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Colaboraciones costumbristas de los novelistas de la segunda mitad del siglo XIX

Enrique Rubio Cremades


(Universidad de Alicante)



El artículo de costumbres ocupa un lugar privilegiado en los anales de la literatura española del siglo XIX. La sola mención de Larra es suficiente para corroborar tal apreciación. Larra será, por derecho propio, el primer periodista que figure en nuestra historia literaria por sus escritos costumbristas y no, precisamente, por su novela histórica, obra teatral original o adaptaciones teatrales. Otro tanto ocurre con el resto de escritores adscritos a dicho género, entre los que se podrían citar a los maestros del género, como Estébanez Calderón1 o Mesonero Romanos2, autores modélicos que influyeron de forma decisiva en los escritores de la generación posterior. En la primera mitad del siglo XIX aparecen numerosísimos escritores, que si bien están circunscritos a géneros distintos del cuadro de costumbres, escribieron, sin embargo, estampas o escenas destinadas al análisis de un tipo o de una costumbre. Este sería el caso de E. Gil y Carrasco3, el Duque de Rivas4, Hartzenbusch5, Bretón de los Herreros6, Zorrilla7, -por citar tan sólo los casos más significativos- autores que el lector identificará con la novela, el teatro o la poesía, pero casi nunca con el artículo de costumbres. Circunstancia, en cierto modo, parecida a la actitud de los escritores de la segunda mitad del siglo XIX, conocidos hoy por sus incursiones en el teatro, poesía o novela, pero nunca identificados como costumbristas. En lo que respecta a los novelistas consagrados de dicha época, este hecho también se les puede hacer extensivo, pues escasos son los trabajos que analizan los artículos de costumbres de esta generación literaria. Por el contrario, los repertorios bibliográficos son copiosísimos cuando estudian a los costumbristas coincidentes con el movimiento romántico, deteniéndose no sólo en el análisis de los recursos literarios, técnicas y estilo, sino también en las fuentes del costumbrismo español y la incidencia de autores extranjeros en España. Incluso, no sólo se ha analizado la incidencia de dicho costumbrismo en la novela realista-naturalista desde múltiples perspectivas8, sino que también se ha prestado gran atención a las colecciones costumbristas del periodo romántico, en especial a la conocida con el nombre de Los españoles pintados por sí mismos9, colección que tendrá una gran incidencia en las colecciones posteriores, pues será tomada como pieza modélica del género.

Si todo esto sucede en la primera mitad de la centuria pasada, por lo que respecta a los años inmediatos el hecho supone el anverso de la moneda; silencio en torno a las colecciones costumbristas de la década de los setenta y ochenta, y mutismo, también, en lo que respecta a la producción costumbrista de un Alarcón, Valera, Galdós o E. Pardo Bazán. Se puede afirmar que la casi totalidad de los escritores hoy objeto de nuestro estudio publicaron en los medios periodísticos de la época sus artículos de costumbres, artículos que hoy yacen arrinconados en las hemerotecas o suponen verdaderas rarezas bibliográficas. El vehículo conductor de dicho género será de nuevo el periódico, y si bien El Semanario Pintoresco Español, El Laberinto, El Museo de las Familias, El Museo Universal, etc., fueron los perfectos transmisores del artículo de costumbres, en la época analizada sucederá otro tanto. Revistas o periódicos como El Imparcial, El Globo, Madrid Literario, El Eco de Europa, etc., publicarán no sólo los artículos objeto de nuestro estudio, sino que también ofrecerán a los lectores novelas, fragmentadas en más de una ocasión por no existir el espacio suficiente para ofrecerlas como un cuerpo unitario. Recordemos, por ejemplo, las novelas galdosianas La Sombra10, El Audaz11, Doña Perfecta...12, publicadas en la Revista de España. Incluso sus relatos breves -novelas cortas y cuentos- aparecieron por primera vez en periódicos que tuvieron una gran incidencia en la vida social de la época, como La Nación13, La Ilustración de Madrid14, El Imparcial15, La Ilustración Española y Americana...16 Cuentos, leyendas y novelas eran dadas a la prensa por los autores que en más de una ocasión se quejaban de la lentitud de la dirección del periódico por ofrecerlas en entregas que no tenían una sucesión ordenada, como, por ejemplo, ocurre con la novela de Valera, Juanita la Larga, publicada en El Imparcial17.

La crítica literaria tiene, en ocasiones, gran dificultad en diferenciar determinados artículos de costumbres del género cuento, límites fronterizos de difícil apreciación, como tendremos ocasión de comprobar. Muy pocos autores reunieron o recopilaron en un libro los numerosos artículos de costumbres dispersos en periódicos y revistas literarias. Alarcón sería uno de esos casos excepcionales, pues no sólo se limita a seleccionar y reunir sus artículos de costumbres en un libro

-Cosas que fueron18- sino que también diferencia y segrega los artículos de costumbres de las novelas cortas y cuentos, hecho no tenido en cuenta en su época, pues lo normal era reunir barajados en un volumen cuentos y artículos de costumbres.

Es frecuente encontrar en Alarcón el choque de perspectivas entre interlocutores que analizan una época pasada para contrastarla con el momento actual; incluso Alarcón aventurará o emitirá juicios acerca de un futuro no muy lejano, tiempo venidero que hará posible que nuestras costumbres cambien aun más. Es frecuente también en él la condescendencia con el tiempo pasado, como si el recuerdo dulcificara lo vivido y no existieran en ningún momento visos de pesimismo. Esta añoranza o nostalgia por el pasado la vemos por ejemplo en «Mis recuerdos de agricultor», artículo biográfico que rememora la vida familiar del escritor. Incluso en el conocido cuadro que trata sobre la educación de comienzos del XIX -Un maestro de antaño- el tono condescendiente impregnará la totalidad del cuadro. Ni siquiera el conocido lema «la letra con sangre entra» puesto en práctica por nuestro protagonista empañará la bondad y la incultura de que hace gala Clavijo, militar en una época pasada y maestro por necesidades de subsistencia en la actualidad. Su analfabetismo es tal que llega a crear un mar de confusiones entre los discípulos; aun así, nuestro buen Clavijo se verá libre de toda crítica, pues su bondad natural e ingenuidad harán desaparecer estos aspectos negativos.

Esta visión o análisis del pasado la encontramos también en «La Nochebuena del poeta», pero en esta ocasión el autor hará gala de un acentuado pesimismo. La implacable monotonía del tiempo, la indiferente repetición de los hechos, darán al cuadro un tinte melancólico y pesimista. La muerte, incluso, se enseñorea del cuadro, dominadora del recuerdo y sombra fatal que acude a quienes en un día tan señalado se reúnen para festejar la festividad. El juego y el contraste entre el ayer, hoy y mañana ya había sido tratado con anterioridad, como el conocido cuadro de Mesonero Romanos Antes, ahora y después, asunto, por otro lado, ampliamente abordado en la colección de tipos y escenas descritas por su discípulo Antonio Flores en su obra titulada Ayer, hoy y mañana, o la fe, el vapor y la electricidad. Cuadros sociales de 1800, 1850 y 1899.

Alarcón es consciente de la influencia de Mesonero Romanos en sus artículos de costumbres e indica, en ocasiones, las diferencias o concomitancias existentes entre ambos. Por ejemplo, en el artículo alarconiano «Las ferias de Madrid» aparecerá en el inicio del mismo el siguiente texto: «No creáis que es un artículo de costumbres, a la manera de los discretísimos y famosos de nuestro Curioso Parlante, lo que me propongo escribir hoy. Ni yo tendría fuerzas para tanto, ni teniéndolas, incurriría en semejantes anacronismos»19. Aunque la presencia de Mesonero Romanos es frecuente en otros cuadros alarconianos, no es aquí, precisamente, donde vemos la huella del conocido escritor costumbrista. Los objetos que aparecen en el cuadro de Alarcón cobrarán vida en el conocido Rastro madrileño, dialogando e increpando a sus antiguos dueños. Este carácter fantástico -el objeto que cobra vida- es propio de la cuentística decimonónica, de ahí que hasta los propios novelistas de la segunda mitad del XIX escriban relatos con motivos idénticos a los del cuadro alarconiano, como, por ejemplo, Valera, Galdós, Coloma, etc.20

La influencia de los maestros del género costumbrista en Alarcón es clara en numerosas ocasiones, influencia, por otro lado, que no debe juzgarse desde una perspectiva negativa, pues Alarcón no cae nunca en la servil imitación, aunque sus juicios, defensas o ataques ante cualquier institución o costumbre le aproximen a Mesonero Romanos o Estébanez Calderón.

En Alarcón se ponen en práctica numerosos procedimientos o recursos ya utilizados por la generación anterior de escritores. Como, por ejemplo, la xenofobia, que tendrá en sus Historietas nacionales un papel primordial. La defensa del elemento tradicional ocupará también un cierto protagonismo en sus artículoss, como en «La Nochebuena del poeta», en el que al igual que El Curioso Parlante censurará el uso de la chimenea por considerarla elemento extranjerizante y sustitutivo de lo tradicional: el brasero. En estos artículos alarconianos el lector podrá apreciar un profundo pesar y un cierto pesimismo muy próximo al de Larra. Sus reflexiones sobre la muerte y la peculiar idiosincrasia del español serán harto desoladoras. En sus artículos «Diario de un madrileño» o en «Las ferias de Madrid» se podrán observar dichas apreciaciones. La huella de Larra se manifiesta también en sus reflexiones insertas en los artículos a manera de digresión, recurso este muy utilizado por los escritores costumbristas para exponer bien su ideario estético o su propia ideología. En estas digresiones Alarcón se muestra en contra de la pena de muerte y al igual que Larra la censurará enérgicamente; incluso la calificará de espectáculo bárbaro y trágico con claras connotaciones circenses.

No todos los artículos de costumbres de Alarcón merecerán ser rotulados con tal nombre, pues existen algunos cuadros que son de dudoso costumbrismo, como el titulado «Si yo tuviera cien millones». Otros se asemejarán o aproximarán al cuento o a los conocidos Almanaques de la época, describiendo con toda suerte de detalles las estaciones del año en íntima relación con las festividades y costumbres del momento. En esta galería de escenas y tipos no faltan los artículos que tienen como protagonista un objeto, recurso inmortalizado por Alarcón en su relato «El clavo» y por anteriores escritores costumbristas, recuérdese, por ejemplo, el artículo de Mesonero Romanos «El Retrato». Alarcón escribirá en este sentido un cuadro titulado «El pañuelo», objeto que será analizado en función de la utilidad que le dan las respectivas personas poseedoras del objeto o prenda analizada. Existen también otros artículos destinados al análisis de la política española del momento. No olvidemos que la sátira política suele ser denominador común entre los escritores del género. Alarcón analizará a los políticos de la época desde singular óptica, como la de compararlos con los cometas, de ahí su artículo «El cometa nuevo», destinado al análisis de la política de O'Donnell.

Alarcón, al igual que Valera, Galdós o E. Pardo Bazán, colaboró en las conocidas colecciones costumbristas de la segunda mitad del siglo XIX. Por ejemplo, en Las mujeres españolas, portuguesas y americanas21 escribirá el artículo titulado «La mujer de Granada», y Valera «La mujer de Córdoba», tipos femeninos que muy bien pudieron ser el esbozo o germen de las heroínas que aparecerán más tarde en El niño de la bola o en Juanita la Larga. Las colaboraciones de nuestros novelistas en estas magnas colecciones de tipos y escenas obedecen a varias razones, entre ellas la remuneración crematística y el goce de una pronta fama como escritor. El joven Galdós no será una excepción, de ahí sus artículos insertos en las colecciones Los españoles de ogaño22 y Las españolas pintadas por los españoles23. Para la primera colección escribirá el artículo «Aquel», y, para la segunda, «La mujer del filósofo» y «Cuatro mujeres».

De todos nuestros novelistas en la segunda mitad del siglo XIX son, sin duda, Alarcón junto a Pereda, quienes mayor producción costumbrista ofrecen. El corpus costumbrista de José Mª de Pereda está formado por las obras Escenas montañesas, Tipos y paisajes, Tipos trashumantes y Esbozos y rasguños, obras en las que se describen minuciosamente las costumbres y tipos de la Montaña. Pereda no rehúye lo feo y desagradable con tal de ofrecer una pintura clara y objetiva de los moradores descritos y analizados; de ahí aquellos inolvidables tipos pertenecientes al hampa, sucios, misérrimos y desastrados, o aquellos marinos que se consuelan de los peligros del mar vapuleando a sus mujeres o gastando su jornal en las tabernas. Tipos magistralmente esbozados y escenas de suma belleza, como los descritos en «El raquero», «La robla», «La leva», «El fin de una raza»... pertenecientes a las Escenas montañesas. Pereda es tal vez el único escritor de la época que ha sido estudiado por la crítica en función de su producción costumbrista, de ahí que no intentemos reivindicar estos escritos harto conocidos y elogiados siempre por los historiadores de la literatura española. Recordemos el tono elogioso de Menéndez Pelayo que al referirse a «La leva» afirmó que «desde Cervantes acá no se ha hecho ni remotamente un cuadro de costumbres por el estilo». Otro tanto ocurre con los autores que en su día publicaron antologías sobre el costumbrismo, seleccionando de Pereda un buen número de tipos y escenas costumbristas24.

Existe un denominador común entre los novelistas de la segunda mitad del siglo XIX, denominador que les une y relaciona entre sí: sus colaboraciones en las colecciones costumbristas de la época. Por ejemplo, y como ya hemos indicado con anterioridad, Galdós colabora en Las españolas pintadas por los españoles y en Los españoles de ogaño; Valera y Alarcón publicarán conjuntamente en Las mujeres españolas, portuguesas y americanas; Emilia Pardo Bazán ofrecerá un artículo -«La gallega»- en Las mujeres españolas, americanas y lusitanas pintadas por sí mismas25. Existen, por el contrario otras colecciones costumbristas en las que no aparece el nombre de nuestros autores, como, por ejemplo, en Los hombres españoles, americanos y lusitanos pintados por sí mismos26 o en Madrid por dentro y por fuera27.

En lo que respecta a Galdós, sus artículoss de costumbres ofrecen ciertas innovaciones en relación con los de otros escritores anteriores o coetáneos. Por ejemplo, el uso del peculiar perspectivismo galdosiano a la hora de analizar el comportamiento de la mujer, o la utilización de un recurso típico y característico de los productos subliterarios y novelas góticas o de terror: el misterio. En su artículo «Aquel» se establece un juego entre el autor y el lector para que adivine este último la personalidad y oficio del personaje. De esta forma Galdós, en sus especulaciones en torno al protagonista del cuadro, puede recorrer un buen número de profesiones y oficios e, incluso, insinúa que su protagonista es un cesante, tipo, por otro lado, que aparece insistentemente en los cuadros costumbristas y en la novelística de la segunda mitad del XIX. Al final Galdós resuelve el misterio y su personaje es el prototipo del vago.

Si las colaboraciones galdosianas en las colecciones costumbristas son bien significativas, no menos importantes son los artículos dados a la prensa nacional y extranjera, trabajos que describen pormenorizadamente los usos y costumbres españolas. Este ingente material galdosiano lo encuentra el lector recopilado en las Obras inéditas de Galdós28, edición prologada y al cuidado de Alberto Ghiraldo para la editorial Renacimiento. Dicha recopilación, ordenación y catalogación de los artículos dispersos en la prensa contó con el beneplácito del propio Galdós, que demostró un gran interés por la difusión de estos artículos de costumbres, artículos que se encuentran en el primer volumen de la colección con el nombre de Fisonomías sociales. Galdós se servirá tanto de la escena como del tipo para la descripción de ambientes, pudiéndose afirmar que el costumbrismo galdosiano sufre las influencias tanto de Mesonero Romanos como de Larra. Incluso la propia ideología de Galdós, impregnada de un cierto anticlericalismo, asomará en estas páginas costumbristas. Creemos que las Fisonomías sociales no tienen nada que envidiar a la obra de El Curioso Parlante, pues, una gran parte de este material costumbrista sirvió como embrión preparatorio de sus novelas.

Existen otros escritores de la época ubicados también en la generación de Galdós que colaboraron en estas colecciones, aunque no de la forma tan copiosa como Alarcón o Galdós. Por ejemplo, Valera apenas presta atención al género costumbrista, aunque demuestre en reiteradas ocasiones su admiración por su fiel confidente y amigo Estébanez Calderón. Creemos que Valera reserva para su mundo de ficción el colorido costumbrista engarzado con sus héroes novelescos. En Juanita la Larga Valera se recreará en la presentación de un escenario andaluz, abandonando, en ocasiones, la peripecia argumental. Valera, consciente de ello, pedirá disculpas al lector por tales digresiones, fruto de una añoranza lejana en el tiempo y en el espacio. Nuestro autor colaborará en la colección Las mujeres españolas, portuguesas y americanas con el ya citado artículo «La mujer de Córdoba», germen, creemos, de la heroína que aparece en su novela Juanita la Larga. En dicho cuadro costumbrista surgen por primera vez el nombre de Juana la Larga y la famosa fuente de Villalegre, topónimo literario que es un fiel reflejo de las villas cordobesas Doña Mencia y Cabra. Incluso en «La mujer de Córdoba» Valera ofrecerá un copioso recetario gastronómico que se remonta a épocas medievales. El arte culinario será uno de los rasgos distintivos de Juana la Larga, mujer solicitadísima por los habitantes de Villalegre para la preparación o condimentación de comidas. Valera analizará el comportamiento de sus personajes desde esta curiosa perspectiva gastronómica, reflejada ya con anterioridad en este cuadro costumbrista. Es en cierto modo un caso idéntico al de E. Pardo Bazán en su análisis de la mujer gallega para El Álbum de Galicia con caracteres distintivos y propios de su entorno geográfico. No sólo la describirá minuciosamente, sino que incluirá escenas aisladas para reflejar las costumbres gallegas, como los preparativos de una boda. Es este tipo idéntico al de aquellas rústicas que aparecen en Los pazos de Ulloa y en La Madre Naturaleza, enraizadas en la tierra con sus creencias y supersticiones.

Existen, finalmente, otros escritores que realizan fugaces apariciones en el género costumbrista como Blasco Ibáñez -recordemos Alma española- o Armando Palacio Valdés con sus Aguas fuertes, escritos que describen el Retiro de Madrid en la época veraniega. El paréntesis establecido entre el costumbrismo que aparece en los Cuentos populares andaluces, de Fernán Caballero, hasta la producción costumbrista de un V. Blasco Ibáñez median varias décadas que nos indican que el costumbrismo no finalizó con la desaparición de Larra o Mesonero Romanos. Bien es verdad que el artículo de costumbres suele perder una buena parte de la dosis descriptiva para convertirse en un cuento o novela corta, como sucede de hecho con los Cuadros de costumbres populares del padre Coloma. El costumbrismo, con el correr de los años, perderá el fundamento ideológico a la manera de un Larra, para convertirse en un medio apto para la descripción de unos usos y costumbres que rayan en ocasiones en lo folklórico. Esto sucede, por ejemplo, en las citadas colecciones costumbristas. Por el contrario Galdós y Alarcón entroncarán con el más puro periodismo de Larra y Mesoneros Romanos, censurando y corrigiendo las costumbres de su época desde esta óptica. Doble vertiente del costumbrismo que tendrá también su exponente en la obra de autores generacionalmente posteriores, como Baraja -Vitrina pintoresca-, Azorín -De los pueblos, De Alma española, De España-, Gutiérrez Solana, R. Gómez de la Serna -Elucidario de Madrid-, Sáinz de Robles, etc., autores y obras indicativas de la permanencia y vigencia del género costumbrista.





 
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