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Biblioteca de Literatura Infantil y Juvenil

Caperucita Roja - videoteca Ficha de la obra

Había una vez una niña que llevaba una caperuza de color rojo intenso, le encantaba llevarla. La gente del pueblo le dio el nombre de Caperucita Roja. Caperucita Roja y su mamá vivían en una casita al principio del bosque.

Un día la mamá de Caperucita preparó una cestita con comida variada, dulces, etc.

Se la dio a Caperucita y le dijo:

-Llévasela a la abuelita que está enferma. La abuelita vivía en una casa al otro lado del bosque.

La mamá de Caperucita dijo:

-Sigue el camino de siempre, no te desvíes, es muy peligroso.

-Sí, sí, contestó Caperucita.   

-Adiós mamá, y se despidió dándole un besito.

Siguió el camino del bosque, de repente se le acercó el lobo feroz y le dijo:

-¿Cómo te llamas?

-¿Yo? Me llamo Caperucita Roja.

-¿A dónde vas?

-Voy por este camino a casa de mi abuelita, que está malita.

-El lobo te va a ayudar, mejor no sigas este camino porque la casa está muy lejos, vete mejor por este otro camino, que está más cerca y llegarás antes.

-¿Sí? Muchas gracias, muchas gracias.

El lobo había engañado a Caperucita y esta no se había dado cuenta de nada. Se despidieron y cada uno salió por un camino. El lobo salió a todo correr muy rápido y llegó a cada de la abuelita. Llamó a la puerta  e imitando la voz de Caperucita Roja dijo:

-Hola. Buenos días, abuelita, soy Caperucita Roja.

La abuelita muy emocionada le dijo:

-Pasa, pasa.

El lobo abrió la puerta  corriendo, saltó encima de la cama y se comió a la abuelita.

-¡Uf!, qué bien me he quedado.

Buscó un gorro y se lo puso en la cabeza. Buscó un camisón y se lo vistió. Cerró la ventana, se metió en la cama y entrecerró los ojos.

Caperucita Roja que seguía por el camino cogiendo florecitas y guardándolas en la cesta, llegó, por fin, a casa de la abuelita. Llamó a la puerta y el lobo, con la voz  igual que la abuelita dijo:

Pasa, pasa, la puerta está abierta, pasa.

Caperucita Roja muy ilusionada entró y vio que estaba todo un poco oscuro.

Se acercó hasta la cama y observó a la abuelita que estaba muy cambiada.

Entonces le dijo:

-Abuelita, abuelita ¡qué ojos más grandes tienes! Sí, sí, son para verte mejor.

-Abuelita, abuelita ¡qué orejas más grandes tienes! Sí, sí, son para oírte mejor.

-Abuelita, abuelita ¡qué dientes más grandes tienes! Sí, sí, son para comerte mejor, y saltando sobre ella se la tragó igual que había hecho antes con la abuelita. Ahora tenía la barriga doble de gorda que antes. Estaba muy cansado, así que se tumbó en la cama y se quedó dormido.

Casualmente, un leñador que pasaba cerca de la casa de la abuelita, vio que la puerta estaba abierta. Le pareció raro, así que entró y, al  abrir  la  puerta, vio  que estaba el lobo tumbado encima de la cama con una panza increíble. Se acercó a la cama, cogió el cuchillo que tenía guardado y le abrió la barriga. Vio que Caperucita estaba dentro y la sacó. Vio que también estaba la abuelita y también  la ayudó a salir.

Las dos estaban vivas, ¡qué suerte! Pensó:

«¿Cómo voy a castigar a este lobo que ha sido tan malo?».

Se le ocurrió una idea. Cogió una piedra muy grande que pesaba mucho, la metió dentro de la barriga del lobo, cerró la barriga del lobo, y la cosió concienzudamente.

«¡Menos mal que las dos están vivas, las he salvado!».

El lobo, que estaba dormido, se despertó y al abrir los ojos vio al leñador, se levantó con dificultad de la cama, salió de la cama como pudo y se perdió a lo lejos en el bosque.  La abuelita y Caperucita se abrazaban aún temblorosas del miedo que habían pasado, hasta que la abuelita le dijo a Caperucita:

-¡Caperucita! Mamá y yo te hemos dicho muchas veces que no te desvíes del camino y que no hables con animales desconocidos, y no nos haces caso.

-Sí, sí, abuelita, tenéis razón, a partir de ahora lo que me digáis lo voy a cumplir, ¿vale?

Se abrazaron contentas...

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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