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Cuevas protohistóricas de Perales de Tajuña

Juan Catalina García López


Académico electo de número



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A dos kilómetros de Perales de Tajuña, villa de la provincia de Madrid, que perteneció á la iglesia de Toledo, aguas arriba del río cuyo nombre lleva, se levanta á manera de altísimo murallón, flanqueado por rugosos salientes que parecen bastiones, una roca de yeso cristalizado, en que remata uno de los contrafuertes que salen de la gran meseta levantada en la época terciaria entre el Jarama y el Tajuña. La roca es curiosísima, no solo por su altura y longitud y por las variedades de yeso cristalizado que la constituyen, sino principalmente por ofrecer talladas en ella gran número de oquedades y cámaras labradas por el hombre en épocas antiguas y quizá diferentes.

He tenido ocasión no há mucho de ver esas cuevas ó cámaras de habitación, aunque no he logrado examinar de cerca sino pocas de ellas por falta de tiempo y porque la exploración exige medios especiales de que yo no disponía. Mas lo que he visto y lo que de tan curiosas habitaciones me dicen es de tanto interés, que creo oportuno llamar acerca de ello la atención de la Real Academia.

El primero, según mis noticias, que dió cuenta de estas habitaciones, quizá primitivas en su origen, fué mi amigo el señor D. Ignacio Martín Esperanza, benemérito aficionado á las ciencias históricas y sus auxiliares, en un artículo que hace bastantes años publicó La Mañana, diario político. El Sr. Esperanza, para quien aquellas cuevas fueron labradas en los tiempos prehistóricos, creyó que su artículo ocasionaría una exploración formal del llamado risco de las cuevas de Perales, pero se frustró su buen deseo, hasta que un notable artista de Alcalá, el Sr. D. Manuel Laredo, provisto de medios adecuados, hizo la deseada exploración en fines de Abril de 1882. Pero el Sr. Laredo es artista, y el estudio de las cuevas debe hacerse por personas de otro género   —132→   de competencia, aunque lo que observó no es para olvidado, pues quizá fué el primero que subió á las cuevas más altas.

Porque en efecto, es difícil el acceso á algunas de ellas. Abiertas sin orden alguno en el risco, forman á simple vista cinco y aun seis órdenes de pisos, aun cuando no con la regularidad necesaria para señalar concretamente el número.

Lo singular del caso y lo que ocasiona la dificultad presente de llegar á la mayor parte de las cuevas, no siendo las de los pisos inferiores, es que en época desconocida se desprendió de la roca una buena parte de su cara exterior, de lo que resultó no solo que algunas cuevas cayeron enteras al suelo ó al menos en parte, sino que se interrumpió la comunicación que debió existir entre ellas. No entre todas, porque conviene notar que forman dos grupos, separados por un centenar de metros, siendo aquellas y estas, según la simple inspección exterior más de sesenta. El grupo de la derecha es menor y ofrece más dificultades para ser explorado, de tal suerte que el Sr. Laredo no pudo llegar á todas, aunque levantó andamios, trabó escalas, etc.

He dicho antes que un desprendimiento de la parte anterior de la roca modificó las comunicaciones entre estos grandes agujeros labrados por el hombre para que le sirviesen de habitación. Tan es así, que todavía en los grandes témpanos que yacen al pié de la inmensa roca, se ven las paredes y aun ángulos del área interior de las toscas estancias. En la misma roca aparecen también señalados los fondos de algunas y todo da clara idea del relativo esmero y regularidad con que fueron trazadas. En efecto, aunque de tres ó cuatro metros de lado mayor y dos ó tres de altura, que son las medidas que por término medio ofrecen, la blanda naturaleza de la roca consintió que se lograse aquella regularidad, no solo en el plan total de las cuevas, sino hasta en sus puertas.

Es de advertir que algunas de estas presentan forma trapezoidal, ó sea con umbral más ancho que el dintel, circunstancia que llamó poderosamente mi atención, no solo porque parece pertenecer á una época posterior á la supuesta por el Sr. Esperanza, sino porque recuerda el uso que de esa forma de entrada hicieron egipcios, etruscos, fenicios, peruanos y otros pueblos que abrieron en las rocas las moradas de vivos ó muertos. No todas las   —133→   cuevas presentan esta clase de puertas geométricas y regulares, sino que las hay con entrada tan tosca que parecen hechas por la acción de la naturaleza y no por el hombre.

El interior de algunas estancias ofrece particularidades que es menester anotar. Desde luego parece que no se usó mucho del pico de metal para ensancharlas y dar forma plana á sus muros, sino que se empleó un instrumento que más que picar en el blando yeso, fué rascándolo según se adquiere por las rascaduras ó arañazos de larga huella que en los muros interiores quedaron impresos. Las necesidades de sus habitantes debieron ser sencillísimas. Asi lo prueban:

1.º Unos rehundidos abiertos en el suelo á manera de lechos. El Sr. Laredo encontró todavía rellenos algunos con una especie de heno ó yerba que se deshacía al menor contacto.

2.º Unos muñecones abiertos en el techo para colgar de ellos correas, cuerdas ú otros objetos.

3.º Los pequeños nichos en las paredes laterales, en los cuales colocaban vasijas y otros utensilios y aun víveres de poco tamaño.

Circunstancia muy singular es también la de que en una de las cuevas hay todavía una especie de tosca pilastra, y que en otra esta pilastra central de cuatro caras, interrumpida á cierta altura por un saliente tallado, con base análoga y coronada por un alto capitel trapezoidal, revela cierto gusto artístico propio de gentes que tenían inclinaciones arquitectónicas. Esta pilastra es el signo de mayor adelanto que las cuevas contienen y por los dibujos que presento á la Academia y que fueron hechos por el Sr. Laredo, podrá formar idea de lo que es tan interesante elemento arquitectónico.

La catástrofe que sorprendió á los moradores de estas cámaras cuando ocurrió el desprendimiento, destruyó el orden general de comunicaciones que existía entre ellas. Sin embargo, aun se ve que dos de los pisos inferiores están enlazados por cuatro ó cinco escaloncillos. En otras cámaras se ve una abertura cuadrangular en el techo (el cual sirve de piso á la de encima), y por esa abertura se subía á la cámara superior, en la cual aún se ve un rehundido en torno á la abertura, en el cual encajaba una losa ó tabla para seguridad de los pasos de los moradores.

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Los muchachos, los pastores ó los curiosos han quitado de las cuevas inferiores, cuya entrada es más llana, lo que en ellas pudieron dejar sus antiguos dueños. Pero en las altas el señor Laredo encontro los objetos siguientes:

Un trozo de esterilla.

Nueces, judías, hierbas y cáscaras de huevos.

Alguna tira de cuero.

Un hacha de piedra que presento, así como varios trozos de vasos1, uno de ellos con esmalte verde y de carácter árabe. La forma de los vasos á que estos restos pertenecieron contradicen la opinión de que los habitantes de aquellas estancias hayan solamente pertenecido á épocas primitivas.

Es de advertir que estos barros y el hacha de piedra fueron recogidos por el Sr. Laredo en una especie de brecha de barro y materiales caídos por una fisura del terreno desde la parte superior de las rocas á una de las cuevas, y que aquella masa puede contener objetos de interés si se removiese y examinase.

Todo lo dicho demuestra que estas cuevas ó estancias artificiales fueron de habitación y de ningún modo de enterramiento.

No es esto lo único que merece ser estudiado en el término de Perales. A un kilómetro del risco de las cuevas, como se sube para el próximo lugar de Tielmes, en el mismo valle de Tajuña, se encontraron algunos sepulcros de toscas losas y en uno de ellos el ánfora romana de que hay dibujo en el álbum del Sr. Laredo. También me dicen que en el mismo sitio se halló una lápida romana que acaso exista en Tielmes; y no parece deba confundirse con la votiva (Hübner, 3068), que se mostró en Carabaña, más arriba del Tajuña2

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Inscripción

En el vallecito donde se asienta Perales, hay un otero donde se hallaron otros sepulcros cuyo carácter y antigüedad no puedo señalar.

Por último, al otro lado del valle del Tajuña en la cumbre de la montaña, en una cueva natural se descubrió hace años gran número de cadáveres ó esqueletos y junto á ellos una notable vasija prehistórica bien conservada, que posee el Sr. Martin Esperanza.

Tengo la honra de presentar esta nota á la Academia, dejando á su alta sabiduría que deduzca las consecuencias debidas y que tome los acuerdos que considere oportunos.





Madrid, 26 de Junio de 1891.



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