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ArribaAbajoCapítulo X

El colegio de San Fernando y la Universidad de Santo Tomás



ArribaAbajoI.- Los estudios en la Orden Dominicana

El Capítulo Provincial, celebrado en Quito el 30 de abril de 1598, pone ante la vista el estado de los estudios en la Provincia Dominicana de Quito. En primer lugar, denuncia que en el Convento de San Pedro Mártir de Quito estaban establecidos un Estudio General y un Colegio. Para su institución habían precedido las formalidades de ley, o sea, la petición de los capítulos Provinciales de Lima (1577) y de Quito (1589) y la confirmación del Padre General, firmada en Bolonia el 24 de octubre de 1591. El Capítulo General, celebrado en Roma en 1589, había concedido a la Provincia la facultad de tener tres Maestros en Teología y seis Presentados, de los cuales cuatro debían ser por razón de enseñanza en el estudio general. El adelanto progresivo en los estudios hizo que el Capítulo General de 1611 concediese a la Provincia cuatro magisterios y nueve presentaturas, seis a título de enseñanza y tres por mérito de predicación.

Un Colegio o Estudio General en la Orden era la organización   —186→   de la enseñanza con facultad de conferir títulos académicos. El personal dirigente constaba de un Regente, un Presentado o Vicerregente, un Maestro de Estudios y del cuerpo de Profesores. Ningún estudiante podía graduarse de Lector, que no hubiese cursado los siete años de enseñanza, sin interrupción y con provecho comprobado. El lector podía aspirar a la Presentatura con siete años de profesorado continuo y el Presentado, al Magisterio en Teología con otros siete años de enseñanza. Por lo visto, la carrera académica presuponía un valor auténtico en el graduado, que no era para todos los estudiantes ni sacerdotes.

Las materias de enseñanza eran principalmente la Lógica, la Metafísica y en general la Filosofía para los tres primeros años y la Suma Teológica de Santo Tomás para los cuatro restantes. Se estudiaban, además, la Sagrada Escritura, el Derecho Canónico y la Historia Eclesiástica; pero no constituían parte esencial del plan de estudios.

Al Estudio General o Colegio de San Pedro Mártir de Quito concurrían obligatoriamente los estudiantes de la Orden, pero acudían también algunos clérigos y estudiantes seglares.

En 1604 el padre Alonso Muñoz, prior de Quito, hizo una información juramentada sobre los estudios que se hacían en el Convento. Declararon doce testigos de los más calificados, como el Deán y Chantre de la Catedral, el Escribano de la Audiencia y los Regidores de la Ciudad. Citaremos tan sólo un testimonio, para colegir la verdad en que todos convinieron. Don Álvaro de Cevallos, Registrador de la Real Audiencia, de más de sesenta años de edad, expresó lo siguiente: «A visto este testigo que el dicho convento de Santo Domingo de esta ciudad, de mucho tiempo a esta parte y de tanto que este testigo no se sabe acordar con haber treinta y cinco años que reside en esta ciudad, se lee y enseña en él la Sagrada Teología y Artes y Gramática y la lengua general del Inga, así a los religiosos de la Orden como a los hijos de vecinos de esta ciudad y Provincia y a todo género de personas y naturales que lo quieren de ver y oír las dichas facultades,   —187→   teniendo para ello siempre las puertas abiertas de las escuelas y en esto tiene el dicho convento ocupados religiosos muy doctos, graves y de letras, sirviendo en ello a Dios nuestro Señor y a su Majestad y a esta República, dando mucho exemplo y estudio a todos los que quieren, aprovechar de su buena doctrina y letras».

En el mismo Capítulo Provincial de 1598 se asignaron religiosos a los conventos de Laja y de Cuenca, con el destino concreto de enseñar Gramática, Artes y Latinidad a los niños que concurrían a las escuelas. De la eficiencia de estos profesores hay testimonio documental en las probanzas que se hicieron en 1605 acerca de las actividades que realizaban los padres en los Conventos sobredichos.

El padre general fray Nicolás Rodulfi ordenó el 28 de diciembre de 1631 que, como complemento de los estudios de latín y artes que se daban, se nombrasen también lectores de Teología Moral en los conventos de Loja, Guayaquil y Pasto. Y el Capítulo General de 1647 mandó que en el Convento de Popayán se establecieran lecciones de Filosofía y Teología Moral.

Asimismo todos los Capítulos Provinciales insisten en recordar, a los lectores de Teología, Filosofía y Gramática, la obligación de tener las conclusiones sabatinas mensuales y generales, así como las conferencias acostumbradas en los Estudios Generales. De hecho no podían ascender a grados, sin antes haber comprobado el cumplimiento de estas obligaciones académicas.

Rodríguez de Ocampo, ajeno a la Orden, escribía de ella en 1650: «Tiene este Provincia muchos religiosos criollos y otros castellanos, muy doctos, graduados de Presentados, Maestros y Lectores de las Cátedras de Teología y Artes, que han cursado, grandes Predicadores del Santo Evangelio, con que se autoriza lo espiritual y temporal de esta sagrada Religión, imitando a los antecesores suyos, que tan bien supieron servir a la Divina Majestad, acudiendo al honor de su profesión y regla, que fueron muchos y por mí conocidos. [...] Leíase asimismo en Cátedra la lengua   —188→   general del Inca, que está reducida a arte, para que los clérigos y frailes que no la sabían la aprendiesen, como cosa tan necesaria a la doctrina y predicación evangélica que se enseña a los indios de esta provincia».




ArribaAbajoII.- Los Dominicos aspiran a fundar Universidad en Quito

En Quito había desde el siglo XVI, una aspiración legítima por los grados universitarios. El Cabildo, en sesión del 31 de agosto de 1576, acordó conferir poder al padre dominico Hernando Téllez para que pidiese al Rey fuese servido «de hacer merced a esta ciudad el que en ella se asiente y haga Universidad para que en ella se lean todas ciencias y facultades, atento a la comunidad y buen aparejo que hay y necesidad»85.

Sin efecto este primer intento, el padre Pedro Bedón escribió por cuenta propia al Rey el 10 de marzo de 1598. Con experiencia personal que había adquirido en Lima y Bogotá, razonó su petición, exponiendo los motivos que reclamaban el establecimiento de Universidad en Quito. Había en la provincia sujetos excelentes que se privaban de adquirir grados por la enorme distancia en que se hallaban las universidades de Lima y Bogotá. Quito gozaba de un clima favorable a los estudios y de fácil provisión de alimentos. El padre Bedón aducía su experiencia de trece años de Catedrático en Quito y cuatro en Bogotá, donde había formado muchos discípulos que trabajaban ya en el apostolado86.

El florecimiento de los estudios en el Colegio de San Pedro Mártir de Quito reafirmó en el criterio de profesores y alumnos el anhelo de coronar la carrera con grados universitarios. El Capítulo Provincial de 1624, celebrado en el Convento de la Recoleta, nombró por Definidor para el próximo Capítulo General y   —189→   Procurador ante las cortes de Madrid y Roma, al padre Raimundo Hurtado. Además de las recomendaciones como Definidor, llevaba, como Procurador, la comisión expresa de conseguir para el Colegio Dominicano de Quito la facultad de conferir títulos universitarios. No fue precisamente el padre Hurtado, sino el padre José Ferrer, quien consiguió interesar al Rey sobre el asunto de la Universidad. En efecto, con fecha 24 de agosto de 1626, el Monarca despachó una cédula, tanto al Virrey de Lima, como al Presidente de la Audiencia de Quito, pidiéndoles que informasen sobre el particular. En ese documento declaraba el Rey que el Papa, a instancias de Felipe III por pedimento de las Órdenes de Santo Domingo y la Compañía de Jesús, había extendido un Breve, por el que facultaba que los estudiantes que cursasen las facultades de artes y Teología en los Estudios Generales, que dichas religiones tenían en Chile, Nuevo Reino y Filipinas, pudiesen ser graduados de Bachilleres, Licenciados, Maestros y Doctores en dichas facultades. El padre Ferrer, a nombre de la Provincia, pedía, pues, que la facultad de conferir grados se concediese al Colegio y Estudio General de San Pedro Mártir de Quito.

No dio resultado favorable esta solicitud oficial. El Colegio contaba con número suficiente de maestros y alumnos, pero no con rentas que garantizasen la organización de Universidad. Además la Compañía de Jesús había obtenido, el 2 de febrero de 1622, el pase regio al Breve de Gregorio XV In super eminenti del 8 de agosto de 1621, en que se concedía a los Colegios de América y Filipinas la facultad de conferir los grados académicos. El padre Florián de Ayerve presentó ante la Audiencia de Quito los documentos pontificio y regio y estableció la Universidad de San Gregorio.

El proyecto de Universidad quedó diferido, pero no deshecho. Con el objeto de preparar su realización, el Capítulo General de 1656 mandó a la Provincia construir un edificio aparte para un Colegio especial, destinado a doce estudiantes teólogos, a modo de los colegios establecidos en España y que últimamente se había   —190→   fundado en Lima. Debían estudiar en él tan sólo los estudiantes más aprovechados, que podían obtener plaza por concurso formal entre sus compañeros de la Provincia.

El padre general fray Juan Bautista Marinis insistió, en 1662, en la Ordenación del Capítulo General y para obligar su cumplimiento mandó organizar estudios generales con esta nueva modalidad en los Conventos de Quito y de Pasto, nombrando de hecho Regentes respectivamente a los Padres Francisco de la Torre y Cristóbal Villafuerte. Determinó que las cátedras de estos estudios las obtuviesen los lectores por rigurosa oposición llevada a cabo en el Convento de Quito por un día natural, sobre tesis señaladas por el Padre Provincial, el Regente y el Maestro más autorizado del Convento y ante un tribunal compuesto por el mismo Provincial, el Prior del Convento y los maestros presentes en Quito.




ArribaAbajo III.- Proceso de la fundación del Colegio de San Fernando y Universidad de Santo Tomás

Rehabilitado el Colegio de San Pedro Mártir con las medidas eficaces tomadas por el reverendísimo padre de Marinis, la Provincia pudo dar los pasos legales para realizar el soñado proyecto de Universidad. Efectivamente, el Capítulo Provincial, reunido en Quito en setiembre de 1676, acordó llevar a cabo la fundación de un Colegio para seglares y de una Universidad oficial. Con este fin nombró para Definidor al próximo Capítulo General y Procurador en las Cortes de Madrid y Roma al Padre Ignacio de Quezada. El padre Quezada, durante el mes de junio de 1677, consiguió recomendaciones a favor del proyecto, de parte de la Audiencia, del Obispo, de los Cabildos secular y eclesiástico, de la Provincia Dominicana y del Obispo de Popayán. Para prevenir la objeción de que había ya Universidad en Quito, todos convinieron en afirmar que el Colegio de San Luis y la Universidad   —191→   de San Gregorio, tanto por el local como por el número de alumnos, no bastaban a satisfacer las aspiraciones de muchos estudiantes que optaban por los grados académicos. Además, la justa emulación de dos institutos superiores provocaría el mayor adelanto en los estudios. Asimismo, la enseñanza obligatoria de Santo Tomás daría un respaldo doctrinal y seguro a los aspirantes al sacerdocio como también a los seglares. Todo esto sería sin menoscabo del fisco, puesto que los Dominicos se comprometían a sufragar los gastos por su exclusiva cuenta.

Provisto de abundante documentación, el padre Quezada viajó a España, donde llegó a mediados de 1679. Sin pérdida de tiempo, representó sus credenciales y oficios a la Corte. En el Consejo de Indias se formó opinión favorable al proyecto; pero se exigió la justificación documentada de las rentas con que iba a contar el nuevo Colegio por fundarse. En consecuencia, el 23 de marzo de 1680, expidió el Rey una cédula en que ordenaba al Presidente de la Audiencia y al Obispo que, de acuerdo con el Provincial, informasen acerca de los fondos económicos de la nueva fundación, de las cátedras que se habían de dictar, del personal dirigente y del local de funcionamiento.

Entretanto había transcurrido el cuatrienio del Provincialato del padre Jerónimo de Cevallos. En este tiempo habían sucedido en Quito algunos hechos, cuya trascendencia se trató de inmiscuir con la causa del Colegio y Universidad. El padre Quezada tuvo que intervenir, como Procurador en la Corte, a ventilar el asunto relacionado con el despojo de las Monjas de Santa Catalina, de las Misiones de Canelos y de la exención del pago de diezmos por parte de los indios. En estos sucesos tuvieron que intervenir el Obispo de Quito y su cabildo, lo cual explica el sesgo que tomó el negocio del Colegio. Al nuevo provincial fray Antonio de Olavarri, que había sucedido al padre Cevallos tocó intervenir en la información reclamada por el Consejo de Indias. Efectivamente; el 5 de setiembre de 1681, el nuevo Provincial, de acuerdo con la Audiencia, convocó su Consejo y previa autorización   —192→   del Padre General, destinó para funcionamiento del Colegio una casa, tasada en catorce mil pesos, que la Orden poseía junto al Convento en la esquina de la plaza, comprometiéndose a integrar el edificio con la compra de las casas contiguas y adecuar el existente según los planos de un técnico arquitecto. Asimismo, el Convento de San Pedro Mártir, después de asegurar sus rentas propias, hizo la donación de la hacienda de Tocache para congrua del Rector y Catedráticos y de las tiendas de los portales del Colegio para sustento de los Catedráticos religiosos. No intervino en esta información el Obispo, quien al contrario presentó un informe adverso, sin reparar en la contradicción en que incurría con la recomendación que dio anteriormente.

El padre Quezada, mientras se tramitaba la información pedida a Quito, había viajado a Roma y conseguido del papa Inocencio Undécimo una Bula ejecutorial que facultaba al Colegio de San Fernando fundar una Universidad de Santo Tomás, en que se concediesen grados tanto en las ciencias que se pretendían entonces erigir como en las que se erigirían en lo futuro. Vuelto de Roma el padre Quezada se presentó a la Corte de Madrid, en compañía del padre Jerónimo de Cevallos, que había ido de Quito con poderes para intervenir en el negocio del Colegio. La actividad de los dos Procuradores consiguió, al fin, del Rey, primero, una Cédula de 10 de marzo de 1683, en que autorizaba la fundación del Colegio de San Fernando bajo el Real Patronazgo y, segundo, el decreto de pase real a la Bula Pontificia, de 26 de junio del mismo año.

Estos documentos favorables llegaron a Quito a la sazón, en que se esperaba la celebración del nuevo Capítulo Provincial. Juzgaron los padres conveniente aplazar la tramitación en la Audiencia hasta conocer el resultado de la elección. Salió electo Provincial el padre maestro fray Bartolomé García, religioso de prestigio y de los más interesados en la fundación del Colegio y Universidad. El primer acto del muevo Provincial fue presentar a la Audiencia la Cédula del Rey que autorizaba el establecimiento   —193→   del Colegio, consiguiendo un auto favorable a su cumplimiento.

Pero entonces surgió lo previsto. La Compañía interpuso recurso contra el Auto de la Audiencia impugnando su validez, por cuanto el Colegio de San Fernando no contaba de hecho con rentas suficientes, aunque se las habían garantizado. El Fiscal rechazó la demanda y declaró que no había lugar a pleito. En este conflicto se trató de nombrar un Conjuez, pero nadie quiso aceptar este cargo oneroso ni en Quito ni en Lima. Como resultado se aplazó una vez más la fundación dominicana.

En este negocio era evidentemente favorable el Presidente de la Audiencia don Lope Antonio de Munive. Pero frente a él se hallaba la oposición del Obispo de la Peña y Montenegro, que se había hecho a la parte de la Compañía.

Entretanto que se dilataba la instalación del Colegio, el padre García emprendió la reconstrucción total del edificio, adecuándolo para Colegio y Universidad. Para el efecto, compró en ocho mil pesos las casas contiguas, que eran de don Manuel Ponce Castillejo, sobre lo cual se levantó también pleito con el objeto de estorbar la fundación dominicana. Además de la construcción del edificio, el dinámico y generoso Provincial logró asegurar la dotación de veinte y cuatro mil pesos para tres cátedras de Cánones. De éste los diez mil ofreció el mismo padre García de su legítima, once mil donó el padre Miguel Quintero y tres mil el padre Francisco de Ovando. Con este nuevo aporte el Provincial pidió a la Audiencia informes sobre la seguridad de rentas para establecer la cátedra de Cánones, regentada por profesores seglares y para estudiantes también seglares, que se preparasen en jurisprudencia.




ArribaAbajo IV.- Instalación del Colegio

El ilustrísimo señor de la Peña y Montenegro, que recomendó la fundación del Colegio en 1677 y se opuso a que se llevara a cabo   —194→   en 1683, había entrado a un estado de senilidad que obligó al Rey a darle un Gobernador auxiliar en el Obispado. La muerte, sin embargo, acaecida el 12 de mayo de 1687, facilitó a su sucesor el gobierno directo de la diócesis. El ilustrísimo señor don Sancho de Andrade y Figueroa halló a su llegada a Quito, una Cédula Real del 21 de setiembre de 1685 en que se le ordenaba dar posesión a la Orden Dominicana de la Universidad de Santo Tomás, siempre que exhibiese el Breve Pontificio, que autorizaba conceder grados, al igual que las Universidades de México y de Lima.

Ante el impase que se había producido, el ilustrísimo Prelado discurrió un medio transaccional y fue que las dos partes firmasen un convenio, señalando cada una sus aspiraciones y derechos. Documento de Concordia se llamó al que firmaron el 20 de agosto de 1688, por parte de los dominicos, el provincial fray Bartolomé García y el procurador fray Antonio Coronel, y por parte de los jesuitas, los padres Juan Martínez Rubio, Viceprovincial; y Rector del Colegio de los Jesuitas, y Pedro de la Rúa, Rector del Colegio Seminario. El Obispo celebró el caso en carta que escribió al Rey el 26 del mismo mes. «Habiendo yo llegado a esta ciudad he inquirido la discordia y pleitos que tenían con mucho desconsuelo mío y de los vecinos de ella, me fue preciso interponerme procurando la paz entre tan sagradas y santas Religiones y, ayudándome la divina Providencia, he conseguido mis deseos, amistándolos con general aplauso y consuelo de esta República y se convinieron con algunas capitulaciones, cuya decisión queda reservada a la comprensión de Vuestra Majestad»87.

Las cláusulas de la Concordia revelan claramente los motivos de la oposición: 1) La Compañía retira la oposición que hacía al establecimiento del Colegio de San Fernando, con las siguientes condiciones: 2) El Colegio de San Fernando no había de tener el título de Real ni usar los Colegiales las divisas de las reales armas; 3) En todos los actos y concurrencias había de preceder el   —195→   Colegio Seminario de San Luis al de San Fernando; excepto cuando uno de ellos fuese invitado por el otro, que en este caso se daría la precedencia al invitado; 4) Cada uno de los Colegios conferiría grados sólo a sus propios estudiantes; 5) Los graduados en cada Colegio no podrían incorporarse en el otro; 6) Los alumnos de los dos Colegios, para graduarse, debían cursar tres años de Filosofía y cuatro de Teología; 7) Los dos Colegios alternarían en los argumentos de las conclusiones públicas; y 8) La Religión de Predicadores no había de usar de privilegio alguno en perjuicio de los privilegios de la Compañía, tocante a los grados.

La firma del documento de concordia no fue un acto espontáneo de parte de la Provincia Dominicana. Dos meses antes de su inscripción, el padre García, acompañado de su Procurador, se presentó ante el escribano Juan de la Cruz Fernández y protestó «que el consentir al parecer en la concordia y otorgar la escritura es contra su voluntad y no con ánimo de perjudicar a su Religión y Colegio, ni con ánimo de coartar a su Rey y Señor la voluntad: si sólo por obviar los inconvenientes presentes; sobre que hacen una, dos y tres protestas y exclamaciones y las demás que el derecho permite ahora y para cuando se otorgue la dicha escritura de concordia, todo lo cual así declararon, otorgaron y firmaron»88.

El 28 de junio de 1688 se verificó la toma de posesión del Colegio. Vale la pena conocer el acto por un testimonio contemporáneo. «Fue el día más plausible y regocijado, que en muchos años ha logrado la ciudad de Quito, solemnizándose este gravísimo acto, con asistencia de la Real Audiencia, la del Reverendo Obispo y la de ambos Cabildos, la de los Padres Provinciales y Prelados de las Religiones sagradas, que todas se convocaron juntas en un salón del Colegio y estando todos juntos y congregados de orden de la Real Audiencia, se puso en pie don Manuel Inclán, Alguacil Mayor de Corte, asistido del Secretario de Cámara,   —196→   don Alonso Sánchez Maldonado y llevó consigo al padre provincial maestro fray Bartolomé García y al Padre Rector nombrado fray Gabriel Lozano y dio vuelta a todo lo interior del Colegio, ejecutando todas las ceremonias que dispone el derecho en semejantes actos, abriendo y cerrando puertas, tocando la campana de Comunidad, en señal de la posesión que aprehendía sin contradicción alguna. Ejecutados estos actos se volvieron juntos al mismo salón y en él subió a la cátedra, que estaba prevenida, el dicho Padre Rector e hizo una oración literaria en hacimiento de gracias como pedía tan grave concurso, duró media hora y luego que se acabó, parecieron veintiún niños, hijos de la primera nobleza de aquella ciudad y reino, pidiendo las becas de colegiales y fueron admitidos por el Reverendo Obispo, que por honrar este acto, gustó de vestirlos por sus manos de colegiales, poniéndoles las ropas negras y las becas blancas con el escudo de la religión grabada por la parte siniestra, con bonetes y guantes, con que se dio fin a este tan solemne acto. Y luego incontinenti fue el primer cuidado del Padre Rector conducir sus colegiales a la Capilla del Rosario y ofrecerlos a la Virgen Santísima, poniendo colegiales y Colegio a la protección de esta Soberana Emperatriz de cielos y tierra y rezando con devoción tierna a coros su santísimo Rosario, que este fue el premio con que se dio el primer paso al empleo de las letras en aquel nuevo vergel de sabiduría. No es explicable el júbilo y alegría en toda aquella populosa y nobilísima ciudad, repitiéndose plácemes entre sí sus nobles vecinos, por ver ejecutada tan deseada fundación. Fue tan grande el concurso de gente de todos estados, que siendo la plazuela de Santo Domingo bien espaciosa, aún faltaba sitio para el gentío, estando bien llenas las calles que guían a dicha plazuela: o este mismo tiempo se repicaron las campanas de la ciudad con un alborozo universal, continuándose esta célebre demostración hasta que cerró la noche y esta se continuó con vistosas luminarias en toda la ciudad, que fue una conmoción grande y universal a estas demostraciones del pueblo. En la plazuela del nuevo Colegio se añadió   —197→   al regocijo de las luminarias el de varios fuegos artificiales, dispuestos con el primor que se deja entender en una ciudad tan abundante de pólvora y de maestros insignes en el artificio de los fuegos. Los dos días siguientes quiso regocijar la ciudad con corrida de toros en la misma plazuela, asistiendo a ellos la Real Audiencia, los Cabildos y toda la nobleza en los corredores altos del nuevo Colegio que salen a la plazuela. Manifestó su gratitud y liberalidad el Real Colegio, regalando a los majestuosos y nobles Tribunales y al Colegio Seminario con abundancia, de bebidas y diversas colaciones de dulces, en que gastó gustoso más de mil pesos el Padre Provincial en nombre del Colegio»89.

«Pasados seis días, después del día de la posesión, dispuso el Padre Provincial una obra muy hija de su religioso celo, y fue poner una Escuela debajo de los portales del Colegio Real, para que en ella se enseñase a toda suerte de niños, pobres y ricos, a leer y escribir y la Doctrina Cristiana de balde, poniendo por maestro de ellos a un Religioso cuidadoso; con tal aplicación, que antes de seis meses estaba poblada la escuela de más de trescientos niños y al presente pasan de cuatrocientos instruidos por dicho religioso en la devoción del Santísimo Rosario y en otros ejercicios de virtud, con grande bien y consuelo de toda aquella República. Y para que a todos conste que en dicha escuela se reciben de caridad y por el amor de Dios, tiene sobre la puerta con letras grandes un letrero que dice: Esta es la Escuela de la Caridad».




ArribaAbajoV.- Biblioteca y enseres del Colegio

El padre Quezada, desde Roma y Madrid, seguía los pasos que iba dando en Quito la fundación del Colegio. Su espíritu magnánimo abarcaba la totalidad de la organización. Con el fin   —198→   de dotar al Instituto de libros de consulta y de menaje adecuado, recorrió las librerías de mayor prestigio en la Península y adquirió los mejores libros de Teología, Filosofía y Derecho; al mismo tiempo que compró cuadros de valor artístico e imágenes y objetos de culto. Para prevenir objeciones de aspecto legal, consiguió que el mismo padre general fray Antonino Cloche, pusiese su firma en la lista de las cosas que enviaba con destino al Colegio de San Fernando.

Sin comentario transcribimos a continuación el inventario que con la firma antedicha se presentó al Consejo de Indias.

El maestro fray Ignacio de Quesada mi Compañero Definidor y Procurador de las Provincias de Quito y Nuevo Reino, Provincial de Santa Cruz de las Indias, me consta tiene prevenido para nuestro Real Colegio de San Fernando de Quito lo siguiente:

Primeramente tiene una librería que está ya en el Puerto de Cádiz que se compone de tres mil y quinientos cuerpos de libros, poco más o menos, que tienen de costo ocho mil pesos.

Más otra librería de quinientos cuerpos de libros poco más o menos para la Celda Rectoral, o para la del Regente, todos libros selectos y muy importantes; estos cuestan mil pesos más o menos con muchos duplicados para el Convento de Quito.

Tiene muy cerca de trescientos cuadros entre grandes y pequeños para adorno del Colegio y su Iglesia y Sacristía, en que se incluyen cuarenta y dos cuadros grandes pintados al través de la vida de Santo Thomás para el claustro principal de la Universidad y Real Colegio. Se aprecian en cuatro mil pesos más o menos, todas pinturas de estimación dentro de Roma.

Un cuadro grande de altar de Santo Tomás, cuando los ángeles le ciñeron con el cíngulo de pureza, pintura de Carlos Maraso, y de lo mejor que ha pintado: tiene de costo trescientos pesos.

En la ciudad de Sevilla tiene dos estatuas, una del Santo Rey y otro de Santo Tomás; aseguran ser muy perfectas, cuestan trescientos pesos.

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Para la dicha estatua de Santo Tomás tiene dos hábitos, uno de recamo sobre raso con su capa de terciopelo negro y otro de brocado fino blanco: costarían trescientos y cincuenta pesos.

Para la Iglesia y Sacristía lleva una partida de láminas y entre ellas algunas muy preciosas que valdrán quinientos pesos. Para cada uno de los Generales de los estudios lleva los doctores de la Iglesia y la efigie verdadera de Santo Tomás.

Lleva Bula de su Santidad para fundar la milicia angélica del síngulo de Santo Tomás: lleva una lámina grande para tirar estampas de Santo Tomás y un libro nuevo que ha hecho imprimir de las Constituciones de la confraternidad y ejemplos de la pureza.

[...]

Varios pedazos de tela rica para casullas con dos cálices con sus platillos y vinajeras labradas en esta corte de mucho arte.

Cuatro niños grandes de Nápoles, dos de Luca, otros dos dormidos, estos son de marfil.

Más dos hechuras de Cristo Crucificado de Marfil, de más de una vara sin la cruz con sus martes a los pies, preciados de toda estimación.

Más seis crucifijos de bronce dorado con cruces de ébano para Colegio y Convento.

[...]

Más para adornar la fachada del Real Colegio al tiempo de la procesión del Santísimo colchas de Mesina, otras de tafetán doble y muy ricos, países de varios géneros y perspectivas y fruteros, todo muy selecto.

[...]

Esto es lo que con licencia mía y de mi antecesor, confirmada por Su Santidad, tiene prevenido mi compañero para mayor ornato del Colegio y culto divino, no habiendo ofrecido la religión y obligándose a este gasto y a los demás que allá se han hecho, como constará distintamente a vuestra Majestad por los autos y testimonios.

Esta constancia lleva por fecha el 29 de mayo de 1689 y la firma del General de la Orden90.



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Este fondo de libros, con la anotación del lugar que ocupaban en la Biblioteca del Colegio de San Fernando, se hallan en la actualidad en la Biblioteca del Convento de Quito. Asimismo, algunos de los objetos enumeradas en este inventario se conservan hoy en el Museo Dominicano del Convento Máximo.




ArribaAbajo VI.- Organización de los estudios

El edificio del Colegio resultó un centro de estudios perfectamente organizado. En el pasaje que daba a la plaza estaba instalada la Escuela de la Caridad para enseñanza primaria que era gratuita. En los claustros interiores, altos y bajos, funcionaban el curso de Humanidades con las cátedras de Gramática, Retórica y Humanidades; el curso de Filosofía; con las cátedras de artes y de los diversos tratados de la Filosofía Escolástica y el Curso de Teología que comprendía las cátedras de Dogma y Moral, a las que se añadían las cátedras de Derecho Canónico, Derecho Civil, Medicina y Sagrada Escritura. Las cátedras de Filosofía y Teología las dictaban los religiosos graduados del Convento Máximo: las de Cánones, Leyes y Medicina estaban regentados por sacerdotes y seglares.

Para la renta de la Facultad de Jurisprudencia se había situado la cantidad de veinte y cuatro mil pesos donados por los padres Bartolomé García, Miguel Quintero y Francisco de Ovando. Este capital rendía el rédito de mil doscientos pesos que se distribuían, los quinientos al catedrático de Prima de Cánones, cuatrocientos al de Vísperas y trescientos al de Instituto.

El alférez Pedro de Aguayo había hecho la donación de seis mil pesos de principal, que rendían trescientos de réditos dedicados al Catedrático de Medicina.

Fuera de estas asignaciones tanto el Convento de Quito como   —201→   religiosos particulares habían donado sus bienes para asegurar las rentas del profesorado. El convento asignó las haciendas de Tocache, ganadera y de pansembrar y la del valle de Chillo, triguera y con una buena casa de recreo y vacaciones. Fray Melchor de San Vicente hizo donación al Colegio de una hacienda sobre el río Pisque. Era de cañaverales con ingenio de azúcar, huertos frutales y viñedos y tierras de desmonte con crías de animales. El padre Bartolomé García destinó a su querido Colegio una hacienda en Nono cerca de las Caleras que poseía el Convento. Se hizo, además, corriente, que los religiosos, al renunciar su derecho antes de la profesión, aplicasen sus legítimas al Colegio de San Fernando.

Con razón y con aire de noble dignidad pudo dirigirse al rey el padre Quezada exponiéndole lo que sigue: «Representa a la Católica piedad de Vuestra Majestad que este Colegio tan costoso, le ha puesto gustosa la Religión debajo de vuestro Real Patronato, y Vuestra Majestad se ha servido de aceptarlo por la Cédula de fundación: siendo al presente de Vuestro Real Patronazgo, no sólo en el nombre y título, más también en el ejercicio, quedando sujeto dicho Real Colegio en todo a las reglas de dicho vuestra Real Patronato, hasta en las visitas del Vicepatrón, en la elección de Rector y en la Provisión de todas sus Cátedras, sin que a vuestros Haberes Reales y Real Patrimonio se haya causado el menor gasto, en la fundación de dicho Real Colegio y su Universidad»91.

Los Estatutos del Colegio fueron redactados por el Presidente de la Audiencia don Lope Antonio de Munive y el padre Bartolomé García, de acuerdo con las Constituciones de los Colegios de España y del Colegio Mayor de Santa Fe de Bogotá. Aprobados en el Consejo de Indias se los dio a la luz pública en Madrid el año de 1694.

De ellos entresacamos el horario de las clases:

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A las 4 a. m. Despertada y provisión de luz.
A las 6 Misa en la Capilla del Colegio.
A las 6½ Desayuno.
De 7 a 8 Cátedras de Prima de Teología Escolástica y de Prima de Cánones.
De 9 a 10 Cátedra de Sagrada Escritura, Cátedra de Instituta (seglar), Cátedra de Código (seglar) y Cátedra de Filosofía Natural.
De 10 a 11 Artes, Tratados de Generatione et Corruptione.
A las 12 m. Almuerzo, luego recreo.
De 2 a 3 p. m. Cátedra de Vísperas de Teología Escolástica y Cátedra de Vísperas de Cánones (seglar).
De 3 a 4 Cátedra de Vísperas de Leyes (seglar) y lengua General del Inga.
A las 5 Refacción y Recreo.
A las 5½ Rosario Coral.
Después, Conferencia, merienda, y recogimiento a las celdas.

Los alumnos que cursaban artes tenían estudio de 7 a 9 de mañana y de dos a cinco de la tarde. El curso duraba tres años y comprendía el estudio de las Súmulas, Lógica, Cosmología y Metafísica. Asistían a clases y conferencias especiales.

El año escolar comenzaba el 15 de setiembre y concluía el 21 de julio. Cada día de diez y media a once y media se verificaba una conclusión moral, presidida por el profesor de la materia. Todos los Sábados del año, siendo lectivos, de dos a cinco de la tarde, se tenían sabatinas, alternando la Teología Escolástica y Moral, con Leyes y Medicina. Estos actos se realizaban more scholástico. Se estableció, además, que cada catedrático, así de Teología escolástica como de Moral, Sagrada Escritura, Cánones, Leyes y Medicina, presidiera cada año por lo menos dos actos académicos de conclusiones públicas, uno mayor que era a la mañana y la tarde y otro menor, que era tan sólo a la tarde.

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Por lo que mira a certificados de estudio, decía la Constitución LVII: «Declaramos y ordenamos que para dar las certificaciones de haber acabado sus estudios, cada estudiante ha de haber oído tres años enteros el curso de Artes, conviene a saber, Súmulas, Lógica, Física, de Anima, de Generatione et Corruptione y Metafísica. En cuanto a Teología ha de haber cursado los cuatro años enteros de Teología, las cuatro cátedras arriba mencionadas y habiéndose justificado lo referido se le dará certificación con firma de los catedráticos y sellos del Colegio, y se pondrá un tanto de dicha certificación en registro y un libro que se ha de tener para este efecto. Y en cuanto a los estudiantes a las Cátedras de Cánones, Leyes y Medicina, respectivamente se observará la misma diligencia. Y en cuanto al tiempo y cursos que ha de ganar para obtener los grados en su facultad, se ha de observar lo mismo que en las Universidades de Lima y Méjico».

El resultado del primer trienio de funcionamiento del Colegio conoció el padre Quezada antes de salir de España. Sobre bases de los informes recibidos desde Quito pudo exponer al Rey. «En cuanto a lo formal de los estudios, tenía el Colegio hasta febrero de 91 cuarenta colegiales, de la primera y más calificada nobleza de la ciudad, y de las demás del Reino, y de los Obispados de Panamá y Popayán muy aplicados y aprovechados en los Estudios; de modo que el año de 90, se tuvieron cinco conclusiones generales, las primeras dedicadas a la Santísima Trinidad, como a principio de todas las cosas. Las segundas dedicadas a la Reina de los Ángeles María Santísima del Rosario, como especial Madre, Abogada y Protectora de la Religión de Predicadores y del dicho Real Colegio. Después de las dos Majestades del Cielo, las terceras se dedicaron a Vuestra Majestad como a su Rey, Señor Natural, Monarcha y especial Patrono y Dueño del Real Colegio de San Fernando. Fue día tan célebre este para la Religión de Predicadores, como el día de la posesión, concurriendo a las referidas conclusiones -como era debido- todos los Tribunales y Religiones Sagradas, en que el sustentante desempeñó a la Religión,   —204→   de forma que causó admiración, según refieren religiosos de mucha autoridad que se hallaron presentes y están en estas partes y un Ministro el más antiguo de la Real Audiencia de Quito, que de presente está en la Corte, acredita lo referido, la respuesta del Fiscal de Quito, sobre la pretensión de las cátedras de ambos Derechos, que está en los autos. El mismo año de 90, día de San Agustín, se graduaron en Artes 17 colegiales y este día fue muy igual en los regocijos, aplausos y concursos de la posesión. Tiene también el Colegio, además de los Colegiales, más de 100 estudiantes de Gramática, que esperaban a que se comenzase el segundo curso de Artes, por el mes de setiembre de 91 y los del curso antecedente pasaron a cursar Sagrada Teología, habiendo salido grandemente aprovechados en las Artes».




ArribaAbajo VII.- Los fundadores del Colegio y Universidad

Antes de proseguir el relato de las actividades del Colegio y Universidad en el siglo XVIII, es preciso que destaquemos las figuras de los que fueron protagonistas en la fundación de un nuevo centro de cultura. El éxito social de su establecimiento demostró que satisfacía una necesidad del ambiente. Los quiteños que aspiraban a una cultura superior, coronada con grados académicos, podían ciertamente graduarse en Filosofía y Teología en la Universidad de San Gregorio. La Universidad de Santo Tomás no sólo facilitaba la adquisición de esos mismos grados, sino se insistía en que la enseñanza sería, según la doctrina de Santo Tomás como se estilaba en las Universidades dirigidas por dominicos en España y América. Además se creaban las facultades nuevas de Derecho Canónico y Civil y de Medicina que se echaban de menos en el ambiente y que eran una exigencia social y de cultura. La Orden Dominicana empeñó sus haberes para salir avante en su proyecto. Los veinte largos años que hubo de luchar hasta conseguir su ideal exigieron un esfuerzo titánico de los protagonistas   —205→   de la obra, los padres Ignacio de Quezada y Bartolomé García.

El nombramiento del padre Quezada como Procurador en las Cortes fue el mejor acierto del Capítulo Provincial de 1676. En la Provincia había dado muestras de su gran capacidad en los oficios que le había impuesto la obediencia. En la carrera de estudios ascendió de Lector a Maestro en Teología, justificando sus años de enseñanza. Simultáneamente desempeñó el cargo de Prior en el Convento Máximo y el de Popayán. En Quito se hizo cargo de la Cofradía del Rosario, cuyo rezo diario promovió con gran celo. Gracias a sus vinculaciones sociales consiguió ayuda para perfeccionar la Capilla dotándola de hermosos retablos. Por comisión del Provincial visitó los conventos en calidad de Vicario y Visitador General. Se destacaba en el púlpito por la profundidad de su doctrina y su elocuencia brillante y persuasiva. La elección de Procurador en Madrid y Roma le abrió un nuevo campo de actividad. Compenetrado con los ideales de su Provincia, se dio modos de acreditarse ante las Cortes, para poder ventilar con éxito la causa que le fue encomendada. «Predicó en varias ciudades de España, especialmente en la Corte de Madrid, donde al examen de la severa crítica, dio más que entender, que no que censurar. El Supremo Consejo de Indias le encomendó algunos sermones, en las fiestas más principales y de todos salió dignamente calificado con superiores elogios de aquellos graves Ministros y de la gente docta y erudita que concurre en aquel gran teatro de los ingenios del orbe».

Como Definidor de la Provincia se trasladó a Roma, donde presidió las conclusiones generales del Capítulo, «con tan singular aplauso, que sólo por lograr aquel día pudiera haberse navegado a Italia desde Quito». El padre general fray Antonino Cloche le nombró Provincial y Visitador General de la Provincia de Santa Cruz de Indias y su Socio por las Provincias de España y las Américas.

En la Corte Pontificia halló tal ascendiente que el papa Inocencio   —206→   XI, en dos veces que fue a despedirse para salir para España, ofició al Padre General que lo mantuviese en Roma. Fuera del Papa, le favorecieron con su amistad los cardenales Salazar y Aguirre, así como los auditores don José Molines y don Fernando Manuel.

El largo proceso que exigió el negocio del Colegio le obligó a frecuentar las Cortes y conocer los trámites oficinescos. En Madrid consiguió todas las Cédulas conducentes a la fundación del Colegio, en Roma alcanzó las Bulas para los grados Universitarios, en la Curia Generalicia obtuvo el despacho favorable de todo lo referente a su Provincia.

Con el anhelo de fomentar, a la vez que la doctrina, la devoción a Santo Tomás, hizo imprimir en Roma un libro escrito por don Francisco Antonio Montalvo sobre la Milicia Angélica del Cíngulo de Santo Tomás92 y consiguió la erección de la milicia angélica en el Colegio de San Fernando.

En 1692 hizo imprimir en Madrid su Memorial Sumario en la causa del Real Colegio de San Fernando y Universidad de Santo Tomás, del Orden de Predicadores de la ciudad de Quito, conforme a los Autos. En la Biblioteca Nacional de Madrid, con el Registro de 1237, se halla el ejemplar anotado y corregido por el mismo padre Quezada y con su firma autógrafa en la página 4093.

Todos sus afanes los consagró al ideal de su Colegio y Universidad de Quito, que la proyectó en grande con copiosa biblioteca y con un Museo de obras escogidas de Arte. Sus triunfos, que no podía ocultarlos, los hizo servir al prestigio de su americanismo   —207→   de buena ley. En Roma trabó amistad con el padre Juan Meléndez, empeñado en sacar a luz sus Tesoros Verdaderos de Indias. Hizo el elogio y presentación de la Filosofía Tomisita de don Juan de Espinosa Medrano, llamado el Lunarejo, que se publicó en Roma en 1688. Entonces lamentó que se juzgaban bárbaros a quienes el vulgo llamaba indianos. En 1695 ultimó sus preparativos para venir a su Provincia y comprobar la realidad de su proyecto llevado a cabo. Avanzó hasta Popayán, donde murió inesperadamente a fines de 1696.

Junto al padre Quezada, fundador y organizador del Colegio y Universidad, es de justicia colocar al padre Bartolomé García, el ejecutor de las obras. Elegido Provincial en el Capítulo de 1688, a él le tocó tramitar la inauguración del Colegio, obligándose por las circunstancias a firmar el documento de Concordia. Con el propósito de dotar al plantel de un edificio decente, dirigió la construcción total del Colegio con su capilla adjunta. Como Provincial comprometió los bienes del Convento Máximo para dotar las Cátedras de Leyes. De su legítima personal dio diez mil pesos para fondos de la misma Cátedra.

Oigamos del mismo padre Quezada el elogio que hizo del padre García: «En ocasión que la Religión de próximo había de celebrar el Capítulo Provincial, llegó el pliego con los despachos a la ciudad de Quito, y pareció conveniente suspender la presentación de ellos en la Real Audiencia, hasta que se celebrase la elección de Provincial. Hízose la dicha elección con suma paz y concordia en la persona del padre maestro fray Bartolomé García, que al presente es Vicario General de la dicha su Provincia, y calificador del Santo Oficio, sujeto tan lleno, que es de los primeros de ese Reino, en letras, celo y regular observancia, y por su singular virtud venerado de todos, que se tuvo por efecto especial de la Provincia divina lograr en la sazón la Provincia tan calificado Provincial; en que no se dilata el suplicante, porque por los autos e informes que pasa a Vuestra Majestad la ciudad de Quito, constará su celo en adelantar la Religión; y pudiera el suplicante manifestar   —208→   con testimonios jurídicos aumentos increíbles, que en lo espiritual y temporal ha dado a su Provincia, ya en sesenta hábitos que ha dado a hijos de personas muy calificadas y de grandes esperanzas, ya en las fábricas que corrieron en todos los más Conventos de la Provincia en el tiempo de su Provincialato y se han continuado en el de Visitador General. En el Convento de Quito ese han aumentado sus fábricas muy costosas y diez mil pesos de ropa y ricos ornamentos de varias telas y plata labrada, que puso en la Sacristía; y sobre todo la fábrica del Colegio, que todo se debe al celo del Padre Visitador, hasta renunciar en el Colegio diez mil pesos de su legítima y todo su depósito y libros, de que en caso necesario más difusamente informarían a Vuestra Majestad dentro de esta Corte personas de autoridad, y de todos estados, que se hallan al presente en ella».

Cuando concluyó su Provincialato fue nombrado Visitador General de la Provincia, con el objeto de que continuase vigilando la marcha del Colegio. Fue luego promovido al Obispado de Puerto Rico, de que no llegó a posesionarse. El 28 de noviembre de 1714 instituyó seis becas, disponiendo que de tres gozasen los descendientes de su deudo, el capitán Diego González, nativo de la ciudad de Ibarra.




ArribaAbajoVIII.- Profesorado y estudiantado

La presencia y el gran influjo del padre Quezada en la Curia Generalicia consiguieron interesar a los Generales de la Orden en la causa del Colegio y de la Universidad. El reverendo padre Antonino Cloche, en documento firmado el 3 de diciembre de 1690 y refrendado por el mismo padre Quezada, ordenó que los ingresos provenientes de las doctrinas se destinasen a fondos del Colegio, con el fin de ayudar a sostener sucesivamente las cátedras de Derecho Civil, Medicina, Matemáticas, Retórica y de Lenguas Griega y Hebrea. Al mismo tiempo estableció que a los   —209→   moderadores de estudios del Colegio les proveyese de vestidos la Provincia y que el Rector, en los actos públicos del Colegio y Universidad, ocupase el puesto después del Provincial y en los del Convento Máximo después del Prior.

El Nuevo campo de acción repercutió en la estructura íntima de la Provincia. Al Capítulo Provincial correspondió en adelante nombrar Regente, Vicerregente, Maestro de Estudios y Catedráticos de Filosofía y Teología, no sólo para el Colegio de San Pedro Mártir, sino para el Colegio de San Fernando y la Universidad de Santo Tomas. Los méritos para ascenso de grados eran válidos los adquiridos en ambos centros de estudios. De hecho se aumentaron las posibilidades de realce para los estudiantes como también se amplió el horizonte de la cultura superior.

La Universidad de Quito se tornó en el centro de altos estudios para todos los pueblos de la Audiencia. A Quito convergían estudiantes de Riobamba, Guayaquil, Cuenca, Loja, Pasto, Popayán, Cali y Panamá.

El 4 de junio de 1698 el Presidente de la Audiencia don Mateo Mata Ponce de León, en su calidad de Vicepatrono del Colegio, practicó una visita al tenor de veinte preguntas sobre el estado del plantel. De las respuestas de los testigos se sacó a limpio el siguiente cuadro estadístico:

Rector, reverendo padre Jacinto Molina, Catedrático de Prima de Teología.

Padre fray Gregorio de Jesús Castañeda, Catedrático de Vísperas.

Padre Leonardo de Aranda, Catedrático de Moral.

Padre Pedro Bermejo, Catedrático de Artes.

Padre Manuel Blasco, Catedrático de Gramática.

Procurador, un hermano lego.

Doctor don José Faustro de la Cueva, Catedrático de Prima de Cánones.

Doctor don Pedro de Zumárraga, Catedrático de Vísperas de Cánones.

  —210→  

Doctor don Esteban de Mata, Catedrático de Instituta.

Doctor don Sebastián de Aguilar, Catedrático de Medicina.

Cursantes de estas facultades eran treinta y cinco alumnos, de los cuales diez y ocho eran convictores que contribuían con ochenta pesos al año, dos becarios de presentación y los quince restantes no pagaban porque se los había recibido gratuitamente. Uno de los becados era el hijo de don Manuel Ponce Castillejo, Conde de Selva Florida, quien había vendido su casa para integrar el edificio del Colegio e impuesto la condición a favor de sus descendientes94.

Con el establecimiento de la Universidad de Santo Tomás en Quito, coincidió la publicación del texto comentado de las Constituciones de la Orden, bajo la dirección del reverendo padre Antonino Cloche, de quien había sido socio el padre Quezada. En el Capítulo dedicado a los Estudios se legisló sobre la organización de las Universidades que estaban bajo el gobierno de la Orden. A la cabeza de los Estudios estaba el Regente, de quien dependían los demás oficiales y profesores, en todo lo que concernía a la enseñanza. Distribuía las materias a los lectores, presidía los actos académicos y tenía la última palabra en las discusiones. Después del Regente se hallaba el Bacaláureo, o segundo lector de Teología, quien hacía las veces del Regente cuando estaba ausente. El tercer lugar ocupaba el Maestro de Estudios, a quien incumbía proponer las cuestiones en los círculos diarios y dirigir las discusiones. A estos cargos debían ser ascendidos quienes hubiesen seguido la carrera de enseñanza y distinguiéndose por su competencia. Los Lectores de Lógica, Filosofía y Metafísica tenían que haber cursado por tres años esas disciplinas y concluido el curso de Teología. Para enseñar la Teología se exigía la carrera continuada de los estudios coronada brillantemente. A la Universidad podían concurrir los religiosos estudiantes para adquirir   —211→   los grados. Para ellos se requería la aprobación de los superiores. Su conducta en la vida y los estudios estaba bajo la vigilancia del Maestro de Estudiantes.




ArribaAbajo IX.- Método de Enseñanza

Para los estudiantes de la Orden se advertía en las Constituciones que a los religiosos convenía más que todo el estudio de las ciencias sagradas, como más adecuadas al fin de la Religión que eran la contemplación y la enseñanza. Según esto se declaraba que aunque no estaba prohibido el estudio de las ciencias profanas, sin embargo, debía hacérselo con medida, evitando la simple curiosidad y vanagloria. De las lenguas antiguas era obligatorio el latín y se recomendaba el aprendizaje del Griego y el Hebreo. En cumplimiento de esta ordenación se adoptó como texto en Quito la Gramática Griega de Urbano Belunense, publicada en Basilea en 1594. El ejemplar que sirvió para enseñanza lleva acotaciones a los márgenes. El padre Quezada, con el objeto de facilitar los estudios, envió a la Biblioteca de San Fernando.

En cuanto a los estudios de Teología, la Constitución prescribía lo siguiente: «Prescribimos, bajo pena de privación de grado fuera de las penas establecidas por el derecho, que ningún Maestro, Regente o Lector, o cualquiera de nuestra Orden, se atreva a afirmar o defender, pública o privadamente, ningún artículo que estuviera en contra de los Decretos del Sagrado Concilio de Trento, con aserciones que minaran a los dogmas de la fe o a las buenas costumbres: particularmente en aquel Canon que se refiere al Sacramento de la Confesión y a la sumpción de la Sagrada Eucaristía, no obstante que algunos de nuestros insignes doctores, como Durando y Cayetano hubiesen patrocinado algún principio extraño». Además «recomendamos expresamente a los Lectores y Sublectores, que lean, aprendan y enseñen siempre la autorizada doctrina de nuestro Angélico doctor Santo Tomás, y según   —212→   ella resuelvan y definan las cuestiones y discusiones e instruyan en ella a sus discípulos y procuren que los estudiantes la cultiven con todo el ardor de su alma».

Más tarde, el reverendo padre Juan Tomás de Boxadors, refiriéndose expresamente a los estudios del Colegio de Quito, escribió lo siguiente: «En lo que toca a los estudios de Sagrada Theología que tanto nos conviene y que tan necesario es para que cualquiera pueda explicar, instruir y enseñar la doctrina tan sana, cual es la de Nuestro Doctor Santo Thomás de Aquino, siendo como es la más segura, inconcusa y sin algún error, y por tal celebrada, encomiada y autorizada con tantas y tan debidas alabanzas de varios Sumos Pontífices y no menos por los grandes de la Iglesia y por esto en el camino que seguimos para las Españas, visitando sus respectivas Provincias fue todo nuestro estudio la restitución de la Ley importantísima de varios Capítulos Generales de que se lea letra de muestro angélico Preceptor y como de facto la restituimos y no sólo en las Provincias pertenecientes a la Europa pero aún en otras varias tocantes a la América con grandísimo provecho de la Orden y no menos aplauso y gusto de los Príncipes, de los Doctores y demás ilustres hombres. Y siendo nuestra voluntad que esta misma ley se restituya en esa Provincia de Quito, mandamos que en todas las clases de estudios y en cada una de ellas los Lectores así Matutinos como Vespertinos que ahora están y en adelante fueren se abstengan en adelante de dictar y explicar cualquiera otras instrucciones Theológicas, sean manuscritas o sean impresas, y sólo interpreten y expliquen a sus discípulos el texto a la letra de la Suma Theológica de nuestro doctor Angélico. Asimismo mandamos y no menos seriamente prohibimos no sea que por algún pretexto se omita algún artículo de la Suma porque si bien se repara, es tal la concordia y engaste entre todos los artículos, que el primero, como principio del segundo etc. Del mismo modo prohibimos que se quite algún argumento o respuesta de dichos artículos, por haberlos coactado y distribuido de tal suerte el mismo doctor Angélico que el segundo   —213→   argumento le da mayor vigor al primero y el tercero a una y otro y al fin en la fuerza del postrero se halla la más clara y genuina explicación para todos».

«Y por esta misma razón advirtiendo que la doctrina De Locis Theologicis de nuestro célebre Melchor Cano es como precursora de la Sagrada Theología, pues que la verdad en ellos se descubren, fácilmente las fuerzas para todos los argumentos que se han de disputar en la Sagrada Doctrina, tenemos por muy útil y oportuno el que los escolásticos después de perfectamente terminar el tercer año del curso de Philosofia se ejerciten e instruyan por un año completo en la ya citada obra De Locis Theologicis de Melchor Cano y que para esto tenga su debida ejecución, así lo mandamos y ordenamos y con la autoridad que en Nos reside instituimos y sentamos en nuestro Convento de San Pedro Mártir de Quito una Cátedra para que se dicte y se explique la referida obra De Locis Theologicis: siendo nuestra voluntad que los lectores que la han de servir la tomen precediendo una formal oposición y el año que gastasen en la lección de dicha cáthedra queremos que se computen como si se hubieran empleado en las cátedras del texto y letra de la Suma Angélica.

»Ninguno sea aprobado para Lector si no hubiese cursado las Aulas y oído explicación de la Suma Theológica del doctor Angélico por el tiempo de cinco años completos, y de lo contrario es nuestra voluntad sea írrita y nula su aprobación.

»Asimismo ordenamos que los Lectores de Theología y Philosofía, olvidando en adelante de otras cualesquiera obras filosóficas ya impresas ya manuscritas sean de cualesquiera autores, la dicten y expliquen a sus alumnos -hasta que demos órdenes- las obras del padre Antonio Goudín Theólogo: en el primer año explicarán a sus discípulos toda la Lógica, en el segundo toda la Física y los Tratados De Coelo et Mundo, De Generatione et Corruptione y en el tercer año el tratado De Anima y toda la Metaphisica».



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ArribaAbajo X.- Textos manuscritos

Por lo visto la orientación dominicana en los estudios de Teología y Filosofía era definida y clara. Para Teología era obligatorio el texto de la Suma de Santo Tomás. En Filosofía se dictaba la de Aristóteles, adoptada también por el doctor Angélico y expuesta desde 1692 por Goudín. De Melchor Cano existen varios ejemplares de su libro De Locis Theologicis. Esta realidad explica la falta de textos dominicanos manuscritos sobre los diversos tratados de Teología, en contraste con los profesores de la Universidad de San Gregorio. En cambio se conservan, de la Biblioteca de San Fernando, varios ejemplares de los Comentarios de Cayetano, el Ferrariense y Capreolo, con acotaciones a los márgenes de los Catedráticos que se sirvieron de ellos para sus clases.

En la enseñanza de Filosofía hubo un poco más de libertad en el uso de los textos, antes y después de Goudín. Del siglo XVI se conserva manuscrito el texto que posiblemente usó el padre Bedón. Contiene los Comentarios a la Lógica, Posteriores y Analítica de Aristóteles.

Del primer decenio del siglo XVIII se conserva un volumen que encierra el curso íntegro de Filosofía enseñado en San Fernando. Como prólogo contiene el modo de proceder en las discusiones públicas. «La palestra escolástica se sostiene entre dos, de los cuales uno argumenta y el otro sustenta: el que defiende las tesis propuestas respondiendo a los argumentos se llama sustentante, y el que impugna se dice arguyente. El sustentante debe primeramente escribir la conclusión y darla a conocer al Lector y Regente de estudios y luego invitar al acto a los Padres Maestros y Lectores de casa, si es privado y si es público también a los demás. Una vez que estuviesen todos en sus asientos el sustentante enuncia el asunto que se va a discutir y luego poniéndose de pie y con la cabeza descubierta dirige un saludo al Muy Reverendo Padre Provincial y Muy Reverendo Padre Rector de la Regia Universidad; luego dirigiéndose al Presidente dice: Dignísimo Presidente, Doctores Maestros   —215→   y Lectores, nobles Maestros y Colegas y señores asistentes. En seguida repite la cuestión y, cubriéndose, expone su argumento. Si hay algunas cosas notables a la cuestión, debe enunciarlas antes de entrar en materia, luego resolver las dudas y probar las conclusiones, primero con la autoridad de las Sagradas Escrituras de los Santos Padres, de los Filósofos y del Angélico Doctor y con argumentos de razón. Una vez que haya terminado su exposición, se levanta y descubriéndose la cabeza dice: De este modo parece probada mi conclusión; trataré sin embargo, bajo la dirección del Presidente, de responder a las objeciones. Debe notarse que cuando se recitan las palabras de Santo Tomás hay que descubrirse la cabeza, lo cual se hará también cada vez que se pronuncia su nombre».

Habla luego de la manera de proceder cuando estuviesen presentes los funcionarios de la Audiencia, o en otras circunstancias extraordinarias, como cuando se hallare presente el Obispo.

De los manuscritos que llevan el nombre del autor, mencionaremos los siguientes:

a) Fray Manuel Román.

b) Fray Juan Albán.

c) Fray Lorenzo Ramírez.


Fray Manuel Román

Del padre Román se conserva, manuscrito por el padre Miguel Jaramillo, el curso de Filosofía, dictado entre los años 1710 y 1712. El primer año dedicó a la cosmología insistiendo en el estudio de la materia, sus causas y sus efectos. El segundo consagró al tratado de las causas. Y el tercero lo intituló: Liber Physicorum Quaestio De Motu, De actione et De Patione.

El padre Román, comprobada su carrera de Filosofía y Teología, fue instituido Maestro de Teología el 17 de enero de 1720. En 1745 fue elegido Provincial. El Capítulo Intermedio de 1747   —216→   describía su actuación: «Denunciamos que tenemos remitidas las Actas del Capítulo próximo pasado en que fue electo por provincial nuestro muy reverendo padre maestro fray Manuel Román Doctor en la Real Universidad, Examinador Sinodal de este Obispado, ex Vicario General, quien con su gran celo, vigilancia y cuidado tiene adelantados los estudios, la devoción del Santísimo Rosario por toda la Provincia, levantándose personalmente a las cuatro de la mañana a rezar las tres partes del Rosario y oír misas, celebrándola todos los días, a cuyo ejemplo concurren muchos religiosos y gran concurso de afuera en este Convento de San Pedro Mártir de Quito. Tiene también gastado mucho dinero, así metiendo muchas piezas de esclavos en las haciendas para la labranza, como también en componer los ornamentos y aparar la Sacristía y adornar los claustros del Convento con molduras con cuadros lucidos de la vida de nuestro Patriarca Santo Domingo». El Capítulo Provincial de 1770 le da por difunto.




Fray Juan Albán

Nativo de Latacunga, vistió el hábito el 26 de junio de 1756. Inició su carrera de Magisterio como Lector de Artes en 1766. Ascendió a Catedrático de Vísperas en 1770. El Capítulo Provincial de 1774 le asignó a Popayán con el cargo de Lector de Teología Moral y Resolutor de Casos de Conciencia. El capítulo de 1782 postuló para el padre Albán el grado de Presentado, señalando como méritos el haber dictado el curso de Artes en el Convento Máximo y dos años de Teología. Asignado a Popayán tornó a enseñar Filosofía en el Colegio Seminario, ocupando la Cátedra Vacante por la expulsión de los Jesuitas. Entonces tenía 43 años de edad. El 15 de agosto de 1787 fue instituido en Presentado. En 1794 asistió al Capítulo Provincial como Definidor y con el título de Maestro en Teología y Rector del Colegio de San Fernando.

Consignó por escrito su curso de Filosofía en un Manuscrito   —217→   que lleva por Título: Cursus Triennalis Phylosofiae juxta mentem Divi Thomae et Aristóteles -Breviter explanatus ad usum studentium. Continent Logicam, Phisicam, Methaphisicam ac Generationem- Elaboratus per P. L. Fr. Joannem Alban, ac propio calamo exaratus. Inceptus anno 1766 et finitus anno 1768.

El autor tenía 27 años cuando inició su curso de Filosofía. Por la habilidad caligráfica que demostró en algunas viñetas del texto, parece que estuvo emparentado con el pintor latacungueño Francisco Albán, que pintó para los claustros del Convento Máximo la serie de lienzos de la vida de Santo Domingo. La parte destinada a la Dialéctica y la Metafísica no se aparta de los principios tradicionales de Aristóteles y Santo Tomás. En la parte referente a la Cosmología demuestra el autor estar al corriente de las teorías contemporáneas introducidas por Descartes y analiza las razones en pro y contra que se ventilaban, desde la segunda mitad del siglo XVIII. Cita repetidas veces a Feijoo. Señala en la siguiente estrofa el gusto preferencial de los filósofos:


Ni Aristóteles te encaja,
ni das a Platón tu voto,
Descartes es tu devoto,
porque todo lo baraja.



En el tratado de las Causas se refiere a la doctrina de la premoción física, según la mente de San Agustín, Santo Tomás y los Concilios. Plantea y refuta la argumentación establecida por los Jesuitas.

En la exposición de su materia prescinde del rigor escolástico para dialogar con los alumnos y amenizar la enseñanza con citas de autores filosóficos y poetas antiguos y contemporáneos.

Discípulo suyo fue el padre Lorenzo Ramírez quien aprovechó en parte de los apuntes del Maestro.

Del texto escrito por el padre Juan Albán aprovecharon para sus clases los padres Julián Naranjo y Mariano Caicedo. El   —218→   primero comenzó su noviciado el 12 de diciembre de 1760 y el segundo el seis de febrero de 1764. Del padre Naranjo se conserva manuscrito el Tractatus de principüs entis naturalis tum in communi tum in particulari, que cursó en 1768. Del padre Caiaedo se encuentra, con la anotación, de scripta manu et labore, la Dialéctica y la Lógica.




Fray Lorenzo Ramírez

Nació en Loja hacia 1747; hizo su primera profesión en 1763 a los 16 años de edad. El Capítulo Provincial de 1772 le nombró preceptor de Gramática Latina. En 1774 fue instituido como Catedrático de Artes y en 1778 se le nombró Catedrático de Melchor Cano. El Capítulo Provincial de 1782, al postularle para el grado de Presentado, enumeraba sus méritos, afirmando que había enseñado más de diez años, los tres primeros en el Convento Máximo y los siete en el Colegio de San Fernando. Obtuvo el grado de Presentado el 15 de agosto de 1787 y ascendió a Maestro en Teología el 15 de abril de 1793.

Del padre Ramírez se conserva manuscrito el curso de Filosofía que dictó a los estudiantes del Convento Máximo, entre 1774 y 1777. La composición del texto es de estructura escolástica, pero en el proemio y conclusión de cada parte dialoga el profesor con los alumnos, que habían cursado con él el estudio del latín. Véase la introducción al tratado de la física:

Os ofrezco ahora alumnos míos, el Tratado de la Física sólido y a la vez sutil. Con el auxilio de lo alto debemos estudiar, ya no los entes de razón, sino las realidades que se hallan fuera de nosotros. Después de las obscuridades de la Lógica, la luz irradia mejor su hermosura, como decía el poeta: «Post nubila Febus clarior exoritur Per duodena regit mundum sol aureus astra». Para nuestro caso no queda mal comparar que después del invierno florece mejor la primavera y después de las espinas parecen   —219→   mejor las flores. No se me oculta que nuestra física, por apoyarse en los principios de Aristóteles, carece de toda aquella amenidad de que está llena la Filosofía natural, que llaman experimental; pero no será tan escuálida ni anticuada, puesto que aprovecharé de las sentencias de los filósofos modernos, que vuelvan a nuestra física algo agradable y aún amable. De la nada nada se produce ni nada puede convertirse en nada. Así pues, mis queridísimos discípulos, generosa progenie de nuestra Orden y esperanza grande de esta Provincia de Quito, leed con atención mi Física y aprended con interés cada lección que en esto estribará mi mayor gloria, diciendo con vosotros el poeta:


Majoris majora canam mihi parva locuto,
sufficit in vestras saepe redire manus,
nos Patriae fines et dulcia linquimus arva.

Valete.








ArribaAbajoXI.- Los graduados

La Universidad de Santo Tomás se convirtió de hecho en el centro de estudios eclesiásticos para las Comunidades Religiosas, que contaban, desde luego, con sus estudentados propios. San Gregorio continuó ofreciendo al clero secular y a los alumnos de la Compañía la posibilidad de adquirir los grados académicos. Como es natural los primeros en beneficiarse fueron los Dominicos, que tanto se sacrificaron para establecer el Colegio y la Universidad. A partir de 1689, en cada Capítulo Provincial los aspirantes a grados comenzaron a presentar los comprobantes de sus méritos en docencia para ascender a Bacalaureato, Presentatura o Magisterio en Teología, alegando algunos de ellos los grados adquiridos en la Universidad. Ante la sorpresa del Padre General por la edad y condición de los candidatos, el Capítulo Provincial de 1778 dio la siguiente explicación: «Podemos así afirmar una   —220→   verdad en cuanto al tiempo con que varios Religiosos han comenzado a leer y es que acá en las Indias así en nuestra Religión como en las demás, visten varios niños el sagrado hábito de nueve años, de diez, de once, etc., y comienzan su curso de Arte ya de diez ya de once años; de modo que cuando profesan, ya son teólogos de dos o tres años, lo que viene bien con la poca edad en que ellos comienzan con la tarea de su lección. Y para que esto no parezca ponderación, traemos a la memoria un colegialito de nuestro Real Colegio de San Fernando, quien poco ha, habiendo recién cumplido once años de edad, defendió conclusiones públicas de la Universal Filosofía con tal vivez y entereza que fue admiración de todos. Y lo mismo ha sucedido con algunos religiosos, y con tal felicidad que esto no les ha sido impedimento para que ellos aprendan todas aquellas cosas que deben saber los no vicios para profesar como consta de los exámenes que dan antes de la profesión y de otra suerte no se pueden conseguir acá estudiantes con facilidad, porque cuando entran a la Religión con alguna edad, por lo común ni estudian ni aprovechan. Esta es experiencia constante»95.

La explicación obedecía a la edad más que al número de graduados. El General de la Orden después del establecimiento de la Universidad, había concedido a la Provincia la facultad de tener 16 maestros, doce a título de haber enseñado y cuatro a título de predicación y veinte Presentaturas: doce a título de enseñanza y ocho a título de predicación. Además, se estimuló al apostolado concediendo el título de Predicadores Generales, ocho por mérito de Predicación y doce a título de los Conventos.

Los Maestros en Teología tenían entre sus privilegios el de asistir a los Capítulos Provinciales. Según esto, al Capítulo celebrado en 1747 asistieron con derecho los Padres Maestros, fray Luis Moreto, doctor en la Real Universidad, Predicador Apostólico y Prior entonces del Convento de Quito; fray José de Egas,   —221→   doctor en la Real Universidad, Examinador Sinodal y Regente de Estudios y Capellán del Rosario; fray Gregorio Meneses Doctor en la Real Universidad; fray Cristóbal de León, Doctor en la Real Universidad, Examinador Sinodal y Rector entonces del Real Colegio. En el mismo capítulo se denunciaba que habían ascendido a Maestros, por mérito de enseñanza, los padres fray Manuel Román, Doctor en la Real Universidad, Examinador Sinodal, Ex Vicario General y entonces Provincial electo; fray José Santos, doctor en la Real Universidad y Ex Provincial; fray Isidro Santos, Doctor en la Real Universidad; fray Juan Villafuerte, Doctor en la Real Universidad, Regente de estudios y Capellán Mayor de Nuestra Señora del Rosario; y fray Ignacio Andosilla, Doctor en la Real Universidad; fray Gregorio Meneses, Doctor en la Real Universidad. Las Presentaturas, por título también de enseñanza, obtuvieron los padres fray Francisco Sánchez, Doctor en la Real Universidad; fray Francisco Fuenmayor, Doctor en la Real Universidad; fray Domingo Terol, Doctor en la Real Universidad y Rector del Colegio de San Fernando; fray Juan Duarte, Doctor en la Real Universidad; fray Gregorio Duarte, Rector en la Real Universidad. Algunos religiosos que habían preferido la predicación a la enseñanza, fueron también agraciados con el título de Maestros y Presentados por el mérito de predicación. Entre ellos se contaron los padres Luis Moreto, Doctor en la Real Universidad; fray Tomás de Berberana, Doctor en la Real Universidad y fray Francisco Lescano, también Doctor por la Real Universidad.

La concesión generalicia del número de Maestros, Presentados y Predicadores Generales estimulaba a las personas y fomentaba los estudios. El título era vitalicio, el orden se guardaba con estrictez y no podía ser reemplazado sino con la muerte del agraciado. Los que figuran en el Capítulo Provincial de 1747 pertenecían a una generación que habían comenzado su carrera en el segundo cuarto del siglo XVIII. Iniciada la serie, se continuó sin   —222→   interrupción, proveyendo de graduados a las Cátedras de Filosofía, De Locis Theologicis y de Teología Dogmática y Moral.




ArribaAbajoLos estudios en San Francisco

El padre Diego de Córdova Salinas dice, refiriéndose a uno de los claustros de San Francisco: «En este claustro están las aulas de Artes y Teología y un grandísimo tesoro que es la librería de innumerables y curiosos libros, que ocupa más de medio lienzo del claustro». Y poco después: «Es casa de noviciado y seminario de toda virtud: en él se han criado muchos y grandes siervos de Dios. También florecen en ella las sagradas letras con grandes ventajas. Para esto, tiene tres lectores jubilados, más otros tres lectores actuales de Teología escolástica, que para jubilarse han de leer quince años. Otros dos de Lógica y Filosofía y un Maestro de Estudios, con que la Provincia goza de muchos sujetos doctos y de insignes predicadores».

Con el fin de promover mejor los estudios, el padre Dionisio Guerrero consiguió la erección del Colegio de San Buenaventura en el último cuarto del siglo XVII, así como el Colegio de Misioneros que se estableció en Pomasqui. De los catedráticos de este colegio se conservan manuscritos los textos que escribieron algunos para sus clases. Del padre Bartolomé de Ibarra se enumeran: Summularum tractatus, subtilissimo Scotto conformis; Commentaria in universam logicam, cum quaestionibus hoc agitari tempore solitis, juxta D. Subt. Scotti mentem tradita; Commentaria in universam Aristotelis Metaphysicam, juxta mentem Scotti, y Commentaria in octo libros Physicorum, juxta mentem Subt. Scotti tradita.

El padre Manuel Argandoña fue contemporáneo del padre de Ibarra y como él Catedrático y Rector del Colegio de San Buenaventura. De su enseñanza filosófica dejó manuscrita su Commentaria in duos libros Aristótelis de ortu et interitu sive de   —223→   generatione et corruptione, juxta S. N. D. Scottum. Compañero de Magisterio de los dos anteriores fue también el padre fray José Janed, quien vino desde España a Quito en 1672. Dejó también escrito el texto de sus clases en su Expositio clara in octo libros Physicorum secundum mentem D. Subt. et Mariani ac omnium Theologorum Principis oannis Duns Scotti.

A comienzos del siglo XVIII ocupó la Regencia del Colegio de San Buenaventura el padre fray Francisco Guerrero, Doctor en Sagrada Teología. De él se conservan manuscritos sus lecciones de Teología y Derecho en sus Commentaria in universum tractatum de Angelis secundum principia S. N. D. Scotti, in quo ejus legitima mens aperitur y Commentaria super universum tractatum de Jure et Justitia, juxta mentem N. S. M. D. Joannis Duns Scotti.

Fuera del Colegio de San Buenaventura, los Franciscanos tenían también el Colegio de San Diego, donde estaban organizados los estudios de Filosofía y Teología. De este nuevo centro de enseñanza se conservan la Physica naturalis juxta D. Joannis Duns Scotti mentem y Exornatio peregrina in tres Aristotelis animasticos libros, juxta mentem N. S. D. Joannis Mariani Duns Scotti, del padre Bernabé Serrano de Ugarte.

Además dejaron también manuscritos sus cursos de Filosofía los padres Clemente Rodríguez, Gregorio Tomás Enríquez, Cristóbal López Merino, Pedro de Alcántara Mejía, Juan Caballero, José Antonio de la Concepción y Arroba y algunos otros más, cuyos originales se conservan en el Archivo Franciscano de Quito.

Los franciscanos enseñaron y escribieron, tanto la Filosofía como la Teología según los principios de Duns Escoto. El 12 de mayo de 1701, el Definitorio de San Francisco aceptó el principal de 4000 pesos que donaba el presbítero doctor Ignacio Ponce de León Castillejo, con el objeto de establecer una Cátedra del sutil doctor Escoto en la Universidad de Santo Tomás. Esa Cátedra, a la vez que difundía la doctrina de Escoto, facilitaba a los franciscanos la adquisición de grados académicos. El padre Compte en   —224→   sus Varones Ilustres ha trazado la nómina de 50 religiosos que adquirieron el grado de doctor en la Universidad de Santo Tomás de Aquino. Entre ellos se cita al padre Fernando de Jesús Larrea, quien compartió su apostolado de predicación con el dominico padre Tomás del Rosario Corrales; al padre José Díaz de la Madrid, que llegó a ser Obispo de Cartagena después de Quito y al padre Eugenio Díaz Corralero, que construyó el actual artesonado de la Iglesia de San Francisco96.

Cuando el padre Quezada pidió la facultad de erigir en la Universidad de Santo Tomás las Cátedras de Cánones y Leyes, alegó la observación del Fiscal de la Audiencia, sobre la falta de abogados para servicio de esa entidad, como también para la Canonjía doctoral de la Iglesia de Quito. Se dio el caso de que convocada la oposición, no se presentó sino el doctor José Fausto de la Cueva quien obtuvo sin dificultad el cargo y también la cátedra. Con la fundación de la facultad de ambos Derechos, se proveyó a los ciudadanos y diócesis de la Audiencia de abogados y canonistas, que ejercieron su profesión en los cargos públicos y asuntos particulares.

Presentamos a continuación la estadística de graduados, que a partir de 1740, fueron aceptados oficialmente97.

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Lista de incorporados al cuerpo de abogados a partir de junio de 1740
(Archivo de la Corte Suprema)
1740 Junio 28 Doctor José Gabriel de Piedrahíta, Colegial de San Fernando y estudiante de la Universidad de Santo Tomás.
1747 Diciembre 12 Doctor Francisco Antonio Boniche, natural de Panamá, Colegial de San Fernando y estudiante de la Universidad de Santo Tomás
1745 Marzo 25 Doctor Gabriel Álvarez del Corro, colegial de San Francisco y estudiante de la Universidad de Santo Tomás
Mayo 25 Doctor Francisco de Eslava y Cavero, graduado en la Universidad de Santo Tomás de Bogotá.
Setiembre 15 Doctor Jerónimo de Guzmán, Presbítero, graduado en la Universidad de Bogotá.
1748 Setiembre 6 Doctor Pedro Gómez de Andrade, colegial de San Francisco y estudiante de la Universidad de Santo Tomás
Setiembre 17 Doctor José de Aguado, licenciado en leyes por la Universidad de Santo Tomás
1749 Abril 20 Doctor José de Sola, Presbítero, estudió en la Universidad de Santo Tomás
Julio 2 Doctor José Lisón, cursó en la Universidad de Santo Tomás
Noviembre 5 Doctor Miguel de Medrano, colegial de San Francisco y estudiante en la Universidad de Santo Tomás
1750 Junio 30 Doctor Bernardo de Larrea, Riobambeño, graduado en ambos derechos en la Universidad de San Gregorio.
Julio 27 Doctor Juan José Jaramillo y Andrade. Presbítero de Panamá, colegial de San Francisco y estudiante de la Universidad de Santo Tomás
Setiembre 1 Licenciado Vicente Zamora, colegial del Seminario de San Luis.
1751 Enero 18 Doctor Antonio de Paz Soldán, Panameño, colegial de San Francisco y estudiante en la Universidad de Santo Tomás
Junio 1 Doctor Luis Andrade, colegial de San Luis y estudiante en la Universidad de San Gregorio.
1752 Julio 4 Doctor Lorenzo Hurtado y Pontón, de Popayán, colegial de San Francisco. y estudiante de la Universidad de Santo Tomás
1753 Noviembre 10 Doctor Sebastián Medrano, Presbítero estudió en la Universidad de San Gregorio y en la de Santo Tomás.
1754 Enero 15 Doctor Juan de Herze y Velasco, estudió en la Universidad de Santo Tomás   —226→  
Enero 14 Doctor Francisco Gómez de Andrade, colegial de San Francisco y estudiante en la Universidad de Santo Tomás
Enero 17 Doctor Jacinto Bodero, colegial de San Francisco y estudiante de la Universidad de Santo Tomás
Mayo 14 Doctor Juan Ruiz de Santo Domingo, panameño, estudió en las Universidades de San Gregorio y de Santo Tomás
1756 Febrero 14 Doctor Vicente Álvarez de la Serna, panameño; colegial de San Francisco y estudiante de Universidad de Santo Tomás
Octubre 24 Doctor Ramón Yépez, colegial de San Francisco y estudiante de la Universidad de Santo Tomás
1757 Febrero 1 Doctor Mariano Montesinos, colegial de San Francisco y estudiante de la Universidad de Santo Tomás
1758 Abril 14 Doctor Antonio José Fernández de Ayala, colegial de San Francisco y estudiante de la Universidad de Santo Tomás
Marzo 13 Doctor Fernando Gómez de Andrade, colegial de San Francisco y estudiante en Universidad de Santo Tomás
Abril 5 Doctor Cristóbal Ortiz de Avilés, natural de Sevilla, estudiante en Universidad de Santo Tomás
1760 Agosto 18 Doctor Antonio Villagómez, quiteño, estudiante en Universidad de Santo Tomás
1761 Febrero 26 Doctor Pedro Quiñones y Cienfuegos, estudiante en Universidad de San Gregorio
1760 Junio 23 Doctor Juan Ignacio de Aguilar, colegial de San Francisco y estudiante en Universidad de Santo Tomás
Setiembre 18 Doctor Melchor de Rivadeneira, colegial de San Francisco y estudiante en Universidad de Santo Tomás
1761 Marzo 12 Doctor Agustín de Andrade y Olais, doctor en Filosofía, Teología y Cánones, abogado por ambas Universidades.
Junio 23 Doctor Nicolás de Harechura y Sarmiento, estudiante en Universidad de San Gregorio
Agosto 9 Doctor Javier Fita y Carrión, estudiante en Universidad de San Gregorio
Octubre 20 Doctor Tadeo de Orozco, cura de Zúlug, estudiante en Universidad de Santo Tomás
Noviembre 23 Doctor Antonio Díaz Palacios, cura de San Pedro de Suña, y estudiante de Universidad de Santo Tomás
1762 Enero 14 Doctor Joaquín Gutiérrez, estudiante en Universidad de San Gregorio
Junio 3 Doctor Vicente Ontaneda, colegial de San Francisco y estudiante en Universidad de Santo Tomás
Noviembre 24 Doctor Gabriel de Zárate y Gardea, estudiante en Universidad de Santo Tomás
Diciembre 20 Doctor Antonio Marín de Velasco y Parra, colegial de San Francisco y estudiante en la Universidad de Santo Tomás   —227→  
1763 Febrero 4 Doctor Ignacio Ramón Coello, de Portugal, vecino de Guayaquil. Cursó Latín, Filosofía y Teología.
Febrero 11 Doctor Mariano José de Zavala, natural de Cuenca. Recibido como abogado de la R. A.
Febrero 25 Doctor Gabriel de Zenitagoia, colegial de San Francisco y estudiante en Universidad de Santo Tomás
Marzo 5 Doctor José Joaquín de Aguilar, natural de Guayaquil, colegial de San Luis.
Marzo 14 Doctor Juan Ignacio de Aispuru, de Panamá, colegial de San Francisco y estudiante en Universidad de Santo Tomás
Agosto 8 Doctor Antonio de Rada y Alvear, colegial de San Luis.
Agosto 11 Doctor Mariano Enríquez de Guzmán, colegial de San Francisco y estudiante de la Universidad de Santo Tomás
Setiembre 22 Doctor Antonio Abad, colegial de San Luis, estudiante en Universidad de Santo Tomás
Noviembre 3 Doctor Manuel Perfecto de San Andrés, natural de Cuenca.
Noviembre 14 Doctor José de Avilés, de Guayaquil, colegial de San Luis y estudiante de la Universidad de San Gregorio
1764 Noviembre 20 Doctor Joaquín García de Granda, de Latacunga, colegial de San Francisco y estudiante en Universidad de Santo Tomás
1765 Junio 17 Doctor Miguel del Corral y Bavadilla, Secretario del Obispo.
Noviembre 7 Doctor Tomás Romero y Abeldeveas, colegial de San Francisco y estudiante en Universidad de Santo Tomás
1766 Febrero 20 Doctor Ramón de Ibarguren colegial de San Francisco y estudiante en Universidad de Santo Tomás
1767 Junio 19 Doctor José Matheu y Aranda, colegial de San Luis y estudiante en Universidad de San Gregorio.
1768 Abril 20 Doctor José Cleto Díaz de Gamboa, colegial de San Luis y estudiante en Universidad de Santo Tomás
Junio 20 Doctor José Cuero y Caicedo, Presbítero de Popayán, estudiante en Universidad de San Gregorio
1769 Enero 30 Doctor José Mejía del Valle, colegial de San Francisco y estudiante en Universidad de Santo Tomás
Octubre 23 Doctor Tomás Coello y Piedra, de Guayaquil, estudiante en Universidad de San Gregorio
1770 Julio 10 Doctor Andrés Rodríguez y Olivares, español, estudiante en Universidad de Santo Tomás
Julio 18 Doctor Manuel Mosquera y Correa, colegial de San Luis y estudiante en Universidad de Santo Tomás   —228→  
Julio 9 Doctor Juan Rodríguez Ordóñez, cura de Matituy, estudiante en Universidad de Santo Tomás
Setiembre 3 Doctor José Gabriel de Icaza, de Santiago de Veragua, estudiante en Universidad de Santo Tomás
Setiembre 7 Doctor Diego José de Arozamena, estudiante en Universidad de San Gregorio
Octubre 11 Doctor Cecilio Julián de Socuerva, Pbro estudiante en Universidad de Santo Tomás
Mayo 11 Doctor Manuel de los Reyes y Ortega, colegial de San Francisco y estudiante en Universidad de Santo Tomás
Mayo 14 Doctor Manuel Hernández de la Madrid, estudiante en Universidad de Santo Tomás
Mayo 16 Doctor Mariano Maldonado y Donoso, estudiante en Universidad de Santo Tomás
1771 Julio 10 Doctor Antonio de la Carrera, estudiante en Universidad de Santo Tomás
Diciembre 2 Doctor Fernando de Borja y Chiriboga, colegial de San Francisco y estudiante en Universidad de Santo Tomás
1772 Julio 3 Doctor Miguel de Escobar, estudiante en Universidad de San Gregorio
Julio 10 Doctor Tomás Yépez y León, cura de Paute, estudiante en Universidad de San Gregorio.
1773 Setiembre 6 Doctor Javier Fernández de la Madrid, Presbítero.
Octubre 21 Doctor Jacinto Sánchez de Orellana y Chiriboga, estudiante en Universidad de San Gregorio
1774 Febrero 25 Doctor José de Ascázubi y Matheu, colegial de San Luis y estudiante en Universidad de San Gregorio
Noviembre 24 Doctor Rafael Mecías, Panameño, estudiante en Universidad de San Gregorio
1775 Febrero 13 Doctor Pedro José de Aispuru, estudiante en Universidad de San Gregorio
Marzo 6 Doctor Manuel Zaldumbide y Rubio, estudiante en Universidad de San Gregorio
Marzo 16 Doctor José Tello de la Chica, de Cuenca, cura de Yaguachi, estudiante en Universidad de Santo Tomás
1776 Mayo 6 Doctor Miguel de Unda y Luna, Maestreszuela de Popayán, Universidad de Santo Tomás
Julio 29 Doctor Domingo Núñez Espantoso, de Guayaquil, colegial de San Francisco y estudiante en Universidad de Santo Tomás
Diciembre 5 Doctor Calisto de Miranda y Suárez, de Ibarra, colegial de San Francisco y estudiante y en Universidad de Santo Tomás
1777 Mayo 26 Doctor Alejandro Mosquera y Jaramillo, colegial de San Luis y estudiante en Universidad de Santo Tomás
Julio 4 Doctor José Delgado y Gardea, colegial de San Francisco y estudiante en Universidad de Santo Tomás
1778 Setiembre 7 Doctor José Joaquín Tenario, de Popayán, colegial de San Francisco y estudiante en Universidad de Santo Tomás   —229→  
Noviembre 9 Doctor Salvador Mamerto de la Pedrosa Camaño, de Lima, colegial de San Francisco y estudiante en Universidad de Santo Tomás
Noviembre 20 Doctor José María Luzcando y Murillo, de Panamá, colegial de San Francisco y estudiante en Universidad de Santo Tomás
1779 Marzo 20 Doctor Mariano Valdivieso y Torres Lojano, colegial de San Francisco y estudiante en Universidad de Santo Tomás
Marzo 22 Doctor Francisco Cortázar Lavayen, de Lima, colegial de Santo Toribio y estudiante en Universidad de San Marcos.
Julio 17 Doctor Tomás de Paz y Guerrero, colegial de San Francisco y estudiante en Universidad de Santo Tomás
1780 Marzo 6 Doctor Jaime Nájera y Velasco, de Riobamba, Presbítero, comenzó en San Luis y luego estudió en colegial de San Francisco y Universidad de Santo Tomás
1781 Julio 7 Doctor Antonio Marcos González, español, colegial de San Francisco y estudiante de la Universidad de Santo Tomás
1782 Setiembre 26 Doctor Manuel José de Borja, colegial, de San Francisco y estudiante en Universidad de Santo Tomás
1783 Noviembre 12 Doctor Romualdo del Corral de Buga.
1784 Mayo 27 Doctor Francisco Javier de Orejuela, de Cali, colegial de San Francisco y estudiante en Universidad de Santo Tomás
Junio 7 Doctor Ignacio de Castro, de Popayán, colegial de San Francisco y Universidad de Santo Tomás
Junio 18 Doctor Ignacio Núñez y Cea, de San José de Dagua (Cali), colegial de San Francisco y Universidad de Santo Tomás
Julio 5 Doctor Juan José de Mena, de Quito, colegial de San Francisco y Universidad de Santo Tomás
1785 Junio 14 Doctor Carlos Casamayor, colegial de San Francisco y Universidad de Santo Tomás
Agosto 22 Doctor Francisco Gómez de Villegas, de las montañas de Santander, colegial de San Bartolomé de Santa Fe y estudiante en Universidad de Santo Tomás
Diciembre 1 Doctor Antonio Tejada, de Popayán, colegial de San Francisco y Universidad de Santo Tomás
Diciembre 22 Doctor Manuel José Arce, de Panamá, colegial de San Francisco y Universidad de Santo Tomás
1786 Marzo 9 Doctor Joaquín Ruiz y Mendoza, colegial de San Luis y estudiante en Universidad de Santo Tomás
Diciembre 16 Doctor Bernardo de León y Carcelén, colegial de San Francisco y Universidad de Santo Tomás
1788 Diciembre 15 Doctor Nicolás Mosquera, colegial de San Francisco y Universidad de Santo Tomás
1794 Junio 10 Doctor Gaspar Retanna, colegial de San Francisco
1795 Febrero 4 Doctor José María Lequerica, lojano, colegial de San Francisco.   —230→  
1796 Agosto 18 Doctor Prudencio Vázcones y Velasco, colegial de San Luis y Universidad de Santo Tomás
1797 Junio 22 Doctor Antonio Ante y Flor, colegial de San Francisco y Universidad de Santo Tomás Era de San Miguel de Urcuquí.
Julio 17 Doctor José Trujillo y Encinas, colegial de San Luis y Universidad de Santo Tomás
1798 Junio 18 Doctor Alejandro Estupiñán y Flores, Presbítero de Barbacoas, colegial de San Francisco.
1799 Febrero 7 Doctor José Joaquín de Aguilar, Universidad de Santo Tomás
Febrero 25 Doctor Luis Quijano, de Popayán, Universidad de Santo Tomás
Julio 18 Doctor José Félix de Peñaherrara, quiteño, colegial de San Francisco y Universidad de Santo Tomás
Agosto 1 Doctor Ignacio Vela y Valdivieso, de Cusubamba, colegial de San Francisco.
Julio 27 Doctor Miguel Suárez y Egueo, Universidad de Santo Tomás
1800 Abril 3 Doctor Juan Antonio Conde y Martínez de la Vega, Universidad de Santo Tomás
Octubre 23 Doctor José Antonio Grueso de Popayán, colegial de San Luis
1801 Octubre 23 Doctor Luis Saá y Recalde, Ibarreño, colegial de San Francisco y Universidad de Santo Tomás
1802 Febrero 20 Doctor Antonio Gil de Tejada, colegial del Santo Rosario de Bogotá.
Abril 26 Doctor Ignacio Ortiz de Cevallos, quiteño, colegial de San Francisco
Junio 18 Doctor Nicolás Salvador Murgueitio, de Popayán, colegial de San Luis
Agosto 23 Doctor José Sanz, quiteño, colegial de San Francisco
Diciembre 18 Doctor Manuel María Valdés, de Popayán.
1803 Noviembre 14 Doctor José Antonio Mosquera, de Popayán.
Noviembre 17 Doctor José Antonio Borrero y Costa, de Cali, colegial del Santísimo Rosario de Santa Fe.
1804 Febrero 6 Doctor José María Cabezas, de Barbacoas.
1805 Marzo 11 Doctor José Padilla, quiteño.
mayo 9 Doctor Joaquín Montesdeoca, ambateño, colegial de San Luis
Julio 8 Doctor Nicolás Jiménez y Escandón, colegial de San Francisco
1806 Febrero 25 Doctor Hermenegildo Peñaherrera, quiteño.
Abril 21 Doctor Fabián Puyol Camacho, quiteño.
1809 Agosto 7 Doctor Ignacio Rendón y Machado, de Cuenca, colegial de San Luis




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ArribaAbajoCapítulo XI

El colegio de San Luis y la Universidad de San Gregorio en el siglo XVIII


Bajo la dirección de la Compañía estuvieron, desde principios del siglo XVII, el Colegio Seminario de San Luis, el Colegio llamado de Quito propio de la Compañía y, desde 1622, la Universidad de San Gregorio. No fue del gusto pleno del padre general Aquaviva el que la Compañía se hubiese hecho cargo de la dirección del Seminario. Todas las providencias que se tomaron para garantizar la autonomía no podían evitar las dificultades, provenientes de la intervención de los Obispos. De hecho se suscitaron no pocos problemas, que afectaban a la disciplina interna como también externa del Seminario. Con todo, el Seminario de San Luis fue el semillero de sacerdotes que sirvieron a la Diócesis de Quito, durante los siglos XVII y XVIII.

El Colegio de Quito proporcionó, a su vez, a los seglares una formación humanística, según el método tradicional de la Compañía, lo mismo que la carrera de Filosofía.

La Universidad de San Gregorio, dio aliento a los estudiosos, recompensándolos con los grados de Doctor en Filosofía y Teología.

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Establecidos el Colegio de San Fernando y Universidad de Santo Tomás hubo un estimulo de sana emolución, que redundó en beneficio de la cultura. Los padres de la Compañía de Quito se dieron cuenta de la anomalía que resultaba de que los profesores que conferían grados no tuviesen ellos mismos el grado de Doctor. Para esto consiguieron del padre general Tirso González la facultad de adquirirlos en la Universidad de San Gregorio. El 18 de mayo de 1697, escribía al Padre Provincial en este sentido lo siguiente: «Para que los grados literarios de Bachiller, Licenciado, Maestro y Doctor que en nuestros Colegios se dan a personas seglares en Filosofía y Teología tengan más autoridad y nuestros estudios mayor esplendor, ha parecido muy conveniente que los nuestros que confieren dichos grados, sean ellos también graduados por alguna Universidad. Hará Vuestra Reverencia que en esa Provincia, en que según la costumbre se dan los grados, se gradúen luego los sujetos que los dan; y lo mismo se observa en adelante. Si esta orden tuviera allá alguna dificultad que acá no se pueda proveer, Vuestra Reverencia en la primera ocasión me avisará de ella»98.

El padre Jouanen anota que esta concesión del Padre General fue aprovechada más de lo que convenía, tanto que el mismo Padre General se vio en el caso de limitarla a los Prefectos de Estudios. Cabe al respecto reiterar la observación de que el profesorado estaba compuesto de religiosos extranjeros, que provenían de los principales centros culturales de Europa.

También la facultad de Leyes establecida en la Universidad de Santo Tomás estimuló a los Padres de la Compañía a procurar igual privilegio para la Universidad de San Gregorio. Para conseguirlo se vieron en el caso de asegurar un capital con cuyas rentas se pudiesen costear las Cátedras de Cánones y Leyes. Tan sólo en setiembre de 1704 se concedió el pase al Breve Pontificio y el 5 de noviembre del mismo año se ofició a la Audiencia de   —233→   Quito para que permitiese a la Compañía establecer la facultad de Leyes, como tenía la Universidad de Santo Tomás.

El funcionamiento de las dos Universidades, con los actos públicos obligatorios, multiplicó de hecho los compromisos sociales. No faltó semana en que una de las dos Universidades reuniera a la gente representativa para un acto académico. Reflejo de la realidad que se comenzó a vivir en el siglo XVIII es la intervención del presidente don Mateo Mata Ponce de León, quien estuvo en Quito hasta 1701.

Este funcionario convocó a su despacho al Deán del Cabildo, a los Provinciales de las Religiones, a los dirigentes y Catedráticos de San Gregorio y Santo Tomás y discurrió con ellos en aras del bien público, sobre la reglamentación de los actos académicos que debían realizarse en Quito. Según parecer del Presidente, «las conclusiones públicas habían ido creciendo en tanta manera, que casi los más días del año concurrían a los teatros (aulas) los principales republicanos (ciudadanos). Cabildos y gremios de la ciudad, pervirtiéndose los estados y ocupaciones públicas con los convites (invitaciones), que no podían excusar [...] sirviéndoles de molestia notable y atrasos a las asistencias de su propia obligación y estado, como varias veces se lo tenían representado a su Señoría». Oído este razonamiento, «acordaron unánimes y conformes que de aquí en adelante cada una de las Religiones sustente cuatro conclusiones públicas cada año y no más, y la Religión de San Francisco, por su Colegio de San Buenaventura, un Acto de conclusiones en cada año [...] y que en los Colegios de San Fernando, y San Luis y sus Reales Universidades, se tengan seis conclusiones públicas en cada uno, de las materias y facultades que en ellos se inscribieren y enseñaren, sustentándolas los estudiantes que por más aprobados se eligieren por los Maestros y Catedráticos y por los Colegiales más antiguos y se prohíbe que los Regulares puedan convidar a seglares en los teatros de dichas conclusiones, para que se evite la pública molestia que ocasionaban en la República».

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ArribaAbajoLa enseñanza en las ciudades de la Audiencia

Como resultado de la visita que el padre Francisco Sierra hizo a la Provincia Jesuítica de Quito consta una estadística que demuestra el estado de la enseñanza entre los años 1711 y 1712. Los datos concretan el número de religiosos residentes en cada Colegio como también las rentas que rendían los capitales, destinados a su sostenimiento.

En el Colegio de Quito había dos profesores de Gramática, dos de Filosofía, dos de Teología y uno de Moral.

En el Seminario de San Luis había un padre, dos escolares y un hermano Coadjutor.

En Latacunga, había un hermano Escolar, que enseñaba Gramática y un hermano Coadjutor que enseñaba las primeras letras por deber de fundación.

En Panamá un padre enseñaba Gramática y un hermano las primeras letras.

En Popayán un padre estaba hecho cargo de la enseñanza de Gramática.

En Cuenca había un padre que enseñaba la Gramática.

En Ibarra, un hermano Escolar enseñaba Gramática y un hermano Coadjutor las primeras letras por compromiso de fundación.

En Guayaquil, un padre enseñaba Gramática y un hermano las primeras letras por obligación de fundación.

En Riobamba, un hermano estudiante enseñaba Gramática y un hermano Coadjutor las primeras letras por compromiso de fundación.

Junto a esta estadística, que refiere la enseñanza de los padres de la Compañía en las diversas ciudades de la Real Audiencia, precisa añadir los datos que reflejan la enseñanza, proporcionada por los padres Dominicos. El Capítulo Provincial, celebrado en Quito en 1747, que es un índice de la legislación dominicana del siglo XVIII, hizo los siguientes nombramientos:

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Para el Colegio de San Pedro Mártir de Quito.

Instituimos en Regente Maestro de Estudios al reverendo padre maestro fray Juan Villafuerte en primer lugar; en segundo Regente al reverendo padre lector fray Vicente Ramírez Doctor en la Real Universidad y Catedrático de Prima; en Maestro de estudiantes al reverendo padre lector fray Baltazar Egas Doctor en la Real Universidad y Lector de Artes; en Lector de Vísperas al reverendo padre lector fray Manuel Orosco Doctor en la Real Universidad; en Lector de Artes al reverendo padre lector fray Juan Santayo Doctor en la Real Universidad; en Lector de Súmulas y Lógica al padre lector fray Pedro Barragán Doctor en la Real Universidad; en Lector de Gramática al padre lector fray Isidro Ramírez.

Por nuestro Colegio Real de San Fernando.

Damos un Regente y Catedrático de prima al muy reverendo padre presentado fray Domingo Terol Doctor en la Real Universidad y Rector de dicho Colegio, quien aunque tiene acabada su lección según costumbre en esta nuestra Provincia, prosigue ocupando dicha Cátedra; en Catedrático de Vísperas al reverendo padre lector fray Ignacio Castra, Doctor en la Real Universidad; en Catedrático de Moral al reverendo padre lector fray Tomás de Santa Coloma Doctor en la Real Universidad y actual Secretario de Provincia; en Catedrático de Arte al reverendo padre lector fray Cristóbal Garrido, Doctor en la Real Universidad Prior de Latacunga; y en preceptor de Gramática al padre Francisco Valda.

Por nuestro Convento de Loja.- Instituimos en Lector de Gramática y juntamente predicador Mayor y Capellán del Rosario, al reverendo padre predicador fray Clemente Celi.

Por nuestro Convento de Pasto.- Damos en Lector de Gramática, Predicador Mayor y Capellán del Rosario, a padre fray Francisco Guerrero.

Por nuestro Convento de Guayaquil.- Damos en Predicador. Mayor, Lector de Gramática y Capellán del Rosario al padre fray Ignacio Castro.

Por nuestro Convento de Popayán.- Damos en Predicador   —236→   Mayor, Lector de Gramática y Capellán del Rosario, al reverendo padre fray José Suasti.

Por nuestro Convento de Cuenca.- Damos en Predicador Mayor y Lector de Gramática al padre fray Juan Ordóñez y por Capellán del Rosario al reverendo padre fray Manuel Jara.

Por nuestro Convento de Riobamba.- Damos en Lector de Gramática y Capellán del Rosario y Predicador Mayor al reverendo padre fray Manuel Pérez.

Por nuestro Convento de la Villa de Ibarra.- Damos en Lector de Gramática, Predicador Mayor y Capellán del Rosario al reverendo padre fray Manuel Oñate, Prior de dicho Convento.

Por nuestro Convento de Tacunga.- Damos en Lector de Gramática, Predicador Mayor y Capellán del Rosario al padre fray Antonio Ortiz.

Por nuestro Convento de Cali; damos en Preceptor de Gramática, Predicador Mayor y Capellán del Rosario al padre fray José Orosco.

Por nuestra Vicaría de Buga.- Damos en Lector de Gramática y Capellán del Rosario al padre Fernardino Pedrosa.



A base de estos datos estadísticas cabe deducir una serie de conclusiones, que permiten explicar nuestro pasado histórico. En primer lugar, el influjo de Quito en la formación del espíritu nacional. Montesquieu observó al respecto: «Llamo genio de una nación las costumbres y el carácter de espíritu de diferentes pueblos, dirigidos por la influencia de una misma corte y de una misma Capital». Y a propósito del significado de espíritu, escribió: «Diversidad de cosas dominan los hombres, el clima, la religión, las leyes, los principios de gobierno, los ejemplos de las cosas pasadas, las costumbres, los usos: de ello se engendra un espíritu general, resultante de todas ellas». Quito resultó la capital de la nación, por ser la sede tanto del Obispado como de la Audiencia.

De Quito procedían las constituciones sinodales para organización de las vicarías, parroquias y doctrinas, como también las   —237→   leyes de gobierno civil de los pueblos. A su vez a Quito convergían los candidatos a sacerdotes y religiosos al igual que los seglares para su formación cultural.

En el siglo XVI, el Colegio de San Andrés fue la Escuela práctica de Artes y Oficios, a donde concurrían los hijos de los caciques a prepararse para poder auxiliar a curas y doctrineros en el apostolado religioso. Fue la época de implantación de costumbres, de acuerdo con un programa unificador de enseñanza y práctica sociales.

Por otra parte la Audiencia, en ejercicio del patronato regio, supervigiló el cumplimiento de las leyes.

Creado el Seminario al par de los estudentados religiosos, de Quito salieron los sacerdotes de ambos cleros a servir las parroquias y doctrinas y poblar los conventos. Su acción se limitó a conservar la fe del pueblo y a mantener las costumbres sociales que revistieron los caracteres y matices de folklore.

Organizadas las Universidades, Quito se convirtió en el centro de cultura superior para todas las ciudades de la Audiencia. Se hizo conciencia del clima favorable a los estudios. A la enseñanza de Filosofía y Teología, se añadió la Cátedra de Leyes, que promovió el realce cultural de los seglares. La fundación de las Universidades en Quito trajo consigo la fundación de colegios en las demás ciudades de la Audiencia. La enseñanza en las capitales de provincia atendió a la educación primaria y un ensayo de secundaria como preparación de candidatos para los estudios universitarios de Quito.

Al respecto, citaremos aquí las atinadas observaciones que hizo el presidente Molina, sobre la situación de Cuenca y Loja, en relación con la cultura. Hablando del pueblo de Cuenca, escribió lo siguiente: «Es religioso, sencillo, natural, fiel a sus obligaciones, fraterno para Europeos y Americanos, sumiso y obediente a las autoridades y amante a su rey. [...] La ilustración que ha tenido especialmente desde que faltan los Jesuitas, ha sido como precaria y sujeta a la que podían recibir de Quito. Compuesto el vecindario   —238→   por la mayor parte de mercaderes y labradores de limitados fondos, apenas se animaban los padres en corto número a remitir sus hijos a aquella Capital, donde tomaban lecciones de una filosofía poco luminosa y metódica; otros de Moral, que era lo que llamaba esencialmente su atención, con el fin de que sus hijos adoptasen al sacerdocio, a lo que aspiraban preferentemente, siendo muy raro el que se destinaba al Foro, y por esta razón sólo se enumeran hoy dos abogados nativos de esta ciudad. En ella lo más que se enseña es hasta gramática latina, sin perfección».

Mejor aspiración a la cultura manifestaban los lojanos: «Los moradores son algo inclinados a las ciencias y de espíritu regularmente despejado. La educación por esta parte se dirigía principalmente a preparar los jóvenes para las órdenes eclesiásticas; también se aplica uno u otro al estudio de Leyes. Con este objeto y el de comercio se encaminaban para Quito, donde han adquirido relaciones, aumentadas por los enlaces de familias».

Igual observación podía aplicarse a las demás ciudades, con salvedad para Guayaquil, que enviaba jóvenes de proporciones a estudiar a Lima y para Popayán que contaba con un Seminario propio, con estudios más avanzados de secundaria y enviaba algunos estudiantes a graduarse, ya en Quito, ya en Bogotá.

¿Cuál fue el aporte de las ciudades a la cultura que se encontraba en Quito e irradiaba a los pueblos de la Audiencia? La lista de Catedráticos de la Universidad de San Gregorio que han dejado manuscrito el texto de su enseñanza, se distribuye en cuatro quiteños, cinco lojanos, tres guayaquileños, tres cuencanos, tres riobambeños, dos ibarreños y un ambateño. Los quiteños son: El padre Nicolás Cisneros que ingresó a la Compañía en 1684 y profesó en 1701. De él se ha conservado el texto de lógica.- Padre Nicolás de la Puente, nacido en 1677, profesó en la Compañía en 1701. De su magisterio se conservan el curso de Filosofía y el Tratado de la Gracia.- Padre Marcos de Escorza, quien ingresó en la Compañía en 1705 e hizo su profesión en 1722. De su enseñanza   —239→   de Filosofía y Teología han quedado manuscritos los Tratados de Lógica, Cosmología, Sicología y Ontología y del Sacramento de la Penitencia.- Padre José Ortega, que ha dejado un volumen sobre Cosmología.

Nativos de Guayaquil fueron: el padre Sebastián Luis Abad, catedráticos de Filosofía y Teología Moral. Fue Rector del Colegio de Quito. Hizo su profesión en 1682 y murió en 1727.- Padre Jacinto Morán de Butrón. De él se conservan los tratados de Filosofía. Escribió la biografía de Mariana de Jesús y fue Rector del Colegio de Popayán el 1710 y del de Popayán en 1703. Murió en 1749.- Padre Juan Bautista Aguirre, originario de Daule. Escribió sobre Filosofía y Teología. Fue además excelente orador y poeta. Murió en el destierro en 1786.- En este acápite precisa recordar nuevamente al padre Antonio Bastidas y a Jacinto de Evia, nativos también de Guayaquil. Según esto el aporte de Guayaquil no se limitó a Filosofía y Teología. Gualaquileños fueron los representantes más caracterizados de nuestra poesía en la Colonia.

La contribución de riobambeños a la cultura fue, comparativamente, la más trascendental. A la cabeza debemos colocar al padre Pedro de Mercado, quien nació en Riobamba en 1620. En 1636 ingresó a la Compañía, y tuvo su formación en Quito. Desde 1655 fue al Nuevo Reino de Granada y ejerció su enseñanza en Tunja y Bogotá, donde falleció en 1701. En 1655 publicó en Madrid su primer libro intitulado Destrucción del ídolo que dirán que fue traducido al italiano y al latín. A partir de ese año publicó varias obras de carácter ascético, incluso una sobre el Rosario con el título de Rosal Ameno y devoto. Dejó manuscrita la Historia de la provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús, que publicó en cuatro tomos la Biblioteca de la Presidencia de Colombia en 1957. Entre los catedráticos riobambeños de la Universidad de San Gregorio, constan: el padre Marcos de Alcocer, que ingresó a la Compañía en 1639. Enseñó Humanidades y más tarde los Tratados Teológicos sobre Dios Uno y el Verbo Encarnado.- Padre Jacinto Serrano, que ingresó en la Compañía   —240→   en 1724. Ha dejado manuscritos sus tratados de Lógica y Cosmología. A todos estos Jesuitas supera, por el influjo que ha ejercido en la cultura nacional, el padre Juan de Velasco. Su Historia del Reino de Quito y la Crónica de la Compañía de Jesús del mismo Reino han servido de base para estudios posteriores sobre la Historia del Ecuador, en los períodos prehistórico y colonial. Fue, además, el compilador de las poesías que constan en el Ocioso de Faenza y constituyen un capítulo de nuestra literatura nacional.

Junto a estos ilustres riobambeños es de justicia colocar a don Pedro Vicente Maldonado, amigo y compañero de labor de La Condamine y la máxima representación ecuatoriana en el campo de las ciencias.

Según la observación del presidente Molina, era reducido el número de cuencanos que se dedicaban al sacerdocio, o a la carrera de leyes. Entre los Jesuitas que dejaron manuscrita su enseñanza constan los padres Rodrigo Narváez, autor de una Teología Moral; Luis de Andrade, que ingresó a la Compañía en 1716 y enseñó en el Colegio de Quito Lógica y Cosmología. Fue también Rector de los Colegios de Loja y Guayaquil; Fernando Espinosa, Catedrático de los tratados de Lógica, Cosmología y Ontología y también de un tratado teológico sobre la Esperanza. A estos jesuitas cuencanos hay que añadir a Don Ignacio de Escandón, militar y literato de relieve. En su elogio del padre Feijoo hizo la lista de unos cuantos jesuitas y sacerdotes que eran lectores asiduos del popular benedictino, que alivió sus escritos del lastre escolástico que dominaba en el ambiente.

Entre los Jesuitas lojanos que consignaron por escrito su enseñanza, se enumeran los padres Antonio Ramón de Moncada, de quien se conserva el tratado De Auxilius, de carácter polémico entre jesuitas y dominicos; Pedro de Rojas, Rector del Colegio de Quito en 1676 y Catedrático del Tratado de Dios Uno y Trino; Diego de Ureña, Procurador del Colegio de Quito en 1685 y su Rector en 1689. Desempeñó las cátedras tanto de Filosofía como   —241→   de Teología y dejó manuscritos el texto de Lógica, Cosmología y Sociología y el Tratado sobre los Pecados; Sebastián Rendón, que ingresó a la Compañía en 1733, enseñó Filosofía en Popayán y en Quito el tratado de los Novísimos y Pedro Garrido, Catedrático de Ontología en el Colegio de Quita. Escandón mencionaba al doctor Nicolás Carrión y Vaca, sujeto de gran capacidad, que fue uno de los lectores asiduos de las obras de Feijoo.

Representantes de Ibarra fueron los padres Manuel Manosalvas, confesor de Santa Mariana de Jesús y catedrático de Ontología y Miguel Manosalvas, que ingresó a la Compañía en 1720 y dictó las Cátedras de Sicología y el tratado del Verbo Encarnado.

Ambato tuvo su representante en el padre Joaquín Ayllón, conocido por su texto de Arte Poético y de Teología Moral99. Para completar el cuadro de la aportación de las Provincias a la Cultura Ecuatoriana debemos mencionar al lojano Pedro Vicente Ramírez, autor del texto de Filosofía y al latacungueño padre Juan Albán, que escribió también su curso filosófico.

Por lo visto, la cultura nacional durante la colonia fue ante todo de carácter religioso. La Filosofía estuvo a servicio de los estudios teológicos. Las exigencias de la vida pública propiciaron también la carrera de las leyes durante el siglo XVIII. Al pueblo irradiaba esta cultura religiosa a través de la predicación. En las iglesias el culto se mantenía mediante el influjo de las Cofradías que era la expresión religiosa de los gremios. En el siglo XVIII se extendió la cultura a las capitales de provincia por medio de los colegios que fundaron jesuitas y dominicanos, pero no se dieron ya personajes representativos como en el siglo XVII, de la talla de Villarroel, Machado Chávez, o de la Peña y Montenegro. En cambio, a mediados del siglo XVIII se despertaron nuevas inquietudes de cultura, con la presencia de los geodésicos franceses y con el espíritu de la Ilustración también francesa que se dejó sentir a través de Espejo.





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