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Lección V



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De la población(46), de las clases no producentes, y de la educación.

     Los Políticos de la Grecia se ocupaban en buscar medios de disminuir el número de los ciudadanos. Para conseguir este objeto, era permitido el exponer a los hijos; a Aristóteles le parecía medio menos riguroso procurar el aborto; y Minos, que se decía inspirado de Júpiter, quiso precaverlo por medios infames. El mismo fin solían tener las colonias, que por lo general se enviaban para desembarazar las repúblicas de un sobrante de ciudadanos que les era gravoso. Esta misma idea siguieron las instituciones de Rómulo: según ellas, el padre debía matar a todos los niños que naciesen con alguna deformidad, y tenía arbitrio de exponer a las hijas excepto las primogénitas. A estas antiguas leyes son semejantes las costumbres de la China, y las instituciones de la Isla Formoso: en aquella es lícito exponer los hijos; en esta las mugeres que conciben antes de los treinta años, deben procurar el aborto.

     Todo al contrario sucede en las regiones de Europa(47), donde parece que no se ha aumentado bastante el género humano, y sólo se trata de los medios de aumentar la población. Ya en tiempo de Augusto se promulgó la ley Papia Poppea de maritandis ordinibus, que sólo tenía por objeto obligar a los Romanos a aumentar la población: porque estos, que para sujetar a su imperio el universo le habían despoblado, y que donde habían hecho un desierto, decían que habían pacificado aquel país; Ubi solitudinem fecerant, ibi pacem appellabant: conocieron al fin la falta de ciudadanos, que el hierro de las guerras civiles, y el luxo de una capital donde se consumían las riquezas de todo el universo habían destruido. Pero estas leyes produxeron tan poco efecto, que los Germanos hallaron despoblado el Imperio Romano; y en las succesivas invasiones de los Bárbaros ya sólo encontraron estos otros Bárbaros en quienes cebar su furor. Apenas se puede firmar concepto de lo que padeció la población en el Imperio de Occidente con la crueldad, y desolación de los Bárbaras; y habiéndose reducido estos a un solo Imperio baxo el poder de Carlo Magno, parece que se había perdido hasta la esperanza de que la población de Europa se volviese a restaurar. Pero el Dominio feudal que entonces se introduxo, aunque en otras cosas tenía muchos inconvenientes, fue una poderosa causa para aumentar la población; porque cada Barón era un Príncipe en su pequeño país; y no sólo su riqueza y felicidad, sino aun su propria vida y libertad dependía del número de sus vasallos: por eso todos los Barones a porfía procuraron aumentar la población de su dominio, y se aumentó tanto el género humano, como si Pyrra hubiese vuelto a convertir las piedras en hombres. Finalmente en el siglo XVI los Barones volvieron a la legítima dependencia de sus Príncipes: las Ciudades grandes reconocieron a sus legítimos Señores: descubriéronse también entonces inmensos países casi desiertos, introdúxose un nuevo modo de hacer la guerra, inventóse un nuevo luxo, nuevos males y nuevos peligros afligieron a los hombres, y volvió a disminuirse el género humano en Europa, o llegó a conocerse que de hombres nunca hay bastantes.

     Éstas han sido las principales épocas que ha tenido la población de Europa; pero ya que ahora todos convienen en que debiera y pudiera estar mas poblada, tratemos de los medios de aumentar su población. Parecerá a algunos que, pues en la Grecia había sobra de habitantes, y en algunos pueblos del Mediodía todavía la hay, si se imitaran sus costumbres, e instituciones en nuestros países, sería igualmente crecido su número. Pero nunca nos hemos podido persuadir que en región alguna haya sobra de habitantes y sea menester valerse de los injustos y crueles medios del aborto, y de la exposición para disminuir su número. Porque en la Grecia nunca hubo sobra de hombres, sino de ciudadanos; y las mismas Repúblicas, que enviaban colonias de ciudadanos, que no sabían trabajar y se mantenían a expensas del público, hacían guerra a las naciones vecinas para cautivar a los enemigos que les cultivasen sus campos. Y lo que se dice de la China, y de otros países meridionales, están aquellas Provincias tan remotas, y su clima y costumbres son tan diversos de los nuestros, que aquellos exemplares no pueden servir de norma de lo que aquí se debiera practicar.

     Veamos, pues de donde depende la mayor, o menor población de un país: en lo que los más juiciosos convienen que depende de los medios de subsistir; porque ni en los bosques hay más fieras que las que se pueden mantener, ni en el mar hay más peces de los que se pueden sustentar, ni en el mundo más hombres que modos de vivir. Pero como todos los hombres se mantienen de los frutos de la tierra, quantos más frutos esta produzca, tantas más gentes se podrán mantener. Y de aquí depende la resolución de lo que los Autores más versados en estas materias económicas han adelantado: que del empleo que se da a las tierras, nace la mayor, o menor población, cuyo empleo, como hemos visto en la Lección III, depende del modo de vivir y de pensar de los proprietarios. Porque si estos, añaden, gustan de caballos, se aumentarán los prados; pero si emplean sus tierras como en la China, en producciones que sirven para mantenimiento de los hombres, se aumentarán los medios de subsistir estos.

     Pero al contrario parece que siempre que se aumente la aplicación trabajo e industria del pueblo, siempre se aumentarán los mantenimientos y los medios de subsistir, sea qualquier el empleo que de las tierras se haga. Porque supongamos que de los frutos de tres fanegas de tierra se puede mantener un habitante, y que en un país hay tres millones de fanegas de tierra: en este país naturalmente podrá subsistir un millón de habitantes: estos, o tendrá cada uno las tres fanegas de tierra que le pertenecen, o estarán divididas desigualmente. En el primer caso cada uno trabajará su porción quanto necesite para su sustento, porque la igualdad de los habitantes dará poco estímulo a su aplicación y trabajo. En el segundo caso los proprietarios darán la tierra a los colonos, los que la cultivarán con más cuidado y desvelo, con el fin de no sólo poder pagar los réditos al proprietario, sino también de procurar su subsistencia. Y como las tierras quanto más se cultivan más producen, y quanto más producen mayor número de gentes mantienen, sin que se puedan determinar los límites de las producciones de la tierra, porque tampoco se puede señalar el fin a lo que puede mejorar el cultivo de los campos: no se podrá tampoco determinar hasta qué punto pueden llegar los medios de subsistir. Que los proprietarios hagan un empleo, u otro de las tierras, nada importa para el caso; porque se reduce a que los colonos tendrán más lucro en unas cosechas que en otras; pero siempre la población se aumentará a proporción que se aumenten los frutos de la tierra.

     Para que yo pueda explicar más mi pensamiento supongamos, que los réditos de un Estado son veinte millones de reales, porque el dinero representa las producciones de la tierra; que cada habitante necesita de quinientos reales para su mantenimiento físico; y que no hay comercio estrangero: yo digo que en este país habrá quarenta mil hombres; porque aunque parezca que un solo hombre consume cien mil reales, esto es una ilusión manifiesta, porque él no consume más que en su mantenimiento físico; lo que parece que gasta de más, lo consume en mantener a las otras clases, que están empleadas en trabajar para procurarle algunas comodidades; y el precio que da por este trabajo, es, como vimos arriba, el mantenimiento de los trabajadores. Pero el comercio estrangero no nos dexa conocer esto; porque muchos gastan lo que les sobra, en mantener a los estrangeros, que se emplean en sus comodidades y luxo.

     De estas pruebas parece se concluye, que quando se han aumentado mucho las artes y la agricultura(48), que producen bienes con que sustentarse los hombres, efectivamente se aumentan estos, porque se aumentan los medios de subsistir; y al contrario, quando se aumentan los hombres, se aumenta la agricultura y las artes, porque se aumenta el consumo de sus producciones; y la agricultura y las artes crecen con el aumento del consumo de sus géneros y producciones: de suerte que quantos más hombres hay, con tanta más facilidad se mantienen: observación que debemos al célebre Barón de Biesfeld. Y como para aumentar el trabajo empleado en la agricultura y las artes, es lo mismo aumentar los trabajadores, que aumentar el producto de su trabajo: se conoce de aquí la utilidad de todas las máquinas, que en realidad aumentan el producto del trabajo, y por consiguiente los medios de subsistir. Mr. Melon, que es uno de los mejores autores en esta materia, hace burla de aquellos que habiéndose propuesto un proyecto para conducir el agua hasta las casas, se opusieron temiendo que habían de perecer los aguadores.

     De aquí deducimos, que sea qualquiera el empleo de las tierras y la desigualdad de las posesiones, el número de los hombres en un país estará en razón del trabajo que se emplea en las artes y en el cultivo de los campos: de otra manera en razón de los productos y de las verdaderas riquezas. Sólo una excepción tiene esto, y es quando los que tienen más de lo necesario, se proveen de países estrangeros(49); porque entonces quitan el mantenimiento a los naturales, y sucede que poco a poco se van extinguiendo sus réditos, y ellos mismos empobrecen. Los moradores del globo de Júpiter, gente muy resuelta y, atrevida, tuvieron valor para viajar por los vientos, y llegaron al globo de la Luna, de donde sacaron inmensa cantidad de plata; los habitantes de Saturno, que es un planeta mayor, y donde el estaño se cría con abundancia, zelosos de la feliz empresa de los de Júpiter, dixeron entre sí: Pues nosotros abundamos de estaño, hagamos varias invenciones de él, y las trocaremos por los metales preciosos que tienen los de Júpiter. Estos se dexaron de tal suerte seducir con la hermosura y comodidad de estas invenciones, que no sólo les daban los tesoros que habían trahído de sus peregrinaciones, sino aun los frutos de su mismo planeta. Los habitantes de Júpiter estuvieron mucho tiempo admirados de hallarse pobres, quando eran dueños de casi todas las riquezas; una mutación muy estraña corrió el velo al engaño, y comenzaron a gastar lo superfluo en mantener a sus naturales.      Visto ya que el aumento, o diminución de la nación depende de aumentar sus verdaderas riquezas, esto es, de aumentar el trabajo puesto en la agricultura y las artes que las producen: dos cosas nos dispensan de proseguir esta materia: la primera, porque en los libros que en nuestros tiempos se han escrito sobre la industria popular y la educación popular, obra muy conocida y estimada, se han explicado todos los medios de hacer universal y provechoso el trabajo; y la segunda, porque ya en las Lecciones antecedentes hemos dicho algo de este asunto.

     Por lo que sólo resta hablar aquí de los medios de reducir las clases de los que no trabajan quanto sea posible(50), y de la educación para hacerlas útiles a todas; mas antes parece justo indicar los medios particulares que se suelen proponer para aumentar la población. De los quales el primero es procurar la sanidad del terreno, dando salida a las aguas estancadas, o derribando los bosques que impiden la ventilación. Este fin tenía la ley de los Egipcios con prohibir la carne de cerdo, que en aquel país causaba lepra. El segundo es procurar la fertilidad de las tierras, bien sea desaguando las lagunosas, o regando las secas, o engrasando las arenosas. El tercero facilitar los casamientos por medio de dotes, y destruyendo el luxo, que de mil modos causa la despoblación. El quarto reducir los feudos y mayorazgos, o permitir que en parte sean enagenables. El quinto y más poderoso medio de aumentar la población es la monogamia junto con la indisolubilidad del matrimonio. No habiendo cosa más opuesta al aumento del género humano que el libertinage y la facilidad de divorcio, o de separarse los casados, porque cómo se podrá esperar que se aumente el número de honestos ciudadanos en las Ciudades como Leipzig, donde la corrupción de costumbres es tan desenfrenada, que la séptima parte de los niños que nacen son espúreos. Es tan constante esta verdad de que la monogamia, e indisolubilidad del matrimonio son los más eficaces medios de aumentar la población, que David Hum, autor de quien no se puede sospechar que habla por preocupación, toma por asunto de vino de sus Ensayos Morales la confirmación de esta verdad.

     Pero la causa principal de la población, o despoblación de un país siempre será la misma, es a saber, la industria y la aplicación de sus ciudadanos. D. Gerónimo Ustariz prueba que el descubrimiento de las Indias no fue causa de la despoblación de España, porque las Provincias más despobladas son las mediterráneas, que fueron las que menos gentes enviaron a las Américas. En efecto las riquezas de las Indias si se hubieran consumido en España, en lugar de disminuir su población, la hubieran aumentado; y si los Moriscos hicieron falta, fue porque era gente que trabajaba.

     De esto se deduce quán útil sería reducir las clases no producentes al mínimo posible; pero de esto no se puede tratar sin considerar cada una de ellas de por sí. La primera clase es la de los Proprietarios, que se divide en dos; porque o son de tierras, o de dinero puesto en censos, rentas vitalicias, &c. Esta se reputa generalmente por menos provechosa; porque sin aumentar las riquezas vive ociosa a costa de los demás. Aquella puede emplearse útilmente en la milicia y en las ciencias, y también en el comercio, si se le honra como merece. En Venecia se da la nobleza a censo, y en todas partes tuvo origen de las riquezas. Los mayorazgos, aunque muy útiles por otros respectos, tienen con todo el inconveniente de que impiden la circulación de las propriedades, y dexan a muchos nobles pobres y ociosos.

     La segunda clase no producente es la de los comerciantes y Traficantes; y mientras estos conservan la buena fe, nunca su número es desmedido, porque son otros tantos canales por los que se reparten y circulan las riquezas por todo el Estado. A los proprietarios y comerciantes se agrega en las Ciudades grandes un número desmedido de gentes ociosas, como de criados, cómicos, truhanes, impostores, &c. Sólo la buena educación de los proprietarios hará corto su número.

     La clase de los Defensores, o de la milicia, antigüamente no era distinta de los producidores de los bienes; pero después que comenzaron los Príncipes de toda la Europa a mantener milicia fixa y permanente, comenzó también esta a vivir a costa de las clases producidoras. La ley del mínimo posible se conseguirá quando pocos soldados valgan por muchos; lo que se logra con la buena disciplina, y el amor a la patria; porque nunca han sido los mayores exércitos los que han hecho las más grandes proezas, como se ve en los Griegos, cuyos exércitos siempre fueron muy pequeños. Verdad es que el número de los soldados en una nación civilizada tiene límites puestos por la misma naturaleza, porque sólo la centésima parte del pueblo se puede destinar a la milicia permanente.

     La clase de los Directores, esto es, de los que profesan las ciencias, como los Magistrados, Abogados, Maestros de ciencias y artes liberales, &c. no puede ser muy desmedida. Porque la misma naturaleza, dotando a pocos de los talentos necesarios para profesar las ciencias con dignidad, ha provisto el modo de que fuese corto su número; pero mientras que las ciencias hablen en una lengua exótica, la ilustración no puede ser común, y siempre habrá algunos impostores que ocupen el lugar de los verdaderos sabios.

     Otra clase no producente suele ser muy dilatada, y es la de los mendigos y ociosos(51), de la qual trataremos con mas extensión, porque así lo pide la necesidad que hay de reducirla, y aun si fuera posible, acabarla. Preguntado un Rey de Persia por qué no edificaba hospitales, respondió que haría tan rico su imperio, que no serían menester; pero había de haber dicho lo contrario: Yo enriqueceré primeramente mi imperio, y después se preciso que construya hospitales. En efecto en las naciones bárbaras, o semicultas no hay mendigos, porque todos son igualmente pobres; pero en las naciones ricas y civilizadas la desigualdad de las posesiones reduce a algunos a la pobreza; porque como hemos dicho, en una nación culta los proprietarios forman una pequeña parte del pueblo, y todos los demás viven a su sueldo, y expensas, que ganan con su trabajo; y este sueldo muchas veces es incierto, como el de los mercaderes. De aquí nace que la menor vicisitud, o vayvén de la fortuna, como el mudarse un uso, dexa a muchos así artesanos como de las otras clases, sin ocupación, y por consiguiente en la pobreza.

     Mas ya que por precisión ha de haber algunos pobres, tratemos del modo de reducirlos quanto sea posible, y de los medios de mantenerlos. Para esto hemos de suponer que los pobres se dividen en dos clases(52), unos que no pueden trabajar y otros que no quieren trabajar porque aunque generalmente se añaden los pobres que no hallan ocupación, y estos se cree que son la mayor parte con todo se puede dudar con razón si estos son verdaderos pobres; pues aunque es verdad que así en la labranza como en los oficios suele haber algunas mutaciones repentinas, que dexan a muchos sin ocupación, y por consiguiente en la mendiguez, con todo siempre hay otros oficios y otras ocupaciones que nacen quando las otras perecen, en que se pueden emplear. El que tiene algún modo de vivir, y le pierde es digno de lástima; pero el que dentro de algún tiempo no busca otro, es porque no quiere trabajar. Toman el mendigar por oficio, y compensan con la ociosidad y libertad en que viven su pobreza y necesidad. Vístete como los Moscovitas, dicen por desprecio los salvages de Siberia, y habrás de trabajar. Con todo estas mutaciones son dignas de lástima, y se debe procurar ponerlos en estado de continuar su trabajo; cuyo objeto tienen las Diputaciones de Parroquias establecidas en esta Corte.

     Los pobres que no pueden trabajar, están imposibilitados, o por la edad, o por enfermedad: a la primera clase pertenecen los niños y los viejos: a la segunda los enfermos habituales, como los que padecen llagas, los tullidos, los ciegos, &c. En casi todas las naciones cultas se mantienen estos mendigando las sobras de los ricos; pero esto trae grandes inconvenientes, porque con el sobrescrito de pobres viven muchas gentes ociosas, vagamundas, y perjudiciales. Para evitar estos daños se han establecido las Casas de piedad, donde se recojan y sean asistidos los pobres ancianos, y se dé educación a los niños. Es verdad que también estas Casas de piedad tienen sus inconvenientes; pero como son menores que los de permitir vayan vagueando los pobres, propondremos aquí las reglas que universalmente conviene observar en las Casas de piedad, por ser conformes con la naturaleza de su instituto(53).

     La primera es, que las Casas de piedad han de estar del todo separadas de las Casas de corrección, y no han de servir para encierro de culpados, porque con esto se desacreditan con el público, que las juzga instrumento de la vanidad, odio, y fastidio de los ricos, enfriándose su zelo, y caridad, que son los móviles que le han de excitar, para proveer y mantener con su limosna a estas casas. Por más que todos conocemos la necesidad de los castigos, nadie se mueve a dar limosna para ver castigar a sus semejantes: es contra los sentimientos naturales de la piedad el pensar que se ha de dar limosna para los encierros violentos de los mendigos validos: nadie da limosna para las cárceles, y muchos para los presos.

     La segunda es, que debe haber muchas Casas de piedad(54), una para los viejos, otra para los enfermos, y otra para los niños, así porque el trato y educación que se ha de dar a los niños y los ancianos debe ser diferente, como porque de estar muchas gentes juntas de varias edades, enfermos y sanos, se suelen ocasionar muchas y graves enfermedades.

     La tercera es, que en ninguna de estas Casas se deben establecer fábricas(55), haciendo de estas el principal objeto de su instituto; porque suponemos que se forman de gentes que no pueden trabajar; aunque esto no es decir que a los pobres no se les dé alguna ocupación de la que sean capaces sus años y sus fuerzas.

     Aunque el tratar de todo el gobierno y distribución interior de cada una de estas Casas de piedad, en que hemos dicho que se han de distribuir los pobres que no pueden trabajar, sería excedernos de los límites que nos hemos propuesto en estas Lecciones: con todo dexaríamos un gran vacío en una de las partes más principales de nuestro instituto, si no expusiésemos, aunque sea por mayor, los fines y objetos que se deben proponer aquellos a quienes pertenece la dirección y administración de estos piadosos establecimientos.

     Y comenzando por las Casas de piedad para los pobres ancianos(56); aunque la edad en que el hombre se halla imposibilitado de subsistir con el sudor de su rostro, no se pueda determinar geométricamente: con todo después de los sesenta años empiezan a decaer sus fuerzas, y los que antes no se procuraron medios para mantenerse en la vejez, y a esta edad comienzan a estar a cargo de los demás. Desde este tiempo se les ha de conducir a las Casas de piedad, donde se les debe procurar el sustento con toda la comodidad y aseo posible; porque son estos ancianos las verdaderas imágenes de JesuChristo: se les ha de tratar con suavidad y blandura, y aun con respeto, de que son dignos sus años: se les ha de convidar con el premio al trabajo de que sean capaces sus fuerzas, antes que obligarles: se les debe hacer amar este retiro, y reconocer este socorro en medio de sus adversidades, como un efecto de la Divina Clemencia. Deben las Casas de los pobres ancianos, en la suposición de estar separadas de las otras Casas de piedad, fundarse en las capitales y pueblos grandes, así para mayor consuelo de estos infelices, como para que siendo las gentes testigos de la suavidad y amor con que se les trata, se muevan a procurar la subsistencia de tan útiles establecimientos.

     En quanto a las Casas de piedad para los enfermos habituales(57), las reglas que se han de observar son las mismas que acabamos de exponer en el parágrafo antecedente; sólo que estas Casas deben estar separadas de los Pueblos grandes, no sea que la proximidad de los enfermos inficione a los sanos. Debe haber en ellas Médicos y Cirujanos que procuren la curación de sus dolencias, o a lo menos su alivio: en los pobres muchas enfermedades son incurables por falta de remedio. En medio de sus males no se les ha de permitir que vivan ociosos, sino se les ha de procurar alguna ocupación, o maniobra fácil, que les entretenga sin fatigarlos. En estos albergues se debe tratar tan bien a esta clase de pobres, que deseen ser admitidos, y nunca se les tratará con demasiada piedad. Son nuestros semejantes, ¿y por qué no estamos sujetos a su infeliz suerte?

     Respecto a las Casas de piedad en que se han de educar los niños huérfanos y sin amparo(58); en estas lo primero no se han de confundir los expósitos con los niños pobres hijos de padres conocidos: porque aquellos tienen un sobreescrito, que nunca se les borrará; y aunque se diga que es una preocupación del vulgo: con todo como este desprecio en que son tenidos los que nacen fuera de legítimo matrimonio, honra al matrimonio, es conveniente mantenerlo, y hasta las mismas leyes autorizan esta común opinión. Nunca harán grandes progresos en la Sociedad civil, porque siempre serán tenidos en menos: el destinarles al servicio del público es justo, pues el público les libró de que pereciesen. Los niños huérfanos y sin amparo deben criarse en las Casas de piedad hasta que tengan edad suficiente para entrar de aprendices en casa de los artesanos: como a los diez años ya pueden comenzar a aprender algún oficio, hasta esta edad les debe mantener el público. Su crianza debe ser fuerte y vigorosa: la disciplina de estas casas severa y austera; regla general, los niños son mejores quanto con mas rigor se crían. Han de aprender a leer, escribir, contar, y dibujar, sin emplear en estos exercicios todo el día, antes la mayor parte de él la han de emplear en algún trabajo corporal, porque a este se han de entregar enteramente después. Las ciencias y las artes en que trabaja mas el espíritu, son proprias de gentes ricas. Estas Casas debieran estar apartadas de las Cortes y Ciudades grandes, porque el luxo, y la corrupción todo lo mina y todo lo penetra: estén lejos de los niños los malos exemplos.

     La dirección de las Casas destinadas para las niñas huérfanas pide el mismo cuidado y vigilancia que las de los niños, y aun mayor, no sólo para acostumbrarlas a un trabajo continuo, y periódico, y a las labores proprias de su estado; sino también para infundir en ellas las virtudes, que son el distintivo de su sexo: su mayor dote es el recato y la modestia.

     Aunque para mantener las Casas de piedad ha dictado esta muy prudentes medios(59): con todo, si se ha de decir la verdad el medio más poderoso y seguro es el buen crédito con el público. Porque la piedad de los hombres bien manejada es un fondo inagotable: crean todos que las Casas de piedad no son prisiones: sean testigos de la caridad y blandura con que se trata a los pobres; y la piedad del pueblo crecerá quando aumenten las urgencias de estas asas.

     En quanto a los pobres no quieren trabajar, el exército, la marina y las obras públicas parece que son otras tantas Casas de corrección(60). ¿Y que mejor remedio para los que por la mayor parte no les falta arte, u oficio, sino habitud al trabajo? Pero ya se les quiera poner en reclusiones donde se les enseñe algún arte, u oficio, ya se les dedique a los trabajos públicos, nunca debe ser ni para siempre, ni por muy largo tiempo, lo que engendra en ellos la desesperación: la peor y más perjudicial de todas las pasiones que afligen a los hombres. Vivan con la esperanza de poderse enmendar y mejorar de suerte. Las Casas de corrección se han de mantener de los caudales públicos.

     Antes de concluir esta materia nos ha parecido decir algo sobre la colección de los mendigos(61). Los que dirigen las Casas de piedad no deben forzar a los pobres para que se retiren a ellas, y ni después de reclusos les han de violentar para que permanezcan: esto incumbe al Magistrado. Porque si el pobre que ha huido del Hospicio vuelve a pedir limosna, el Magistrado le recogerá y castigará; si busca algún honesto modo de vivir, se ha logrado el fin; si torpe, le castigará igualmente el Magistrado. Con una piedad mal entendida se atribuyen algunos la facultad de juzgar de las acciones de sus semejantes, y de privarles de libertad por sospechas en su conducta y modo de vivir; con lo que quitan al Magistrado el derecho de juzgar con conocimiento de causa, y exponen a la inocencia a ser condenada a una cárcel privada. Tampoco parece ni honesto, ni provechoso enviar a los pobres a las tierras de su domicilio; porque ¿qué se adelanta con que Valencia, por exemplo, envíe veinte pobres a Murcia, y otros tantos devuelva Murcia a Valencia? Los pobres salen de sus lugares infelices para tierras abundantes, donde esperan mantenerse de las sobras de los ricos: enviarles a sus tristes tugurios, es lo mismo que decirles: vuelve a tu Patria, y allí perece. Ningún hombre es extraño a otro hombre.

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