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Primera Exposición de Guillermo Hualde y del Conde de Toreno al Consejo de Regencia, instando la rápida convocatoria de Cortes

(17 de junio de 1810)


Guillermo Hualde


José María Queipo de Llano Ruiz de Saravia, Conde de Toreno





Cuarenta maravedís.- Sello Cuarto.- Cuarenta maravedís.- Año de mil ochocientos diez.

Señor:

Los diputados de Galicia, de Cataluña, Castilla, Cuenca, Asturias, Murcia, Álava, Rioja y León, animados del celo y patriotismo de las Juntas que representan no pueden menos de elevar a los pies de Vuestra Majestad, con el mayor respeto, las consideraciones siguientes de suma urgencia en las circunstancias actuales.

La Nación Española que con un movimiento simultáneo y repentino ha dado al mundo la prueba más grande de la alteza y dignidad de su carácter, de su amor a la independencia, de su odio al yugo extranjero y a la perversidad de un aliado falaz debe también darle el espectáculo grandioso de la reunión de su representación nacional, como propio de su magnanimidad, como resultado de sus afanes y de sus sacrificios, y, en fin, como una medida de absoluta necesidad en las desgracias del día.

La convocación de las Cortes se hace, Señor, a cada instante más precisa. Una Nación que como la española ha estado por tantos siglos sumida en el abatimiento y la ignorancia, a merced de la arbitrariedad de un ministro, de un valido, de un Rey débil o disipado, sin apoyo, sin constitución, sin libertad, sujeta y esclava, necesita de toda la energía, de toda la actividad, de la extensión de las buenas ideas para que lleguen éstas a formar un hábito que contrarreste y se oponga al que arraigó la servidumbre de tantos años. Esto tan sólo se puede conseguir con interesar al pueblo, con hacerle ver que no solamente pelea por expeler al enemigo sino para consolidar su felicidad futura, para asegurar a sus hijos tranquilidad y sosiego, y gozar los que sobrevivan, en medio de un gobierno justo, del fruto de su sangre y de sus sudores; y de que no es acreedor ese pueblo valiente y denodado que rodeado de obstáculos, con escasos recursos, sin grandes estímulos, haciendo renacer el carácter de nuestros padres, sin cesar persigue, incómoda y constantemente aborrece a un enemigo atroz, después de dos años de devastación y pérdidas sin fin.

¿Y qué modo de interesarle sino el de una representación nombrada por él mismo en que deposite su confianza, que le saque de su estado pasivo, nulo y le haga conocer que con sus manos se fabricará la felicidad o la desgracia?, ¿ni quién podrá apurar los infinitos recursos que ha menester la Nación para una guerra tan destructora sino ella misma por medio de sus representantes?, ¿ni quién oponer a las intrigas y enredos de un enemigo atrabiliario y astuto una barrera insuperable sino esta misma representación que, siendo la expresión de los sentimientos de la Nación entera disipará todos sus proyectos, todas sus arterias y dejará ver la ponzoña que encubre con engaños y mentiras?, ¿ni con más claridad, quién pesar con detenimiento el estado crítico de la Patria, si fuesen ciertas las voces que por el público se han divulgado de la adopción de nuestro deseado Fernando por Napoleón y de su matrimonio? Nuevo lazo que querrá el tirano tender al incauto monarca y al honrado pueblo español.

Antes, Señor, que la Nación española conociese las dinastías extranjeras de Austria y de Borbón, frecuentemente se convocaban las Cortes: las minoridades, las guerras contra moros, la imposición de algún nuevo tributo bastaba sólo para llamarlas. Ellas contribuyeron a dar a los españoles aquel carácter grande que llenó de sus hechos la historia del siglo 16, y la falta de ellas o su reunión rara y servil con el concurso de otras causas hizo decaer a nuestra Patria del ápice a que había llegado en Europa, y de ser temida y respetada al desprecio y nulidad que no debía.

Pero, Señor, si nuestros padres con el motivo más leve se juntaban, ¿cuál puede haber ni ha habido mayor que el actual? Se trata de nuestra independencia, de nuestra existencia política; y nosotros, que la hemos recibido de ellos íntegra, ¿nos mancharemos con el eterno e indeleble baldón de perderla? ¡Oh, no! El Gobierno sabio de Vuestra Majestad no puede permitirlo, no perdonará medio para evitarlo y salvar la Nación, y como el principal, el único, él sólo es el de las Cortes, llevará a efecto la convocación hecha por la Junta Central, la que, aunque tardía bien a costa suya, se hubiera realizado a no haber sobrevenido los acontecimientos adversos que la impidieron; pero, nombrados ya los diputados por las provincias libres, y aun por varias de las que ocupa el enemigo, a tiempo de verificarlas.

Los exponentes no dudan que son unos mismos los deseos de Vuestra Majestad, según sus primeros Decretos; y, así, Señor, cúmplase la reunión a la mayor brevedad posible, prefíjese término perentorio, día determinado, y convóquese, según el Reglamento de primero de enero, sin variación alguna, como método, el más expedito y adecuado, pues sin estos dos puntos esenciales el público tal vez manifestaría sobrado descontento, y súplase la representación de la parte del Reino ocupada durante lo esté con los refugiados a las libres.

La opinión pública está bien calificada tiempo ha; cuando la Junta Central deseó inquirir el modo de pensar y las ideas de los cuerpos respetables de la Nación sobre Cortes, a los diputados les consta que todos a una anhelaban por ella con ansia y todos las pedían a porfía con la mayor celeridad como el único remedio a tantos males. Y, en una palabra, éstos son los votos y deseos de los exponentes, éstos los de las provincias que representan, éstos los de todos, los de todos los buenos y los de toda la Nación, en fin, y éste el medio de asegurar nuestra independencia, nuestra felicidad venidera, de dar a la Europa una nueva prueba de la grandeza española, hacer al enemigo la guerra que más teme, y últimamente la de sostener, Señor, el Trono de Vuestra Majestad Dios guarde la importante vida de Vuestra Majestad m.s a.s.

Cádiz, y junio 17 de 1810.

Señor: EL CONDE DE TORENO.- TRIFÓN ORTIZ DE PINEDO.- JOSÉ DE ESPIGA.- JUAN MARTÍNEZ OLIVA.- PEDRO PEÓN HEREDIA.- GUILLERMO HUALDE.- FRANCISCO LESÚS.- NICETO DE LARRETA.- JUAN BERNARDO QUIROGA Y URIA.- JOSÉ DE ARGUILIZ.- JOAQUÍN DE BAEZA.- JOSÉ CUERVO.








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