del país, compuso algunas poesías que comprueban el culteranismo dominante en los trabajos de los que se aplicaban al verso y á la prosa. Según el notable escritor de Venezuela D. Julio Calcaño, publicáronse en la ciudad de Guatemala, en 1759, los sermones de Iturriaga y de Batres, precedidos de algunas poesías, y en 1760 se dió á luz la descripción de los funerales de Fernando VI, en las que figuran otras del religioso Blas del Valle. El padre jesuíta Rafael Landivar, guatemalteco, expulsado del país con los demás individuos de su orden en 1767, es autor de magníficos versos latinos. En castellano dio testimonio de verdadero poeta un hijo ilustre de la provincia de Chiapa, el inolvidable fray Matías Córdoba, que en Guatemala floreció en el presente siglo. El inmortal autor del Quijote, Miguel de Cervantes Saavedra, habla con elogio en uno de sus escritos del bardo guatemalteco Juan de Mestanza, de quien no se tiene otra noticia que la que de él da el Príncipe de los ingenios españoles.»



En prueba de que fué más rica de lo que se cree la literatura colonial, enumera los escritores de nota y los letrados que brillaron en las Audiencias y en los Consejos de Méjico, de la Habana y de la corte de Espada, teniendo en cuenta que hubieron muchos de tropezar con la falta de medios de propagación, porque la primera imprenta se instaló en Guatemala en 1657 por José Pineda Ibarra y, hasta 1729 no empezó á publicarse la Gaceta, periódico que destinaba espacio á artículos a menos de literatura.

Llegando á la fecha de emancipación de las provincias que fueron españoles en República federal;   —115→   á las revoluciones que fraccionaron los Estados, repetidas con frecuencia que hacía pensar en el maléfico influjo del genio del mal, se muestran sobre todo las condiciones de historiador sensato, imparcial y patriota del Sr. Gómez Carrillo, que con las lecciones del pasado procura se realice el buen deseo, en que aquí todos le acompañamos, de que en la región donde el progreso se ha hecho más y más difícil y la moral ha perdido terreno, no vuelvan los pueblos á dejarse seducir de los sofismas y palabras huecas de los que, prometiéndoles amor y honradez, pretendan hacerlos servir al triunfo de sus personales miras, para que el imperio del derecho llegue al fin á arraigar en la tierra privilegiada por los naturales elementos de prosperidad que contiene.

Creo bastarán estas indicaciones para estimar que es la obra muy útil para el publico á que se destina, digna del aprecio de la Academia, y su autor, Sr. Gómez Carrillo, acreedor al reconocimiento de la misma por el agasajo del ejemplar con que la ha favorecido.





Madrid, 12 de Enero de 1691.



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