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321

Ibíd., págs. 501-502. Víctor García de la Concha, El arte literario de Santa Teresa, Barcelona, Ariel, 1978, págs. 253-254, reúne y analiza las pocas imágenes sacada del léxico de los juegos que se encuentran bajo la pluma de Teresa de Jesús.

 

322

Fiel desengaño, ed. citada, tomo I, prólogo, págs. 16-18. Al comentar la frase Paciencia y barajar en las notas de su edición del Quijote (Madrid, Gabriel de Sancha 1798, parte segunda, tomo I, págs. 264-265 y 277-278), Juan Antonio Pellicer acude al Fiel desengaño; pero, si bien apunta la ironía de Cervantes, no parece haber sospechado que Luque Fajardo pudiera ser víctima de ella.

 

323

Rinconete y Cortadillo, ed. citada de las Novelas ejemplares, tomo I, págs. 223. Vilhanesca y no villanesca, como imprime la BAE (Obras de Miguel de Cervantes, tomo I, pág. 135a).

 

324

Sobre la averiguación del Primo escribe Marcel Bataillon: «Hay en esto una divertida parodia de la erudición que escruta los orígenes de las cosas. Pero el ridículo, aquí, recae sobre el erudito provinciano orgulloso de añadir al Libro de la invención de las cosas una disertación sobre el origen de los naipes, no sobre este libro en sí, que ilustra acerca de temas menos fútiles [...]» (en Erasmo y España, México, Fondo de Cultura Económica, 1966, pág. 786).

 

325

Buen análisis de este procedimiento en André Labertit, «Estilística del testimonio apócrifo en el Quijote», Venezia nella letteratura spagnola e altri studi barocchi, Università degli studi de Pisa, 1973, págs. 137-161.

 

326

Don Quijote de la Mancha, II, 22 (ed. citada, tomo V, pág. 154).

 

327

El Fiel desengaño no aparece entre los libros de don Quijote; pero no por eso deja Cervantes de jugar con este tratado a lo que Joaquín Casalduero (Sentido y forma del «Quijote», Madrid, Ediciones Ínsula, 1949, pág. 377) llama su juego favorito: el escrutinio de la biblioteca. En su citado discurso, Cervantes lector, pág. 30, Cotarelo Valledor considera como muy verosímil la lectura, no sólo del Fiel desengaño, sino también del Remedio de jugadores de Pedro de Covarrubias (Burgos, 1519; Salamanca, 1543) y del Tratado del juego de Francisco de Alcocer (Salamanca, 1559). Puede ser. Aunque estas obras de casuística (aparte de que no son las únicas que se publicaron sobre -o, mejor dicho, contra- el juego en el siglo XVI) no reúnen en absoluto ese buen caudal de refranes y modismos referentes a los naipes que, de todas formas, conocería Cervantes, sin tener necesidad de acudir al Fiel desengaño.

 

328

Francisco López de Úbeda, La pícara Justina, Lib. II, 2.ª parte, cap. II, núm. 2 (en la ed. de Julio Puyol, Madrid, Sociedad de Bibliófilos Madrileños, 1912, tomo II, pág. 50).

 

329

Valdría la pena emprender un trabajo sobre el valor plurifuncional que cobró este nombre en la literatura y en el folklore de España en los siglos XVI y XVII. En el mismo Quijote (I, 49 y II, 40) encontramos referencia a la Historia de Pierres y la linda Magalona (se trata del hijo del Conde de Provenza; véase, en la ed. de Martín de Riquer, Col. Hispánicos Planeta, 1975, las notas de las págs. 535 y 879). Las más veces, aparece Pierres en un contexto de burlas, como en el romance gongorino Desde Sansueña a París [1588] (en Obras Completas de Góngora, ed. Millé, Aguilar, 1961, pág. 94) o como supuesto autor (Mosén Doctor Guillen Pierres, catedrático insigne) de El amor más verdadero. Durandarte y Belerma, comedia calificada de burlesca por La Barrera, que la registra en su Catálogo del Teatro Antiguo Español, pág. 303b. Adviértase también que Miser Pierres de Tal sale como autor ficticio de Los anteojos de mejor vista (c 1625) de Rodrigo Fernández de Ribera (ed. de Víctor Infantes, Madrid, Legasa Literaria, 1979, págs. 29-30) y que Pierres llegó a ser sinónimo de borracho, según Miguel Herrero García, Ideas de los españoles del siglo XVII, Madrid, Gredos, 1966, pág. 406 (con referencia a La hija de Celestina [1612] de Salas Barbadillo).

 

330

Don Quijote de la Mancha, I, 18 (ed. cit., II, pág. 38; veáse la nota de Rodríguez Marín).