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Reseñas de «Obras completas de José María de Pereda, Ed. Salvador García Castañeda»


Magdalena Aguinaga Alfonso





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Con una dedicación y profesionalidad encomiables, los profesores A. H. Clarke, de la Universidad de Birmingham, y J. M. González Herrán, de la Universidad de Santiago de Compostela, están llevando a cabo una labor editorial de primer orden para el conocimiento y difusión de la obra de José María de Pereda. En efecto, el autor santanderino no tenía aún el estudio de que era merecedor, a juicio del insigne profesor D. Enrique Moreno Báez. Pereda gozó en su época de un reconocimiento comparable al de su amigo Galdós, aunque posteriormente quedó silenciado por la crítica, exceptuados los excelentes estudios llevados a cabo por José María de Cossío, Jean Camp, y, sobre todo, y más recientes, los imprescindibles análisis hechos por José E Montesinos, cuyo rigor académico sienta las bases de la nueva escuela de estudios, constituida por un grupo de notables peredistas que están trabajando por revalorizar su obra. Fruto de ello es la nueva edición de sus Obras completas que está llevando a cabo la editorial Tantín de Santander. Ya se han publicado seis tomos de los diez de que constará la edición. El tomo 9 reunirá en Miscelánea una serie de textos dispersos, publicados en la prensa periódica, colaboraciones sueltas, prólogos a libros ajenos, y discursos, que Pereda no incluyó en las Obras completas que entre 1884 y 1906 recogió en diez y siete volúmenes. Cada tomo de la nueva edición va precedido de un estudio crítico, elaborado con metodología muy homogénea y buen hacer filológico, a cargo de especialistas en la obra del autor cántabro. Desde perspectivas científicas, los tomos publicados satisfacen las exigencias de los especialistas y lectores más rigurosos.

La edición de los artículos costumbristas de Pereda ha sido realizada por Salvador García Castañeda, profesor de la Universidad de Ohio, en los dos primeros tomos. Este crítico, ya conocido por sus estudios acerca del periodismo y del costumbrismo montañeses y otras obras decimonónicas, hace una rigurosa descripción bibliográfica y un resumen del proceso de elaboración y publicación de cada uno de los cuatro libros que componen la serie de cuadros y artículos de costumbres Peredianos, corrigiendo datos y añadiendo omisiones en la bibliografía. De acuerdo con el criterio fijado por los directores para toda la colección, se reproducen los textos revisados por el propio Pereda para la edición de sus Obras completas en la imprenta Tello. El editor de los dos primeros tomos que ahora comentamos lleva a cabo un interesante estudio del costumbrismo perediano, de las variantes de algunos artículos de costumbres desde su publicación en la prensa periódica hasta su codificación dentro de un volumen, del trasvase de algunos artículos de un libro a otro, lo que muestra a un José María de Pereda que pule y reelabora constantemente   -154-   su obra. En el primer tomo García Castañeda analiza los dos primeros libros de relatos breves, Escenas montañesas (1864) y Tipos y paisajes (1871) y en el segundo, Tipos trashumantes (1877) y Esbozos y rasguños (1881). Va comentado las sucesivas ediciones de estos libros, sus variantes y trasvases. Hace un estudio riguroso de Pereda como costumbrista, quizá menos revalorizado que el Pereda novelista. Explica su conocimiento de los maestros costumbristas románticos, cuya obra había leído y las fórmulas que toma de ellos en cuanto a los títulos, la onomástica simbólica, y la terminología propia de las artes plásticas. De particular interés es el estudio que hace García Castañeda del narrador perediano y el uso de las diversas personas en su modo de canalizar el discurso narrativo, el análisis de los tipos populares de la aldea y del mar, en los que se advierte un enfoque diverso antes y después de la Revolución de 1868, debido al cambio ideológico que esta suponía, el moralismo de Pereda manifiesto en la sátira y la ironía, la novedad del lenguaje perediano como configurador de la psicología del tipo o del personaje, y la introducción del lenguaje popular dentro del literario, considerado por Galdós en el prólogo a El sabor de la tierruca como algo innovador en su época. Interesante es también el análisis que el editor lleva a cabo de Santander a través de los artículos de Pereda, de sus diversas clases sociales, de la peculiar xenofobia perediana hacia los veraneantes madrileños que invaden la cuidad alterando las costumbres autóctonas.

García Castañeda se pronuncia a favor de un Pereda no tan nostálgico del pasado -como se había venido afirmando de modo poco fundamentado en los textos-, teniendo en cuenta que la mayor parte de sus artículos costumbristas están localizados en un presente vivido por él. En efecto, su realismo, vivacidad y dinamismo lo distancian del estatismo de los costumbristas románticos. Su aprendizaje costumbrista se revela fundamental para su obra posterior como novelista. Además, como dice García Castañeda, «El costumbrismo fue para él una manera ideal de manifestar un regionalismo sentimental» (2:41).

La relectura de estos textos breves costumbristas, quizá menos conocidos que sus novelas, donde se ve a un Pereda mucho más innovador de lo que se refleja en su narrativa extensa, constituye, en fin, una grata experiencia estética. Pereda hizo obra de pionero entre los costumbristas montañeses, y su magisterio en este sentido es indudable, como lo demuestra el mismo crítico, García Castañeda, en un libro posterior a los que comentamos en esta reseña, titulado Los montañeses pintados por sí mismos (1991).








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