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ArribaAbajoPoema que un amante de la patria Consagra al solemne Sorteo celebrado en la plaza mayor de Buenos-Ayres, para la libertad de los Esclavos, que pelearon en su defensa

Fray Cayetano Rodríguez


Con licencia: En Buenos Aires. En la Real Imprenta de Niños Expósitos: año de 1807.



Llegó el felice día,
¡Oh! pueblo a todas luces venturoso
En que la musa mía,
(Cediendo sus temores a su gozo)
Puede cantar tu triunfo, tu victoria,
Tú más heroica acción, tu mayor gloria.

Para ceñir tus sienes
Esta piedra faltaba a tu corona.
¡Oh! pueblo, ya la tienes,
Y ella es sin duda la que más te abona;
Pues al nombre de fiel y valeroso
El dictado te añade de piadoso.

Disfrutabas contento
De dulce paz, efecto de tu brazo,
Tu victorioso aliento
Te preparó morada en su regazo:
Pero esta gloria fuera muy menguada,
Si tu piedad quedase desairada.

Tú, sin par generoso,
Por un rasgo de honor inimitable,
Realzando lo piadoso,
Te prestas a favor del miserable,
Dejando de algún modo satisfechos
De libre condición justos derechos.

Más humano que aquella
Antigua Roma, la ciudad del mundo,
Tu honor piedades sella
Que te hacen el primero sin segundo,
Pues si Roma forjó cadenas tantas,
Tú, vencedor con gloria, las quebrantas.

No dicta sabia Atenas
Dictámenes más bellos. Tú has formado,
De amor y piedad llenas,
Leyes que al oprimido ha sublevado,
Consagrado a su alivio y su consuelo,
Tu gratitud, tu bienes y tu celo.

El secreto has hallado
De aumentarte celosos defensores,
Pues también has pagado
De su inculto valor raros primores.
Ni saben cual es más al mejorarlos,
Si haberte libertado, o libertarlos.

No gima ya la triste
Humilde condición del miserable,
Pues que desde hoy ya viste
Librea nueva de honor más respetable.
A su heroico valor se lo ha debido,
Y a tu piedad ¡oh! ¡pueblo agradecido!

Jamás te ha amanecido,
Buenos Aires feliz, más claro día,
Que aquel en que has sabido
Los llantos convertir en alegría,
A tantos redimiendo del pesado
Yugo de esclavitud que habían cargado.

Esta acción te coloca
Al lado de Mentor, del sabio Minos:
Como a ellos dar te toca
De gobierno dictámenes divinos:
Pues es menos vencer, puesto en partido,
Que premios saber dar al que ha vencido.

Doquiera que el sol luce,
Y de esta noble acción se haga memoria,
Al punto se trasluce,
Tu fama, tu piedad, tu honor, tu gloria;
Y envueltas quedan en conceptos vagos
Las Espartas, las Romas, las Cartagos.

No ya solemnes vivas
Escuches de los pueblos más lejanos,
Ni plácemes recibas,
Porque heroico venciste a los Britanos:
Que más gloria te da lo generoso,
Que la nota de invicto o victorioso.

En tu intrépido aliento
De Sagunto y Numancia copia fuiste,
Y quizá algún momento,
Tan valientes excesos excediste;
Mas, en premiar del pobre el heroísmo,
Eres ejemplo y copia de ti mismo.

Aunque te son debidas,
Están demás columnas e inscripciones:
Que están bien esculpidas
En el alma de todas tus acciones;
Pero ésta sólo erige un monumento,
Que por único y raro es un portento.

Si a la par de tu anhelo
Acreciera tu haber hasta lo inmenso,
Ejercicio tu celo
Hallara en tus piedades más extenso.
¡Y qué fuera, tu tesoro
El encantado vellocino de oro!

Tanta piedad consuela
A quien el hado barajó la suerte,
Y fino se desvela
Por motivo más noble en defenderte;
Reputando quizá yugo suave
El que antes soportó molesto y grave.

Esto hace tu decoro,
¡Oh! ¡pueblo fiel! y acción de tanto grado
Es la manzana de oro,
Que te hará en ambos mundos envidiado;
Ni será la discordia por ganarte,
Si, por tener la gloria de imitarte.

Del Argentino Río
Las aguas publicaron tu victoria;
Pero a esta acción le fío
Que eternice en el globo tu memoria:
Así resonará de polo a polo
Con crédito inmortal tu nombre solo.

¡Oh! quiera grato el cielo
impartir premios con benigna mano,
dando a tu heroico celo
guirnalda eterna, premio soberano,
porque una acción que en sí todas encierra,
recompensa no tiene acá en la tierra.

Entretanto, recibe
El aplauso común, pues él te aclama:
Feliz, descansa y vive
En brazos del honor y de la fama,
Y sea tu nombre célebre y famoso,
El pueblo fiel, valiente y generoso.