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El presente artículo constituye una exposición en castellano, puesta al día y considerablemente modificada, del trabajo presentado en Rodríguez Fernández (1988). Una versión muy preliminar del mismo se dio a conocer en las II Jornadas de Economía Industrial (Madrid, 25 y 26 de septiembre de 1986), cuyos participantes aportaron interesantes comentarios. Además, el autor agradece las útiles sugerencias de Vicente Salas Fumás. (N. del E.)

 

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V., por ejemplo, Cuervo García (1984, 1988). (N. del A.)

 

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En relación con un posible conjunto adicional de modelos, que podríamos denominar «SAP por grupos relativamente homogéneos», véase más adelante la nota 3. (N. del A.)

 

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Los modelos que Martin (1977, p. 250) designa como no definidos a priori, o que Altman y otros (1981, p. 315) denominan modelos por grupos relativamente homogéneos, opinamos que -básicamente- pueden considerarse en último término una variante especial de los presentados bajo el rótulo de empíricos ex post. Un modelo no definido a priori es, por ejemplo, el de Kovorow y Stuhr (1975). Estos autores se sirven del concepto de «vulnerabilidad», vocablo que alude a cualquier tipo de dificultad financiera sufrida por un banco; por tanto, su medida de riesgo no se refiere a un suceso específico e intentan que sea independiente de los datos estadísticos disponibles acerca de las instituciones solventes e insolventes, o «con problemas» y «sin problemas». Miden la vulnerabilidad a través de la puntuación resultante de una combinación lineal de variables financieras presuntamente pertinentes para los propósitos perseguidos y ponderadas de forma arbitraria; en realidad, lo que evalúan es la desviación entre un banco individual y la media de un grupo de entidades con características generales parecidas a las de aquel. Más recientemente, y en una línea afín, Gheva y Sokoler (1982) utilizan una representación gráfica para analizar las diferencias en las estructuras de riesgo de un grupo de bancos israelíes; una importante distancia relativa entre dos puntos indican estructuras de riesgo disímiles en los establecimientos correspondientes, y cambios de posición en el gráfico a lo largo del tiempo implican una inestable estructura de riesgo: en último extremo, de esa manera detectan outliers -casos atípicos- sospechosos de ser instituciones «con problemas». Ahora bien, puesto que un concepto indefinido -o ambiguamente delimitado- como el de vulnerabilidad no puede ser operativo con miras a la verificación empírica del modelo, en la práctica, llegado tal momento, ese concepto abstracto y equívoco queda abandonado, de manera que la puntuación calculada se contrasta sobre una muestra de entidades solventes e insolventes o «con problemas» y «sin problemas»; una vez que el esquema no definido a priori ha sido así transformado, estamos simplemente ante una peculiar versión de los modelos empíricos ex post (v. Martín. 1977, pp. 254-256). En Sinkey (1979, caps. 6 y 7) y Rose y Scott (1980/81) pueden encontrarse estudios ex post mediante análisis de outliers. También v. Itorobow y Stuhr (1983). (N. del A.)

 

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Sobre este y los demás modelos de respuesta cualitativa o elección discreta, pueden consultarse -por ejemplo-, los surveys de Amemiya (1981) y McFadden (1984), o la obra de Maddala (1983, principalmente caps. 2-5). También, v. Gallástegui (1985). (N. del A.)

 

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V. art. 8 del real decreto 3048/1977, de 11 de noviembre, y art. 5.1. del real decreto 567/1980, de 28 de marzo. (N. del A.)

 

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V., por ejemplo, Harrington (1987, cap. 4), Revell (1975, cap. 7), Vernimmen (1981, caps. 7-8) y Vojta (1973, pp. 16-29). (N. del A.)

 

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V. La Memoria de Actividades 1982 del Banco de España, p. 30. La estadística de la crisis incluye como tal al Banco Atlántico, en cuanto que formaba parte del grupo bancario del holding Rumasa; pero, de hecho, su posición patrimonial no puede equipararse a la del resto de los establecimientos controlados por el holding y hemos de agruparlo con los «sanos». (N. del A.)

 

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V. Revell (1975, pp. 114-116). Al igual que este, por activos fijos en sentido amplio entendemos tanto los físicos o materiales como la cartera de participaciones. Si bien es cierto que, por falta de un mayor desglose contable, los fondos propios libres que aparecen en el numerador de ese ratio han tenido que ser calculados restando de aquellos el inmovilizado y todos los valores mobiliarios privados mantenidos por la entidad, de hecho en el caso de los bancos privados de España los últimos son fundamentalmente valores de renta variable: así, a 31 de diciembre de 1981, sólo el 12,66 por ciento del total de valores emitidos por el sector privado y mantenidos en cartera por la banca privada eran de renta fija; y, por facilitar otro dato, al finalizar 1988 tal porcentaje era del 8,78 (Banco de España. Boletín Estadístico, marzo 1989, p. 22). (N. del A.)

 

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El ratio inmovilizado/activo total también puede ser considerado como un indicador del riesgo tecnológico. Según afirma Sinkey (1985, p. 357): «Los bancos con excesivo volumen de "ladrillos y cemento" son particularmente propensos a la obsolencia tecnológica y mayor exposición al riesgo». (N. del A.)